SALMO 119: 103
“¡cuán dulces son a mi paladar tus
palabras! Mas que la miel a mi boca”
Leí
sobre lo que alguien considera “gran literatura”. El autor del escrito sugería
que la literatura “te cambia. Cundo lees te conviertes en una persona
distinta”. La Palabra de Dios siempre se la puede considerar “gran literatura”.
El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Tesalónica les dice. “examinadlo todo, retened lo bueno” (1
Tesalonicenses 5:21). El apóstol aconseja a los cristianos a que sean buenos
lectores debido a que la buena literatura edifica. Hoy e publican muchos
libros. Muchos son basura. La abundancia de publicaciones hace que sea un tanto
difícil seleccionar el libro que conviene leer. Con un poco de atención no nos
es imposible seleccionar el libro que nos conviene leer. Alguien ha dicho que
un libro por malo que sea siempre contiene algo que vale la pena retener.
“examinadlo todo, retened lo bueno”. La lectura de la prensa también debe
hacerse con el espíritu de “examinadlo todo, retened lo bueno”. Los títulos de
los artículos ya nos permiten hacer una selección previa. Empezado a leer el
escrito escogido nos muestra que no contiene lo bueno que se esperaba
encontrar. Se puede abandonar seguir leyendo. Se comienza la lectura de otro
artículo esperanzador y en él se encuentra una frase, la cita de otra persona,
un párrafo que es de lo bueno que debe retenerse. Haciéndolo así uno se
ejercita en la lectura y se afila el espíritu crítico y la personalidad se
perfecciona. Uno no nace aficionado a la lectura. La afición brota del interés
en encontrar la verdad. A medida que se van encontrando perlas en libros y
periódicos más se siente uno atraído por la lectura. Muchos no leen porque no
han descubierto que en la palabra impresa
se puede encontrar miel que da gusto paladear.
El único libro
que puede considerarse “gran literatura” es la Biblia. Como dice el salmista en
el texto que encabeza este comentario “¡cuán dulces son a mi paladar tus
palabras! Mas que la miel a mi boca”. Aún cuando la Biblia contiene pasajes
tediosos como lo son las largas
genealogías, también se encuentran en ellas pequeñas dosis de miel que son una
delicia saborearlas. Sea cual a el pasaje de la Biblia que leamos, si se hace
con humildad pidiendo al Señor que por medio del Espíritu Santo abra nuestra
mente, la lectura de la porción elegida hará que continuemos nuestra
peregrinación por este valle de sombra de muerte con corazón gozoso por haber
alimentado el alma con el Pan de Vida que es Jesús y apagado su sed con el agua de vida que no
es otro sino Jesús. La lectura de la Biblia si se hace sediento y hambriento de
conocer la Verdad siempre cambia al lector.
SALMO 88:13
“Mas a ti he clamado, oh Señor, y de
mañana mi oración se presentará delante de ti”
La Biblia no
enseña en ningún lugar que el ser humano deba dirigirse a alguien que se le
considere Dios o reina de los cielos. Sólo afirma que las plegarias deben
dirigirse a Dios el Padre de nuestro
Señor Jesucristo pues fuera de Él no hay Dios. El mandamiento es clave: “No
tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). Conociendo esto los
cristianos debemos tener conciencia de que fuera de Dios Padre de nuestro Señor
Jesucristo no hay dios y que cuando se adora a un dios espiritual o a un dios,
hombre o mujer, representado en una imagen, a quien se está adorando es a
Satanás el padre de la mentira que tiene por objetivo engañar a los hombres
para que no adoren a dios creador de todo lo existente y que en su Hijo
unigénito encarnado en Jesús salva a los pecadores que creen en Él,
devolviéndoles la vida eterna que perdieron
en el Edén por instigación de Satanás, al que hoy se sigue adorando
venerando a dioses que no son Dios.
Yo creo en Jesús
como el Hijo de Dios encarnado que murió en la cruz del Gólgota para perdón de
mis pecados. Deseo que el lector posea la misma fe. Si es así, ¿qué debemos
hacer? El texto que hoy comentamos nos enseña que debemos clamar al Señor
porque es el único que tiene oídos para oír nuestros clamores a no ser que
nuestros pecados taponen sus oídos y le impidan oír. Si es así, que hay pecado
en nosotros que le impida al Señor oír nuestros clamores, lo primero que
debemos hacer es confesarlo para que la sangre de Jesús lo borre. Haciéndolo
así los tapones de los oídos de Dios caerán y nuestros clamores llegarán a sus
oídos y serán escuchados.
Por la fe en
Jesús y restablecida la comunión con Dios, ¿qué debemos hacer? El salmista da
respuesta a nuestra pegunta. “de mañana mi oración se presentará delante de
ti”. El holgazán recibe un aviso del Señor: “Como la puerta gira sobre sus
quicios, así el perezoso se vuelve en su cama” (Proverbios 26:14). El perezoso
abre sus ojos al amanecer, mira el reloj y se dice todavía es temprano, da
media vuelta y vuelve a dormirse. Cuando vuelve a despertarse el Tiempo ha transcurrido y se hace tarde.
Corriendo se levanta porque va a llegar tarde al trabajo. No hay tiempo para
una oración. El salmista no procede de esta manera absurda como se comportan
muchos: “De mañana mi oración se presentará delante de ti”. Madruga para
fortalecerse en el Señor y la presencia activa de Dios en su vida es la fuerza
que le acompañará a lo largo de la jornada que empieza. Con el señor a su lado
los contratiempos no le afligirán.