IASAÍAS 19:1
“Profecía sobre Egipto. He aquí
que el Señor monta sobre una ligera nube, y entrará a Egipto, y los ídolos de
Egipto temblarán delante de Él, y desfallecerá el corazón del os egipcios
dentro de ellos”
Todo lo que está escrito en la
Biblia es para nuestra instrucción. Todo ello es Palabra de Dios que tiene por
finalidad despertarnos del sueño de la muerte y levantarnos a la vida. La
Biblia contiene enseñanzas para individuos y también instrucción para las
naciones. El texto que comentamos tiene que ver con Egipto pero también tiene
su aplicación en nuestro país.
“He aquí que el Señor monta
sobre una ligera nube y entrará a Egipto”. Es una manera de decir que
el Señor hace acto de presencia en Egipto que no deja intacta la condición del
pueblo. Egipto como todas las naciones de su entorno se caracterizaba por una
grosera idolatría que nosotros
catalogamos como obra de arte que nos produce desazón cuando los extremistas
islámicos destruyen las piezas que se conservan en los museos. Los ídolos, a pesar
de que teniendo pies no andan, ante la presencia del Señor “tiemblan delante
de Él” y con ello “desfallecerá el corazón de los egipcios”. Ante la
presencia del Señor las cosas no permanecen igual. Hay conmoción porque
descubre el pecado y este conocimiento produce una reacción: sea para
arrepentimiento o sea para seguir viviendo en pecado.
“Es espíritu de Egipto se
desvanecerá…y destruiré su consejo, y preguntarán a sus imágenes, a sus
hechiceros, a sus evocadores, a sus adivinos” (v.3). Cuando un pueblo se
entrega a la idolatría “el consejo de los prudentes consejeros de faraón se
ha desvanecido” ((v.11). El texto nos dice que las estructuras sociales de
Egipto andan confundidas. Hay desorden. Confusión. Desconcierto. Antagonismo.
Todo ello perjudica al país. Cuando los sabios se vuelven necios, ¿dónde buscar
consejo que ayude a salir del atolladero en que nos han metido la necedad de
los dirigentes políticos, económicos, religiosos de nuestro país? La adoración a los santos ¿qué es sino
invocar a los muertos? Esta práctica que la estimula Satanás está totalmente
prohibida por el Señor.¿Cuál fue el final del rey Saúl que invocó al fallecido profeta Samuel? Su
muerte en manos de sus enemigos filisteos y la derrota de Israel en manos de
sus ancestrales enemigos.
Cuando una nación no
consulta al Señor los problemas se multiplican y no se les sabe dar solución.
Los consejeros buscan ayuda en los ídolos y la confusión se agrava. ¿No andan a
tientas las naciones por haber abandonada el consejo de Dios? ¿Dejaremos de dar
la espalda al Padre de nuestro Señor Jesucristo y nos volveremos a Él en busca
del sabio consejo que nos ayudará a salir del caos existente? ¿Es que
preferimos, por orgullo, dejarnos guiar por consejeros necios que nos hunden
todavía más en la ciénaga de la confusión sin encontrar la Roca sobre la que
descansar los pies para evitar el desastre?
SALMO 65:3
“Las iniquidades prevalecen
contra mí, mas nuestras rebeliones tú las perdonarás”
¿Estamos dispuestos a reconocer
que somos imperfectos? Estamos dispuestos a reconocerlas cuando son
descubiertas y corremos a disculparnos a quienes hayamos podido molestar con
nuestro desliz. La pregunta que me hago es: De no haber sido descubierto
nuestro error, ¿pediríamos perdón a los ofendidos?
En este texto que meditamos
el salmista no reconoce errores que hayan podido ofender a su prójimo, pero sí
que reconoce iniquidades y rebeliones que prevalecen contra Él. El salmista
puede llegar a esta conclusión porque tiene en cuenta la existencia de Dios y
de que ha transgredido su Ley. El salmista es consciente de haber transgredido
la Ley de Dios y a Él en primer lugar
pide perdón por su pecado. Después, si ello es posible, debe pedirle perdón al
prójimo ofendido y restituirle lo que su pecado le ha robado. Si ello no es
posible, al menos debe existir un sincero deseo de restitución cuando la
ocasión lo permita.
El primer paso que el
salmista nos enseña a hacer es reconocer que somos pecadores y que debemos
pedir perdón a Dios por nuestras iniquidades. El segundo paso a seguir es tener
la certeza de que Dios ha perdonado nuestro pecado: “Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás”.
Cierto que Dios perdona los pecados. Esta es la enseñanza que imparte la
Biblia. Sólo Dios tiene poder de personar los pecados. Ejerce Dios este poder
de manera indiscriminada o lo limita. El Nuevo Testamento nos dice de manera
que no da lugar a la duda que el perdón de Dios está limitado a aquellas
personas que creen que Jesús, el del Evangelio, es el Salvador que perdona los
pecados del pueblo de Dios.
El salmista afirma que la
salvación es algo que pertenece exclusivamente a Dios cuando en el v.4 dice: “Bienaventurado el
que tú escoges y atraes a ti. Para que habite en tus atrios, seremos saciados
del bien de tu casa, de tu santo templo”. En el evangelio de Juan Jesús
dice refiriéndose a sus discípulos: ”Cuado estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en
tu nombre, a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió,
sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan
17:12). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo intervienen en la operación de
salvar a una persona. El Padre da al Hijo los escogidos. Aquellos que el Padre
da al Hijo Éste los retine para siempre. No pueden perder la salvación
recibida. El Espíritu Santo “da testimonio a nuestro espíritu de que somos
hijos de Dios” (Romanos8:16). “Bienaventurado
el que tú escoges y atraes a ti…”. El escogido de Dios por el testimonio
del Espíritu es una persona feliz porque tiene la certeza de que no puede
perder la salvación que ha sido sellada con la sangre de Jesucristo y que
habitará eternamente en los atrios de Dios.
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