dimarts, 24 de març del 2015


CRISTO: PRÍNCIPE DE PAZ


<b>El aspecto salvador de Jesús se pone en entredicho cuando se pretende vincularlo a un grupo nacionalista de carácter violento</b>

<b>Dale B. Martín</b>, profesor de estudios religiosos de la Universidad de Yale considera que el motivo por el que Jesús podía haber sido crucificado fue porque  sus discípulos iban armados y que fue el cabecilla de una banda armada. Este erudito afirma que este aspecto no ha sido debidamente tratado en los evangelios. El hombre de Nazaret no es el pacifista que se nos quiere hacer creer que era. El profesor <b>Martín</b> dice: “de la misma manera que tú podrías haber sido arrestado en Roma por llevar una espada, si los discípulos de Jesús iban armados hubiera sido motivo suficiente para ser crucificado”. Las autoridades religiosas judías llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano, con el propósito de que fuese condenado a muerte porque le odiaban ya que denunciaba su hipocresía. “Tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle” (Mateo 26:4). Pilato interrogó a Jesús y no podía sentenciarlo a muerte “porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes” (Marcos 15:10). “Y Pilato dijo a los sacerdotes , y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre” ((Lucas 23:4). Pilato sentenció a muerte a Jesús no porque vio en él un sedicioso que ponía en peligro la seguridad de Roma, sino por miedo a los judíos: “que daban voces diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo del Cesar, todo aquel que se hace rey, a Cesar se opone” (Juan 19:12).Jesús no era rey de un reino terrenal sino del celestial.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿Por qué fue crucificado Jesús?  Si la tesis de <b>Dale B. Martín</b> es correcta, entonces Jesús no puede ser el Salvador del pueblo de Dios porque murió por motivos equivocados. Lo hubiera sido por razones políticas  y nacionalistas y, si estos hubieran sido razones habría actuado con violencia cosa que la Biblia considera pecado. Si Jesús hubiera sido un pecador no podría haber sido el Mesías esperado por la sencilla razón de que un pecador no puede redimir a los pecadores: “Porque al que no conoció pecado , por nosotros lo hizo pecado (Dios), para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).

Un lector sin prejuicios de los evangelios pronto se dará cuenta del carácter extremadamente pacifista de Jesús. Cuando éste dice en Mateo 10:34: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra, no he venido para poner paz, sino espada”, el contexto inmediato clarifica el significado de “espada”, que no es otro que la oposición que encontrarían sus discípulos entre sus propias familias. En el caso del discípulo que cortó la oreja del criado del gran sacerdote, Jesús recrimina a su defensor diciéndole que guardase el arma y recordándole que su muerte era el cumplimiento de las Escrituras (Mateo 26: 51-54).

El profeta Isaías en el capítulo 53 de su libro describe los sufrimientos que Jesús tendría que pasar para la salvación del pueblo de Dios. Por lo que hace al tema que atañe a este escrito, dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, mas el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros. Angustiado Él, y afligido, no abrió su boca, como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y o abrió la boca” (53:6,7).

Es el mismo Isaías que anunciando el nacimiento de Jesús en Belén dice: “Porque un niño nos es nacido,, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su Nombre: Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto” (9:6,7).

Jesús “como cordero fue llevado al matadero”, el Príncipe de paz que reinará eternamente en el reino eterno de Dios en el cual no se encontrará ni una molécula de la injusticia que estamos acostumbrados a ver en los reinos de este mundo. Nuestra limitación no nos permite ver con toda su amplitud la perfección y gloria del reino celestial en el que Jesús hoy sentado a la diestra del Padre está preparando un lugar para quienes creen en Él. La presencia del Espíritu Santo en el corazón da testimonio a los creyentes en Cristo que la belleza y la gloria del reino celestial no es una utopía irreal que se desvanece, sino una realidad garantizada por el hecho de que el “Codero llevado al matadero”resucitó en el tercer día conforme a la s Escrituras y que un día vendrá en su gloria a buscar a su pueblo:  los que yacen en el sepulcro y los que en aquel momento vivan, para establecer el reino de Dios eterno.

Octavi Pereña i Cortina

 

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