SALMO 9:9
“El Señor es un refugio del
oprimido, un escondite en el tiempo de adversidad”
Tara Moss que fue violada
por un compañero de trabajo, en una entrevista que se le hizo expuso de manera
muy sentida sobre el “silencio tóxico” que protege a los perpetradores
de violencia sexual que paraliza a las víctimas. El Dr. Michael Flood dice: “En
una sociedad con desigualdades de género y actitudes que dan soporte a la
violencia, es muy posible que las mujeres se culpabilicen a sí mismas y no
busquen ayuda, mientras que las otras personas: amigos, familia, médicos,
trabajadores sociales, policía, jurados, estén menos dispuestos a prestarles
ayuda”
No debemos olvidar a las esclavas
sexuales que son explotadas por las mafias que trafican con ellas. Tampoco
debemos olvidar a los menores que sufren abusos sexuales y aquellos que son secuestrados para ser
utilizados como soldados o se les instruye para ser terroristas. Los
desahuciados por la codicia de banqueros que son abandonados a su suerte por la
indiferencia de los gobiernos. Se da un largo etcétera que no encuentra refugio
en ninguna parte. En un mundo manchado por el pecado existen millones de
personas oprimidas que no encuentran solaz en ninguna parte. Ante la adversidad
se encuentran con las espaldas de quienes deberían ayudarlas y hacen ver que no
existen.
Pero “el Señor es un
refugio del oprimido” nos dice el texto y añade”un escondite en el
tiempo de la adversidad”. La Biblia nos da referencias de que en tiempo de
guerra y de hambruna grave en las ciudades asediadas madres se comían a sus
hijos en su desespero. Son casos extremos, sí, pero hoy de dan casos de niños
recién nacidos abandonados en un contenedor de basura. Por boca de David
sabemos: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá”
(Salmo 27:10).
En una sociedad manchada por
el pecado siempre se encontrarán oprimidos. Lo más triste del caso es que estas
personas no encuentran refugio ni escondite entre sus semejantes. Pero el Señor
promete refugio y escondite a quienes sufre. Pero, ¡ay! Un pero que se
encuentra en el oprimido: ¿Desea éste buscar refugio y escondite en el Señor?
La respuesta de muchos se encuentra en las palabras que Jesús dijo a Jerusalén
advirtiéndole de la destrucción que en breve caería sobre ella por haber
abandonado a Dios: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina
junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). En
la opresión intentan encontrar refugio en la Religión o en el Estado, pero no
lo encuentran. Se esfuerzan en conseguir que los departamentos de bienestar
social sean su refugio y escondite, en vano es el esfuerzo. A la hora de la
verdad les fallan y la ayuda necesaria no les llega. El Señor que les puede
ofrecer protección y escondite seguros, no lo buscan. ¡Cuánto pierden porque
los prejuicios les impiden encontrar en las alas del Señor la protección y el
refugio que necesitan urgentemente!
SALMO 63:6
“Cuando me acuerdo de ti en mi
lecho, durante las vigilias medito en ti”
David escribe este salmo encontrándose
en el desierto de Judá. ¿Qué hacía en un lugar tan inhóspito como lo es el
desierto? Bien seguro que esconderse del rey Saúl que lo perseguía a muerte.
David, por tanto, se encontraba en una situación muy angustiosa. Los lectores
del salmo también pueden encontrarse en un desierto de aflicción. En el salmo
63 hallarán alivio sabiendo la confianza que David tiene puesta en Dios. En
situación tan penosa no levanta ninguna queja contra Dios por verse obligado a
esconderse en el desierto de Judá para poder escapar de su enemigo. Esta
actitud de David debería también ser la nuestra y en las adversidades mantener sin mácula la confianza en el Señor.
La pereza es una mala
consejera de viaje que conduce a la miseria. En el campo espiritual ocurre algo
parecido. La pereza en buscar a Dios produce pobreza espiritual. “Dios, Dios
mío eres tu, de madrugada te buscaré”. La vida errante en el desierto para
que Saúl no descubra su paradero, con escasez de alimentos y de agua debía ser
muy fatigoso. Así y todo David no se olvida de Dios: “De madrugada te
buscaré, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida en
donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria”.
De todos es sabido que David
en su infancia y adolescencia fue pastor de ovejas y que en las vigilias de la
noche debía permanecer despierto para impedir que los animales salvajes se
abalanzasen sobre las ovejas y produjesen una mortalidad. Durante las vigilas
nocturnas, cuando el tiempo transcurre muy lentamente David levantaba los ojos al cielo estrellado
haciéndose esta reflexión: “Cuando veo tus cielos obra de tus dedos, la luna
y las estrellas que tu formaste, digo: ¿Qué es el hombre para que tengas de él
memoria, y al hijo del hombre para que lo visites? (Salmo 8:3,4). ¿Quién
soy yo? Talvez debía pensar en sus reflexiones nocturnas para que tengas memoria de mí y en mi soledad estés a mi lado
pastoreándome en lugares de delicados pastos para que nada me falte y me hagas
descansar junto a aguas de reposo, para confortar a mi alma?
Contemplando David el cielo
tachonado de estrellas le hacía
comprender que el Creador del universo tan maravillosos no era solamente un
Dios todopoderoso sino también un Dios muy cercano que “cuando medito en ti
en las vigilias de la noche, porque has sido mi socorro, y así en la sombra de
tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti, tu diestra me ha sostenido”
Para David Dios no era un Dios lejano, sino uno de muy cercano,
tanto, que podía cobijarse debajo de la sombra de sus alas para encontrar protección
de sus enemigos. Encontrar refugio en la sombra de las alas de Dios es una
imagen muy refrescante que utiliza un hombre que está expuesto a los
abrasadores rayos solares durante su recorrido por el desierto huyendo de su
enemigo.
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