dilluns, 16 de març del 2015


SALMO 9:9


“El Señor es un refugio del oprimido, un escondite en el tiempo de adversidad”

Tara Moss que fue violada por un compañero de trabajo, en una entrevista que se le hizo expuso de manera muy sentida sobre el “silencio tóxico” que protege a los perpetradores de violencia sexual que paraliza a las víctimas. El Dr. Michael Flood dice: “En una sociedad con desigualdades de género y actitudes que dan soporte a la violencia, es muy posible que las mujeres se culpabilicen a sí mismas y no busquen ayuda, mientras que las otras personas: amigos, familia, médicos, trabajadores sociales, policía, jurados, estén menos dispuestos a prestarles ayuda”

No debemos olvidar a las esclavas sexuales que son explotadas por las mafias que trafican con ellas. Tampoco debemos olvidar a los menores que sufren abusos sexuales  y aquellos que son secuestrados para ser utilizados como soldados o se les instruye para ser terroristas. Los desahuciados por la codicia de banqueros que son abandonados a su suerte por la indiferencia de los gobiernos. Se da un largo etcétera que no encuentra refugio en ninguna parte. En un mundo manchado por el pecado existen millones de personas oprimidas que no encuentran solaz en ninguna parte. Ante la adversidad se encuentran con las espaldas de quienes deberían ayudarlas y hacen ver que no existen.

Pero “el Señor es un refugio del oprimido” nos dice el texto y añade”un escondite en el tiempo de la adversidad”. La Biblia nos da referencias de que en tiempo de guerra y de hambruna grave en las ciudades asediadas madres se comían a sus hijos en su desespero. Son casos extremos, sí, pero hoy de dan casos de niños recién nacidos abandonados en un contenedor de basura. Por boca de David sabemos: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá”  (Salmo 27:10).

En una sociedad manchada por el pecado siempre se encontrarán oprimidos. Lo más triste del caso es que estas personas no encuentran refugio ni escondite entre sus semejantes. Pero el Señor promete refugio y escondite a quienes sufre. Pero, ¡ay! Un pero que se encuentra en el oprimido: ¿Desea éste buscar refugio y escondite en el Señor? La respuesta de muchos se encuentra en las palabras que Jesús dijo a Jerusalén advirtiéndole de la destrucción que en breve caería sobre ella por haber abandonado a Dios: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). En la opresión intentan encontrar refugio en la Religión o en el Estado, pero no lo encuentran. Se esfuerzan en conseguir que los departamentos de bienestar social sean su refugio y escondite, en vano es el esfuerzo. A la hora de la verdad les fallan y la ayuda necesaria no les llega. El Señor que les puede ofrecer protección y escondite seguros, no lo buscan. ¡Cuánto pierden porque los prejuicios les impiden encontrar en las alas del Señor la protección y el refugio que necesitan urgentemente!


SALMO 63:6


“Cuando me acuerdo de ti en mi lecho, durante las vigilias medito en ti”

David escribe este salmo encontrándose en el desierto de Judá. ¿Qué hacía en un lugar tan inhóspito como lo es el desierto? Bien seguro que esconderse del rey Saúl que lo perseguía a muerte. David, por tanto, se encontraba en una situación muy angustiosa. Los lectores del salmo también pueden encontrarse en un desierto de aflicción. En el salmo 63 hallarán alivio sabiendo la confianza que David tiene puesta en Dios. En situación tan penosa no levanta ninguna queja contra Dios por verse obligado a esconderse en el desierto de Judá para poder escapar de su enemigo. Esta actitud de David debería también ser la nuestra y en las adversidades  mantener sin mácula la confianza en el Señor.

La pereza es una mala consejera de viaje que conduce a la miseria. En el campo espiritual ocurre algo parecido. La pereza en buscar a Dios produce pobreza espiritual. “Dios, Dios mío eres tu, de madrugada te buscaré”. La vida errante en el desierto para que Saúl no descubra su paradero, con escasez de alimentos y de agua debía ser muy fatigoso. Así y todo David no se olvida de Dios: “De madrugada te buscaré, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida en donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria”.

De todos es sabido que David en su infancia y adolescencia fue pastor de ovejas y que en las vigilias de la noche debía permanecer despierto para impedir que los animales salvajes se abalanzasen sobre las ovejas y produjesen una mortalidad. Durante las vigilas nocturnas, cuando el tiempo transcurre muy lentamente David  levantaba los ojos al cielo estrellado haciéndose esta reflexión: “Cuando veo tus cielos obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tu formaste, digo: ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y al hijo del hombre para que lo visites? (Salmo 8:3,4). ¿Quién soy yo? Talvez debía pensar en sus reflexiones nocturnas para que tengas  memoria de mí y en mi soledad estés a mi lado pastoreándome en lugares de delicados pastos para que nada me falte y me hagas descansar junto a aguas de reposo, para confortar a mi alma?

Contemplando David el cielo tachonado de estrellas  le hacía comprender que el Creador del universo tan maravillosos no era solamente un Dios todopoderoso sino también un Dios muy cercano que “cuando medito en ti en las vigilias de la noche, porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti, tu diestra me ha sostenido”

Para David Dios no era  un Dios lejano, sino uno de muy cercano, tanto, que podía cobijarse debajo de la sombra de sus alas para encontrar protección de sus enemigos. Encontrar refugio en la sombra de las alas de Dios es una imagen muy refrescante que utiliza un hombre que está expuesto a los abrasadores rayos solares durante su recorrido por el desierto huyendo de su enemigo.

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