PROVERBIOS 30:12
“Hay una generación limpia en
sui propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia”
La enseñanza generalizada
que se imparte en las escuelas, los medios de comunicación, es que el hombre es
bueno por naturaleza y que el comportamiento incorrecto que se ve por todas
partes se debe a factores externos al ser humano. Cuando se pregunta cuáles son
estos factores externos no saben que responder. No es este el concepto que
David tiene de sí mismo.: “He aquí en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). La
declaración de David nos transporta al paraíso cuando Adán comió del fruto que
Dios le dijo que no comiese. A partir de la ingestión del fruto prohibido el
pecado entró a formar parte de la condición humana y, como dice la declaración
bíblica: “Todos hemos pecado. Esto significa que todos
sin excepción hemos pecado y el pecado que forma parte de nuestra
naturaleza es el que nos hace hacer las fechorías que se cometen en el mundo.
La experiencia enseña que todos los seres humanos cometemos pecados de diversa
intensidad de maldad. La mentira piadosa que consideramos inocua es una
violación del mandamiento que dice: “No hablarás contra tu prójimo falso
testimonio” (Éxodo 20:16). La
mentira piadosa que no le prestamos atención
y que cometemos con tanta facilidad nos la miraríamos con otros ojos si
tuviésemos en cuenta lo que nos dice Santiago: “Porque cualquiera que guarde
toda la Ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos” ((2:10).
Si alguien se da cuenta que
la naturaleza humana está contaminada de pecado es la contribución más grande
que se puede hacer para regenerar la sociedad que está contaminada por la
injusticia y la corrupción en todos los
niveles sociales. Quien se reconoce pecador sabe que en primer lugar su pecados
son ofensas cometidas a Dios . En líneas generales el verdadero creyente
en Jesucristo sigue los pasos del salmista: “Ordena mis pasos con tu
palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mi” (Salmo 119:133). El
salmista suspira porque su caminar diario se ajuste a los preceptos de Dios
expuestos en la Biblia y no desea que ninguna iniquidad le domine. En otras
palabras, desea andar en santidad porque sin ella no podrá seguir manteniendo
intimidad con el Dios que le ha amado hasta el punto de ofrecer a su Hijo en
sacrificio para borrar su pecado. ¿Cómo puede vivir en pecado alguien que
aborrece el pecado?
En cambio, nuestra
generación que se cree limpia en su propia opinión no se ha limpiado de su
inmundicia y como generación inmunda se revuelca en su propia suciedad. No
puede evitarlo. Su inclinación perversa
le pide hacer maldades. El árbol malo de manera espontánea de frutos
malos. Nuestra generación malvada, ¿cómo
puede pretender hacer el bien si su naturaleza espiritual le inclina a hacer el mal?
ROMANOS 5:18
“Así como por la transgresión de
uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia
de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”
Es curioso como nuestra sociedad
que dispone de redes de distribución de agua potable que llega hasta nuestros
hogares y que con un ligero movimiento del grifo salga un chorro de agua, se
vean personas acarreando garrafas de agua embotellada. Justifican el esfuerzo
diciendo que el agua embotellada es de mejor calidad que la que sale del grifo.
Este tema del agua ilustra la enseñanza que nos da el texto que comentamos.
El texto contrasta dos
personas que no cita por nombre pero que revela su identidad.: Adán y Jesús.”Por
la transgresión de uno (Adán)vino la condenación a todos los hombres”.
La transgresión se refiere sin duda alguna a la desobediencia de
Adán cuando comió del fruto del árbol que Dios le prohibió comer. Toda la
humanidad estaba en los lomos de Adán, siendo por ello que su pecado ha
sido traspasado a toda su posteridad. Esta es la causa de que la
condenación haya llegado a todos los
seres humanos, de que no se encuentra ni tan siquiera un solo justo. El texto
no nos deja en la condenación inexorable. Nos transmite una buena noticia. En
un mundo saturado de malas noticias es de agradecer que se nos transmita una de
buena: “De la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres
la justificación de vida”, clara referencia a la muerte de Jesús por el
pecado del pueblo de Dios. Algunos dicen que deben hacerse obras meritorias, es
decir que confíen méritos ante los ojos de Dios a quienes las hacen. Así
obligan a Dios a salvar a quienes las realizan. Quienes así piensan se ponen al
lado de aquellos que acarrean garrafas de agua embotellada porque la consideran
de mejor calidad que la que sale del grifo. Quienes creen que deben añadir
esfuerzos personales para conseguir la salvación que Dios ofrece gratuitamente,
se equivocan. El pecado es una ofensa infinita infligida a Dios que no puede
saldarse con una infinidad de obras meritorias manchadas de pecado. Debemos
descartar la necedad de que nosotros pecadores
podemos aplacar la ira de Dios con nuestras buenas obras pecaminosas.
Ningún ser humano será
justificado por sus obras meritorias. La enseñanza indiscutible de la Biblia
es: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). La justicia de Cristo nos ha
aportado la justificación de vida. No se precisa trajinar la pesada carga de
obras meritorias que nos hunden en la ciénaga de la condenación eterna. El
Justo (Cristo) muriendo por los injustos (el lector es uno) saca a quienes
creen en Él del pozo de la condenación. La salvación en su totalidad es obra de
Dios. Al pecador sólo le queda creer en lo que Dios en Jesús ha hecho por él.
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