dilluns, 1 de desembre del 2014


ISAÍAS 9:6


“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su Nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”

Por inspiración del Espíritu Santo el profeta Isaías describe algunas características que reuniría el Mesías que vendría para salvar al pueblo de Dios. Los nombres que recibe el Niño revelan su divinidad, pero al decir de Él”niño nos es nacido, hijo nos es dado”, sin duda alguna identifica que el Niño que es Dios a la vez es un niño de carne y huesos como lo son todos los niños que nacen. No nos equivocamos si afirmamos que el Niño que anuncia el profeta es Dios y Hombre. La naturaleza divino-humana del niño que nacerá nos la clarifica el Nuevo Testamento al decir quien es este Niño.

El ángel que se presentó a María identifica al Niño en cuatro aspectos:

·        “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y lo llamarás Jesús” (Lucas, 1:31). Aquí el ángel declara que el Niño nacido sobrenaturalmente será un verdadero hombre.

·        “Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo”  (v. 32). El Niño al tener a Dios como Padre es el reconocimiento de que es Dios. Al decir Jesús que Dios es su Padre los judíos lo acusaron de blasfemo y le dijeron: “Por buena conducta no te apedreamos, sino por blasfemia, porque tú siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33)

·        “Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (v.32). El Señor escogió a David para ser rey de Israel, así se inicia una estirpe real. Uno de sus descendientes reinaría eternamente. El ángel le confirma a María que el Niño que concebirá por el Espíritu Santo  “reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (v.33).

El primogénito de María que tenía que ser consagrado a Dios se le puso el nombre Jesús porque salvará al pueblo de Dios de sus pecados. Saber del nacimiento del Hijo del Altísimo que ha venido a este mundo para salvarnos de nuestro pecado, ¿nos dejará indiferentes? ¿No sentiremos la necesidad de adorarlo como lo hicieron los pastores y los magos cuando supieron de tan extraordinario evento?

¿No sentirás la necesidad de abandonar el intercambio de regalos entre tus parientes para postrarte ante el Niño Rey para adorarle?

 

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