LA ISLA PERDIDA
<b>Las
políticas de crecimiento ilimitado a la larga, ¿son beneficiosas para la
ciudadanía?</b>
Nauru
es la isla más pequeña del mundo y la república más aislada de solamente 21
Km2, es un trozo de arena y coral en medio del Pacífico a unos 4.000 kilómetros
de Australia y a miles de kilómetros de la isla más cercana. Nauru generaba
tanta riqueza que causaba la envidia de los jeques del petróleo. La prosperidad
de la isla liliputiense la generaba el guano, el excremento de las aves que
encontraban refugio en la isla y que se fue acumulando durante milenios. Su
población fue una de las más ricas del mundo debido a la explotación del
fosfato, el resultado de la fosilización del guano.
La
sobreexplotación del fosfato ha creado angustiosos problemas para los isleños y
un caso de estudio para ecologistas y antropólogos por lo fácil que es destruir
un ecosistema y hacer desaparecer una cultura nativa. Centímetro a centímetro
Nauru es la nación del mundo con un ecosistema más maltrecho debido a la explotación
minera a cielo abierto del fosfato acumulado en su superficie. El problema
empezó a producirse cuando los colonos alemanes y australianos descubrieron el
fosfato que almacenaba la isla y empezaron a extraerlo, explotación que se
siguió haciendo a partir del año 1968 cuando Nauru se independizó de Australia.
La
consecuencia de la extracción del fosfato ha sido que se ha introducido en el
subsuelo de coral convirtiéndolo en un paisaje lunar totalmente estéril e
inútil para ser cultivado. El único suelo habitable es una estrecha franja
costera. El 75% de la isla es inhabitable.
La
extracción del fosfato ha afectado incluso al clima. Las olas de calor que son
el resultado de la actividad minera han provocado una drástica disminución de
lluvia lo cual ha ocasionado una persistente sequía que ha obligado a reducir
drásticamente el suministro de agua. Cuando en el siglo XVIII llegaron los
primeros marineros europeos que vieron la isla la denominaron <i>Isla
Fantástica</i>. Hoy es un disparate decirlo, una broma de mal gusto.
<b>James
Ainginea</b>, de 84 años, pastor de la Iglesia Congregacional de Nauru,
expresa sus sentimientos: “Desearía que jamás se hubiese descubierto el
fosfato. Preferiría que Nauru fuese como era antes. ¡Cuando era un niño era tan
hermosa! Había árboles. Todo era verde y podíamos comer cocos y del árbol del
pan. Ahora veo lo que ha pasado y tengo ganas de llorar”.
El
alto nivel de vida alcanzado por los ciudadanos de Nauru ha conseguido que
obtengan uno de los niveles más altos de obesidad, diabetes del tipo dos,
tensión arterial elevada como consecuencia de una dieta de importación rica en
grasas, consumo de alcohol y tabaco. Pocas son las personas que sobrepasen los
60 años. Otra consecuencia desfavorable debido a la opulencia exagerada ha sido
que muchos de los isleños han abandonado
sus oficios y malgastado en juergas, fiestas lujosas, viajes y
adquisición de coches de lujo. Este estilo de vida de alargar el brazo más que
la manga los ha arruinado. Otro factor que ha contribuido a la ruina de Nauru ha sido la mala política de
inversiones que el Gobierno efectuó. <i>La prosperidad de los necios los
destruye</i>. (Proverbios 1:32).
Aún
cuando nosotros somos gigante comparados con la minúscula isla de Nauru, lo que
ha llevado a la ruina a uno de los países con una renta por per más alta del
mundo, las causas de su bancarrota son aplicables a nosotros. La contaminación
y desertización del suelo y la sobreexplotación pesquera hace que disminuya la
producción de alimentos y que sea obligado la importación de otros que no son
de la calidad de los de proximidad. Esto contribuye a incrementar la presencia
de enfermedades características del mundo occidental opulento y de los países
emergentes. El estado de bienestar que favorece la riqueza contribuye a que se
pierdan muchos empleos por considerarlos indignos de nosotros. El bienestar
económico incita al consumo sin moderación de productos no esenciales que
conduce al endeudamiento y a depender de los acreedores, dependencia de
consecuencias nefasta porque se han convertido en sus esclavos. Los gobiernos
invierten en obras faraónicas que no generan riqueza, todo lo contrario
empobrecen a la población porque es dinero público que se lanza en los
vertederos. El caso Nauru debería ser motivo de reflexión en las sociedades
occidentales.
La
enseñanza que se puede extraer de la ruina de Nauru es que debemos preocuparnos
seriamente de mantener sano el ecosistema, que debemos ser sobrios y no alargar
el brazo más que la manga. La sobriedad en todos los aspectos es una buena
medicina para curar las enfermedades sociales que no se saben como solucionar.
Los políticos en concreto deberían aplicar las políticas que convienen a los
ciudadanos y no para conseguir votos que los perpetúen en el sillón. <i>Tú
diste alegría a mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su
mosto</i> (Salmo 4:7).
Octavi
Pereña i Cortina
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