dilluns, 17 de novembre del 2014


INFIDELIDAD


<b>El césped del jardín del vecino siempre aparenta ser más verde que el propio</b>

Un tal Carlos escribe a Ramiro Calle en estos términos: “Estoy felizmente casado, pero hace dos años que conocí a otra mujer y empezó una relación que todavía dura. Amo a mi esposa y amo a la otra mujer, y las dos me aman. Las necesito a las dos. Las dos me proporcionan el equilibrio personal y la estabilidad emocional que necesito y viceversa. Soy consciente de que lo que le hago a mi mujer no está bien, pero es que no puedo renunciar a los encantos de la otra mujer que tiene 33 años y le doblo la edad. ¿Cómo resolvería usted este problema?

La primera pregunta que nace de esta declaración es: ¿Está felizmente casado Carlos? Pienso que no ya que si lo estuviese no se habría dejado atrapar por una mujer de 33 años a quien dobla la edad, relación que sabe que no está bien porque reconoce que le hace un feo a su esposa. La atracción hacia el otro sexo es inevitable pero sí se puede evitar la infidelidad espiritual que conduce a la física. No se puede impedir que los pájaros revolotean encima de nuestra cabezas pero sí que podemos evitar que aniden en ella. Jesús lo dice con toda claridad: “Todo aquel que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28). El contexto inmediato es contundente: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo seas arrojado en el infierno” (v.29). En estos tiempos de relajamiento sexual no se tiene en cuenta la ética sexual que enseña Jesús. Lo que importa es la gratificación de los sentidos sin tener en cuenta si se traspasa la línea roja. Pienso que Calle acierta cuando le dice a Carlos: “Es muy común que después de una larga relación de convivencia la pasión se extinga y el deseo sexual decaiga. Y este acostumbra a ser el inicio del problema”. El debilitamiento de la pasión y la atracción sexual que ejerce otra mujer sí que puede ser el inicio del problema si no se tiene en cuenta lo que dice Jesús la máxima autoridad moral: “Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo”, manera metafórica de decir: aparta la mirada de la mujer que te puede arrastrar a la infidelidad de hecho. La sociedad actual mediante la ayuda de los medios de comunicación presenta de manera muy idílica la infidelidad conyugal en nombre del amor, cantarela que de tan repetida se llega a la conclusión que debe ser verdad. Pero Jesús no dice que la infidelidad conduzca al gozo personal sino que el resultado es ser “arrojado en el infierno”. El adulterio jamás conduce a un final feliz como nos quieren hacer creer quienes defienden la infidelidad conyugal apelando al comportamiento de alguna especies animales que no son monógamas.

A la infidelidad conyugal siempre le acompaña la mentira. Carlos se sincera cuando dice: “Soy consciente de que lo que le hago a mi mujer está mal”. ¿Hasta que punto decadencia moral ha llegado Carlos que reconociendo que está haciendo algo malo a su esposa persista en cometerla? Sigue diciendo: “Es que no puedo renunciar a los encantos de la otra mujer” La mentira no es el camino correcto para mantener una buena relación con el cónyuge. La mentira afecta negativamente las relaciones conyugales. Más pronto o más tarde la esposa descubrirá el engaño. El humo que produce el fuego que se encendido a escondidas tarde o temprano sale a la superficie. Mirar con deseo de poseer a una mujer que no es la propia esposa es como poner una trampa en la que cae el trasgresor. El libro de Proverbios se refiere muchas veces  al problema que plantea Carlos. Al lector que se deja influenciar por la ética sexual que impera hoy le recomiendo que lo lea. No le ocupará mucho tiempo y le será muy provechosa si es que tiene problemas de infidelidad conyugal y desee solucionarlos.

¿Cómo resolverá usted esta cuestión?  le pregunta Carlos a Calle. Éste con muy buen criterio le dice: “A veces escoger es muy difícil, claro que sí”. Carlos se ha metido en un buen berenjenal poniendo lo ojos en donde no debería haberlos puesto. Pide consejo para quitarse los quebraderos de cabeza que le han provocado su errónea decisión. Calle le dice: “Debes reflexionar” ¿Sobre  que base debe cavilar? ¿Dónde encontrar la plomada que le indique la rectitud o incorrección de su reflexionar? En la Biblia Carlos encontrará la luz que necesita para resolver el problema que le ha provocado dejarse guiar por sus sentimientos egoístas en vez de la sensatez que proporciona la Palabra de Dios. ¿Está seguro Carlos que quiere hacer justicia a su esposa si afirma que “no puede renunciar a los encantos de la otra mujer? Un texto que puede servir de plomada para los que como Carlos se han metido en un pantano de aguas cenagosas y que se preguntan cómo salir de ellas: “La iniquidad del impío me dice al corazón: No hay temor de Dios delante de sus ojos. Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad  no será hallada y aborrecida” (Salmo 36:1,2). La plomada de la palabra de Dios que indica si se edifica bien o mal la propia vida dice que la infidelidad conyugal es pecado del cual el infractor debe arrepentirse  y corregir su estilo de vida equivocado si es que desea resolver el problema de conciencia que le agobia. Si no se hace así el problema se enquista y a medida que pasa el tiempo se hace más difícil solucionarlo.

Octavi Pereña i Cortina

 

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