MATEO 15:2,3
“Por qué tus discípulos
quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando
comen pan. Respondiendo Él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el
mandamiento de Dios por vuestra tradición?
Este texto pone sobre la mesa la existencia de dos prioridades
contrapuestas que de ninguna manera pueden conciliare. Jamás pueden situarse a
un mismo nivel. Donde brilla la luz desaparece la oscuridad. Siempre la una
prevalece sobre la otra. Aquí bien se podría aplicar lo que Jesús dice respecto
al dinero: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas”
(Lucas 16:13). Palabra de Dios y Tradición no pueden ir cogidas del brazo. Si
se ama a la Tradición se menosprecia a la Palabra de Dios. Al revés sucede lo
mismo.
Los judíos invocaban a la Tradición para enfrentarse a las vivificantes
palabras de Jesús que interpretaban la Palabra de Dios. Para ello apelaban a
las enseñanzas de los ancianos que se basaban en los dichos de antiguos
maestros. No debería extrañarnos que los oyentes de Jesús “se admirasen de
su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los
escribas” (Mateo 7: 28,29). No debe asombrarnos dicha admiración: Jesús
hablaba palabras de vida que aportaban refrigerio al alma. Convertir a la
Tradición en dogma de fe transforma las enseñanzas humanas en doctrinas
autoritarias que tienen más valor que la Palabra de Dios.
La Tradición asfixia la espiritualidad. Esto explica la decadencia de
las iglesias cristianas. La Palabra de Dios ha sido relegada a un rincón y la Tradición se alza con autoridad
absoluta.. Acogiéndonos a las palabras de Jesús no podemos servir a dos
señores. Creo que ha llegado el momento de sentarnos a reflexionar y decidir quien es el señor que
queremos servir. Cuando la Tradición adquiere el mismo valor que la Palabra de
Dios realmente lo que se hace es adorar al diablo que es el padre de la
mentira, que ha conseguido que sean muchos quienes valoran más los dichos de
los hombre que la verdadera Palabra de Dios.
Llegados hasta aquí Josué nos plantea el dilema que propuso a los
israelitas antes de morir: “Ahora, pues, temed al Señor, y servidle, con
integridad y verdad, y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales
sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto y servid al Señor.
Y si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quien sirváis, si a los
dioses que sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o
a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, pero yo y mi casa
serviremos al Señor” (Josué 24:14,15).
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NÚMEROS 27: 16,17
“Ponga el Señor, Dios de los
espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de
ellos, que los saque y los introduzca para que la congregación del Señor no sea
como ovejas sin pastor”
El liderazgo de Moisés se acerca
a su fin y se aproxima el momento en que debe dejar este mundo para presentarse
ante el Señor. La carga que representaba pastorear al pueblo de Dios durante
cuarenta años el Señor se la va a quitar
de sus espaldas al entrar en el Reino de Dios. Moisés ha cumplido hasta el
final el encargo recibido de pastorear al pueblo de Dios. Ha llegado la hora de
pasar la antorcha a otras manos. He aquí el dilema que se le presenta a Israel,
dificultad que se repite cada vez que una iglesia debe escoger pastor por
quedarse “sede vacante”.
Es el mismo Moisés quien pide al
Señor que busque al sustituto que deberá guiar al pueblo a entrar en la Tierra
prometida y conquistarla. Moisés nunca faltó a su deber de pastorear a Israel y
sigue fielmente las instrucciones que el Señor le da de escoger a Josué como el
sustituto por Él escogido. El texto que comentamos juntamente con otros muchos
que encontramos en la Biblia aportan luz para saber como deben proceder las
iglesias llegado el momento que deben escoger pastor que las dirija.
“Ponga el Señor, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la
congregación”. El pastor debe ser un hombre escogido por Dios. La congregación debe
refrendar la elección divina. Jamás la congregación debe ponerse delante de
Dios llegado el momento de elegir a la persona que debe ejercer el pastoría.
Cuando la iglesia de Jerusalén tuvo que cubrir la vacante apostólica producida
por la muerte de Judas , se daban dos candidatos: “Orando, dijeron: Tú Señor
que conoces los corazones de todos, muestra cual de estos dos has escogido” (Hechos
1:24). La oración sincera y humilde al Señor que pide sabiduría para hacer una
elección correcta, es imprescindible. La iglesia de Jerusalén pidió al Señor
sabiduría para hacer la elección correcta. El hombre escogido por Dios al que
la iglesia debe reconocer como pastor debe ir delante de la congregación como
el pastor lo hace con las ovejas “para que la congregación del Señor no sea
como ovejas sin pastor”. ¡Qué lamentable espectáculo presentan las iglesias cuando son gobernadas
por pastores carnales que se desentienden de las ovejas, no por pastores
elegidos por Dios y que las congregaciones reconocen como tales!
El pastor de una iglesia debe saber lo que las ovejas necesitan, no lo
que ellas quieren. Debe ser un auténtico hombre de Dios lo cual le convierte en
un pastor delegado que aplica las instrucciones que recibe del Buen Pastor ante
quien debe rendir cuentas, para que los fieles no sean como ovejas sin pastor
que se extravían del buen camino y se exponen indefensas al los ataques de
Satanás que cual león rugiente busca devorarlas. La iglesia que carece de un
buen pastor que apaciente a la grey de Dios, la tal iglesia puede pretender
tener el nombre de iglesia, en el fondo es un club social al que asisten sus
miembros para pasárselo bien sin ser redargüidos de sus pecados. Tal iglesia no
tiene futuro
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