dilluns, 10 de novembre del 2014


MATEO 15:2,3


“Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. Respondiendo Él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?

Este texto pone sobre la mesa la existencia de dos prioridades contrapuestas que de ninguna manera pueden conciliare. Jamás pueden situarse a un mismo nivel. Donde brilla la luz desaparece la oscuridad. Siempre la una prevalece sobre la otra. Aquí bien se podría aplicar lo que Jesús dice respecto al dinero: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir  a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13). Palabra de Dios y Tradición no pueden ir cogidas del brazo. Si se ama a la Tradición se menosprecia a la Palabra de Dios. Al revés sucede lo mismo.

Los judíos invocaban a la Tradición para enfrentarse a las vivificantes palabras de Jesús que interpretaban la Palabra de Dios. Para ello apelaban a las enseñanzas de los ancianos que se basaban en los dichos de antiguos maestros. No debería extrañarnos que los oyentes de Jesús “se admirasen de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7: 28,29). No debe asombrarnos dicha admiración: Jesús hablaba palabras de vida que aportaban refrigerio al alma. Convertir a la Tradición en dogma de fe transforma las enseñanzas humanas en doctrinas autoritarias que tienen más valor que la Palabra de Dios.

La Tradición asfixia la espiritualidad. Esto explica la decadencia de las iglesias cristianas. La Palabra de Dios ha sido relegada a un rincón  y la Tradición se alza con autoridad absoluta.. Acogiéndonos a las palabras de Jesús no podemos servir a dos señores. Creo que ha llegado el momento de sentarnos  a reflexionar y decidir quien es el señor que queremos servir. Cuando la Tradición adquiere el mismo valor que la Palabra de Dios realmente lo que se hace es adorar al diablo que es el padre de la mentira, que ha conseguido que sean muchos quienes valoran más los dichos de los hombre que la verdadera Palabra de Dios.

Llegados hasta aquí Josué nos plantea el dilema que propuso a los israelitas antes de morir: “Ahora, pues, temed al Señor, y servidle, con integridad y verdad, y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto y servid al Señor. Y si mal os parece servir al Señor, escogeos hoy a quien sirváis, si a los dioses que sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis, pero yo y mi casa serviremos al Señor(Josué 24:14,15).

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NÚMEROS 27: 16,17


“Ponga el Señor, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos, que los saque y los introduzca para que la congregación del Señor no sea como ovejas sin pastor”

El liderazgo de Moisés se acerca a su fin y se aproxima el momento en que debe dejar este mundo para presentarse ante el Señor. La carga que representaba pastorear al pueblo de Dios durante cuarenta años el Señor se la va  a quitar de sus espaldas al entrar en el Reino de Dios. Moisés ha cumplido hasta el final el encargo recibido de pastorear al pueblo de Dios. Ha llegado la hora de pasar la antorcha a otras manos. He aquí el dilema que se le presenta a Israel, dificultad que se repite cada vez que una iglesia debe escoger pastor por quedarse “sede vacante”.

Es el mismo Moisés quien pide al Señor que busque al sustituto que deberá guiar al pueblo a entrar en la Tierra prometida y conquistarla. Moisés nunca faltó a su deber de pastorear a Israel y sigue fielmente las instrucciones que el Señor le da de escoger a Josué como el sustituto por Él escogido. El texto que comentamos juntamente con otros muchos que encontramos en la Biblia aportan luz para saber como deben proceder las iglesias llegado el momento que deben escoger pastor que las dirija.

“Ponga el Señor, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación”. El pastor debe ser un hombre escogido por Dios. La congregación debe refrendar la elección divina. Jamás la congregación debe ponerse delante de Dios llegado el momento de elegir a la persona que debe ejercer el pastoría. Cuando la iglesia de Jerusalén tuvo que cubrir la vacante apostólica producida por la muerte de Judas , se daban dos candidatos: “Orando, dijeron: Tú Señor que conoces los corazones de todos, muestra cual de estos dos has escogido” (Hechos 1:24). La oración sincera y humilde al Señor que pide sabiduría para hacer una elección correcta, es imprescindible. La iglesia de Jerusalén pidió al Señor sabiduría para hacer la elección correcta. El hombre escogido por Dios al que la iglesia debe reconocer como pastor debe ir delante de la congregación como el pastor lo hace con las ovejas “para que la congregación del Señor no sea como ovejas sin pastor”. ¡Qué lamentable espectáculo  presentan las iglesias cuando son gobernadas por pastores carnales que se desentienden de las ovejas, no por pastores elegidos por Dios y que las congregaciones reconocen como tales!

El pastor de una iglesia debe saber lo que las ovejas necesitan, no lo que ellas quieren. Debe ser un auténtico hombre de Dios lo cual le convierte en un pastor delegado que aplica las instrucciones que recibe del Buen Pastor ante quien debe rendir cuentas, para que los fieles no sean como ovejas sin pastor que se extravían del buen camino y se exponen indefensas al los ataques de Satanás que cual león rugiente busca devorarlas. La iglesia que carece de un buen pastor que apaciente a la grey de Dios, la tal iglesia puede pretender tener el nombre de iglesia, en el fondo es un club social al que asisten sus miembros para pasárselo bien sin ser redargüidos de sus pecados. Tal iglesia no tiene futuro

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