SALMO 106:15
“Y les dio lo que pidieron, mas envió escualidez sobre
ellos”
Cuando Israel era oprimido en
Egipto, el Señor le envió a Moisés que
lo liberó de la esclavitud que les imponía el faraón. Cuando se encontraron en
un callejón sin salida con el Mar Rojo que les cerraba el paso, Moisés extendió
el brazo con la vara en la mano, y las aguas se partieron dejando abierto un camino que se cerró detrás de ellos
eliminando a la soldadesca egipcia. Cuando clamaron pidiendo carne, Moisés
intercedió ante el Señor y las codornices cayeron del cielo. Como las aguas de
Mara era amargas Moisés lanzó en ellas el árbol que le mostró el Señor y las
aguas se endulzaron. Cuando Israel murmuró, descendió del cielo el maná que
alimentaba a sus cuerpos . El Señor jamás dejó a Israel tirado en la cuneta.
Dios sigue cuidando al hombre a nuestro entender quizás de manera no
tan espectacular como lo hizo con el Israel bíblico, pero sigue haciéndolo con
el mismo poder de antaño. Dios sigue siendo el Dios todopoderoso eterno. Dios
sigue actuando por medio del silbo apacible con que habó a Elías. Para
creer en Dios necesitamos milagros espectaculares que no sirven para reforzar
la fe. ¿No es un milagro portentoso la creación que requirió el ejercicio del
poder del Todopoderoso? ¿No es asimismo un maravilloso milagro que la creación
siga funcionando con la máxima perfección con sólo la voluntad del Creador? No
le damos importancia al ejercicio de dicho poder divino porque nos hemos
acostumbrado a ello. ¿No es una manifestación del poder de Dios que el sol y la
luna hagan su recorrido astral de forma regular que tan importante es para
nuestro bienestar? No es una manifestación del poder de Dios que la lluvia
temprana y tardía caiga sobre la tierra para fertilizarla y hacer posible las
cosechas que nos nutren y conservan nuestra salud? Se dan infinidad de muestras
del poder que Dios ejerce para bien
nuestro. La respuesta que damos a ello es blasfemar su Nombre y mantenerlo
apartado de nuestras vidas. No debe extrañarnos que nos mande escualidez.
En el mundo occidental vivimos en la abundancia y sin embargo somos los
más miserables porque murmuramos contra el Señor que provee abundantemente
nuestras necesidades. No basta con ser religioso y cumplir el precepto
dominical tal vez de manera supersticiosa. Es necesario que Dios nos otorgue el
don de la fe para poder creer en Él con todas las consecuencias.
SALMO 138:3
“En el día que clamé, no
respondiste, me fortaleciste con vigor en mi alma”
El salmista plantea una serie de acontecimientos que podrían perturbar
su vida: “Si viviese yo en medio de la angustia, Tú me vivificarás, contra
la ira de mis enemigos extenderás tu mano”. En estas situaciones adversas
el salmista manifiesta su confianza en el Señor: “Y me salvará tu diestra.
El Señor cumplirá su propósito en mí, tu misericordia, oh Señor, es para
siempre, no desampares la obra de tus manos” (vv.7,8).
Estas posibles contrariedades se hacen realidad e inmerso en ellas el salmista expone lo que hace: “El día que clamé me
respondiste, me fortaleciste con vigor en mi alma”. Si el Señor respondió
al clamor del salmista significa que previamente le escuchó. ¡Qué diferencia
entre los ídolos que han fabricado los artesanos que tienen oídos que no oyen a
sus adoradores y los dejan sin respuesta. El Señor escucha las peticiones de
las personas humildes que se presentan ante Él exponiéndoles sus necesidades.
El ídolo sordo ante el que se presenta su adorador sus ojos lo ven. El Dios
eterno, el Invisible que se hace cercano y visible en la persona de Jesús, el
adorador no puede verle porque hoy está sentado en la diestra del Padre
celestial intercediendo por nosotros. Quien busca ayuda divina, ¿cree que Dios
existe? Si existen dudas no buscará a un Dios en quien no cree. La incredulidad
abre la puerta a buscar ayuda en el ídolo que no puede oír el clamor de quien
se arrodilla ante él y si recibe alguna respuesta es mentirosa porque detrás
del ídolo sordo se encuentra Satanás, el padre de la mentira que engaña a sus
adoradores.
El salmista afirma: “Porque el Señor es excelso, y atiende al
humilde” (v.6).No basta con creer en la existencia de Dios. Los diablos
creen en Él pero no los escucha. El pecado se lo impide como también lo impide
a nosotros. Al “humilde” sí que le escucha Dios porque se acerca a Él
reconociendo su miseria, su pecado, aceptando que fuera de Él no hay ayuda
válida. Lo busca con fe creyendo en su corazón que existe y que puede dar vigor
a su alma. Todos los que se acercan con fe a Jesús Dios no los manda a sus
casas con las manos en los bolsillos. Se marchan gozosos porque sus peticiones
son atendidas.
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