dilluns, 24 de novembre del 2014


JUAN 21:22


“Jesús les dijo: Si quiero que él queda hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”

La voluntad del Señor es individual y diferente para cada persona. El Espíritu Santo reparte los dones a cada uno “como Él quiere”. El apóstol Pablo cuando en 1 Corintios 12 imparte la enseñanza del repartimiento de dones por el Espíritu Santo deja bien claro la libertad que tiene Dios de dar dones a los suyos como mejor le parezca, pero no lo hace de manera caprichosa , al azar, dejando un resultado imprevisible. El repartimiento de dones lo hace teniendo en cuenta un objetivo concreto. En la carta a que nos referimos el apóstol Pablo emplea la analogía del cuerpo para que los lectores puedan entender la lógica que tiene el Espíritu Santo al repartir dones “a cada uno en particular como Él quiere”.

Es ilustrador que el apóstol use la analogía del cuerpo para enseñar el funcionamiento de las iglesias. El cuerpo actúa de manera piramidal. En el vértice superior se encuentra el cerebro de donde emanan las órdenes que deben cumplir los diversos miembros “para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros” (v.25).

El apóstol no escribe a los corintios para enseñarles fisiología. Redacta la carta para que las iglesias aprendan a funcionar como cuerpos, cada miembro actuando en función al don recibido, por cierto, cada creyente recibe un don distinto para realizar una tarea distinta. Se dan diversidad de dones, diversidad de ministerios, de operaciones, “pero Dios que hace las cosas en todos es el mismo” (v.6).. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (v.7). La iglesia está sujeta a Cristo porque es su Cabeza. No hay alternativa. Si la iglesia no acepta la soberanía absoluta de Cristo podrá autodenominarse iglesia. Tendrá a apariencia de estar viva. Realmente está muerta.

El capitulo 12 se Corintios no lo escribió Pablo para ser un tema de debate entre teólogos. Lo escribió con el propósito de que todos los cristianos reflexionemos sobre el tema con el propósito de que nuestras vidas se ajusten a la voluntad del Señor. La palabras que Jesús dirige a Pedro poco antes de su ascensión a los cielos para sentarse a la diestra del Padre: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”, nos las dice también a nosotros. Dejemos de preocuparnos  y criticar lo que hace el hermano. Preocupémonos de hacer trabajar cada uno de nosotros el don/dones que nos haya dado el Espíritu Santo. Si en vez de guardarlos bajo tierra para no perderlos los hacemos trabajar, los incrementaremos y las iglesias florecerán y darán fruto abundante. Si las envidias que tanto daño producen las arrojaremos al cubo de la basura  y las dejamos allí quietecitas  no interferirán en la buena marcha de las iglesias.


JUAN 2:24,25


“Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, porque Él sabía lo que había en el hombre”

En el momento de escribir este comentario es el 15 de noviembre. La publicidad ya se encarga de despertar en las personas el deseo de comprar impulsivamente cosas que no se necesitan. Pero es Navidad y el materialismo imperante debe camuflarse revistiéndolo de un barniz cristiano. Villancicos acompañan a la publicidad. El nombre de Jesús resuena por doquier. Los comercios adornan sus escaparates con belenes.

Era una Pascua. Jesús estaba en Jerusalén. Multitudes se congregaban en la Ciudad Santa para cumplir con el ritual religioso establecido. Isaías anuncia con estas palabras cómo sería el Mesías que había de venir: “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis, he aquí vuestro Dios viene con retribución, con pago. Dios mismo vendrá y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo…” (Isaías 35:3-6).

A lo largo de su ministerio público Jesús hizo muchos milagros que confirmaban que era el Mesías prometido. Los testigos de las señales que hacía Jesús le aclamaban. En el texto que comentamos no dejó de hacer los milagros que atestiguaban su divinidad, “pero Jesús no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues Él sabía lo que había en el hombre”.

Con un poco de imaginación podemos representar en nuestras mentes el trajín religioso que  se daba durante la celebración de la Pascua. Podemos imaginarnos a los mercaderes vendiendo animales para los sacrificios y a los peregrinos llegados de diversos lugares cambiando sus monedas nacionales por las de curso legal en el templo. El fervor religioso hervía. Todo ello, a los ojos de Jesús no era nada más que una pantomima, puro teatro. Jesús no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie diese testimonio del hombre, pues Él sabía lo que hay en el hombre”

Traslademos el trajín de la Pascua judía con el nombre de Jehová a flor de labios de los “fieles” con el ajetreo de la Navidad cristiana, comprando impulsivamente para satisfacer la sensualidad,  con el nombre de Jesús en los labios de las multitudes. No existe diferencia alguna. Jesús no se traga el anzuelo de la religiosidad cristiana porque sabe lo que hay en el hombre. “Si no os arrepentís todos pereceréis igualmente”

http://octaviperenyacortina22.blogspot.com

 

 

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