EL PROBLEMA DEL MAL
<b>¿Puede
el leopardo borrar las manchas de su piel? Tampoco puede el corazón perverso
dejar de pensar maldades, a no se que Cristo lo cambie</b>
<b>Oriol
Pi de Cabanyes</b> comenta el pensamiento de la judía <b>Hannah
Arendt</b>: “Asimismo <b>Eichmann</b>”, dice <b>Pi de
Cabanyes</b>, “que para <b>Arendt</b> no es un simple
monstruo sino una pieza de un engranaje criminal que lo ha desposeído de
discernir entre lo que está bien y lo
que está mal de manera que puede sentirse eximido de toda conciencia de
responsabilidad y de culpa…En su proceso de búsqueda de comprensión del
holocausto como fenómeno el mal nunca es radical, como lo había creído. Porque
no radica en las raíces de la humanidad sino en la superficie, como un hongo
que seca las hojas. No se encuentra en la esencia de lo que es humano sino en
lo que es circunstancial”.
El
comentario de <b>Pi de
Cabanyes</b> <i>Hannah Arendt</i> no entra en la raíz del
dilema del mal. Si es algo circunstancial como el hongo que seca las hojas no
se resolverá la dificultad. Con argumentos filosóficos se puede razonar sobre
hongos superficiales que marchitan el comportamiento ético, pues no se resuelve
el problema de fondo que sigue produciendo hongos que banalizan el mal,
convirtiéndolo en un enigma meramente filosófico, académico, de amantes de las
letras. No podemos desviarnos del tema convirtiéndolo exclusivamente en un
dialogo de eruditos.
Si
como dice Pi de Cabanyes que Eichmann “para Arendt no es un simple monstruo
sino una pieza de un engranaje criminal que lo ha desposeído de toda capacidad
de discernir entre lo que está bien y lo que está mal”, el ser humano no es
responsable de sus actos porque “somos una pieza de un engranaje criminal”. Con
este razonamiento se puede llegar a la conclusión de que sobran los jueces y
las cárceles porque los delincuentes y los criminales no son responsables de su
comportamiento impropio. Es así como se banaliza el mal y no se le aplica el
tratamiento adecuado para acabar con él.
Se
banaliza el mal cuando se considera que el comportamiento indeseado del ser
humano lo provoca las circunstancias. Se considera que el ser humano es bueno
por naturaleza y que son las circunstancias las que lo convierten en malvado.
Aquí podríamos discutir si primero es el huevo o la gallina. Si las
circunstancias mueven al hombre a hacer el mal, ¿cómo es que son tal como son?
¿Es el hombre perverso quien las hace malignas? Si sin prejuicios vamos a
nuestros orígenes como los enseña la Biblia entenderemos porque el engranaje
criminal del cual somos una pieza nos impulsa a hacer el mal. “A Adán (Dios) le
dijo: Porque has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol que te
mandé diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa, con
dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Génesis 3:17). Ahora ya
sabemos quien es primero si el huevo o la gallina. El hombre es el engranaje
criminal que crea los Eichmann de turno en toda su escala de degradación moral.
El
capítulo 3 de Génesis nos describe el origen del mal. Nos presenta a un
personaje que se llama Satanás, Diablo, que es un ángel que previamente se
había rebelado contra Dios y que se encarna en una serpiente. Adán desobedeció
a Dios por instigación satánica, pero el texto nos dice que el hombre fue
responsable de su desobediencia lo cual le reportó castigo. Ahora el hombre es
portador del virus del mal y con el apoyo satánico es el responsable de todas
las fechorías que se cometen. La consecuencia de haber hecho caso al engaño de
Satanás y de haber desobedecido a Dios
pronto se hacen notar. La Biblia registra el primer crimen que se
cometió: Caín mata a su hermano Abel, hijos de Adán. Antes del diluvio “el
Señor vio que la maldad del hombre era muy grande en la tierra, y que los
propósitos del pensamiento de su corazón sólo era el mal todo el día” (Génesis
6:5). Si esto es lo que Dios vio en aquel tiempo lejano, ¿qué es lo que ve hoy?
Desde su mismo inicio la historia de la humanidad está teñida de sangre. Se
dicen muchos pronunciamientos de paz. Se firman tratados de paz y se hacen
muchas ofertas de dialogo para resolver pacíficamente los conflictos, pero,
mientras se firman y se habla ya se está pensado en convertir en papel mojado
los buenos propósitos.
Las
fechorías que nos dejan estupefactos porque ignoramos cómo pueden llegarse a
cometer, y más si las hace alguien a quien consideramos buena persona, nacen en
el corazón del hombre: “Porque del corazón nacen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios,
las blasfemias” (Mateo 15:19). Los pensamientos afloran antes que los hechos.
Si se pretende erradicar el mal combatiendo las acciones dejamos intacto el
corazón de donde provienen. Así no se resuelve el problema de los muchos
Eichmann que nacen. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él
mana la vida” (Proverbios 4:23). El mal no es algo externo en el hombre. Se
origina en su corazón y es aquí en donde debe erradicarse si es que en verdad
nos preocupa su presencia entre nosotros. La excarcelación de violadores que se
produjo hace unos meses puso en estado
de alerta a la ciudadanía porque no estaba segura que la cárcel reinserte a sus
huéspedes. Es natural que las personas tengan miedo a la excarcelación de
delincuentes peligrosos porque los programas educativos que se utilizan no
sirven para curar el corazón. El lobo sigue siendo lobo, solamente necesita la
oportunidad de morder.
Octavi
Pereña i Cortina
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