SUFRIMIENTO
<b>El
tiempo no lo cura todo, lo que ayuda a sobrellevar el sufrimiento es lo que se
hace mientras dura el dolor</b>
Se conocen una serie de
enfermedades <i>raras</i> que provocan mucho sufrimiento a quienes
las padecen. Una de ellas se denomina <i>insensibilidad química y
electromagnética</i>. Las personas que las padecen son alérgicas a las
colonias, suavizantes, detergentes, desodorantes, efecto que les obliga a
mantener siempre cerradas las ventanas porque les llegan los olores de la ropa
tendida de los vecinos. La reacción a los olores les obliga a hacerlo. La
hipersensibilidad a las antenas de telefonía, a los inalámbricos…ampliada por
la utilización masiva de estos artilugios en la sociedad actual hace que sean más las personas que
<i>sufren una enfermedad que la gente no comprende</i>. Otra
enfermedad rara que altera a las personas es la <i>fatiga
crónica</i> que favorece las depresiones. Los desahucios, el paro y otras
situaciones anómalas contribuyen a mantener crónico el dolor psíquico que tiene
efectos físicos. Todo ello crea un malestar que lleva a las personas al borde
del abismo, a sentirse solas y con tendencias suicidas.
El
sufrimiento en toda su escala de intensidad tiene dos propósitos. El primero es
hacernos entender que su origen se encuentra e el pecado que cometimos cuando
estábamos en el lomo de nuestro padre Adán. La primera consecuencia del pecado
que cometimos estando todavía en Adán fue la muerte espiritual, es decir, dejar
de tener relación con el Creador, y la muerte física que más pronto o más tarde
nos encuentra de manera ineludible.. El tiempo desde la fecundación hasta la
muerte está marcado por el sufrimiento que tiene la finalidad de hacernos
contar nuestros días, recordarnos que la muerte se esconde en la esquina
esperando encontrarnos sorpresivamente. El otro propósito del sufrimiento es
poner en evidencia nuestra fragilidad y llevarnos a confiar en Jesús que por
ser Dios es la fuente de donde nace el poder necesario para hacer frente a las
situaciones angustiosas que inevitablemente se nos presentan, victoriosamente.
La
palabra <i>pecado</i> es un vocablo que hemos desterrado de nuestro
diccionario particular. Si se persiste en hacerlo no se soluciona el problema
del sufrimiento, no se elimina, con el agravante que nos quedamos solos con él
con la consecuencia de desordenes psíquicos que intensifican el dolor. Uno se
lo pasa muy mal estando solo ante el dolor.
El
rey David que es un tipo de Jesús , <i>Varón de dolores</i>, en el
salmo 38 que escribió incluye un aviso que reza así <i>Para
recordar</i>, lo cual significa que el poema no se escribió para ser
leído a toda prisa, sin darle el tiempo necesario para su comprensión, para
hacer una lectura pausada y reflexiva.
Antes
de dedicarnos al salmo, <b>Joni Earecvkson Tada</b> que en su
adolescencia quedó parapléjica debido a un chapuzón, escribe: “A veces Dios
permite aquello que odia para conseguir lo que ama. Mediante cosas como las
enfermedades puede hacer mucho bien. No entenderemos a Dios ni a su manera de
hacer las cosas hasta que no estemos en el cielo, pero nos da muchas pistas
para comprender que podemos confiar en Él, y que si Él permite alguna cosa que
odia, ha de ser para conseguir algo maravilloso. Él quiere que Cristo esté en
ti y que sea tu esperanza de gloria”.
Creo
que David no especifica en su poema ningún tipo de sufrimiento concreto, se
refiere a ello de manera genérica, para que cada persona que sufre pueda hacer
suya su experiencia : No hay nada sano en mi carne, a causa de tu indignación,
no hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado. Porque mis iniquidades se han
agravado sobre mi cabeza, como carga pesada se han agravado sobre mí. Hieden y
supuran mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado en
gran manera, ando enlutado todo el día. Porque mis lomos están llenos de ardor,
y nada hay sano en mi carne. Estoy debilitado y molido en gran manera, gimo a
causa del gemido de mi corazón” (vv. 3-8).
Después
de la larga exposición de sus sentimientos que son producto del dolor, David
concluye su poema con una muestra de plena confianza en el Dios <i>cuyas
saetas cayeron sobre mí</i> (v.2). De esta manera expresa su confianza en
el Dios que permite que <i>ande en valle de sombra de muerte</i>
(Salmo 23:4): <i>No me desampares, oh Señor, Dios mío, no te alejes de
mí. Apresúrate a ayudarme, oh Señor, mi salvación”</i>.
Octavi
Pereña i Cortina
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