Pero
el problema de verdad es que cuando no trabajo mi mente no se para ni un
momento, es un auténtico molino y esto todavía me cansa más. En definitiva,
estoy cansado tanto si trabajo como si no, y se me acumula el cansancio físico
y sobre todo el mental. No puede parar”. Este estado de agotamiento más síquico
que físico técnicamente se lo denomina <i>psicoasténia</i>,
enfermedad que desgraciadamente hoy la padece mucha gente.
Las
personas emocionalmente sanas controlan sus emociones y su comportamiento.
Manejan más fácilmente los desafíos de la vida. Con mayor rapidez establecen
fuertes relaciones y con mayor prontitud se rehacen de los avatares que se les
presentan.
La
sociedad actual gracias al bombardeo publicitario está cimentada en la
apariencia externa. Las personas están más preocupadas por su
<i>look</i>, el efecto que su aspecto externo produce en los demás,
que en su salud emocional. Se dedica excesivo tiempo en tratamientos de belleza
y en ejercicios físicos en gimnasios para mantener sano y de buen aspecto el
cuerpo y nada o muy poco para fortalecer el alma con el fin de poder afrontar
los desafíos de la vida sin salir maltrechos del encuentro.
Una
buena salud emocional no es l’ausencia de manifestaciones de estrés y de
ansiedad. Es mucho más que en momentos puntuales sentirse ansioso u otras
manifestaciones sicológicas no deseables. La salud mental y emocional tiene que
ver con la presencia de características positivas que la Biblia describe de
esta manera: “El corazón alegre constituye un buen remedio, mas el espíritu
triste, seca los huesos” (Proverbios 17:22). Un espíritu triste, decaído nos es
familiar porque a menudo lo vemos en otras personas y también en nosotros
mismos. En cambio, el corazón alegre es como busca una aguja en un pajar.
Tampoco lo encontramos en nosotros.
El
texto de Proverbios citado contrasta un corazón alegre con un espíritu triste.
Los especialistas en salud mental utilizan la palabra técnica
<i>resiliencia</i> que es la capacidad de recuperarse de las
adversidades. El “corazón alegre” nos habla de manera más clara que
<i>resiliencia</i>que si hace tiempo que no la hemos empleado debemos
ir al diccionario para recordar su significado. Saber que significa ser
resilientes o saber que necesitamos tener un corazón alegre no nos hace capaces
de salir sin daños sicológicos de las dificultades de la vida.
Resiliencia,
corazón alegre, no se obtiene con buena voluntad, con promesas que no me dejaré
arrastrar por las circunstancias de la vida, que en situaciones adversas en vez
de acobardarme haré de tripas corazón y me superaré. Esta forma de pensar no
nace de un corazón alegre sino que es fruto del pensamiento positivo que
pretende hacer creer al espíritu triste que posee un corazón alegre. El corazón
alegre no se obtiene con buenos propósitos ya que estos solamente son un barniz
que intenta esconder la enfermedad del corazón triste ya que es un aspecto del
pensamiento positivo que pretende hacernos creer que tenemos lo que no
poseemos.
“Sobre toda cosa guardada, guarda
tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23), nos dice la Palabra
de Dios. Este texto nos invita a observar con atención es estado de nuestro
corazón. Si hacemos una mirada introspectiva a nuestro corazón, ¿qué
encontramos en él? ¿alegría o amargura? Si descubrimos amargura, tristeza
entonces este escrito va dirigida ti, lector. En dicho caso la pregunta que
deberías hacer es como cambiar la tristeza en alegría. El estado enfermizo de
tu alma es el resultado de la mala relación que mantienes con Dios. Si la
introspección descubre sentimientos que la sicología denomina negativos:
“Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías…”(Gálatas 5:19-21), resumiendo: corazón lleno
de amargura. El descubrimiento debería llevarte a pedir a Dios que por la fe en
su Hijo Jesucristo perdone la maldad de
tu corazón y lo sustituya por otro que fabrique: “Amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv. 22,23). Este corazón nuevo
“es el corazón alegre que constituye buen remedio” para la
<i>psicoasténia</i>, el agotamiento psíquico que produce tantos
quebraderos de cabeza en quien lo padece.
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