dilluns, 16 de juny del 2014


GLORIA NACIONAL


<b>La gloria de una Nación no depende de su edificación sino de la calidad moral de todos sus ciudadanos</b>

Loa jugadores de la selección nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica de 2010  ganaron cada uno de ellos 600.000 euros. Si repiten el éxito en el Mundial de Brasil de 2014 la prima será de 720.000 euros. Estas primas son escandalosas por si mismas. La inmoralidad es más acusada si se tiene en cuenta que la larga crisis los salarios han disminuido. Debido a los recortes presupuestarios los servicios sociales básicos: sanidad, educación, prestaciones sociales…se han visto afectadas negativamente.  Es una vergüenza las primas que cobra la selección española de fútbol. Lo que es moralmente equivocado no puede ser políticamente correcto.

El prestigio de una Nación no se consigue ganando títulos deportivos y más cuando el deporte de elite lo forman profesionales que ganan sumas astronómicas, que de por si ya es una inmoralidad. Es evidente que los esfuerzos físicos excesivos a que someten a sus cuerpos pasa factura y la calidad de vida de los triunfadores  no es envidiable. Tampoco ponen sus cuerpos en servidumbre para la gloria de España. Lo hacen para ganar mucho dinero y ser objeto de veneración de parte de la plebe.

Volvamos al tema que nos ocupa. El prestigio de una Nación no se alcanza cuando los deportistas profesionales suben al podio estimulados por la zanahoria de la prima. La grandeza de una Nación se consigue legislando y aplicando leyes justas y no permitiendo que la letra de la ley enmordace la libertad de sus ciudadanos.

La grandeza de una Nación se manifiesta en el civismo de sus ciudadanos que no expresan su alegría en celebraciones acompañadas de excesos alcohólicos , alborotos, ruptura de mobiliario público e instalaciones privadas…perjudicando a los ciudadanos con sus griteríos, perturbando su necesario descanso.

La grandeza de una Nación se evidencia en la prosperidad de sus ciudadanos que tienen trabajo estable y que no existan vestigios del monstruo del paro que arruina a las familias afectadas y que por no poder encontrar trabajo caduca el subsidio del paro.

La gloria de una Nación se pone en evidencia en la calidad del sistema educativo público en todos sus niveles. Una buena educación es un valor añadido que revaloriza a sus ciudadanos en el ámbito laboral haciéndolos más competitivos en el mercado globalizado.

La grandeza de una Nación se hace visible en su sistema sanitario de calidad a disposición de todos sus ciudadanos. La enfermedad es inevitable en un mundo manchado por el pecado. A los ciudadanos, cuando les afecta un dolencia necesitan ser atendidos lo antes posible, cosa que lo impide las largas listas de espera, debido a la crisis económica. No contribuye para nada a la gloria nacional la actitud  la actitud de los regidores del PP del ayuntamiento de Toledo que abandonaron el pleno para no tener que oír las quejas de unos padres que tienen hijos con cáncer. Si los políticos que tienen como misión velar por la salud de sus ciudadanos no cumplen con este deber es mejor que dimitan. El buen nombre de la Nación no se merece que sus servidores lo degraden con comportamientos tan indignos.

En un mundo globalizado en donde existe una competencia feroz, los recortes en investigación no contribuyen para nada a dignificar a la Nación. La sentencia <i>que investiguen los otros</i> debería ser totalmente rechazada. Da pena ver como muchas jóvenes promesas deban contribuir al enriquecimiento de otros países porque en el suyo propio no pueden aportar el valor añadido que les ha otorgado su formación universitaria.

La prosperidad de la Nación depende de que el gobierno no se deje atar de pies y manos por leyes desfasadas que impiden que el progreso social avance sin retrocesos. Las leyes que inmovilizan impiden andar hacia delante. La calidad moral de sus gobernantes es el   secreto de que las leyes sean un estorbo para el progreso. La maquinaria del gobierno siempre debe estar subordinada a aquellos que la administran. El elemento más importante es la manera como se eligen a las personas que controlan la maquinaria administrativa. Las listas cerradas que hoy se utilizan no son la manera más idónea de elegir a las personas  que deben controlar la maquinaria administrativa porque los escogidos de esta manera se deben a la cúpula del partido y no a los ciudadanos a quienes deben servir. Las listas cerrada secuestran la libertad de conciencia y de criterio a la hora de tomar decisiones parlamentarias. Su continuidad contribuye a que se siga manteniendo el caldo de cultivo de la corrupción.

Maimonides, el filosofo judío del siglo XII nacido en Sevilla dejó escrito algo de gran actualidad: “Por otro lado si una ley es vigente desde hace mucho tiempo, y en el transcurso de los años resulta ser anacrónica, debe derogarse automáticamente. En términos jurídicos, el problema se resuelve así: <i>Se sancionó en Israel una ley, y estuvo vigente durante muchos años, y en un cierto momento aparece una nuevo tribunal que comprobó que aquella ley no satisfacía las exigencias del momento, en este caso debe anularse, aunque el nuevo tribunal sea inferior en sabiduría y autoridad al tribunal original</i>”

La grandeza de la Nación en buena parte depende de cómo actúen los partidos políticos. La transparencia en su funcionamiento es básica. Si no existe se abre la puerta a la corrupción difícil de detectar y de sancionar si no existen normas claras que eviten confusiones.

La gloria de la Nación depende en buena manera en que desaparezca el privilegio del aforamiento. En una Nación democrática todos los ciudadanos son iguales ante la ley. El aforamiento discrimina a los ciudadanos ya que quienes gozan de este privilegio no están sujetos a la ley que rige para todos los ciudadanos. Quien esté aforado sólo puede ser juzgado por un tribunal superior de justicia o por el Supremo, es una fuente de corrupción.

La descomposición del Gobierno comienza a manifestarse tan pronto como deje de tenerse en cuenta la Ley de Dios que está por encima de las leyes humanas y que sirve para detectar si las leyes legisladas son conforme a justicia o no. <i>Cuando gobiernan los justos el pueblo se alegra, el pueblo gime cuando manda un tirano</i> (Proverbios29:2). Si las leyes humanas no las supervisa la Ley de Dios, por grandes que sean los éxitos que consiga la selección nacional de fútbol, la gloria que aporte dura tan poco como la neblina matinal que el sol diluye con su calor.

Octavi Pereña i Cortina

 

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