GLORIA NACIONAL
<b>La
gloria de una Nación no depende de su edificación sino de la calidad moral de
todos sus ciudadanos</b>
Loa
jugadores de la selección nacional de fútbol en el Mundial de Sudáfrica de
2010 ganaron cada uno de ellos 600.000
euros. Si repiten el éxito en el Mundial de Brasil de 2014 la prima será de
720.000 euros. Estas primas son escandalosas por si mismas. La inmoralidad es
más acusada si se tiene en cuenta que la larga crisis los salarios han
disminuido. Debido a los recortes presupuestarios los servicios sociales
básicos: sanidad, educación, prestaciones sociales…se han visto afectadas
negativamente. Es una vergüenza las
primas que cobra la selección española de fútbol. Lo que es moralmente equivocado
no puede ser políticamente correcto.
El
prestigio de una Nación no se consigue ganando títulos deportivos y más cuando
el deporte de elite lo forman profesionales que ganan sumas astronómicas, que
de por si ya es una inmoralidad. Es evidente que los esfuerzos físicos
excesivos a que someten a sus cuerpos pasa factura y la calidad de vida de los
triunfadores no es envidiable. Tampoco
ponen sus cuerpos en servidumbre para la gloria de España. Lo hacen para ganar
mucho dinero y ser objeto de veneración de parte de la plebe.
Volvamos
al tema que nos ocupa. El prestigio de una Nación no se alcanza cuando los
deportistas profesionales suben al podio estimulados por la zanahoria de la
prima. La grandeza de una Nación se consigue legislando y aplicando leyes
justas y no permitiendo que la letra de la ley enmordace la libertad de sus
ciudadanos.
La
grandeza de una Nación se manifiesta en el civismo de sus ciudadanos que no
expresan su alegría en celebraciones acompañadas de excesos alcohólicos ,
alborotos, ruptura de mobiliario público e instalaciones privadas…perjudicando
a los ciudadanos con sus griteríos, perturbando su necesario descanso.
La
grandeza de una Nación se evidencia en la prosperidad de sus ciudadanos que
tienen trabajo estable y que no existan vestigios del monstruo del paro que
arruina a las familias afectadas y que por no poder encontrar trabajo caduca el
subsidio del paro.
La
gloria de una Nación se pone en evidencia en la calidad del sistema educativo
público en todos sus niveles. Una buena educación es un valor añadido que
revaloriza a sus ciudadanos en el ámbito laboral haciéndolos más competitivos
en el mercado globalizado.
La
grandeza de una Nación se hace visible en su sistema sanitario de calidad a
disposición de todos sus ciudadanos. La enfermedad es inevitable en un mundo manchado
por el pecado. A los ciudadanos, cuando les afecta un dolencia necesitan ser
atendidos lo antes posible, cosa que lo impide las largas listas de espera,
debido a la crisis económica. No contribuye para nada a la gloria nacional la
actitud la actitud de los regidores del
PP del ayuntamiento de Toledo que abandonaron el pleno para no tener que oír
las quejas de unos padres que tienen hijos con cáncer. Si los políticos que
tienen como misión velar por la salud de sus ciudadanos no cumplen con este deber
es mejor que dimitan. El buen nombre de la Nación no se merece que sus
servidores lo degraden con comportamientos tan indignos.
En
un mundo globalizado en donde existe una competencia feroz, los recortes en
investigación no contribuyen para nada a dignificar a la Nación. La sentencia
<i>que investiguen los otros</i> debería ser totalmente rechazada.
Da pena ver como muchas jóvenes promesas deban contribuir al enriquecimiento de
otros países porque en el suyo propio no pueden aportar el valor añadido que les
ha otorgado su formación universitaria.
La
prosperidad de la Nación depende de que el gobierno no se deje atar de pies y
manos por leyes desfasadas que impiden que el progreso social avance sin
retrocesos. Las leyes que inmovilizan impiden andar hacia delante. La calidad
moral de sus gobernantes es el secreto
de que las leyes sean un estorbo para el progreso. La maquinaria del gobierno
siempre debe estar subordinada a aquellos que la administran. El elemento más
importante es la manera como se eligen a las personas que controlan la
maquinaria administrativa. Las listas cerradas que hoy se utilizan no son la
manera más idónea de elegir a las personas
que deben controlar la maquinaria administrativa porque los escogidos de
esta manera se deben a la cúpula del partido y no a los ciudadanos a quienes
deben servir. Las listas cerrada secuestran la libertad de conciencia y de
criterio a la hora de tomar decisiones parlamentarias. Su continuidad
contribuye a que se siga manteniendo el caldo de cultivo de la corrupción.
Maimonides,
el filosofo judío del siglo XII nacido en Sevilla dejó escrito algo de gran
actualidad: “Por otro lado si una ley es vigente desde hace mucho tiempo, y en
el transcurso de los años resulta ser anacrónica, debe derogarse automáticamente.
En términos jurídicos, el problema se resuelve así: <i>Se sancionó en
Israel una ley, y estuvo vigente durante muchos años, y en un cierto momento
aparece una nuevo tribunal que comprobó que aquella ley no satisfacía las
exigencias del momento, en este caso debe anularse, aunque el nuevo tribunal
sea inferior en sabiduría y autoridad al tribunal original</i>”
La
grandeza de la Nación en buena parte depende de cómo actúen los partidos
políticos. La transparencia en su funcionamiento es básica. Si no existe se
abre la puerta a la corrupción difícil de detectar y de sancionar si no existen
normas claras que eviten confusiones.
La
gloria de la Nación depende en buena manera en que desaparezca el privilegio
del aforamiento. En una Nación democrática todos los ciudadanos son iguales
ante la ley. El aforamiento discrimina a los ciudadanos ya que quienes gozan de
este privilegio no están sujetos a la ley que rige para todos los ciudadanos.
Quien esté aforado sólo puede ser juzgado por un tribunal superior de justicia
o por el Supremo, es una fuente de corrupción.
La
descomposición del Gobierno comienza a manifestarse tan pronto como deje de
tenerse en cuenta la Ley de Dios que está por encima de las leyes humanas y que
sirve para detectar si las leyes legisladas son conforme a justicia o no.
<i>Cuando gobiernan los justos el pueblo se alegra, el pueblo gime cuando
manda un tirano</i> (Proverbios29:2). Si las leyes humanas no las
supervisa la Ley de Dios, por grandes que sean los éxitos que consiga la selección
nacional de fútbol, la gloria que aporte dura tan poco como la neblina matinal
que el sol diluye con su calor.
Octavi Pereña i Cortina
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