dilluns, 23 de juny del 2014


SALMO 39:6


“Ciertamente como un espejismo es el hombre, ciertamente en vano se afana, aumenta riquezas, y no sabe  quien las recogerá”

Espejismo es lo mismo que ilusión. El diccionario define así ilusión: “Esperanza acariciada sin fundamento real”. El texto nos viene a decir que el hombre sin Dios es una “esperanza acariciada sin fundamento real”. Su existencia es una carrera de obstáculos que no conduce a nada positivo y permanente. Es un perseguir al viento. Cuando se cierra el puño la presa se ha esfumado. No queda nada en su interior. Así es la existencia de una persona sin Dios. Todos sus afanes son vanidad de vanidades. Todo es una vanidad. Es una quimera, una creación imaginaria que se considera como si fuese una realidad. El resultado una desilusión.

Al final el espejismo, la ilusión, la quimera dan paso a la realidad y se descubre que lo que se consideraba de suma importancia no tiene ningún valor.

El texto nos dice que el espejismo del hombre le impulsa a amontonar riquezas sin saber quien las recogerá. A mi entender  importa poco quien las recogerá. Siempre las recibe alguien. No se esfuman. Pueden recogerlas los hijos que las heredan. Pueden recogerlas los acreedores porque quienes las han amontonado no han sabido administrarlas adecuadamente. Se pueden perder en el juego o con prostitutas. Allí están en otras manos.

Lo más grave es que cuando uno expira, a la eternidad no se lleva ni el traje con el que se ha intentado encubrir la podredumbre de la muerte. Ni los acicalamientos con que se ha embellecido el cadáver sirven de nada. Todo queda aquí.

Jesús nos amonesta con el propósito de que no nos dejemos llevar por el insensato afán de amontonar riquezas En respuesta a una petición de uno de sus oyentes de que intercediese con el fin de que su hermano compartiese con él la herencia, El señor les dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).A continuación les reata la parábola conocida como “El rico insensato”. El protagonista de la parábola se afana en almacenar bienes. La quimera de las riquezas. Pero llega el día inevitable de la muerte. Al final de la parábola Jesús se dirige al protagonista del relato y le dice: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (vv.21,22). El necio de la parábola se había olvidado de hacer tesoros en el cielo que nadie se los podría robar. Se fue a la eternidad desnudo de la misma manera como nació en este mundo.


SALMO 91:14-16


“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré, y lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi Nombre. Me invocará, y yo le responderé, con él yo estaré en la angustia, lo libraré y le glorificaré, lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación”

El salmo comienza con estas palabras: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: Esperanza mía y castillo mío, mi Dios en quien confiaré”. El salmista no es una persona que se toma a la ligera el Nombre de Dios. No es de aquellos que honran al Señor de labios. No es de los que hoy se auto proclaman creyentes no practicantes. El salmista es una persona que confía plenamente en el Señor. Habita al abrigo del Altísimo, mora bajo la sombra del Omnipotente. El Señor es su esperanza y el castillo en donde refugiarse cuando las cosas van mal. El Señor es el Dios en quien el salmista confía. Para ti, lector amado, ¿sientes con respecto al Señor lo mismo que el salmista? ¿Es para ti el Señor la Roca sobre la que edificas tu vida? Si no es así, las bendiciones de las que hala el salmo 91 no te pertenecen.

“Por cuanto en mi ha puesto su amor”, “a sus ángeles ordenará que te guarden en todos tus caminos, en las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra”. La promesa del Señor a lo largo de toda la Biblia es bendecir a quienes le aman y obedecen a sus mandamientos. El desobediente a Dios no puede esperar recibir las bendiciones prometidas a quienes le aman. “Por cuanto en mi ha puesto su amor…lo libraré, le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi Nombre. Me invocará”. Quien no cree en el Señor, ¿puede invocarlo?  ¿puede esperar que Él le responda y que esté con él en la angustia? ¿Puede pretender ser saciado de larga vida? Las bendiciones de Dios de las que habla el salmo 91 no son para quien no cree en Él. Recibir larga vida, ver la salvación y la glorificación pertenecen exclusivamente para quienes han puesto en el Señor su esperanza.

Pienso que las promesas de bendición que Dios tiene preparadas para quienes moran “bajo la sombra del Omnipotente” no existen palabras para poder describirlas. Lo único que nos corresponde hacer es refugiarnos bajo las alas del Omnipotente para que haga según su promesa. Si nuestras vidas están atadas al lazo del cazador, si nos acecha el temor nocturno, si la plaga de la depresión , de la angustia, del miedo…nos aflige, es hora de que hagamos un alto en el camino y nos sentemos a reflexionar: ¿Moro bajo la sombra del Omnipotente? ¿Es el Señor mi esperanza y mi castillo de refugio? ¿Busco cobijarme bajo las alas del Todopoderoso de la misma manera como lo hacen los polluelos cuando oyen los sonidos de peligro que hacen la clueca? La solución a los conflictos que te afligen se encuentra según el salmo 91 en “morar bajo la sombra del Omnipotente”.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

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