SALMO 39:6
“Ciertamente como un espejismo es
el hombre, ciertamente en vano se afana, aumenta riquezas, y no sabe quien las recogerá”
Espejismo es lo mismo que ilusión. El diccionario define así ilusión:
“Esperanza acariciada sin fundamento real”. El texto nos viene a decir que el
hombre sin Dios es una “esperanza acariciada sin fundamento real”. Su
existencia es una carrera de obstáculos que no conduce a nada positivo y
permanente. Es un perseguir al viento. Cuando se cierra el puño la presa se ha
esfumado. No queda nada en su interior. Así es la existencia de una persona sin
Dios. Todos sus afanes son vanidad de vanidades. Todo es una vanidad. Es una
quimera, una creación imaginaria que se considera como si fuese una realidad.
El resultado una desilusión.
Al final el espejismo, la ilusión, la quimera dan paso a la realidad y
se descubre que lo que se consideraba de suma importancia no tiene ningún
valor.
El texto nos dice que el espejismo del hombre le impulsa a amontonar
riquezas sin saber quien las recogerá. A mi entender importa poco quien las recogerá. Siempre las
recibe alguien. No se esfuman. Pueden recogerlas los hijos que las heredan.
Pueden recogerlas los acreedores porque quienes las han amontonado no han sabido
administrarlas adecuadamente. Se pueden perder en el juego o con prostitutas.
Allí están en otras manos.
Lo más grave es que cuando uno expira, a la eternidad no se lleva ni el
traje con el que se ha intentado encubrir la podredumbre de la muerte. Ni los
acicalamientos con que se ha embellecido el cadáver sirven de nada. Todo queda
aquí.
Jesús nos amonesta con el propósito de que no nos dejemos llevar por el
insensato afán de amontonar riquezas En respuesta a una petición de uno de sus
oyentes de que intercediese con el fin de que su hermano compartiese con él la
herencia, El señor les dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la
vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”
(Lucas 12:15).A continuación les reata la parábola conocida como “El rico
insensato”. El protagonista de la parábola se afana en almacenar bienes. La
quimera de las riquezas. Pero llega el día inevitable de la muerte. Al final de
la parábola Jesús se dirige al protagonista del relato y le dice: “Necio,
esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será? Así
es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (vv.21,22). El
necio de la parábola se había olvidado de hacer tesoros en el cielo que nadie
se los podría robar. Se fue a la eternidad desnudo de la misma manera como
nació en este mundo.
SALMO 91:14-16
“Por cuanto en mí ha puesto su
amor, yo también lo libraré, y lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi
Nombre. Me invocará, y yo le responderé, con él yo estaré en la angustia, lo
libraré y le glorificaré, lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación”
El salmo comienza con estas palabras: “El que habita al abrigo del
Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: Esperanza
mía y castillo mío, mi Dios en quien confiaré”. El salmista no es una
persona que se toma a la ligera el Nombre de Dios. No es de aquellos que honran
al Señor de labios. No es de los que hoy se auto proclaman creyentes no
practicantes. El salmista es una persona que confía plenamente en el
Señor. Habita al abrigo del Altísimo, mora bajo la sombra del Omnipotente. El
Señor es su esperanza y el castillo en donde refugiarse cuando las cosas van
mal. El Señor es el Dios en quien el salmista confía. Para ti, lector amado,
¿sientes con respecto al Señor lo mismo que el salmista? ¿Es para ti el Señor
la Roca sobre la que edificas tu vida? Si no es así, las bendiciones de las que
hala el salmo 91 no te pertenecen.
“Por cuanto en mi ha puesto su amor”, “a sus ángeles ordenará que te
guarden en todos tus caminos, en las manos te llevarán para que tu pie no
tropiece en piedra”. La promesa del Señor a lo largo de toda la Biblia
es bendecir a quienes le aman y obedecen a sus mandamientos. El desobediente a
Dios no puede esperar recibir las bendiciones prometidas a quienes le aman. “Por
cuanto en mi ha puesto su amor…lo libraré, le pondré en alto, por cuanto ha
conocido mi Nombre. Me invocará”. Quien no cree en el Señor, ¿puede
invocarlo? ¿puede esperar que Él le
responda y que esté con él en la angustia? ¿Puede pretender ser saciado de
larga vida? Las bendiciones de Dios de las que habla el salmo 91 no son para
quien no cree en Él. Recibir larga vida, ver la salvación y la glorificación
pertenecen exclusivamente para quienes han puesto en el Señor su esperanza.
Pienso que las promesas de bendición que Dios tiene preparadas para
quienes moran “bajo la sombra del Omnipotente” no existen palabras para
poder describirlas. Lo único que nos corresponde hacer es refugiarnos bajo las
alas del Omnipotente para que haga según su promesa. Si nuestras vidas están
atadas al lazo del cazador, si nos acecha el temor nocturno, si la plaga de la
depresión , de la angustia, del miedo…nos aflige, es hora de que hagamos un
alto en el camino y nos sentemos a reflexionar: ¿Moro bajo la sombra del Omnipotente?
¿Es el Señor mi esperanza y mi castillo de refugio? ¿Busco cobijarme bajo las
alas del Todopoderoso de la misma manera como lo hacen los polluelos cuando
oyen los sonidos de peligro que hacen la clueca? La solución a los conflictos
que te afligen se encuentra según el salmo 91 en “morar bajo la sombra del
Omnipotente”.
Octavi Pereña i Cortina
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