dimarts, 26 de novembre del 2013


ENTRE HIEL Y AMOR: UN ABISMO


<b>Cuando los dirigentes religiosos destilan hiel no es extraño que sus discípulos vomiten odio</b>

Percy J. Buffard, familiarmente conocido como Don Percy, fundador de la Misión evangélica Española, misionero inglés que trabajó en España en los años 20 del siglo XX en La Mancha y especialmente en Valdepeñas, dijo: “No es extraño que seamos perseguidos, cuando los que se dicen dirigentes cristianos  de la nación les enseñan a orar contra nosotros con tales oraciones”. Don Percy se refiere a un folleto editado por los curas que contenía veinticuatro cláusulas, cada una de ellas con una oración al animal u objeto con el que está asociado el “santo” mencionado en el rezo. Su “santo” propósito se afirmaba era “que las devotas mujeres pudiesen rezar por la conversión de los perversos, el provecho espiritual de sus propias almas y el exterminio de los herejes”. “Caballo de Santiago, pisotéalos.- Toro de S. Lucas, cornéalos. Grajo de S Onofre, sácales los ojos. Dragón de S. Jorge, mátalos”. “Estas son un ejemplo de las ridículas oraciones”. Estas oraciones son una muestra de la calidad cristiana de los llamados seguidores de Jesús de aquella época. Quien no comulgaba con ellos se le había de destruir. Desconocían el mandamiento de Jesús de amar a los enemigos y al prójimo como a sí mismos.

Ha pasado un siglo desde que Don Percy  recorría España evangelizándola, no impartiendo la doctrina de la Iglesia católica que mantenía en el oscurantismo a la población de aquella época, sino con la luz liberadora de fanatismos que se desprende de las Sagradas Escrituras cristianas. Recientemente, la máxima autoridad de la Iglesia católica española, el cardenal Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española ha pronunciado unas palabras que descubren un pensamiento bien poco cristiano: “La unidad de España es un bien moral. Nos preocupa que la unión fraterna entre todos los ciudadanos de las diversas comunidades y territorios de España, con muchos siglos de historia común, se pueda romper…La unidad de la nación española es una parte principal del bien común de nuestra sociedad que se debe tratar con responsabilidad moral”.

Ante esta filosofía política que no deja espacio a la divergencia sostenida por tan alta autoridad eclesial de la nación, no nos debe de extrañar que personalidades políticas del PP como José Mª Aznar y Esperanza Aguirre cambiarían <i>la ley para volver a ponerla como estaba</i>, es decir, restablecer la ley decretada por José Mª Aznar cuando era presidente del Gobierno español y que fue derrocada por José Luís Rodríguez Zapatero  que preveía cinco años de cárcel la convocatoria de un referéndum ilegal.

Para estos devotos fieles de la Santa Madre Iglesia no da lugar a la discrepancia a lo que ellos consideran ortodoxia política. Para estas personas es venenoso pensar diferente como lo era de venenoso armonizar la vida cristiana a la luz del Evangelio que es la verdad de Dios que hace libres a los hombres. Dicha divergencia se tenía que pagar con la opresión sádica de parte de quienes se otorgaban la exclusividad de la ortodoxia cristiana. Tal concepto se ha ido traspasando durante el último siglo y discípulos de tal ignominiosa doctrina siguen pululantes  por las tierras hispanas.

La historia de España, la de Cataluña también, son testimonios del fanatismo religioso que ha trascendido a la esfera social. De este pecado, porque es un pecado no amar al prójimo como a uno mismo deben arrepentirse quienes se dejan guiar por un fanatismo religioso – político porque es un atentado contra el amor de Dios que debe caracterizar quienes se dicen cristianos: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor entre vosotros”  (Juan 13:35).

Una viñeta de Toni Batllori nos presenta a Aznar nadando en una piscina de agua verdosa. Dos hombre lo están mirando. Uno de ellos dice: “Qué liquido tan extraño, esta piscina”. El otro le responde: “Es bilis”. Es un mal testimonio que  dan quienes en vez de mostrar amor expulsan bilis. Con un concepto tan poco conciliador que manifiestan los dirigentes del PP, ¿cómo pretenden que pueda haber conciliación entre dos posiciones distintas? ¿Se recurre a los rezos que Don Percy denunciaba hace ahora un siglo?  ¡Qué distinto es el testimonio de los dirigentes del PP del que daban los cristianos de la era apostólica que se caracterizaban por el amor a los necesitados y que no iban armados de garrotes para convertir forzadamente a los no cristianos. El Dios justo no puede considera inocente al culpable.

Octavi Pereña i Cortna

 

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