dilluns, 18 de novembre del 2013


PROVERBIS 21:2


“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión, pero el Señor pesa los corazones”

¡Qué retrato más perfecto que la Biblia hace del hombre! Cuando el redactor de este proverbio lo escribió no existía Photo Shop y no se podían retocar las imágenes como se puede hacer hoy con la ayuda de este programa informático para quitar arrugas y exceso de grasa para engañar a quienes visionan las imágenes. El proverbio describe a la perfección la condición humana.

Los seres humanos tenemos una idea muy equivocada de quienes somos porque nos miramos en un espejo sucio que no refleja la realidad de la persona que se contempla en él. Nos contemplamos en un espejo manchado por el pecado y por ello no reproduce la verdadera catadura moral de quien se contempla en él.

En la actualidad resulta totalmente imposible dejar de presentar a los políticos como la imagen de lo que el hombre verdaderamente es. Se consideran rectos en su propia opinión. Nos ponen en bandeja la catadura moral del hombre. La imagen que presentan es totalmente contraria a lo que debería ser el hombre.

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión”. Nadie hace maldades. Los políticos arruinan a los países y no se hacen responsables de la catástrofe que han ocasionado con las decisiones erróneas que han tomado. La oposición culpa al gobierno y el gobierno a la oposición. En los matrimonios  siempre es el otro cónyuge el responsable del deterioro de las relaciones conyugales que acaban en divorcio. Así es en todas las esferas de la vida. Todo está podrido y nadie se hace responsable de la podredumbre.

Podemos seguir creyendo que somos rectos en nuestra propia opinión. Pero el Señor no es ajeno a lo que sucede en la tierra. “El Señor pesa los corazones”. Esta declaración nos transporta a los “dedos de una mano de hombre que escribía”. Al ver la extraña escritura en la pared “el rey palideció, y sus pensamientos se turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas se daban la una contra la otra”. La interpretación que hace Daniel de la escritura sobrenatural escrita en la pared es: “Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin / Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto / Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas”. En tanto los hombres sigamos considerándonos rectos en nuestras propias opiniones, el Señor que pesa los corazones nos declara culpables. La ejecución de la sentencia no es inmediata como en el caso del rey de Babilonia Belsasar. Dios nos avisa y nos da un tiempo para que podamos arrepentirnos y cambiar nuestro estilo de vida. Finalizado el plazo que nos otorga la sentencia es inapelable: ser lanzado en las tinieblas eternas en donde “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1:9). No es nada gratificante considerarse persona recta en su propia opinión en la cuestión que afecta a Dios.


MATEO 12: 36,37


“Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”

“La muerte y la vida, dice Salomón,”están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21). Las palabras de Jesús y las del rey sabio coinciden: se debe ser muy precavido en el hablar. Un proverbio persa nos instruye al respecto de la lengua: “Es posible herir con una bala, pero una herida ocasionada con la lengua jamás cicatriza”. No es necesario suministrar una gran dosis de veneno mortal para provocar una muerte, bastan una pocas gotas. Tampoco es necesario dar un discurso de larga duración, basta una palabra y el daño se pone en movimiento. Las palabras tienen cierta semejanza con las plumas lanzadas al aire y esparcidas por el viento, no se pueden recoger todas. La palabras, utilizando una metáfora actual, se asemejan a Internet: Todo lo que se publica en Internet es casi imposible borrar. Dada la dimensión que tiene la palabra tengamos en cuenta el consejo que nos da el Predicador: “Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad” (Eclesiastés 6:11).

Es preferible que la gente diga de nosotros que somos parcos en palabras a que nos digan charlatanes. Por muy sabio que uno sea si habla demasiado es posible que diga algunas sandeces de las que después deba retractarse. Curro Romero, torero, nos aconseja: “Es muy bonito saber hablar bien en público, pero la mayoría de las veces todavía es más bonito saber estar callado”.Jordi Labamda nos recuerda: “La esencia de la chafardería es hablar mal de alguien que no está presente”. Alguien ha dicho: “Las palabras no pueden romper huesos, pero pueden romper corazones”

Nos es conocido pero no comprendido lo que Santiago dice respecto a la lengua, éste órgano que tenemos guardado en la boca: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque  enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3:5,6).

Santiago también nos dice que la lengua tiene un cierto parecido con los animales que pueden ser domados. “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (v. 8). Dado que la lengua es un potro salvaje que no puede ser domado por el hombre sigamos el ejemplo del salmista que dirigiéndose a Dios, pide: “Pon guarda a mi boca, oh Señor, guarda la puerta de mis labios”  (Salmo 141:3)


 

 

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