PROVERBIOS 30: 8
“Dos cosas te he pedido, no me las niegues
antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí”
En una
sociedad en la que impera el ateísmo es lógico que impere el narcisismo. Si
persistimos en el yo, yo, llegará un momento en que el sistema colapsará. Si
todos nos miramos a nuestro ombligo, el colectivo dejará de funcionar y
provocará que el castillo se derrumbe.
El
salmista es consciente de su debilidad y se gira hacia Dios que es el único que
puede fortalecerle. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Éfeso, les
dice: “Por lo demás, hermanos míos,
fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10).
Detrás del narcisismo imperante den nuestros días, del cual es una muestra el
presidente Donald Trump, prosigamos con lo que el apóstol Pablo escribe a los
efesios: “Vestíos con toda la armadura de
Dios, parra que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no
tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado estar firmes” (vv. 11-13).
El
diablo no es este personaje burlesco de feria, vestido de rojo, con cuernos,
cola, tridente en la mano, que su boca vomita fuego, que es el deleite de niños
y adultos en las fiestas mayores de los pueblos. El diablo se frota las manos
con deleite viendo como la gente anda tan desencaminada respecto a su persona
porque así puede seguir manteniéndonos
en el error.
El
salmista reconociendo su debilidad, con el fin de impedir que el diablo tome el
control de su vida le pide a Dios: “No me
des pobreza ni riquezas, mantenme del pan necesario, no sea que me sacie, y te
niegue y diga: ¿Quién es el Señor? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el
Nombre de mi Dios” (vv. 8, 9).
DEUTERONOMIO 4: 2
“No añadiréis a la palabra que yo os mando,
ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor vuestro
Dios que yo os ordeno”
El
versículo 6 añade: “Guardadlos, pues, y
ponedlos por obra, porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante
los ojos de todos los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán:
Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta”. Cierto es que
“por gracia sois salvos, por medio de la
fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se
gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios
2: 8-10).
La fe
del creyente en Cristo tiene que ser viva. Santiago escribe: “La fe sin obras está muerta” (2: 26).
Quienes afirman que son salvos exclusivamente por la fe y que las obras no
tienen ningún valor, están totalmente equivocados. ¿Qué es lo que acredita el
valor de un árbol? El fruto que da (Mateo 12: 33). Los impíos dan los frutos
propios de tener como padre al diablo. Los que son hijos de Dios por la fe en
Jesús tienen que dar los frutos que acrediten que son árbol bueno.
El
apóstol Pablo dirigiéndose a su discípulo Timoteo, escribe: “Que desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe en
Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,
refutar, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea preparado, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo
3: 15-17).
El
cristiano/a ha sido salvado exclusivamente por la fe en Jesús lo cual hace que
el árbol malo que era se convierta en uno de bueno que da frutos excelentes. El
nuevo creyente por haberse convertido en árbol bueno tiene que alimentarse con
las Sagradas Escrituras “para que el
hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado para toda buena obra”. La
baja calidad de los frutos que dan muchos
cristianos, ¿no será debido a que las Sagradas Escrituras no son el alimento
que fortalece su fe?
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