diumenge, 19 d’octubre del 2025

 

EL VENENO DEL ODIO

“Los que aman al Señor, odian el mal” (Salmo 97:10)

“Y la política no resuelve esta niebla de rabia y cabreo que padecemos, porque unos ganan votos y a los otros les suda el mal que hacen. Y los otros pierden votos y todavía no han entendido que existe un antídoto contra la rabia: la verdad” (Anna María Martí).

El periodista Eusebio Val le pregunta a la filósofa Casiraghi: “¿Qué pasión negativa le inquieta más?” La respuesta: ”El odio. El discurso del odio se infiltra por todas partes. Empieza con pequeñas frases, burlas, estigmatizaciones. Es lo que más me inquieta: Excluir de la sociedad a una parte de las personas. ¿Por qué se llega a pensar que a ellas no se les tienen que aplicar los derechos humanos?  A mí esto es insoportable. Hemos vivido hechos muy catastróficos de genocidios y todavía existen muchos lugares de extrema fragilidad donde puede desencadenarse. Creo que no somos lo suficiente conscientes”.

El antídoto contra el odio es el amor. ¿Qué es amor?  Se recomienda mucho el amor especialmente en situaciones tan críticas como la actual donde las diferencias políticas se resuelven con la ley del más fuerte: el genocidio. Muchas reuniones políticas al más alto nivel para poner fin a los genocidios vigentes. Estos persisten. El amor que puede frenarlos es mucho más que una cuestión filosófica o moral. Es una cuestión de ser hijo de Dios por la fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por la fe en este Dios único el creyente se convierte en templo del Espíritu Santo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16), y, “el fruto del Espíritu es amor” (Gálatas 5: 22), “porque el amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones por el espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5. 5).

El vacío que deja en nuestros corazones  la ausencia del Espíritu Santo lo llena el odio: “que incita a discordias” (Proverbios 10: 12). Si la mayoría de la sociedad es atea, a pesar que pueda ser muy religiosa, la consecuencia lógica es que el odio impere con más o menos intensidad. “Los que aman al Señor”, son templos del espíritu Santo y, “aborrecen el mal” (Salmo 97: 10).

Como creación de Dios lo somos a imagen y semejanza suya (Génesis 1: 26). Debido al pecado de Adán dicha semejanza se hizo pedazos, pero queda algo de ella aunque muy desfigurada. A causa de ello el amor que queda muy descafeinado. Amamos a nuestros familiares, a las personas que nos caen bien. Pero excluimos aquellas que son distintas, que nos desagradan. El amor que excluye no es el de Dios. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado  los ojos” (1 Juan 2: 9-11).

Se acostumbra a decir que somos buenas personas. Que no hemos hecho mal a nadie. La Biblia es clara al respecto: “Todo aquel que odia a su hermano es homicida” (1 Juan 3: 15). Esta declaración es muy dura. Emparenta a quien odia con Satanás “que es homicida desde el principio” (Juan 8: 44). Quizás no mata con un tiro a la nuca. Pero mata espiritualmente.

“Jesús es la vida, y la vida es la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1: 4, 5). Las personas que son ciegas debido a las tinieblas, no tienen la luz de la vida (Juan 8: 12). El nombre Jesús es muy conocido, tanto es así que incluso una de la torres del templo de la Sagrada Familia de Barcelona ha sido bautizada con dicho Nombre. Pero Jesús sigue siendo el gran desconocido. Se le alaba de labios, pero los corazones de dichos adoradores están muy lejos de Él. La adoración superficial que se rinde a Jesús asistiendo a la misa católica o al culto evangélico, no hace desaparecer las tinieblas malignas. “Yo (Jesús), la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12: 46). “Yo (Jesús) soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). “Yo (Jesús), la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12: 46).

El mundo sin Cristo que es la luz del mundo está envuelto de espesas tinieblas espirituales que le impiden ver el camino a la vida. Quienes están envueltos de tinieblas espirituales, a pesar de las quejas por sus consecuencias, se encuentran a gusto en ellas. Se dan personas que les incomoda vivir en tinieblas espirituales. No se encuentran a gusto con su ceguera. Estos invidentes se comportan como el ciego Bartimeo que cuando escuchó que Jesús estaba cerca “comenzó a dar voces y decir: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! Muchos le reprendían para que callase, pero el ciego persistía en gritar. “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Al final llevaron al ciego ante Jesús que le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le respondió: “Maestro, que recobre la vista”. Jesús que es misericordia pura le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado” (Marcos 10: 46-52). El ciego Bartimeo es una muestra de que Jesús puede devolver la vista espiritual si los ciegos que se lo piden. El amor de Dios en el corazón elimina el odio que existía en él.

Octavi Pereña Cortina

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