diumenge, 26 d’octubre del 2025

 

LA LEY DEL TALIÓN  

El problema de la justicia es una cuestión espiritual que tiene que resolverse espiritualmente

La ley del talión es una ley que tendría que supervisar todas las sentencias que dictan los jueces. Por una mala interpretación que se ha hecho de la mencionada ley, se la ha desacreditado. Magí Camps, en su escrito: “Volvamos a la ley del talión, por favor”, se encarga de sacarla del fondo del armario donde desprestigiada ha quedado arrinconada. Quita las telarañas que la envuelven y la pone en el lugar del que nunca tenía que haber salido en la administración de justicia.

Camps comienza así su escrito: “Cuando en la escuela nos explicaban la ley del talión que se nos vendía como el primer código de justicia del que se tiene constancia, a mí me parecía muy bestia. Año tras año volvía a oír la ley del talión, y yo continuaba pensando lo mismo, hasta que un maestro más capacitado que los anteriores nos hizo ver que es una ley justa y nos refirió los motivos”.

“¿Qué dice esta controvertida ley? Josep Borrell la interpreta así: “La masacre de Gaza es el paradigma (ejemplo) perfecto de  los estragos que produce la ley del talión: diente por diente, ojo por ojo elevada a la máxima potencia”.

Realmente, ¿qué dice esta controvertida ley? Para saberlo necesariamente tenemos que ir Éxodo 21: 22-25. Este es el texto bíblico  que la describe: “Si algunos riñen, e hieren a una mujer embarazada, y ésta aborta, pero sin haber muerte, serán penados, conforme a lo que les impusiese el marido de la mujer y juzgasen los jueces. Pero si hubiese muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Pongamos un ejemplo: si dos pelean y uno de ellos pierde un ojo el juez tiene que sentenciar según un ojo, no por los dos. Hablemos de algo de rabiosa actualidad: Hamás se equivocó atacando a Israel, pero Netanyahu se ha extralimitado con la destrucción, la mortalidad y el sufrimiento del pueblo palestino. Viendo lo que sucede en Gaza es urgente que se recupere el espíritu de la ley del talión.

La justicia no es perfecta porque las leyes tampoco lo son. Los jueces que tienen que administrarla al no ser justos no pueden administrar justicia justa. Analicemos unos pocos textos bíblicos entre los muchos que tratan el tema que nos preocupa.

Una sentencia muy adecuada al tema que nos interesa cuelga en la pared del salón de justicia del ayuntamiento de Huesca: “Quien desee administrar justicia cierre los ojos al odio y a la enemistad”. Quienes tienen que administrar justicia, no lo olvidemos son personas pecadoras y predispuestas a la injusticia. Prestemos atención a los consejos que nos dan los textos bíblicos que de entre los muchos citaré.

“Y puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares. Y dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues con vosotros el temor del Señor,  y mirad lo que hacéis, porque en el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho” (2 Crónicas 19: 5-7). Los jueces tenían que ser personas temerosas de Dios. Se lo tenían que pensar dos veces antes de dictar sentencia porque administraban justicia en representación del Dios justo.

“No admitirás falso rumor. No te concentrarás con el impío para ser testigo falso. No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderéis en los litigios inclinándote a los más para hacer agravios, ni al pobre distinguirás en su causa” (Éxodo 23: 1-3). Cuando los jueces suben al estrado lo hacen en representación de Dios justo. Tienen que asegurarse de no cometer ninguna injusticia.

“El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominables al Señor” (Proverbios 17: 15). La justa administración de justicia es muy importante en un Estado de derecho porque: “Porque la justicia enaltece a la nación, pero el pecado es la afrenta de las naciones” (Proverbios 14: 34). En una sociedad materialista como lo es la nuestra se valora mucho el progreso económico, pero al marginar la justicia nos autodestruimos al lanzamos al precipicio. Como muestra un botón con todo lo que sucede.

Los jueces por ser pecadores a pesar que puedan ser muy religiosos, la mayoría son ateos. ¿Cómo pueden ser temerosos de Dios que es el principio de la sabiduría? Jesús narra la parábola que se la conoce como la del “juez injusto” (Lucas 18: 1-8). Había una viuda que acudía al juez para que le hiciese justicia contra su adversario. Un día sí y otro también la viuda acudía al juez para que le hiciese justicia. Harto el magistrado, para sacarse de encima a la inoportuna mujer decide hacerle justicia. Al final de la parábola Jesús añade una coletilla: “Si el juez injusto hizo aquello, ¿acaso el Señor no hará justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

Jesús nos transporta de la justicia humana a la divina. La humana ya sabemos cómo es.   De la divina tenemos que creer lo que Jesús dice de ella. “¿acaso el Señor no hará justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche? Si el lector es uno de aquellos que claman al Señor noche y día, tenga por cierto que la sangre de Jesús le ha limpiado todos sus pecados. Tiene abierta de par en par la puerta que da acceso al reino de Dios. La justicia divina no excluye a nadie que se acoja a ella.

Octavi Pereña Cortina

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