LA LEY DEL TALIÓN
El problema de la justicia es una cuestión
espiritual que tiene que resolverse espiritualmente
La ley
del talión es una ley que tendría que supervisar todas las sentencias que
dictan los jueces. Por una mala interpretación que se ha hecho de la mencionada
ley, se la ha desacreditado. Magí Camps, en su escrito: “Volvamos a la ley del
talión, por favor”, se encarga de sacarla del fondo del armario donde
desprestigiada ha quedado arrinconada. Quita las telarañas que la envuelven y
la pone en el lugar del que nunca tenía que haber salido en la administración
de justicia.
Camps
comienza así su escrito: “Cuando en la escuela nos explicaban la ley del talión
que se nos vendía como el primer código de justicia del que se tiene
constancia, a mí me parecía muy bestia. Año tras año volvía a oír la ley del
talión, y yo continuaba pensando lo mismo, hasta que un maestro más capacitado
que los anteriores nos hizo ver que es una ley justa y nos refirió los
motivos”.
“¿Qué
dice esta controvertida ley? Josep Borrell la interpreta así: “La masacre de
Gaza es el paradigma (ejemplo) perfecto de
los estragos que produce la ley del talión: diente por diente, ojo por
ojo elevada a la máxima potencia”.
Realmente,
¿qué dice esta controvertida ley? Para saberlo necesariamente tenemos que ir
Éxodo 21: 22-25. Este es el texto bíblico que la describe: “Si algunos riñen, e
hieren a una mujer embarazada, y ésta aborta, pero sin haber muerte, serán
penados, conforme a lo que les impusiese el marido de la mujer y juzgasen los
jueces. Pero si hubiese muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo,
diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida
por herida, golpe por golpe”. Pongamos un ejemplo: si dos pelean y uno de ellos
pierde un ojo el juez tiene que sentenciar según un ojo, no por los dos.
Hablemos de algo de rabiosa actualidad: Hamás se equivocó atacando a Israel,
pero Netanyahu se ha extralimitado con la destrucción, la mortalidad y el
sufrimiento del pueblo palestino. Viendo lo que sucede en Gaza es urgente que
se recupere el espíritu de la ley del talión.
La
justicia no es perfecta porque las leyes tampoco lo son. Los jueces que tienen
que administrarla al no ser justos no pueden administrar justicia justa.
Analicemos unos pocos textos bíblicos entre los muchos que tratan el tema que
nos preocupa.
Una
sentencia muy adecuada al tema que nos interesa cuelga en la pared del salón de
justicia del ayuntamiento de Huesca: “Quien desee administrar justicia cierre
los ojos al odio y a la enemistad”. Quienes tienen que administrar justicia, no
lo olvidemos son personas pecadoras y predispuestas a la injusticia. Prestemos
atención a los consejos que nos dan los textos bíblicos que de entre los muchos
citaré.
“Y puso
jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares. Y
dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre,
sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues
con vosotros el temor del Señor, y mirad
lo que hacéis, porque en el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción
de personas, ni admisión de cohecho” (2 Crónicas 19: 5-7). Los jueces tenían
que ser personas temerosas de Dios. Se lo tenían que pensar dos veces antes de
dictar sentencia porque administraban justicia en representación del Dios
justo.
“No
admitirás falso rumor. No te concentrarás con el impío para ser testigo falso.
No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderéis en los litigios
inclinándote a los más para hacer agravios, ni al pobre distinguirás en su
causa” (Éxodo 23: 1-3). Cuando los jueces suben al estrado lo hacen en
representación de Dios justo. Tienen que asegurarse de no cometer ninguna
injusticia.
“El que
justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominables
al Señor” (Proverbios 17: 15). La justa administración de justicia es muy
importante en un Estado de derecho porque: “Porque la justicia enaltece a la
nación, pero el pecado es la afrenta de las naciones” (Proverbios 14: 34). En
una sociedad materialista como lo es la nuestra se valora mucho el progreso
económico, pero al marginar la justicia nos autodestruimos al lanzamos al
precipicio. Como muestra un botón con todo lo que sucede.
Los
jueces por ser pecadores a pesar que puedan ser muy religiosos, la mayoría son
ateos. ¿Cómo pueden ser temerosos de Dios que es el principio de la sabiduría?
Jesús narra la parábola que se la conoce como la del “juez injusto” (Lucas 18:
1-8). Había una viuda que acudía al juez para que le hiciese justicia contra su
adversario. Un día sí y otro también la viuda acudía al juez para que le
hiciese justicia. Harto el magistrado, para sacarse de encima a la inoportuna
mujer decide hacerle justicia. Al final de la parábola Jesús añade una
coletilla: “Si el juez injusto hizo aquello, ¿acaso el Señor no hará justicia a
sus escogidos que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo
que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe
en la tierra?”
Jesús
nos transporta de la justicia humana a la divina. La humana ya sabemos cómo
es. De la divina tenemos que creer lo
que Jesús dice de ella. “¿acaso el Señor no hará justicia a sus escogidos que
claman a Él día y noche? Si el lector es uno de aquellos que claman al Señor
noche y día, tenga por cierto que la sangre de Jesús le ha limpiado todos sus
pecados. Tiene abierta de par en par la puerta que da acceso al reino de Dios.
La justicia divina no excluye a nadie que se acoja a ella.
Octavi Pereña Cortina
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