ELOGIO A LA ESTUPIDEZ
El hombre sabio encubre su saber, pero el
corazón de los necios publica la necedad” (Proverbios 12: 23)
“El
estúpido no solamente toma decisiones que perjudican a los otros, también a sí
mismo” (Carlo M. Cipolla). La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Por qué es
tan atractiva la estupidez? La estupidez está tan enraizada en la condición
humana que los estúpidos que destacan tienen infinidad de seguidores. Si los
estúpidos consiguen el poder político, ¡ay de la nación que es gobernada por
personas de esta ralea!
El
diccionario define estupidez como “trastorno mental caracterizado por una
deficiencia profunda de las facultades mentales”. Si no existe efecto sin
causa, ¿cuál es la causa que produce la deficiencia profunda de las facultades
mentales?
El
autor de Eclesiastés escribe algo debería motivarnos a la reflexión profunda y
sin prejuicios, si es que verdaderamente estamos interesados en descubrir el
origen de la estupidez que tantos estragos ocasiona: “He aquí, solamente esto
he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas
perversiones” (Eclesiastés 7: 29). Este texto nos transporta al relato de la
creación del hombre que se encuentra en el libro de Génesis, donde, finalizada
la creación, dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí era bueno en
gran manera” (Génesis 1: 31). En otras palabras: lo creado no tenía ningún
defecto. ¿Cuáles fueron las perversiones que cometieron nuestros primeros
padres? El mismo Génesis responde a la pregunta cuando relata la trampa que
Satanás preparó para que Eva comiese el
fruto del árbol prohibido. Eva se dejó engatusar y comió el fruto prohibido.
Acto seguido fue en busca de Adán y con sus zalamerías le sedujo a que
compartiese con ella el fruto prohibido. Así fue como el pecado entró en el
mundo. La bondad original se hizo añicos. De súbito aparece en el escenario del jardín la estupidez que hace
decir: “No hay Dios” (Salmo 53: 1). “El principio de la sabiduría es el temor
del Señor, los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios
1: 7). No debe extrañarnos que allí donde no prevalece la sabiduría divina
impere la estupidez humana.
El
apóstol Pablo nos habla de dos sabidurías: “Sin embargo hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez, y
sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo que perece” (1
Corintios 2: 6). La sabiduría de este siglo está controlada por el “príncipe de
este mundo” que no es otro que Satanás, que es homicida y padre de mentira. De
tal padre tal astilla. De la sabiduría satánica no puede esperarse nada más que
estupidez. Si brilla esplendorosamente es porque en el fondo es lo que
deseamos.
El
apóstol Pablo se desahoga en la sabiduría divina. Si aceptamos que el apóstol
fue inspirado por el Espíritu Santo a la hora de escribir sobre sobre tan
debatido tema, dejaré que sea el apóstol quien hable: “Mas hablamos sabiduría
de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los
siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo
conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de
gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombres, son las
que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros
por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña aun lo profundo de
Dios…Así nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros
no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que
Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual
a lo espiritual” (1 Corintios 2: 6-13).
Si en
verdad deseamos deshacernos de la estupidez humana que está llegando a límites
insoportables, la educación no puede hacer nada. La filosofía por ser
raciocinio humano no puede adentrarse en el misterio de Dios. No existe otro
medio de conocer el misterio de Dios que creer que Jesús es la revelación del
“poder y de la sabiduría de Dios” (1 Corintios 1: 24). Este reconocimiento
lleva a que el creyente en Cristo se convierta en templo del Espíritu Santo lo
cual le lleva a pensar de manera distinta a la del hombre mundano porque con la
ayuda del Espíritu Santo se sumerge en las profundidades insondables de Dios el
Padre. ¿Está el lector preocupado por su propia estupidez? Pídale a Jesús que
le conceda el don de la fe y descubrirá como su estupidez se va desvaneciendo.
Octavi Pereña Cortina
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