DEUTERONOMIO 8:5
“Reconoce asimismo en tu corazón, que como
castiga el hombre a su hijo, así el Señor Dios te castiga”
El
Señor Dios como Padre castiga a sus hijos: “Yo
reprendo y castigo a todos los que amo, sé pues, celoso, y arrepiéntete”
(Apocalipsis 12: 9, 10). Como hijos díscolos que acostumbramos a ser, no nos
gusta que los padres nos disciplinen. Por instinto aborrecemos que nuestros
progenitores nos reprendan. Dios como Padre amoroso que es nos dice: “Hijo mío, escucha lo que tengo que decirte:
Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres
reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que
recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque
¿qué hijo es a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de
la cual habéis sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra
parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los
venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de loes espíritus y
viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a
ellos les parecía, pero Éste para lo que nos es provechoso, para que
participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente,
parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en
ella han sido ejercitados” (Hebreos 12: 5-11).
Un
ejemplo de la eficacia de la disciplina del Señor lo tenemos en José, hijo de
Jacob, a quien sus hermanos aborrecían porque les lanzaba a la cara que se
arrodillarían ante él. Dominados por el rencor sus hermanos lo vendieron a unos
mercaderes los cuales a su vez lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial del
faraón.
El
Salmo 105 dice de él: “Trajo hambre sobre
la tierra, y quebrantó todo sustento de pan. Envió un varón delante de ellos, a
José, que fue vendido como esclavo. Afligieron sus pies con grillos, en la
cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora que se cumplió su palabra. El dicho
del Señor le probó. Envió el rey, y le soltó, el señor de los pueblos, y le
dejó ir libre. Le puso Señor de su casa, y por gobernador de todas sus
posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiera, y a sus
ancianos enseñó sabiduría” (Salmo 105: 16-22).
En
Egipto se cumplió el sueño de que sus hermanos se inclinarían ante él pero no
con el orgullo con que lo interpretaba. Los caminos del Señor son un misterio.
Pero tienen su razón de ser. Dios disciplinó al Señor enviándole a Egipto donde
el orgullo se transformó en humildad. La experiencia de José en Egipto sirvió
para quitarle la escoria y el oro en
bruto que fue se convirtió en oro puro. Bienvenida sea la disciplina del Señor
que santifica a quienes la reciben.
MATEO 10: 8
“De gracia
recibisteis, dad de gracia”
El
título del escrito publicado en La Mañana de Lleida es: “¿Un servicio del
ámbito sanitario?” Da la impresión que Marc Carbonell autor del escrito dude de
que la asistencia espiritual en centros sanitarios y cárceles vaya a cargo de
la Generalitat de Catalunya. ¿Qué nos dice la Biblia al respecto? Hay dos
textos que pueden aportar luz al tema.
En el
primero Jesús envía a sus discípulos que anuncien: “El reino de los cielos se ha acercado, sanad enfermos, limpiad
leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios, de gracia recibisteis dad de
gracia”. En el pasaje que Jesús relata, dice: “En cualquier casa donde entréis, y os reciban, comed lo que os ponga
delante, y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a
vosotros el reino de Dios” (Lucas 10: 8, 9).
Felipe
se encontraba en Samaria “anunciando el
Evangelio del reino de Dios y el Nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y
mujeres, también se bautizó Simón el mago que había ejercido la magia, y había
engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar como alguien grande. Los
apóstoles que se encontraba en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la
Palabra de Dios, y enviaron allá a Pedro y a Juan quienes imponían las manos a
los bautizados y recibían al Espíritu Santo”.
Es de
destacar lo que el texto sigue diciendo: “Cuando
vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se recibía el Espíritu Santo, les ofreció
dinero, diciéndoles: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien
imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero
perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.
No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto
delante de Dios. Arrepiéntete, pues de esta tu maldad, y ruega a Dios, si
quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8: 9-22).
La Palabra de Dios no es mercancía que se
venda.
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