dissabte, 18 d’octubre del 2025

 

DEUTERONOMIO 8:5

“Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así el Señor Dios te castiga”

El Señor Dios como Padre castiga a sus hijos: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo, sé pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 12: 9, 10). Como hijos díscolos que acostumbramos a ser, no nos gusta que los padres nos disciplinen. Por instinto aborrecemos que nuestros progenitores nos reprendan. Dios como Padre amoroso que es nos dice: “Hijo mío, escucha lo que tengo que decirte: Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque ¿qué hijo es a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual habéis sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de loes espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero Éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente, parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después  da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12: 5-11).

Un ejemplo de la eficacia de la disciplina del Señor lo tenemos en José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos aborrecían porque les lanzaba a la cara que se arrodillarían ante él. Dominados por el rencor sus hermanos lo vendieron a unos mercaderes los cuales a su vez lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial del faraón.

El Salmo 105 dice de él: “Trajo hambre sobre la tierra, y quebrantó todo sustento de pan. Envió un varón delante de ellos, a José, que fue vendido como esclavo. Afligieron sus pies con grillos, en la cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora que se cumplió su palabra. El dicho del Señor le probó. Envió el rey, y le soltó, el señor de los pueblos, y le dejó ir libre. Le puso Señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiera, y a sus ancianos enseñó sabiduría” (Salmo 105: 16-22).

En Egipto se cumplió el sueño de que sus hermanos se inclinarían ante él pero no con el orgullo con que lo interpretaba. Los caminos del Señor son un misterio. Pero tienen su razón de ser. Dios disciplinó al Señor enviándole a Egipto donde el orgullo se transformó en humildad. La experiencia de José en Egipto sirvió para quitarle la escoria  y el oro en bruto que fue se convirtió en oro puro. Bienvenida sea la disciplina del Señor que santifica a quienes la reciben.


 

MATEO 10: 8

“De gracia recibisteis, dad de gracia”

El título del escrito publicado en La Mañana de Lleida es: “¿Un servicio del ámbito sanitario?” Da la impresión que Marc Carbonell autor del escrito dude de que la asistencia espiritual en centros sanitarios y cárceles vaya a cargo de la Generalitat de Catalunya. ¿Qué nos dice la Biblia al respecto? Hay dos textos que pueden aportar luz al tema.

En el primero Jesús envía a sus discípulos que anuncien: “El reino de los cielos se ha acercado, sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios, de gracia recibisteis dad de gracia”. En el pasaje que Jesús relata, dice: “En cualquier casa donde entréis, y os reciban, comed lo que os ponga delante, y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10: 8, 9).

Felipe se encontraba en Samaria “anunciando el Evangelio del reino de Dios y el Nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres, también se bautizó Simón el mago que había ejercido la magia, y había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar como alguien grande. Los apóstoles que se encontraba en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la Palabra de Dios, y enviaron allá a Pedro y a Juan quienes imponían las manos a los bautizados y recibían al Espíritu Santo”.

Es de destacar lo que el texto sigue diciendo: “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se  recibía el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciéndoles: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8: 9-22).

La Palabra de Dios no es mercancía que se venda.

 

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