diumenge, 26 d’octubre del 2025

 

SALMO 51: 17

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciaras, tú, oh Dios”

Los siete primeros versículos de este salmo sapiencial se tienen que tener en cuenta si es que verdaderamente el lector desea crecer espiritualmente. El salmo lo escribe el rey David después que el profeta Natán le reprendiese por haber por haber cometido adulterio con Betsabé, esposa de Hurias, que en aquel momento se encontraba en el campo de batalla. Así dicen los versículos mencionados: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades lava mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por justo en tu juicio. He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tu amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve”

Si el lector lee atentamente este salmo y le pide al Señor que le unja con el Espíritu Santo se dará cuenta enseguida que rechaza totalmente la práctica religiosa como  medio para alcanzar el favor de Dios: “Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza, porque no quieres sacrificio que yo lo daría, no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado, al corazón contrito y humillado no despreciarás, tú, oh Dios” (vv, 15-17). Estos versículos trasladados a nuestros días significan que ni la confesión auricular con un sacerdote, ni ayunos, ni abstinencias, ni flagelaciones, ni peregrinaciones a lugares considerados santos, no sirven de nada para alcanzar el favor de Dios.

En sueños el Espíritu Santo habló a José que tenía que casarse con María que lo que es esta “es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 20, 21).

Concluyo este comentario con las palabras que el apóstol Pablo escribe a los cristianos de Éfeso: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no es de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 8-10).


 

SALMO 58: 3

“Se apartaron los impíos desde la matriz, se desviaron hablando mentira desde que nacieron”

Como consecuencia del pecado de Adán toda su descendencia nace marcada por el pecado. Algunos dicen que los hijos son engendrados sin pecado y que la influencia externa es la responsable de que adquieran hábitos malos.

El salmo 58 trata de manera muy concreta la cuestión de la maldad humana. Comienza el poema diciendo: “Oh congregación, ¿pronunciaréis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente hijos de los hombres? Antes en el corazón maquináis iniquidades, hacéis pasar la violencia de vuestras manos en la tierra”. Este texto se refiere a personas adultas que se comportan malvadamente. El versículo que encabeza este escrito expone el origen de la maldad de los adultos.

La Iglesia Católica conocedora de la realidad infantil practica el bautismo de recién nacidos  por aspersión porque considera que el agua bautismal bendecida por el sacerdote tiene poder para limpiar el pecado del bebé. Ceremonia inútil porque el agua bendecida que el cura asperje sobre la cabeza del recién nacido no posee ningún poder de limpiar pecados.

Jesús se encontraba en Capernaum y como era habitual arrastraba multitudes. Entonces trajeron a un paralítico y al   no poder acceder a Él hicieron una obertura en el techo de la casa donde se encontraba Jesús “y bajaron la camilla en que yacía el paralítico”. Al ver Jesús su fe dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Entre la multitud se encontraban “algunos escribas que cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién pude perdonar pecados, sino solo Dios? Los mencionaos escribas al considerar que Jesús era un hombre como todos los otros tenían toda la razón al decir que no podía perdonar los pecados. Conociendo Jesús los pensamientos de aquellos escribas, les dice: “Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir al paralítico: tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate toma tu lecho y anda. Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te digo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa. Entonces él se levantó enseguida, y tomando su camilla salí de delante de todos” (Marcos 2: 1-12).

Resumiendo: Cree en el Señor Jesucristo y, y sin añadir nada, tus pecados te serán perdonados, porque la sangre que Jesús vertió en la cruz tiene el poder de limpiar todos tus pecados.

 

 

LA LEY DEL TALIÓN  

El problema de la justicia es una cuestión espiritual que tiene que resolverse espiritualmente

La ley del talión es una ley que tendría que supervisar todas las sentencias que dictan los jueces. Por una mala interpretación que se ha hecho de la mencionada ley, se la ha desacreditado. Magí Camps, en su escrito: “Volvamos a la ley del talión, por favor”, se encarga de sacarla del fondo del armario donde desprestigiada ha quedado arrinconada. Quita las telarañas que la envuelven y la pone en el lugar del que nunca tenía que haber salido en la administración de justicia.

Camps comienza así su escrito: “Cuando en la escuela nos explicaban la ley del talión que se nos vendía como el primer código de justicia del que se tiene constancia, a mí me parecía muy bestia. Año tras año volvía a oír la ley del talión, y yo continuaba pensando lo mismo, hasta que un maestro más capacitado que los anteriores nos hizo ver que es una ley justa y nos refirió los motivos”.

“¿Qué dice esta controvertida ley? Josep Borrell la interpreta así: “La masacre de Gaza es el paradigma (ejemplo) perfecto de  los estragos que produce la ley del talión: diente por diente, ojo por ojo elevada a la máxima potencia”.

Realmente, ¿qué dice esta controvertida ley? Para saberlo necesariamente tenemos que ir Éxodo 21: 22-25. Este es el texto bíblico  que la describe: “Si algunos riñen, e hieren a una mujer embarazada, y ésta aborta, pero sin haber muerte, serán penados, conforme a lo que les impusiese el marido de la mujer y juzgasen los jueces. Pero si hubiese muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Pongamos un ejemplo: si dos pelean y uno de ellos pierde un ojo el juez tiene que sentenciar según un ojo, no por los dos. Hablemos de algo de rabiosa actualidad: Hamás se equivocó atacando a Israel, pero Netanyahu se ha extralimitado con la destrucción, la mortalidad y el sufrimiento del pueblo palestino. Viendo lo que sucede en Gaza es urgente que se recupere el espíritu de la ley del talión.

La justicia no es perfecta porque las leyes tampoco lo son. Los jueces que tienen que administrarla al no ser justos no pueden administrar justicia justa. Analicemos unos pocos textos bíblicos entre los muchos que tratan el tema que nos preocupa.

Una sentencia muy adecuada al tema que nos interesa cuelga en la pared del salón de justicia del ayuntamiento de Huesca: “Quien desee administrar justicia cierre los ojos al odio y a la enemistad”. Quienes tienen que administrar justicia, no lo olvidemos son personas pecadoras y predispuestas a la injusticia. Prestemos atención a los consejos que nos dan los textos bíblicos que de entre los muchos citaré.

“Y puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá, por todos los lugares. Y dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar del Señor, el cual está con vosotros cuando juzgáis. Sea, pues con vosotros el temor del Señor,  y mirad lo que hacéis, porque en el Señor nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho” (2 Crónicas 19: 5-7). Los jueces tenían que ser personas temerosas de Dios. Se lo tenían que pensar dos veces antes de dictar sentencia porque administraban justicia en representación del Dios justo.

“No admitirás falso rumor. No te concentrarás con el impío para ser testigo falso. No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderéis en los litigios inclinándote a los más para hacer agravios, ni al pobre distinguirás en su causa” (Éxodo 23: 1-3). Cuando los jueces suben al estrado lo hacen en representación de Dios justo. Tienen que asegurarse de no cometer ninguna injusticia.

“El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominables al Señor” (Proverbios 17: 15). La justa administración de justicia es muy importante en un Estado de derecho porque: “Porque la justicia enaltece a la nación, pero el pecado es la afrenta de las naciones” (Proverbios 14: 34). En una sociedad materialista como lo es la nuestra se valora mucho el progreso económico, pero al marginar la justicia nos autodestruimos al lanzamos al precipicio. Como muestra un botón con todo lo que sucede.

Los jueces por ser pecadores a pesar que puedan ser muy religiosos, la mayoría son ateos. ¿Cómo pueden ser temerosos de Dios que es el principio de la sabiduría? Jesús narra la parábola que se la conoce como la del “juez injusto” (Lucas 18: 1-8). Había una viuda que acudía al juez para que le hiciese justicia contra su adversario. Un día sí y otro también la viuda acudía al juez para que le hiciese justicia. Harto el magistrado, para sacarse de encima a la inoportuna mujer decide hacerle justicia. Al final de la parábola Jesús añade una coletilla: “Si el juez injusto hizo aquello, ¿acaso el Señor no hará justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

Jesús nos transporta de la justicia humana a la divina. La humana ya sabemos cómo es.   De la divina tenemos que creer lo que Jesús dice de ella. “¿acaso el Señor no hará justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche? Si el lector es uno de aquellos que claman al Señor noche y día, tenga por cierto que la sangre de Jesús le ha limpiado todos sus pecados. Tiene abierta de par en par la puerta que da acceso al reino de Dios. La justicia divina no excluye a nadie que se acoja a ella.

Octavi Pereña Cortina

diumenge, 19 d’octubre del 2025

 

EL VENENO DEL ODIO

“Los que aman al Señor, odian el mal” (Salmo 97:10)

“Y la política no resuelve esta niebla de rabia y cabreo que padecemos, porque unos ganan votos y a los otros les suda el mal que hacen. Y los otros pierden votos y todavía no han entendido que existe un antídoto contra la rabia: la verdad” (Anna María Martí).

El periodista Eusebio Val le pregunta a la filósofa Casiraghi: “¿Qué pasión negativa le inquieta más?” La respuesta: ”El odio. El discurso del odio se infiltra por todas partes. Empieza con pequeñas frases, burlas, estigmatizaciones. Es lo que más me inquieta: Excluir de la sociedad a una parte de las personas. ¿Por qué se llega a pensar que a ellas no se les tienen que aplicar los derechos humanos?  A mí esto es insoportable. Hemos vivido hechos muy catastróficos de genocidios y todavía existen muchos lugares de extrema fragilidad donde puede desencadenarse. Creo que no somos lo suficiente conscientes”.

El antídoto contra el odio es el amor. ¿Qué es amor?  Se recomienda mucho el amor especialmente en situaciones tan críticas como la actual donde las diferencias políticas se resuelven con la ley del más fuerte: el genocidio. Muchas reuniones políticas al más alto nivel para poner fin a los genocidios vigentes. Estos persisten. El amor que puede frenarlos es mucho más que una cuestión filosófica o moral. Es una cuestión de ser hijo de Dios por la fe en el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por la fe en este Dios único el creyente se convierte en templo del Espíritu Santo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3: 16), y, “el fruto del Espíritu es amor” (Gálatas 5: 22), “porque el amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones por el espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5. 5).

El vacío que deja en nuestros corazones  la ausencia del Espíritu Santo lo llena el odio: “que incita a discordias” (Proverbios 10: 12). Si la mayoría de la sociedad es atea, a pesar que pueda ser muy religiosa, la consecuencia lógica es que el odio impere con más o menos intensidad. “Los que aman al Señor”, son templos del espíritu Santo y, “aborrecen el mal” (Salmo 97: 10).

Como creación de Dios lo somos a imagen y semejanza suya (Génesis 1: 26). Debido al pecado de Adán dicha semejanza se hizo pedazos, pero queda algo de ella aunque muy desfigurada. A causa de ello el amor que queda muy descafeinado. Amamos a nuestros familiares, a las personas que nos caen bien. Pero excluimos aquellas que son distintas, que nos desagradan. El amor que excluye no es el de Dios. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado  los ojos” (1 Juan 2: 9-11).

Se acostumbra a decir que somos buenas personas. Que no hemos hecho mal a nadie. La Biblia es clara al respecto: “Todo aquel que odia a su hermano es homicida” (1 Juan 3: 15). Esta declaración es muy dura. Emparenta a quien odia con Satanás “que es homicida desde el principio” (Juan 8: 44). Quizás no mata con un tiro a la nuca. Pero mata espiritualmente.

“Jesús es la vida, y la vida es la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1: 4, 5). Las personas que son ciegas debido a las tinieblas, no tienen la luz de la vida (Juan 8: 12). El nombre Jesús es muy conocido, tanto es así que incluso una de la torres del templo de la Sagrada Familia de Barcelona ha sido bautizada con dicho Nombre. Pero Jesús sigue siendo el gran desconocido. Se le alaba de labios, pero los corazones de dichos adoradores están muy lejos de Él. La adoración superficial que se rinde a Jesús asistiendo a la misa católica o al culto evangélico, no hace desaparecer las tinieblas malignas. “Yo (Jesús), la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12: 46). “Yo (Jesús) soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). “Yo (Jesús), la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12: 46).

El mundo sin Cristo que es la luz del mundo está envuelto de espesas tinieblas espirituales que le impiden ver el camino a la vida. Quienes están envueltos de tinieblas espirituales, a pesar de las quejas por sus consecuencias, se encuentran a gusto en ellas. Se dan personas que les incomoda vivir en tinieblas espirituales. No se encuentran a gusto con su ceguera. Estos invidentes se comportan como el ciego Bartimeo que cuando escuchó que Jesús estaba cerca “comenzó a dar voces y decir: ¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! Muchos le reprendían para que callase, pero el ciego persistía en gritar. “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Al final llevaron al ciego ante Jesús que le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le respondió: “Maestro, que recobre la vista”. Jesús que es misericordia pura le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado” (Marcos 10: 46-52). El ciego Bartimeo es una muestra de que Jesús puede devolver la vista espiritual si los ciegos que se lo piden. El amor de Dios en el corazón elimina el odio que existía en él.

Octavi Pereña Cortina

dissabte, 18 d’octubre del 2025

 

DEUTERONOMIO 8:5

“Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así el Señor Dios te castiga”

El Señor Dios como Padre castiga a sus hijos: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo, sé pues, celoso, y arrepiéntete” (Apocalipsis 12: 9, 10). Como hijos díscolos que acostumbramos a ser, no nos gusta que los padres nos disciplinen. Por instinto aborrecemos que nuestros progenitores nos reprendan. Dios como Padre amoroso que es nos dice: “Hijo mío, escucha lo que tengo que decirte: Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque ¿qué hijo es a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual habéis sido participantes, entonces sois bastardos, no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de loes espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero Éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente, parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después  da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12: 5-11).

Un ejemplo de la eficacia de la disciplina del Señor lo tenemos en José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos aborrecían porque les lanzaba a la cara que se arrodillarían ante él. Dominados por el rencor sus hermanos lo vendieron a unos mercaderes los cuales a su vez lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial del faraón.

El Salmo 105 dice de él: “Trajo hambre sobre la tierra, y quebrantó todo sustento de pan. Envió un varón delante de ellos, a José, que fue vendido como esclavo. Afligieron sus pies con grillos, en la cárcel fue puesta su persona. Hasta la hora que se cumplió su palabra. El dicho del Señor le probó. Envió el rey, y le soltó, el señor de los pueblos, y le dejó ir libre. Le puso Señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como él quisiera, y a sus ancianos enseñó sabiduría” (Salmo 105: 16-22).

En Egipto se cumplió el sueño de que sus hermanos se inclinarían ante él pero no con el orgullo con que lo interpretaba. Los caminos del Señor son un misterio. Pero tienen su razón de ser. Dios disciplinó al Señor enviándole a Egipto donde el orgullo se transformó en humildad. La experiencia de José en Egipto sirvió para quitarle la escoria  y el oro en bruto que fue se convirtió en oro puro. Bienvenida sea la disciplina del Señor que santifica a quienes la reciben.


 

MATEO 10: 8

“De gracia recibisteis, dad de gracia”

El título del escrito publicado en La Mañana de Lleida es: “¿Un servicio del ámbito sanitario?” Da la impresión que Marc Carbonell autor del escrito dude de que la asistencia espiritual en centros sanitarios y cárceles vaya a cargo de la Generalitat de Catalunya. ¿Qué nos dice la Biblia al respecto? Hay dos textos que pueden aportar luz al tema.

En el primero Jesús envía a sus discípulos que anuncien: “El reino de los cielos se ha acercado, sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios, de gracia recibisteis dad de gracia”. En el pasaje que Jesús relata, dice: “En cualquier casa donde entréis, y os reciban, comed lo que os ponga delante, y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10: 8, 9).

Felipe se encontraba en Samaria “anunciando el Evangelio del reino de Dios y el Nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres, también se bautizó Simón el mago que había ejercido la magia, y había engañado a la gente de Samaria haciéndose pasar como alguien grande. Los apóstoles que se encontraba en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la Palabra de Dios, y enviaron allá a Pedro y a Juan quienes imponían las manos a los bautizados y recibían al Espíritu Santo”.

Es de destacar lo que el texto sigue diciendo: “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se  recibía el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciéndoles: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón, porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás” (Hechos 8: 9-22).

La Palabra de Dios no es mercancía que se venda.

 

dissabte, 11 d’octubre del 2025

 

PROVERBIOS 30: 8

“Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí”

En una sociedad en la que impera el ateísmo es lógico que impere el narcisismo. Si persistimos en el yo, yo, llegará un momento en que el sistema colapsará. Si todos nos miramos a nuestro ombligo, el colectivo dejará de funcionar y provocará que el castillo se derrumbe.

El salmista es consciente de su debilidad y se gira hacia Dios que es el único que puede fortalecerle. El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Éfeso, les dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10). Detrás del narcisismo imperante den nuestros días, del cual es una muestra el presidente Donald Trump, prosigamos con lo que el apóstol Pablo escribe a los efesios: “Vestíos con toda la armadura de Dios, parra que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados,  contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado estar firmes” (vv. 11-13).

El diablo no es este personaje burlesco de feria, vestido de rojo, con cuernos, cola, tridente en la mano, que su boca vomita fuego, que es el deleite de niños y adultos en las fiestas mayores de los pueblos. El diablo se frota las manos con deleite viendo como la gente anda tan desencaminada respecto a su persona porque así puede  seguir manteniéndonos en el error.

El salmista reconociendo su debilidad, con el fin de impedir que el diablo tome el control de su vida le pide a Dios: “No me des pobreza ni riquezas, mantenme del pan necesario, no sea que me sacie, y te niegue y diga: ¿Quién es el Señor? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el Nombre de mi Dios” (vv. 8, 9).


 

DEUTERONOMIO 4: 2

“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor vuestro Dios que yo os ordeno”

El versículo 6 añade: “Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de todos los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta”. Cierto es que “por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2: 8-10).

La fe del creyente en Cristo tiene que ser viva. Santiago escribe: “La fe sin obras está muerta” (2: 26). Quienes afirman que son salvos exclusivamente por la fe y que las obras no tienen ningún valor, están totalmente equivocados. ¿Qué es lo que acredita el valor de un árbol? El fruto que da (Mateo 12: 33). Los impíos dan los frutos propios de tener como padre al diablo. Los que son hijos de Dios por la fe en Jesús tienen que dar los frutos que acrediten que son árbol bueno.

El apóstol Pablo dirigiéndose a su discípulo Timoteo, escribe: “Que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, refutar, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea preparado, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3: 15-17).

El cristiano/a ha sido salvado exclusivamente por la fe en Jesús lo cual hace que el árbol malo que era se convierta en uno de bueno que da frutos excelentes. El nuevo creyente por haberse convertido en árbol bueno tiene que alimentarse con las Sagradas Escrituras “para que el hombre de Dios sea perfecto enteramente preparado para toda buena obra”. La baja   calidad de los frutos que dan muchos cristianos, ¿no será debido a que las Sagradas Escrituras no son el alimento que fortalece su fe?

 

ELOGIO A LA ESTUPIDEZ

El hombre sabio encubre su saber, pero el corazón de los necios publica la necedad” (Proverbios 12: 23)

“El estúpido no solamente toma decisiones que perjudican a los otros, también a sí mismo” (Carlo M. Cipolla). La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Por qué es tan atractiva la estupidez? La estupidez está tan enraizada en la condición humana que los estúpidos que destacan tienen infinidad de seguidores. Si los estúpidos consiguen el poder político, ¡ay de la nación que es gobernada por personas de esta ralea!

El diccionario define estupidez como “trastorno mental caracterizado por una deficiencia profunda de las facultades mentales”. Si no existe efecto sin causa, ¿cuál es la causa que produce la deficiencia profunda de las facultades mentales?

El autor de Eclesiastés escribe algo debería motivarnos a la reflexión profunda y sin prejuicios, si es que verdaderamente estamos interesados en descubrir el origen de la estupidez que tantos estragos ocasiona: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7: 29). Este texto nos transporta al relato de la creación del hombre que se encuentra en el libro de Génesis, donde, finalizada la creación, dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí era bueno en gran manera” (Génesis 1: 31). En otras palabras: lo creado no tenía ningún defecto. ¿Cuáles fueron las perversiones que cometieron nuestros primeros padres? El mismo Génesis responde a la pregunta cuando relata la trampa que Satanás preparó   para que Eva comiese el fruto del árbol prohibido. Eva se dejó engatusar y comió el fruto prohibido. Acto seguido fue en busca de Adán y con sus zalamerías le sedujo a que compartiese con ella el fruto prohibido. Así fue como el pecado entró en el mundo. La bondad original se hizo añicos. De súbito aparece en  el escenario del jardín la estupidez que hace decir: “No hay Dios” (Salmo 53: 1). “El principio de la sabiduría es el temor del Señor, los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” (Proverbios 1: 7). No debe extrañarnos que allí donde no prevalece la sabiduría divina impere la estupidez humana.

El apóstol Pablo nos habla de dos sabidurías: “Sin embargo hablamos sabiduría  entre los que han alcanzado madurez, y sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo que perece” (1 Corintios 2: 6). La sabiduría de este siglo está controlada por el “príncipe de este mundo” que no es otro que Satanás, que es homicida y padre de mentira. De tal padre tal astilla. De la sabiduría satánica no puede esperarse nada más que estupidez. Si brilla esplendorosamente es porque en el fondo es lo que deseamos.

El apóstol Pablo se desahoga en la sabiduría divina. Si aceptamos que el apóstol fue inspirado por el Espíritu Santo a la hora de escribir sobre sobre tan debatido tema, dejaré que sea el apóstol quien hable: “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció, porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,  ni han subido en corazón de hombres, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña aun lo profundo de Dios…Así nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que  proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2: 6-13).

Si en verdad deseamos deshacernos de la estupidez humana que está llegando a límites insoportables, la educación no puede hacer nada. La filosofía por ser raciocinio humano no puede adentrarse en el misterio de Dios. No existe otro medio de conocer el misterio de Dios que creer que Jesús es la revelación del “poder y de la sabiduría de Dios” (1 Corintios 1: 24). Este reconocimiento lleva a que el creyente en Cristo se convierta en templo del Espíritu Santo lo cual le lleva a pensar de manera distinta a la del hombre mundano porque con la ayuda del Espíritu Santo se sumerge en las profundidades insondables de Dios el Padre. ¿Está el lector preocupado por su propia estupidez? Pídale a Jesús que le conceda el don de la fe y descubrirá como su estupidez se va desvaneciendo.

Octavi Pereña Cortina

diumenge, 5 d’octubre del 2025

 

AMOR O “KINDFULNESS”

Si no florece la rosa del amor de Dios, el mundo se lanza al desastre

“Kindfulness” es un anglicismo que significa “amabilidad” La amabilidad es el fruto del amor de Dios. Como poco amor de Dios se encuentra en el hombre, la amabilidad desaparece del escenario público. El verdadero amor que es el divino es mucho más que amor sexual que tan a menudo se tiene a flor de labios. Cuando alguien dice a otro: “Te amo”, generalmente significa que se desea tener relación  sexual con él. Este no es el amor que deseo tratar en este escrito.

¿Qué es amor? La pregunta tendría que plantearse de otra manera: ¿Quién es amor? La respuesta indiscutiblemente tenemos que ir a buscarla en la Biblia que nos dice: “Dios es amor” (1 Juan 4: 16). Ser religioso no equivale a ser espiritual. Se encuentran personas extremadamente religiosas, conocidas como beatas. Pero el Señor que conoce  al dedillo lo que se  esconde en las profundidades del corazón, les dice: “Yo os conozco que no tenéis amor de Dios en vosotros” (Juan 5: 42).

El amor es un sentimiento y los sentimientos no se visualizan si no se convierten en obras. Jesús que quiere sacarnos de la incertidumbre, sin rodeos afirma: “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15: 12). Hemos dicho que Dios el Padre de Jesús “es amor”. La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Cómo podemos relacionarnos con Dios que “es amor? Jesús comenta con sus seguidores sobre las estancias celestiales. Tomás le dice que desconoce el camino que conduce a ellas. Jesús le responde: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6). De momento, como el Espíritu Santo todavía no había sido enviado, los primeros seguidores de Jesús no podían entender las palabras del Maestro si Dios no les abre el corazón. La cosa cambió cuando en el primer Pentecostés después de la resurrección y de su ascensión de Jesús al cielo, el Espíritu Santo fue enviado sobre la incipiente iglesia. Los ojos de aquellos creyentes les fueron abiertos para que pudiesen comprender lo que hasta aquel momento les estaba oculto. Descubrieron “que el amor de Dios había sido derramado en sus corazones por el Espíritu Santo que les fue dado” (Romanos 5: 5), y que “el fruto del Espíritu es amor” (Gálatas 5: 22). Si no se ha nacido de nuevo por la fe en Jesús, no tiene sentido el amor de Dios. Pedir como lo hace el apóstol Pablo a los cristianos de Éfeso: “Andad en amor, como también Cristo nos amó” (Efesios 5: 2), o, “pido en oración, que vuestro amor abunde aún más” (Filipenses 1: 9). Pedir a los incrédulos, aunque sean religiosos, que se amen los unos a los otros con el amor tan grande con el que Dios ha amado al mundo, que dio a su Hijo único para que quien crea en Él no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3: 16), es pedir peras al olmo. El amor de Dios en la actual situación es como una flor de invernadero que necesita atención extra. Es por ello que no se puede bajar la guardia a la hora de “considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y las buenas obras” (Hebreos 10: 24).

Los creyentes en Cristo tenemos que vigilarnos mutuamente no con el propósito de fiscalizarnos, sino con el fin de estimular en el amor de Dios en el hermano que flaquee.

En los centros sanitarios se han colgado carteles en los que se lee: “Basta a la violencia”. Es un deseo muy loable en un mundo que está de violencia hasta el cuello. ¿Es posible poder ver un mundo libre de violencia? Sería posible si se siguiesen ciertos requisitos. En la oración que Jesús dirigió a su Padre, entre otras cosas dice: “y les he dado a conocer tu Nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (Juan 17: 26).

Los apóstoles, mientras Jesús estuvo con ellos fueron carnales porque disputaban entre ellos quien sería el más grande en el reino de los cielos (Marcos 9: 39). Tenían que cambiar la carnalidad por la espiritualidad. Esto sucedió en la celebración de la primera Pascua después de la ascensión de Jesús al cielo cuando la incipiente iglesia fue llena del Espíritu Santo.  Aquellos hombres y mujeres se convirtieron en templo del Espíritu Santo y, el fruto del Espíritu “es amor” (Gálatas 5: 22). A estas personas y nadie más que ellas, junto con el amor de Dios, manifiestan: “Gozo, paz, paciencia, tolerancia, afabilidad, bondad, fidelidad, sencillez y autodominio” (vv. 22, 23).

Un fariseo que intentaba poner a Jesús en un aprieto, le pregunta: “Maestro, ¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mateo 22: 35-39). Las personas que no desean oír hablar de Dios y menos amarlo, ¿se les puede pedir que amen a sus prójimos como a ellas mismo, no es un absurdo? Aparentemente sí. Pero si se tiene en cuenta que el Señor tiene el poder de abrir los corazones como lo hizo con Lidia para que creyese lo que el apóstol Pablo estaba diciendo (Hechos 16: 14), el anuncio del Evangelio deja en las manos de Dios que los escogidos de Dios pasen de muerte a vida por la fe en Jesús. La proclamación del Evangelio no es un anuncio que se hace en el vacío.

Octavi Pereña Cortina

 

SALMO 116: 1, 2

“Amo al Señor porque ha oído mi voz y mis súplicas, porque ha inclinado a mí su oído, por tanto, le invocaré en todos mis días”

¡Qué distancia extrema separa a Dios de la idolatría! “Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos pero no ven; orejas tienen, pero no oyen; tienen narices, pero no huelen; manos tienen pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no habla con su garganta. Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos” (Salmo 105: 4-8).

¿Qué  tienen de atractivo los ídolos que se los adorna con gran esplendor en catedrales, iglesias, santuarios? Moisés en su cántico, refiriéndose a la idolatría en que había caído Israel, escribe: “Le despertaron a celos con dioses ajenos, le provocaron a ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, no a Dios” (Deuteronomio 32: 16, 17). Se justifica la idolatría diciendo que no se adora a la imagen sino a quien la imagen representa. El texto de Deuteronomio citado afirma categóricamente que lo que se esconde detrás del ídolo es Satanás. Cierto que la idolatría cristiana no es grosera como la que Moisés denuncia. Pero no deja de ser idolatría. La mona aun cuando se vista de seda, mona se queda. La idolatría cristiana representa a sus santos y vírgenes con aspecto dulce y afable, pero sigue provocando a ira a Dios con sus abominaciones, porque detrás de la imagen dulce y afable del santo y de la virgen, agazapado, se esconde Satanás que por ser homicida des del principio mata espiritualmente a sus adoradores porque los aparta de Jesús que es la vida eterna.


 

SALMO 102: 11

“Mis días son como sombra que se va, y me he secado como hierba”

El ser humano se cree muy listo, pero no entiende “que el Señor es Dios. Que Él nos hizo y no nosotros  a nosotros mismos” (Salmo 100: 3). Ignorar esta verdad impide que el hombre tenga un verdadero conocimiento de sí mismo. Ello le crea una inseguridad que le impulsa a especular sobre su presente y su futuro. Se parece a un aprendiz de funámbulo que vacila al recorrer el cable y necesita la red protectora para que si se cae no se rompa los huesos. Siente miedo de caer al vacío. La persona que no cree que es Dios quien la ha hecho y que es el resultado de la evolución, tiene miedo a la muerte, no solo por el dolor que pueda causarle la enfermedad, sino por la duda de lo que hay al final del túnel.

La muerte no ha existido siempre. Es un intruso que se introdujo en el hombre en el momento que Adán pecó al comer el fruto del árbol prohibido. De ahí la importancia de creer en Jesús porque Él da vida eterna a quienes creen en Él como Señor y Salvador. La fe en Jesús abre los ojos a la realidad.  Confía en Jesús que le creó y le salvó. Como funámbulo experto transita sobre el alambre de la vida sin vacilar. Fuera de Cristo el hombre no entiende que es nada más que un respiro. Que es un analfabeto respecto a qué es ser humano. La persona que vive en la opulencia rodeada de honores, si Cristo y si esperanza, “es semejante a las bestias que perecen” (Salmo 49: 12b).

El creyente en Cristo que reconoce su insignificancia, le pide a Dios: “Hazme saber, Señor mi fin, y cuánta es la medida de mis días, sepa yo cuán frágil soy. He aquí diste a mis días término corto, y mi edad  es como nada delante de ti, ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una sombra es el hombre, ciertamente  como una sombra es el hombre, ciertamente en vano se afana, amontona riquezas y no sabe quién las recogerá”. El salmista que no es un incrédulo, en su poema escribe: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti” (Salmo 39: 4- 7).

Para el creyente en Cristo su presencia es este mundo tiene sentido. Tiene un gran valor ante los ojos de Dios  le ha amado de tal manera  que ha dado  su Hijo unigénito para que no muera sino tenga vida eterna (Juan 3. 16). En Cristo la muerte de los creyentes no es como la de las bestias: “Estimada es a los ojos del Señor la muerte de sus santos” (Salmo 116: 15). Ilustra el amor que Dios siente por los creyentes   en Cristo la muerte del mendigo Lázaro. He aquí como la describe Jesús en la parábola: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham” (Lucas 16: 22). Tal vez su cuerpo fue abandonado sin honores en un estercolero, pero su alma “fue llevada por los ángeles al seno de Abraham”. Su cuerpo fue abandonado como si fuese el de un animal, pero su espíritu fue conducido por ángeles con todos los honores ante la presencia del Padre celestial.