SALMO 119: 36
“Ríos de agua descendieron de mis ojos,
porque no guardaban tu Ley”
El
comportamiento ajeno tendría que afectarnos. En el caso de quienes quebrantan
la Ley de Dios tendría que conmovernos aun cuando no provocase ríos de agua
literales de nuestros ojos. Pero no, la sequía es extrema. Estamos tan hartos
de leer en los periódicos y ver en la televisión dramas de violencia. No nos
inmutamos. Estamos tan hartos de violencia que nos hemos hecho inmunes a ella.
Momentáneamente nos produce una pequeña mueca para inmediatamente sumergirnos
en nuestros negocios. ¿Existe el antídoto que frene la violencia? Sí que
existe. Sólo se necesita ir al botiquín, coger el frasco del antídoto y
tragarse el contenido.
En
cierta ocasión un intérprete de la Ley se acercó a Jesús para probarle, diciéndole: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
(Lucas 10: 25). Jesús le dijo: “¿Qué está
escrito en la Ley?” El erudito le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.
Jesús le dijo: “Has respondido bien, haz
esto y vivirás”. El intérprete de la Ley de Dios se la conocía al dedillo.
Y, queriendo justificarse le preguntó al Señor: “¿Y quién es mi prójimo?” La respuesta que recibió de Jesús fue la
parábola que se conoce como “el buen
samaritano”. Para vergüenza de los judíos, Jesús señala como prójimo de
ellos a un samaritano, persona totalmente distinta ideológicamente del
intérprete de la Ley. Éste, con el fin de auto protegerse, dice ignorar quien es su prójimo. Jesús no se
amilana y le” expone la parábola del
buen samaritano: ”un hombre descendía
de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron, e
hiriéndole, se fueron dejándole medio muerto”. Pasaron por aquel lugar un
sacerdote y un levita y, viéndole “pasaron
de largo”. No quisieron perder tiempo atendiéndole. Las tareas religiosas
eran prioritarias. Pasó luego un samaritano, un paria para los judíos. Se
detuvo y atendió al herido.
Jesús
dirigiéndose al intérprete de la Ley le dice: “¿Quién, pues, de estos tres te parece fue prójimo del que cayó en
manos de los ladrones?” El religioso le dice: “El que usó de misericordia con él.” Entonces Jesús le dijo: “Ve, y haz tu lo mismo”. Teniendo
presente la parábola del buen samaritano, ¿pueden los judíos ortodoxos de hoy
justificar la masacre que están cometiendo en Gaza?
APOCALIPSIS 9: 20, 21
“Y los otros hombres que no fueron muertos
con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni
dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce
y de piedra, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar, y no se arrepintieron
de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de sus fornicaciones, ni de sus
hurtos”
Jesús
recuerda dos accidentes acompañados de muertes. Uno es el asesinato perpetrado
por Pilato de unos galileos cuando se encontraban en el templo ofreciendo sus
sacrificios. El otro es el derrumbe de
la torre de Siloé que mató a dieciocho personas (Lucas 13: 1-5). En ambos casos
Jesús aplica la misma coletilla: “¿Pensáis
que estas personas que padecieron tales cosas eran más pecadores?” (que los
que no murieron). “Os digo. No, antes, si
no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”
Si conocemos
a las personas que dramáticamente fallecen en un accidente podemos llegar a
decir: Se lo merecían. Jesús intenta sacarnos del engaño. Si el lector es uno
de los que dicen: Se lo merecían., si no se arrepiente fallecerá de la misma manera que los que mueren en un
accidente. Jesús mira más allá de la muerte física. Fíjese el lector qué dice
Jesús: “Si no os arrepentís todos
pereceréis igualmente”. Que esté en medio el arrepentimiento, significa que Jesús tiene en mente algo mucho más
profundo que la muerte física: LA MUERTE ETERNA.
En el
caso que citamos, Jesús deja en el aire la respuesta que dieron los
sobrevivientes. En el caso de los sobrevivientes de las plagas apocalípticas,
el texto dice que no se arrepintieron. Los afectados por los fuegos forestales
se quejan de la inoperancia de los políticos a la hora de combatirlos. Cuando
contemplan el horror en las imágenes televisivas, se lamentan. Pero no es un
lamento que brote del alma. Los millones de automovilistas que causan atascos
en las carreteras. Los millares de millares de turistas que se desplazan por
mar o aire que contaminan los lugares de destino, mientras arden los bosques,
indican que los lamentos no tienen sentido. El sentimiento: Comamos y bebamos
que mañana moriremos significa que se prefiere el placer momentáneo a encontrar
solución a la vida o condenación eterna.
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