CRISIS DE FE
Si no se vigila, la oscuridad de la noche se
introduce en las iglesias
A pesar
del oropel con que se reviste, la Iglesia Católica está inmersa en una profunda
crisis de fe. La falta de vocaciones es la muestra. Cuando las barbas de tu
vecino veas pelar echa las tuyas a remojar. Las iglesias evangélicas también
están en crisis de fe. Que tengan que
echar mano del pastoreado femenino es una muestra de ello. No se acostumbra a
hablar de ello. No puede esconderse debajo de la alfombra.
Los
verdaderos cristianos no lo son por voluntad propia. Lo son por iniciativa de
Dios que los ha escogido, les ha dado el don de la fe que les ha permitido
creer que Jesús es el Mesías que el Creador le dijo a Adán que vendría, han
nacido de nuevo siendo adoptados como hijos de Dios.
Dada la
condición de hijos de Dios, el apóstol Pablo posee una información muy valiosa
que desea compartir con nosotros. Si quienes se consideran cristianos la
aceptan, se habrá dado un paso de gigante para frenar el vaciamiento que se
produce en las iglesias. De verdaderos cristianos los hay de dos categorías:
los carnales, que son verdaderos hijos de Dios que no han crecido. A pesar del
paso de los años se han estancado. Permanecen en la condición de niños en la
fe. Son carnales y, como el adjetivo indica, el Espíritu Santo no es su Guía.
Lo son los impulsos carnales del viejo hombre que sigue vivos en ellos. El
apóstol Pablo nos dice: “No pude hablaros como a espirituales, sino como
carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda, porque aún
no eráis capaces, ni lo sois todavía, porque aún sois carnales, pues habiendo
en vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como
hombres?” (1 Corintios 3: 1-3). Estos hijos de Dios se comportan como si nunca
hubiesen nacido de nuevo, del Espíritu. Predomina en ellos el su pasado
incrédulo: la carnalidad. Si a un recién nacido que lleva años viendo la luz
del sol se le tiene que alimentar con leche significa que hay algo que no
funciona en su organismo. Necesita urgentemente asistencia médica. Algo
parecido es lo que detecta el apóstol Pablo en la iglesia de Corintio:
infantilismo espiritual.
El
autor de la carta a los Hebreos añade: “Porque debiendo ser ya maestros,
después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles
son los primeros rudimentos de la Palabra de Dios, y habéis llegado a ser tales
que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que
participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño,
pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por
el uso tienen los sentidos ejercitados en el conocimiento del bien y del mal.
Por tanto, dejando los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la
madurez” (Hebreos 5: 12-14, 6:1).
Un
consejo que tiene que tenerse en cuenta: “El alma del perezoso desea, y nada
encuentra, pero el alma de los diligentes prosperará” (Proverbios 13: 4). El
esfuerzo tiene que hacerse con propósito. De lo contrario es pérdida de tiempo.
Una estupidez. Dimitir del esfuerzo con propósito es el primer paso cuesta
abajo. Lanzarse al precipicio es fácil, no requiere esfuerzo alguno.
El
apóstol Pablo nos estimula a abandonar la infancia espiritual para alcanzar la
madurez para poder servir al Señor en el lugar que nos ponga: “Nadie que milita
se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar al que le tomó como
soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha
legítimamente. El labrador para participar de los frutos, debe trabajar
primero. Considera lo que te digo, el Señor te dé inteligencia en todas las
cosas” (2 Timoteo 2: 4-7).
Por la
fe en el Nombre de Jesús nos hemos convertido en siervos suyos. Como sirvientes
tenemos que preguntarnos: ¿Qué quieres que haga Señor? El apóstol Pablo nos
zurra cuando nos alienta: “Velad, estad firmes en la fe, portaos varonilmente,
y esforzaos” (1 Corintios 16: 13).
Con el
propósito de abandonar la modorra espiritual en que hemos caído, Salomón quiere
sacarnos de ella dándonos el ejemplo de un bicho tan insignificante como lo es
la hormiga: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio, la
cual no tiene capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida,
y recoge en el campo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has
d dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de
dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo, así vendrá tu necesidad
como caminante, y tu pobreza como hombre armado” (Proverbios 6: 6-11).
¿Permitiremos que la hormiga sea más sabia que el hombre creado a imagen y
semejanza de Dios? (Génesis1: 26).
Octavi Pereña Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada