diumenge, 30 de març del 2025

 

SALMO 1:1

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos”

Con estas palabras el salmista nos abre  la puerta que da acceso al libro de Salmos, que contiene 150 poemas escritos por diversos autores humanos, inspirados todos ellos por el Espíritu Santo.  De no haber sido así no habrían tenido espacio en la Biblia.

El salmo que comentamos muestra un contraste entre justos, hijos de Dios e injustos, hijos del diablo. El salmista considera felices a aquellas personas que desde el momento de su conversión a Jesús  no han andado en consejo de malos. Ello no significa que se haya levantado un muro de separación como hacen las sectas perniciosas que obligan a sus seguidores a abandonar toda relación con quienes no pertenecen  a la organización aun cuando sean familiares en primer grado.

La persona que el salmista considera que no anda en consejo de malos no la tiene como ermitaño, que se ha retirado a un lugar solitario alejado del mundanal ruido. Para el salmista la persona que considera bienaventurada lo es aquella que a semejanza del árbol plantado  junto a aguas que frutos abundantes, es aquella persona que mantiene contacto permanente con Jesús que es el agua viva queda vida eterna a quienes creen en Él.

Para el salmista, ¿quiénes son los malos que son “como el tamo que arrebata el viento”? (v. 4).   Indiscutiblemente el archivo de los malos incluye: ladrones, asesinos, violadores, quienes usan la violencia para conseguir sus propósitos…También a las buenas personas (?),  que por no haber cometido fechorías horripilantes creen que son lo que no son. Según la Biblia, por ser todos descendientes de Adán hemos heredado de él la condición de pecadores. Por ello estamos destituidos de la gloria de Dios. Todos estos son  “como el tamo que arrebata el viento”. Estos son los que perecen “en la senda de los malos” (v. 6).

Dios desea que todos los hombres procedan al arrepentimiento. Es por ello que no retira de la tierra  a aquellos que se convierten a Cristo. Permite que permanezcan en este mundo comportándose como luces que resplandecen en la oscuridad. Así como la luz atrae a los mosquitos, la luz que irradian   los creyentes en Cristo sirve para que los incrédulos  que andan  en consejo de malos se sientan atraídos a Cristo por la luz que irradian los hijos de Dios.


 

SALMO 119: 18

“Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu Ley”

De vez en cuando se publican ediciones de lujo de la Biblia. Adquirir una de ellas sirve para dar prestigio a nuestra colección privada de Clásicos de la literatura. El embellecimiento de la colección de libros no significa el mejoramiento del alma del coleccionista. Se cuida la colección de libros. Periódicamente se le quita el polvo ¡Ay! Las páginas de la lujosa Biblia siguen inmaculadas. Los dedos de su propietario no la han manoseado. Lo mismo le ocurre a la biblia comercial que nos hayan obsequiado. Tal vez no vaya a hacer compañía a los clásicos de la Literatura porque su humildad desmerecería el orgullo de los lujosos Clásicos. La humilde Biblia ha ido a parar a la oscuridad de un cajón donde se cubre de polvo.

¿Qué diríamos de una persona acomodada que ha ido a menos  debido a la crisis económica que golpea con fuerza, si rechaza un pedazo de pan porque hace dos o tres días que ha salido del  horno? ¿Qué pensaríamos de esta persona? ¿No diríamos que es un necio? Algo parecido  le ocurre a una persona que teniendo en su casa un ejemplar lujoso de la Biblia y, estando hambriento de Dios no la abre para no manosearla. ¿No diríamos que es un necio si hambriento de Dios no abre sus páginas que hablan de Jesús que es el Pan vivo que ofrece vida eterna a quienes creen en él?  

Habiendo nacido como hijos pródigos por el pecado de Adán y habiendo    malbaratado la herencia viviendo perdidamente en esta sociedad de consumo. Desgraciadamente no hacemos como el hijo prodigo de la parábola que habiendo pulido la herencia volvió en sí y recordó lo bien que vivía cuando estaba en casa de su padre. Poniéndose de pie y andrajoso regresó a la casa de su padre.

Jesús es el camino que nos lleva a la casa del Padre celestial. Quiera el Señor que si el lector es un pordiosero espiritual en esta sociedad de consumo que hastía, abra los ojos y vea a Jesús como lo que realmente es: EL CAMINO QUE CONDUCE AL PADRE CELSTIAL. 

 

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