EVOLUCIONISMO O
CREACIONISMO
El ateísmo niega la existencia del Creador.
El ser humano es un animal racional para el que la vida no tiene sentido
El sin
sentido en el ser humano lo ilustra una anécdota en la vida de Thomas Henry Huxley, discípulo
destacado de Darwin. Huxley tenía prisa en coger el tren que
le llevaría a la ciudad en la que tenía que dar una conferencia divulgadora de
la filosofía evolucionista. En la recepción del hotel en que pernoctó dio al
recepcionista el encargo que avisara a un taxista, tenía prisa, era urgente.
Sale del hotel. El taxis ya le esperaba. Sube al carruaje. El cochero fustiga
al caballo, que sale disparado. Al rato el científico mira por la ventanilla
del carruaje y se da cuenta que no se dirigen hacia la estación del tren. Saca la cabeza por la ventanilla y le grita
al cochero: ¿Sabe hacia dónde vamos? La respuesta fue: “No señor, solo conduzco
a toda velocidad.” Esta anécdota que es verídica, no es solo un incidente en la vida de Huxley. Puede hacernos
sonreír, puede perfectamente aplicarse en muchos de nosotros, pues hacemos
mucho ruido y damos muy pocas nueces. Caminamos ajetreados, sudorosos, sacando
un palmo de lengua, sin saber hacia dónde vamos.
Royo Mai, sicólogo contemporáneo de Huxley que conocía al científico
evolucionista y la anécdota mencionada, dijo. “Es una antigua e irónica
costumbre de los seres humanos de correr de prisa cuando han perdido el
camino”. “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia,
más todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza”
(Proverbios 21: 5).
La
parábola del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32), refleja la manera de vivir en
nuestros días. El hijo le pide a su padre que le anticipe la herencia. El padre
no debería hacerlo, pero lo hace. Cuando el hijo tiene el dinero en el
bolsillo, no demoró abandonar la casa paterna
para “irse lejos a una provincia apartada, y allí desperdició su dinero
viviendo perdidamente” (v. 13). Cuando hubo malgastado la herencia “empezó a
pasar necesidad” (v. 14). ¡Cuántos no hay que por haber alargado el brazo más
que la manga, terminan dependiendo de la beneficencia pública! ¡Ah!, en algunos
casos los reveses llevan a la reflexión. Esto fue lo que le ocurrió a nuestro
pródigo: “Volvió en sí” (v. 17). Cogió las pocas pertenencias que le quedaban y
emprendió el regreso a la casa del padre. “Y aun cuando estaba lejos, lo vio su
padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le
besó” (8v. 20). Las parábolas son historias terrenales con un significado
espiritual. Todos hemos sido pródigos espirituales que hemos abandonado la casa
del Padre celestial para lanzarnos a disfrutar los placeres de este mundo.
Cuando nos dimos cuenta que la vida mundana no nos satisfacía decidimos acudir
a Jesús que es el Camino que nos lleva al Padre celestial. Éste que nos ve
estando en la lejanía, sale a nuestro
encuentro, nos abraza, nos besa y nos recibe efusivamente en su casa.
Jesús
llega a Betania y se hospeda en casa de Marta y María. Las hermanas como no
puede ser de otra manera, son distintas. “Marta se preocupaba con muchos
quehaceres” (Lucas 10: 40). Marta quiere agasajar al máximo a su ilustre
huésped ofreciéndole una excelente comida. Creía que hacía lo correcto
enrollándose en el trajín de la cocina. Como veremos no estaba satisfecha con
lo que hacía. Furiosa, abandona la cocina para dirigirse al comedor, para,
atolondrada decirle a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje
servir sola? Esta petición pone de manifiesto que cocinar para Jesús no lo
hacía de corazón, sino forzada por la circunstancia. ¡Cuántas quejas no salen
de nuestros labios debido a los trabajos que las circunstancias nos obligan a
hacer! Si Marta hubiese estado cocinando de corazón para Jesús no habría ido a quejarse
precipitadamente porque su hermana María estuviese sentada a los pies del
Maestro escuchando sus palabras (v. 39). Todo trabajo que no se haga a gusto
acaba siendo fatigoso.
Jesús
le dice a la encolerizada Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con
muchas cosas. Pero sólo una es necesaria, y María ha escogido la buena parte,
la cual no le será quitada” (vv. 41, 42).
Un
remedio para no caer en la frustración en que cayó Marta en su trajín en la
cocina nos lo da el apóstol Pablo cuando en la carta que envía a los cristianos
de Colosas, les dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el
Señor, y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa
de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (3: 23, 24).
¿Por
qué se da tanta fatiga, estrés, frustración, desengaño laboral…? Sencillamente
porque los empleados trabajan para un hombre a cambio de un salario. La
recompensa no satisface. La receta que el apóstol Pablo envía a los cristianos
de Colosas es inaplicable a los empleados porque a pesar que puedan
considerarse tradicionalmente religiosos, pero de hecho son ateos y, como
tales son incapaces de apartar los ojos
de sus empleadores para depositarlos en
Jesús de quien reciben la recompensa de
la herencia.
Octavi Pereña Cortina
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