PACIENCIA
La serenidad manifestada en la adversidad, es
la expresión del poder de Dios en la persona
“Más
allá de cómo se reaccione o deje de hacerlo, en todas las circunstancias, los
expertos están de acuerdo en la necesidad de conseguir una buena dosis de
paciencia para no sucumbir en los arranques de ira o de rabia que pueden
provocar estas situaciones. Hasta aquí nada que objetar, salvo que no es tan
fácil adquirir esta paciencia. ¿Cómo se consigue ser paciente?” (Jordi Jarque). Alexandre
Cuadrat , en su escrito: “Elogio de la prudencia, redacta: “Ciertamente vivimos
en una época en que la moderación no es bien vista. A veces parece que el mundo
ha perdido el sentido común y que actuar con moderación es cosa del pasado. La
sensatez y la moderación tienen menos adeptos que la fama a cualquier precio”.
“La paciencia es un valor humano que supone el cultivo del respeto y reconocer
que las cosas ocurren a un ritmo diferente del que se espera o desea” (Mercè
Coranglà, sicóloga). Los especialistas en salud mental convienen en decir que
no es fácil ser paciente. Para el incrédulo no lo es. Para el creyente en Cristo
sí que lo es porque en él habita “el
Dios de la paciencia y de la consolación” (Romanos 15: 5). También lo es porque el fruto del Espíritu Santo que
vive en él, entre otras cosas es “paciencia” (Gálatas 5: 22). De manera
progresiva la serenidad se manifiesta en el creyente en el que Jesús se va
formando en él (Gálatas 4: 19). La perfección de la paciencia alcanzará su
clímax cuando el cuerpo será redimido en
el día de la resurrección. La paciencia de Jesús que se va consolidando en el
creyente en Jesús le es de muchísima utilidad en las dificultades del día a
día. Se dice que la paciencia es la madre de la ciencia. Si de verdad una
persona desea poseer sabiduría ya sabe lo que tiene que hacer: cargarse de
paciencia. Eso significa que no tiene que detenerse el proceso de Cristo irse
formando en ella. En las tareas diarias no se deja arrastrar por la
impaciencia. La inmediatez ha dejado de ser prioritaria.
Una
escena bíblica ilustra mejor que cien palabras la dicotomía que se da en
nuestro mundo: La instantaneidad y la paciencia. El escenario es un hogar de
Betania. Las protagonistas: Dos hermanas (Lucas 10: 38-42). Jesús se hospeda en
este hogar. El Maestro es una persona muy querida por las hermanas. Marta, una
de ellas, con el propósito de agasajar
al Señor como ella creía que merecía “estaba ajetreada con muchos quehaceres en
servir” (v. 40). Hasta aquí nada qué decir. Tenemos que saber en qué
condiciones estaba atareada Marta en la
cocina. Lo sabremos cuando enfurecida
abandona precipitadamente la cocina para dirigirse al comedor para espetarle a
Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile,
pues, que me ayude” 8v. 40). El texto nos dice en qué estaba ocupada María es
este instante: “Estaba sentada a los pies de Jesús, oía su palabra” (v. 39).
Marta representa el frenesí carnal que deja postrados a quienes lo practican.
María, la paciencia, la serenidad, que se desarrolla en quienes escuchan
atentamente las palabras de Jesús. El ímpetu de Marta y la tranquilidad de
María tendrían que ir juntos en una misma persona.
Salomón
escribe: “Todo tiene un tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés
3: 1). A pesar que el texto de Salomón dice que todo tiene un tiempo debajo del
cielo, no es ninguna insensatez incluir que también debajo del cielo hay un
tiempo para orar y un tiempo para trabajar.
Las dos
hermanas por separado muestran las dos
caras de una moneda. Nosotros vamos a convertirlas en las dos caras de una misma moneda, porque en el creyente
en Cristo son inseparables. Chupémonos el dedo. Levantémoslo y nos indicará que
un viento gélido procedente del norte sopla. ¿Qué significa la ventisca que se
aproxima? Que el ajetreo fatigoso es una realidad incuestionable. Que la
serenidad, la tranquilidad, la paciencia son algo pasado de moda. Lo
ultrasónico es modernidad y símbolo de progreso. En nuestro mundo de locos, la
serenidad, la tranquilidad, la paciencia, no encajan. Así nos van las cosas.
Las enfermedades mentales crecen exponencialmente. Cada vez más en edades más
tempranas. Los médicos no saben cómo frenarlas. En nuestro mundo moderno, el de
locos, se premia el trajín incontrolado y se castiga la verdadera
espiritualidad que aporta la paz al alma. No sigamos manteniendo separadas a
Marta con su trajín agotador y a María con su paz en el alma.
El
mundo actual, que presume ser Sansón, rechaza olímpicamente sentarse a los pies de Jesús para escuchar las palabras
de vida eterna que salen de sus labios y que aportan serenidad al alma. Al
excluir a Jesús únicamente permanece el trajín agotador de la cocina con sus
nefastas consecuencias. El resultado es un Sansón con pies de barro que se
desploma ante las brisas gélidas que soplan del norte.
El
remedio al frenetismo que hace que la vida no tenga sentido, que hace que
algunos opten por el suicido para salir del sin sentido, nos lo receta el
apóstol Pablo cuando escribe: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor, y no para los hombres” (Colosenses 3: 23). El desespero del
trajín que no aporta sentido a la vida
puede llevar a la esclavitud de la práctica religiosa. La Religión no es el
Salvador que se necesita. La Religión sin Jesús es hipocresía. Es un
engañabobos que no lleva la paz en el alma.
Octavi Pereña Cortina
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada