diumenge, 6 d’abril del 2025

1 PEDRO 5: 7

“Descargando en Él (Cristo) toda nuestra ansiedad, porque Él cuida de nosotros”

¿Qué hacemos cuando la ansiedad se apodera de nosotros? La ansiedad es una forma de preocupación que se nos presenta cuando una situación inesperada hace acto de presencia y no sabemos cómo deshacernos de ella.  Por naturaleza creemos que siempre nos ocurrirá lo peor. No siempre va  a ser así. Muchas veces el futuro nos lo imaginamos, vemos los molinos de viento como si fuesen gigantes amenazadores. La incertidumbre es una mala compañera de viaje. La ansiedad, básicamente es una cuestión  de fe. No de cualquier fe. Normalmente nos fijamos y nos apoyamos en algo que podemos ver y tocar: Un amigo, una institución…Estos objetos de fe son carnales, temporales. No merecen credibilidad porque no la tienen. El autor de Hebreos en pocas palabras resume la enseñanza de la Biblia. Preste atención el lector a lo que dice el escritor sagrado inspirado por el Espíritu Santo: “Teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos   de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, y puestos los ojos en Jesús, el  Autor y Consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a Aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar…” (Hebreos 1-11).

Merece la pena que el lector lea el texto completo. Se dará cuenta de que el escritor sagrado se refiere a que Dios disciplina a sus hijos como Padre que es para que aprendan la disciplina tan necesaria para vivir santamente. Si el lector no se ha convertido en un hijo de Dios por la fe en Jesús, el texto en principio no le dice nada, pero, puede ser posible que el Espíritu Santo te abra los ojos para hacerte ver  que tal vez no te vendría mal ser un hijo a quien el Padre corrige para tu bien.

Un padre que tenía un hijo endemoniado pidió ayuda a Jesús que liberase a su hijo de la posesión satánica. Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible. Inmediatamente, el padre del muchacho clamó y dijo: Ayuda mi incredulidad” (Marcos 9: 14-27).

La incredulidad impide que Jesús le dé al lector la paz del alma tan necesaria para salir victorioso de las situaciones inesperadas que provocan ansiedad. Aprenda el lector del padre del hijo endemoniado. Dirígete directamente a Jesús sin necesidad de mediadores que son tan débiles como tú, y dile: “Señor, ayuda mi incredulidad”


 

ROMANOS 12: 5

“Así nosotros siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos d los otros”

“Sembradores de esperanza” es el título de la glosa dominical que escribe el arzobispo de Tarragona Juan Planelles (La Vanguardia 16/03/2025).  El purpurado en su glosa  menciona al apóstol Pablo: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1: 1). El título de la glosa es muy estimulante. En una época tan convulsa como la nuestra, ¿quién no despierta de la modorra profunda en que ha caída cuando lee: “Sembradores de esperanza”. La lectura del texto que tiene tan atrayente título encontrará que el texto del artículo mencionado no está a la altura de lo que se espera de él.

El clérigo hace una distinción entre “aquellos ministros ordenados que le” (a Cristo) “representan sacramentalmente en la comunidad y los laicos.” Esta distinción  no se ajusta a la enseñanza bíblica. Según el Nuevo testamento la Iglesia de Cristo es un cuerpo con diversos miembros, siendo Jesús la cabeza. El apóstol Pablo describe el cuerpo místico de Jesús, figurativamente  como un cuerpo humano. La Cabeza de este cuerpo es Jesús y los miembros del cuerpo místico de Jesús lo son los creyentes en Él  que a lo largo del tiempo han creído en Él. Cada miembro recibe un don distinto. De no ser así el cuerpo sería otra cosa, pero no un cuerpo. Para el correcto funcionamiento del cuerpo humano es que cada miembro ejerza funciones distintas. Lo mismo sucede con el cuerpo místico de Jesús que es la iglesia. No confundir con un  edificio de ladrillos. Cada miembro recibe del Espíritu Santo un don o dones que sirven para el perfecto funcionamiento de la iglesia.

Los hombres han tergiversado qué es la iglesia. Han perdido el sentido original de cuerpo con todos sus miembros unidos para el perfecto funcionamiento del cuerpo, para convertirla en una empresa multinacional que funciona con sabiduría humana, no divina. Esta iglesia humana no se sujeta al modelo que nos da el Nuevo Testamento. Se convierte en una institución en que imperan propósitos diversos que se enfrentan entre sí para controlarla.

Un consejo que Salomón da a los cristianos del siglo XXI: “cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría” (Proverbios 19: 27).

  

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