1 PEDRO 5: 7
“Descargando
en Él (Cristo) toda nuestra ansiedad, porque Él cuida de nosotros”
¿Qué hacemos cuando la ansiedad se
apodera de nosotros? La ansiedad es una forma de preocupación que se nos
presenta cuando una situación inesperada hace acto de presencia y no sabemos
cómo deshacernos de ella. Por naturaleza
creemos que siempre nos ocurrirá lo peor. No siempre va a ser así. Muchas veces el futuro nos lo
imaginamos, vemos los molinos de viento como si fuesen gigantes amenazadores.
La incertidumbre es una mala compañera de viaje. La ansiedad, básicamente es
una cuestión de fe. No de cualquier fe.
Normalmente nos fijamos y nos apoyamos en algo que podemos ver y tocar: Un
amigo, una institución…Estos objetos de fe son carnales, temporales. No merecen
credibilidad porque no la tienen. El autor de Hebreos en pocas palabras resume
la enseñanza de la Biblia. Preste atención el lector a lo que dice el escritor
sagrado inspirado por el Espíritu Santo: “Teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, y puestos los ojos
en Jesús, el Autor y Consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de Él, sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a Aquel que
sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo
no se canse hasta desmayar…” (Hebreos 1-11).
Merece la pena que el lector lea el texto
completo. Se dará cuenta de que el escritor sagrado se refiere a que Dios
disciplina a sus hijos como Padre que es para que aprendan la disciplina tan
necesaria para vivir santamente. Si el lector no se ha convertido en un hijo de
Dios por la fe en Jesús, el texto en principio no le dice nada, pero, puede ser
posible que el Espíritu Santo te abra los ojos para hacerte ver que tal vez no te vendría mal ser un hijo a
quien el Padre corrige para tu bien.
Un padre que tenía un hijo endemoniado
pidió ayuda a Jesús que liberase a su hijo de la posesión satánica. Jesús le
dijo: “Si puedes creer, al que cree todo
le es posible. Inmediatamente, el padre del muchacho clamó y dijo: Ayuda mi
incredulidad” (Marcos 9: 14-27).
La incredulidad impide que Jesús le dé al
lector la paz del alma tan necesaria para salir victorioso de las situaciones
inesperadas que provocan ansiedad. Aprenda el lector del padre del hijo
endemoniado. Dirígete directamente a Jesús sin necesidad de mediadores que son
tan débiles como tú, y dile: “Señor,
ayuda mi incredulidad”
ROMANOS 12: 5
“Así
nosotros siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos d
los otros”
“Sembradores de esperanza” es el título
de la glosa dominical que escribe el arzobispo de Tarragona Juan Planelles (La
Vanguardia 16/03/2025). El purpurado en
su glosa menciona al apóstol Pablo: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de
Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo
1: 1). El título de la glosa es muy estimulante. En una época tan convulsa como
la nuestra, ¿quién no despierta de la modorra profunda en que ha caída cuando lee:
“Sembradores de esperanza”. La lectura del texto que tiene tan atrayente título
encontrará que el texto del artículo mencionado no está a la altura de lo que
se espera de él.
El clérigo hace una distinción entre
“aquellos ministros ordenados que le” (a Cristo) “representan sacramentalmente
en la comunidad y los laicos.” Esta distinción
no se ajusta a la enseñanza bíblica. Según el Nuevo testamento la
Iglesia de Cristo es un cuerpo con diversos miembros, siendo Jesús la cabeza.
El apóstol Pablo describe el cuerpo místico de Jesús, figurativamente como un cuerpo humano. La Cabeza de este
cuerpo es Jesús y los miembros del cuerpo místico de Jesús lo son los creyentes
en Él que a lo largo del tiempo han
creído en Él. Cada miembro recibe un don distinto. De no ser así el cuerpo
sería otra cosa, pero no un cuerpo. Para el correcto funcionamiento del cuerpo
humano es que cada miembro ejerza funciones distintas. Lo mismo sucede con el
cuerpo místico de Jesús que es la iglesia. No confundir con un edificio de ladrillos. Cada miembro recibe
del Espíritu Santo un don o dones que sirven para el perfecto funcionamiento de
la iglesia.
Los hombres han tergiversado qué es la
iglesia. Han perdido el sentido original de cuerpo con todos sus miembros
unidos para el perfecto funcionamiento del cuerpo, para convertirla en una
empresa multinacional que funciona con sabiduría humana, no divina. Esta
iglesia humana no se sujeta al modelo que nos da el Nuevo Testamento. Se
convierte en una institución en que imperan propósitos diversos que se
enfrentan entre sí para controlarla.
Un consejo que Salomón da a los
cristianos del siglo XXI: “cesa, hijo
mío, de oír las enseñanzas que te hacen divagar de las razones de sabiduría” (Proverbios
19: 27).
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