OSEAS 8: 5
“Tu
becerro, oh Samaria, te hizo alejarte, se encendió mi enojo contra ellos, hasta
que no pudieron encontrar purificación”
La Iglesia Católica afirma ser monoteísta
en su dogma de fe. En realidad, en la práctica, es politeísta igual que el
antiguo Israel. La unidad del pueblo de Israel se rompió cuando reinando Roboam hijo de Salomón, el
reino se dividió en dos: Judá el reino del sur e Israel el del norte. Jeroboam
el primer rey del recién constituido el nuevo Israel se separó religiosamente
del reino de Judá cuya religiosidad estaba centrada en el templo de Jerusalén.
Roboam hizo esculpir dos becerros de oro, diciendo: “estos son tus dioses”. La idolatría no es inocua. A pesar que los
idólatras pretenden defender su comportamiento diciendo que no adoran a la
imagen sino a quien la escultura representa. De hecho, el idólatra se aparta
del único Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. El texto que comentamos
no puede ser más claro con respecto a las consecuencias de la idolatría. “Tu becerro, oh Samaria, te hizo alejarte”,
¿de quién? No puede ser de nadie más sino del Dios que los había sacado con
brazo fuerte de la esclavitud de Egipto.
Como no habían visto el rostro del Dios
Todopoderoso no lo podían convertir en semejanza de leones de oro. Con toda
claridad el texto culpa al becerro (el ídolo) de que el reino de Israel se
apartase de Dios. La consecuencia de ello fue que “se incendió mi enojo contra ellos”. Dios no acepta las excusas de
mal pagador. “Porque de Israel es también
éste, y artesano lo hizo, pero no es Dios, por lo que será deshecho en pedazos
el becerro de Samaria” (v. 6). Sí,
la cosa no hubiese terminado con la destrucción, del becerro de oro, sin
ninguna consecuencia para el rey que ordenó su fabricación, ni para el artesano
que lo esculpió, ni para el pueblo que lo adoraba, entonces sería manifestación
de que Dios no existe. Entonces sigamos con nuestra adoración de los ídolos que
nos hemos fabricado. No tienen ninguna consecuencia punitiva para nadie.
No se confunda el lector. La idolatría
tiene sus consecuencias, tanto para el idólatra individualmente, como
para la nación como colectividad. Hoy hemos convertido la idolatría en una
práctica civilizada, ya no adoramos ni a becerros ni a ningún otro animal. La hemos convertido en imágenes de personas
de rostros dulces, revestidas de oro y plata, que no dejan de ser ídolos. El
profeta Oseas expone las consecuencias de rendirse a los falsos dioses: “Porque sembraron viento y torbellino recogerán, no tendrán mies, ni
espiga hará harina, y si la hiciese, extraños la comerán” (v. 7).
En la misa católica cuando se lee un
texto bíblico le acompaña la coletilla: “Palabra de Dios”. Si un texto bíblico
se le considera “Palabra de Dios” es para ser obedecido no para suplantarlo con
doctrinas que son enseñanzas de demonios, como lo es la idolatría.
PROVERBIOS 24: 10
“Si
flaqueas en el día de la angustia significa que tu fuerza es poca”
Las reacciones que manifiestan muchas
personas ante los imprevistos de las menudencias que nos asaltan y que no
coinciden con los conceptos que nos hemos imaginado cómo tienen que ser las
cosas, nos fastidian, nos irritan, son como granos de arena en nuestro corazón.
Nos hacen infelices, desgraciados.
De entrada tengo que advertir al lector
que el azar no existe. No cae una hoja de un árbol sin que lo permita. No
movemos un dedo sin que Dios lo autorice. Las decisiones que toman los políticos,
sean para bien o para mal de los ciudadanos, no las toman sin que Dios lo
consienta. De momento no entendemos porque Dios permite que ocurran los
desastres que menudean. Tenemos que entender que nuestro conocimiento es muy
limitado. Que Dios es eterno y que conoce el futuro al dedillo. Todo lo que
permite, a pesar que nos pueda parecer desagradable, es para hacernos un bien a
pesar que parezca no serlo. Sea hecha la voluntad de Dios nos enseña el
Padrenuestro.
La presciencia de Dios ataca directamente
a nuestro orgullo que nos hace creer que somos algo y que podemos valernos por
nosotros mismos. El texto que comentamos toca la parte más sensible de nuestro
ser: flaqueamos en el día de la angustia. Podemos patalear todo lo que
queramos. Podemos levantar el puño en alto y blasfemar el Nombre de Dios. Se le
puede acusar de canalla, de injusto, de dictador, de intolerante. Podemos
desfogarnos a gusto contra lo que
consideramos injusticias de Dios. Él, que es el Inmutable, nos
observa desde el cielo y piensa de
nosotros lo desgraciados que somos.
Los días de angustia que el Señor permite que nos bofeteen tienen una
finalidad educadora. Persiguen que nos demos cuenta de lo frágiles que somos
sin Él. Mientras persistamos en oponernos a su voluntad no adquiriremos la
fortaleza necesaria para salir victoriosos en los días de angustia que tanto
nos hastían.
¿Qué es lo que hace que le demos la
espalda a Dios y no queramos saber nada d Él? El pecado es el causante de la
hostilidad que sentimos hacia Él. A pesar
de que el odio que sentimos hacia Él sea tan intenso, de tal manera nos
ama, que el Espíritu Santo inspiró al apóstol Juan a escribir: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda
mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). Hecha la paz con Dios por la fe en su
Hijo, el muro infranqueable que nos separaba del Padre celestial ha sido
derribado. La incipiente relación amorosa con Dios hace que tengan sentido las
palabras de Jesús. “Venid a mí todos los
que estáis cargados y trabajados, y yo os haré des cansar. Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí , que soy manso y humilde de corazón, y halaréis
descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera la carga”
(Mateo 11: 28-30).
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada