MATEO 11: 29
“Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras
almas”
La periodista le pregunta al cirujano
Pedro Barrios: “¿Ha recibido ayuda sicológica? La respuesta es muy
significativa: “No, los médicos son poco propensos a buscar ayuda sicológica
porque creemos que estamos por encima, esto se tendría que corregir, un baño de
humildad nos haría bien”.
La mayoría de las enfermedades mentales
se las considera dolencias que tienen que tratarse clínicamente. Muchas de
estas enfermedades no son corporales, forman parte del grupo de dolencias
sicosomáticas. Es decir, dolencias que se originan en el alma y que repercuten
en el cuerpo.
El Dr. Barrios dice que al colectivo
médico no necesita ayuda sicológica porque los “médicos son poco propensos a
buscar ayuda sicológica porque creemos que estamos por encima, esto se tendría
que corregir, un baño de humildad nos haría bien”. La receta que el Dr. Barrios
escribe para sus compañeros médicos, no sólo tiene que aplicarse al colectivo
sanitario. También tiene que recetarse a todas las personas porque todas sin
excepción alguna necesitamos dicha ayuda.
Voy más allá del Dr. Barrios y afirmo que
el ser humano por ser descendiente de Adán está espiritualmente muerto en sus
delitos y pecados, lo cual le impide afrontar victoriosamente los interrogantes futuros de la vida. No
sabe, ni puede enfrentarse a ellos
victoriosamente porque prescinde de Dios.
Sin Él, edifica su vida sobre un cimiento de arena. Vienen lluvias
torrenciales. Soplan vientos tempestuosos que arremeten contra nosotros.
Reproducen la Dana valenciana que nos arrasa. Nos falta una buena dosis de
humildad para reconocer que necesitamos a Jesús para sobrellevar las
inclemencias de la vida. Preferimos ir de Herodes a Pilato. Recibir trompazos
por todos los lados antes que reconocer nuestra debilidad y reconocer que Jesús
el Hijo de Dios es la Roca que puede dar estabilidad a nuestra vida que nos
dará la fuerza para resistir los vientos huracanados sin derribarnos.
“Señor,
no retengas de mí tus misericordias, tu misericordia me guarde siempre. Porque
me han rodeado males sin número, me han alcanzado mis maldades, y no puedo
levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi
corazón me falla” (Salmo 40: 11, 12). Jesús con
la dulzura que le caracteriza nos dice que no nos preocupemos por lo que
comeremos y qué vestiremos mañana. Nos recuerda que el Padre celestial viste a las flores del campo y alimenta a las
aves del cielo: “Buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os
preocupéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta
a cada día su propio mal” (Mateo 6:
25-34).
MATEO 14: 21
“Jesús
enseguida les habló diciendo: Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo”
Los discípulos se encuentran en la barca
que es azotada por fuertes olas llegada “la
cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los
discípulos viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y
dieron voces de miedo” (vv.. 25, 26). Aislados en el mar. Embarcados en una
barca azotada por fuertes olas. Envueltos de oscuridad. El cielo alumbrado por
el resplandor de los rayos. Los oídos ensordecidos por los truenos. Si a todo
ello se le añade que los discípulos ven que alguien “viene a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos viéndolo andar
sobre el mar se turbaron diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo” (vv.
25, 26). Quien en una circunstancia parecida a esta ¿no se cagaría de medo? Es
muy posible que nunca pasemos por una experiencia parecida a esta. Pero en
la vida pasamos por situaciones que nos hacen temblar de miedo.
El periodista le pregunta a la actriz Paz
Vega: “ ¿De qué tiene miedo? La actriz
le responde: “Decepcionar a mi familia, a mis hijos, del mundo que dejaremos a
las generaciones que nos seguirán, a un mundo enfermo y herido. Miedo de hacer
años y que de repente se
te presente una enfermedad: en mi vida y en quienes amo. Son miedos que todos tenemos.
Cuando eres mayor eres más consciente de ello”. Paz Vega es un vivo
retrato de lo que todos tememos: Miedos
que nos hacen temblar ante cualquier imprevisto.
Al saber Pedro que el “fantasma” que
andaba sobre las aguas turbulentas del lago era Jesús le dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti
sobe el agua” (v. 28). Jesús le dijo: ”Ven”
(v. 29). Descendió “Pedro de la barca, andaba sobre el agua para ir a Jesús” (v. 29). Pedro cometió un grave error. el mismo
que cometemos nosotros. Aparta los ojos de Jesús y los pone en “el fuerte viento, tuvo miedo, y comenzando
a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame!” (v.30). “Al momento, Jesús extendiendo la mano, asió
de él, le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 31). Para prevenirnos del miedo
ante las situaciones difíciles de la vida que se nos puedan presentar tenemos
que fortalecer la fe cuando las aguas de la vida están tranquilas. Es mejor ser
previsores. La gimnasia para fortalecer la fe es conservar el amor de Dios condimentado
con la oración y lectura y meditación de la Biblia, a solas con el Padre,
cerrada la puerta de la habitación. El resultado será un vivir santo y en paz
con Dios por la fe en Jesús. No existe otra medicina que nos fortalezca para
vencer el miedo.
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