diumenge, 2 de març del 2025

 

MATEO 11: 29

“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”

La periodista le pregunta al cirujano Pedro Barrios: “¿Ha recibido ayuda sicológica? La respuesta es muy significativa: “No, los médicos son poco propensos a buscar ayuda sicológica porque creemos que estamos por encima, esto se tendría que corregir, un baño de humildad nos haría bien”.

La mayoría de las enfermedades mentales se las considera dolencias que tienen que tratarse clínicamente. Muchas de estas enfermedades no son corporales, forman parte del grupo de dolencias sicosomáticas. Es decir, dolencias que se originan en el alma y que repercuten en el cuerpo.

El Dr. Barrios dice que al colectivo médico no necesita ayuda sicológica porque los “médicos son poco propensos a buscar ayuda sicológica porque creemos que estamos por encima, esto se tendría que corregir, un baño de humildad nos haría bien”. La receta que el Dr. Barrios escribe para sus compañeros médicos, no sólo tiene que aplicarse al colectivo sanitario. También tiene que recetarse a todas las personas porque todas sin excepción alguna necesitamos dicha ayuda.

Voy más allá del Dr. Barrios y afirmo que el ser humano por ser descendiente de Adán está espiritualmente muerto en sus delitos y pecados, lo cual le impide afrontar victoriosamente  los interrogantes futuros de la vida. No sabe, ni puede enfrentarse  a ellos victoriosamente porque prescinde de Dios.  Sin Él, edifica su vida sobre un cimiento de arena. Vienen lluvias torrenciales. Soplan vientos tempestuosos que arremeten contra nosotros. Reproducen la Dana valenciana que nos arrasa. Nos falta una buena dosis de humildad para reconocer que necesitamos a Jesús para sobrellevar las inclemencias de la vida. Preferimos ir de Herodes a Pilato. Recibir trompazos por todos los lados antes que reconocer nuestra debilidad y reconocer que Jesús el Hijo de Dios es la Roca que puede dar estabilidad a nuestra vida que nos dará la fuerza para resistir los vientos huracanados sin derribarnos.

“Señor, no retengas de mí tus misericordias, tu misericordia me guarde siempre. Porque me han rodeado males sin número, me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla” (Salmo 40: 11, 12). Jesús con la dulzura que le caracteriza nos dice que no nos preocupemos por lo que comeremos y qué vestiremos mañana. Nos recuerda que el Padre celestial  viste a las flores del campo y alimenta a las aves del cielo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os preocupéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6: 25-34).


 

MATEO 14: 21

“Jesús enseguida les habló diciendo: Tened confianza, soy yo, no tengáis miedo”

Los discípulos se encuentran en la barca que es azotada por fuertes olas llegada “la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo” (vv.. 25, 26). Aislados en el mar. Embarcados en una barca azotada por fuertes olas. Envueltos de oscuridad. El cielo alumbrado por el resplandor de los rayos. Los oídos ensordecidos por los truenos. Si a todo ello se le añade que los discípulos ven que alguien “viene a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos viéndolo andar sobre el mar se turbaron diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo” (vv. 25, 26). Quien en una circunstancia parecida a esta ¿no se cagaría de medo? Es muy posible que nunca pasemos  por una experiencia parecida a esta. Pero en la vida pasamos por situaciones que nos hacen temblar de miedo.

El periodista le pregunta a la actriz Paz Vega: “  ¿De qué tiene miedo? La actriz le responde: “Decepcionar a mi familia, a mis hijos, del mundo que dejaremos a las generaciones que nos seguirán, a un mundo enfermo y herido. Miedo de hacer años y que de repente   se te presente una enfermedad: en mi vida y en quienes amo. Son miedos que todos tenemos. Cuando eres mayor eres más consciente de ello”. Paz Vega es un vivo retrato  de lo que todos tememos: Miedos que nos hacen temblar ante cualquier imprevisto.

Al saber Pedro que el “fantasma” que andaba sobre las aguas turbulentas del lago era Jesús le dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobe el agua” (v. 28). Jesús le dijo: ”Ven” (v. 29). Descendió  “Pedro de la barca, andaba sobre el agua para ir a Jesús” (v. 29). Pedro cometió un grave error. el mismo que cometemos nosotros. Aparta los ojos de Jesús y los pone en “el fuerte viento, tuvo miedo, y comenzando a hundirse, dio voces diciendo: ¡Señor, sálvame!” (v.30). “Al momento, Jesús extendiendo la mano, asió de él, le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”      (v. 31). Para prevenirnos del miedo ante las situaciones difíciles de la vida que se nos puedan presentar tenemos que fortalecer la fe cuando las aguas de la vida están tranquilas. Es mejor ser previsores. La gimnasia para fortalecer la fe es conservar el amor de Dios condimentado con la oración y lectura y meditación de la Biblia, a solas con el Padre, cerrada la puerta de la habitación. El resultado será un vivir santo y en paz con Dios por la fe en Jesús. No existe otra medicina que nos fortalezca para vencer el miedo.

 

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