MEDITACIÓN TRASCENDENTAL
La meditación que trasciende
lo humano es la efectiva
Blaise Pascal, físico y
filósofo francés del siglo XVII, escribe: “Todos los problemas de la humanidad
provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente solo en una
habitación”. ¿Qué hará una persona encerrada sola en una habitación? Se
sumergirá en sus pensamientos erróneos porque no sabe pensar correctamente y se
dejará llevar por las ilusiones de su propia bondad y de la perversidad del resto
de los mortales. El ser humano no puede permanecer solo porque si su alma está
vacía y no la ocupa el Espíritu de Dios, el vacío dejado lo ocupa Satanás. Los
pensamientos que se producirán vía cerebral no serán buenos.
Una sociedad espiritualmente analfabeta no cree en Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo, ni en Satanás. Considera mitos ambos
personajes, lo cual lo lleva a no entender la realidad cotidiana. ¿Por qué las
cosas son tal como son? Por nacimiento de mujer nacemos espiritualmente muertos, lo cual nos impide creer en la
realidad de las cosas espirituales. No debe extrañarnos, pues, que la sociedad
en general sea incrédula a las realidades espirituales. Si la cosa es así, ¿de
qué sirve que una persona se siente sola en una habitación, cerrada la puerta,
esperando que sus problemas se resuelvan como por arte de magia? La ignorancia
respecto a las realidades espirituales hace que los hombres en las cosas
esenciales tomen decisiones erróneas.
La pregunta que tan a menudo nos hacemos: ¿De dónde venimos?
La incredulidad nos hace responder: Somos fruto de la evolución. Solamente se
puede creer en la existencia del Creador por la fe, que es regalo de Dios. Por
medio de ella, los servidores escogidos por Dios, profetas y apóstoles, nos ha
hecho llegar todo lo que es necesario sobre las realidades espirituales. El
resultado de esta revelación es que además de Dios existe otro personaje,
maligno por cierto, que conocemos como Satanás. A éste, el diablo, Jesús le
llama “padre de la mentira” y que es “homicida” desde el principio. Debido al
pecado de Adán, del cual todos
procedemos por nacimiento de mujer, nuestro padre espiritual es Satanás
que por ser el padre de la mentira se encarga de desacreditar la revelación
divina que nos ha llegado por medios de los profetas y apóstoles que fueron
inspirados por el Espíritu Santo a escribir todo lo que nos es necesario saber
sobre las realidades espirituales.
Satanás no desea presentarse a cara descubierta como el
personaje maligno y perverso que es. Induce a los hombres a creer que es el
comediante mítico que en las fiestas mayores se presenta vestido de rojo,
cuernos y cola, tridente en la mano y vomitando fuego, para jolgorio de mayores
y niños. El verdadero Satanàs consigue que creamos que él es un bufón de feria.
Se frota las manos de satisfacción teniéndonos atrapados en su red.
Encerrados solos en una habitación en espera de encontrar la
luz que alumbre nuestro camino y así deshacernos de los problemas que nos
aquejan, ¿Qué solución nos va a aportar el aislamiento si el consejero
espiritual es el diablo, el padre de mentira y homicida desde el principio?
Jesús que es infinitamente más sabio que Pascal nos enseña qué tenemos que hacer cuando nos encerramos solos
en la habitación. No tenemos que imitar a aquellos que públicamente pronuncian plegarias grandilocuentes como hacían los
fariseos para presumir de una piedad de que carecían. Jesús nos dice: “Mas tú,
cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que
está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público”
(Mateo 6: 6). El consejo de Jesús a pesar que tiene cierta semejanza con el de
Pascal, es muy distinto. Cuando tengamos la puerta de la habitación cerrada,
alejados de miradas indiscretas, oremos a nuestro Padre celestial. No nos
enseña a hacer una mirada introspectiva para sacar algo bueno de nosotros que
no tenemos. Nos enseña a dirigirnos a nuestro Padre celestial que es el Padre de la verdad porque es la
Verdad. Su consejo será para nuestro bien. De la relación secreta con el Padre
de nuestro Señor Jesucristo, lejos de los focos mediáticos saldremos de ella
“fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10).
La plegaria en solitario, encerrados en la habitación
alejados del mundanal ruido, es imprescindible. Pero no es la única manera de
orar al Padre. El apóstol Pablo nos
aconseja a “orar si cesar” (1 Tesalonicenses 5: 17). ¿Qué significa eso? Quiere
decir que durante el día, en las distintas circunstancias en que nos
encontremos, nuestros corazones pronuncien breves oraciones solicitando el
favor de nuestro Padre que está en el cielo. Es así como la fortaleza del Señor se mantiene permanentemente lubricada.
Octavi Pereña Cortina
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