JUAN 6: 35
“Yo
soy el pan de vida,, el que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí
cree, no tendrá sed jamás”
A todos los hombres sin excepción, alguna
que otra vez se nos ha apoderado la insatisfacción que intentamos aplacarla con
el materialismo. Pensamos que con la adquisición de bienes materiales
conseguiremos desterrarla. Nada de nada.
El acaparamiento de bienes materiales se comporta como el agua salada que
cuanto más se beba más sed se tiene. El deseo innato de poseer porque
erróneamente creemos que el materialismo es el secreto de la felicidad, se
incrementa especialmente durante las fechas navideñas. Durante esta época del año la publicidad intensifica la
promoción de artículos, la posesión de los cuales, según ella aporta la
felicidad a quien los adquiere. El resultado no es el que se busca. La
insatisfacción sigue agobiándonos.
A Jesús se le acerca un hombre que le
pide que le diga a su hermano que comparta la herencia con él. Jesús se dirige
a sus oyentes y les dice: “Mirad, y
guardaos de toda avaricia, porque la vida de un hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee”. Jesús acompaña estas palabras con la
parábola que conocemos como la del rico
insensato. Este hombre engrandecía más y más su negocio. La parábola no
notifica la manera cómo el hombre insensato multiplicaba su fortuna.
Honestamente uno no se convierte en una de las personas más ricas del mundo. Se
emplean maneras ilegales para conseguirlo. Encontrándose el rico insensato en el apogeo de su fortuna,
Dios le hace llegar un mensaje que dice: “Necio,
esta moche vienen a pedirte tu alma y lo que has provisto, ¿de quién será? Así
es el que para sí hace tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas12:
13-21).
El potentado, como todos los seres humanos, venimos desnudos a
este mundo. Los afeites que se emplean para esconder las señales de la muerte y
los vestidos que cubren el cuerpo inerte, no acompañan al alma que ha salido
para instalarse en el Hades en espera
del juicio final y de la resurrección de los cuerpos.
Jesús que conoce al dedillo el mundo espiritual que nosotros
desconocemos pero que por fe lo esperamos.
Jesús en la parábola del Rico y
Lázaro enseña que el rico opulento
banqueteaba a diario hasta el día de su muerte. Abrió los ojos en el Hades,
lugar en donde los condenados esperan el
día de la resurrección de los cuerpos. “Dando
voces dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a lázaro para que
moje la unta del dedo en agua, y refresque mi lengua, porque estoy atormentado
en esta llama” (Lucas 16: 19-31)-
Santiago envía un
mensaje de alerta a aquellos que el
dinero es su dios: “¡Vamos ahora ricos!
Llorad y aullad por las miserias que os vendrán” (5: 1).
JUAN 14: 6
“Jesús
dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es
por mí”
En el contexto inmediato de estas
palabras Jesús dice a sus discípulos que en la casa de su Padre hay muchas
moradas y que va a preparar lugar para ellos. “Y sabéis donde voy y sabéis el camino” (vv. 1-5). “Tomás le dijo: Señor, no sabemos a dónde
vas, ¿cómo podemos saber el camino?” En respuesta a Tomás es cuando Jesús
dijo las palabras del texto que sirve de base de esta meditación.
La pregunta que se nos planea es: para ir
al Padre ¿hay un solo camino o varios? Los católicos consideran a María como
mediadora entre los pecadores y Jesús. Creen que María como madre del Hijo de
Dios encarnado enternece el corazón de su Hijo para que atienda a sus peticiones de misericordia. ¿De dónde
sacan los católicos que María es el puente entre los pecadores y Jesús? Se
basan en las palabras que María dijo a su Hijo cuando en la boda de Caná se
quedaron sin vino: “No tienen vino. y
María dijo a los sirvientes: Haced l que Él os diga” (Juan 2: 1-12). De a
ahí convertirla en mediadora espiritual existe un abismo infranqueable,
Misterio es algo que se desconoce y
que únicamente puede saberse por revelación. La Biblia nos transporta a antes
de la creación del universo y del hombre. Lo que hizo Dios durante este período
no puede saberse si no por revelación del Espíritu Santo que escogió a unos
hombres determinados para que
escribiesen aquello que el Padre consideró conveniente que los hombres
supiesen. Juan Es el hombre escogido por Dios
para que revelase un misterio que es muy importante por lo que hace a la
salvación del pueblo de Dios. El apóstol Juan cita la oración intercesora que
Jesús dirigió al su Padre: “Ahora, pues,
Padre, glorifícame tú a tu lado, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He
manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me diste, tuyos eran y me los
has dado, y han guardado tu palabra” (Juan 17: 5, 6). La salvación del
pueblo de Dios es cuestión de tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es exclusiva
del Dios trino. Es herejía lo que escribe juan José Omella, arzobispo de
Barcelona, lo que escribe: “Que María, madre de la esperanza, nos enseñe a
mantener viva la esperanza en el Señor”.
Jesús dice: “Venid” (sin mediación de
nadie) “todos los que estáis cargados y
trabajados, y yo os hare descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras
almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30).. El
lector tiene que escoger entre los que dice Jesús y lo que escribe el arzobispo.
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