ECLESIASTÉS 4: 1
“Me
volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol, he aquí las
lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele, y la fuerza estaba en
la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador”
No hay nada nuevo debajo del sol. La
historia se repite continuamente. El guión es el mismo. Varían los escenarios y
las personas. El texto que sirve de base a esta mediación, ¿no es perfectamente
aplicable a nuestros días? ¿No nos hartamos de violencias, de lágrimas de los
oprimidos, que no tienen a nadie que los consuele? Unos pocos con poder
maligno, oprimen a los muchos que no tienen quien los consuele. La lista de los
males que se cometen bajo el sol es n interminable. ¿Tenemos que conformarnos
con el derecho al pataleo y aquí se termina todo?
Más adelante Salomón escribe: “Mejores son dos que uno porque tienen mejor
paga por su salario, porque, si caen, el uno levantará a su compañero, pero ¡ay
del solo! que cuando caiga, no habrá quien lo levante, también, si dos duermen
juntos, se calentarán mutuamente, pero,
¡cómo se calentará uno solo? (vv. 9-11). Salomón enaltece la bondad de la amistad auténtica. En este mundo
es muy difícil encontrar auténticos amigos que estén a nuestro lado a la hora
de la adversidad, que es cuando más los necesitamos.
Dios le dice al profeta Jeremías que diga a su pueblo: “Maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por su brazo, y
su corazón se aparta del Señor. Será como la retoma en el desierto, y no verá
cuando viene el bien, sino que morirá en las sequedades en el desierto, en
tierra despoblada y deshabitada” (17: 5, 6). La amistad tiene un límite. Al
amigo no se le tiene que amar más que a Dios. El verdadero amigo también es de
carne y huesos y su capacidad de ayudar también es limitada. A pesar de ello
tenemos que cultivar la amistad y pagar el precio que se tenga que pagar para
conservarla.
A continuación el profeta nos invita a
confiar en un Amigo que mucho más que un amigo: “Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor.
Porque será como árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente
echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde, y en año de sequía no se
fatigará, ni dejará de dar fruto” (vv7, 8).
¿Tiene el lector el Amigo que describe el
profeta?
HECHOS 2: 37, 38
“Al
oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles: Varones hermanos, ¿Qué
haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el
Nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados y recibiréis el don del
Espíritu Santo”
“Así
que los que recibieron la Palabra fueron
bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas” (v. 41). ¿Qué hizo posible que tres mil personas se arrepintieran,
recibiesen la Palabra y se bautizasen? Pedro y los otros apóstoles predicaron a
la multitud el gran acontecimiento que había sucedido en aquellos días: La
crucifixión de Jesús y su resurrección. Predicación que iba acompañada de la
plenitud del Espíritu Santo (v. 4), lo cual hizo que los oyentes se
reconociesen pecadores. La multitud se había concentrado en Jerusalén a
celebrar la Pascua de manera tradicional se encontraron con unos hombres
iletrados a los ojos de los hombres, pero que llenos del Espíritu Santo
predicaban el Evangelio, las buenas noticias de Dios para los hombres.
¡Qué diferencia abismal existe entre la
predicación apostólica que acompañó a la primera Pascua cristiana y las
enseñanzas católicas de nuestros días. Así escribe Juan José Omella, arzobispo
de Barcelona en su escrito: “Hijos de Dios e hijos de la Iglesia´” La
Vanguardia 12/11/2024: “La memoria de su bautismo (de Jesús) nos invita cada
año a hacer memoria de nuestro bautismo. Recordemos que en la ceremonia del
bautismo los bautizados recibimos el agua que nos purifica del pecado, pero no
olvidemos que recibimos el don del Espíritu Santo a través de la unción del
santo crisma…Cuando recibimos el bautismo, recibimos la luz y la gracia del
Padre, el sacramento del bautismo nos abre la vida de Jesús resucitado”.
A pesar de que el bautismo que practicaba
Juan el Bautista era exclusivamente de agua porque la Pascua judía era
simbólica. La plenitud del Espíritu Santo todavía no se había producido. Juan
que había recibido el don de discernir lo que se esconde en el corazón del
hombre “al ver él que muchos de los
fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ‘Generación de
víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?” (Mateo 3:
7). En el bautismo católico, especialmente
en el de niños, ¿dónde se ven las muestras de arrepentimiento que manifestaron
aquellas tres mil a quienes los
apóstoles bautizaron?
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