diumenge, 23 de febrer del 2025

 

POLITICOS EN LA UCI

Todo gobierno que no se mantenga sobre una base de leyes justas, por más que se precie de ser democrático, es dictatorial

“Nuestra república necesita con urgencia dirigentes que se atrevan a decir lo que creen que es correcto y justo. No importa el número de los que se le opongan. La mayoría puede equivocarse y no promocionan la verdadera democracia si ignoran la minoría aun cuando sea la minoría de uno. Con urgencia se necesitan  dirigentes que se atrevan a decir lo que necesitan escuchar, no lo que quieren oír” (Richard Malverson)

Nos toca vivir una grave crisis d liderazgo político. Vayamos a donde vayamos descubrimos que los políticos no abordan los problemas que tienen que tratarse urgentemente. La burocracia que se ha implantado no permite hacerlo y la desidia les impide mover un dedo  para eliminarla. Los políticos que las urnas han favorecido se parecen a cotorras. Reuniones de control a manta y los expedientes de los problemas a resolver se cubren de polvo en la oscuridad del cajón que los guarda. Se acusan mutuamente y los problemas sin resolver. Cierto que aparecen problemas imprevistos que no son fruto del azar. Entre bastidores se mueve el Creador que hace que los acontecimientos ocurran de la manera que a Él le parece la mejor. La no existencia de la casualidad y las circunstancias que se produzcan según la voluntad divina, no significa que no sean responsables de su inoperancia. Más pronto a más tarde, irremediablemente, se verán obligados a comparecer ante Dios que es realmente quien los ha puesto en el cargo aun cuando sea por medio de las urnas.

Como muy bien lo expresa Malverson existe crisis de líderes porque de la cantera  de la que se tenían que extraer rubíes se arrancan guijarros, sin valor alguno. De los guijarros no se pueden sacar políticos. No pueden aparecer hombres y mujeres que merezcan ser reconocidos como tales. Son cortos de miras, egoístas, narcisos. Que la gente se ría  mientras yo ande caliente. Primero yo. Después. Siempre yo. A los otros, que los parta un rayo. Nada les importan las personas a las que han jurado servirlas. Vivimos en una época de locura colectiva. Contemplamos sobresaltados como está el mundo. No somos conscientes de la grave situación en que se encuentra el mundo. Los políticos que tendrían que ayudarnos a salir del atolladero en que estamos metidos, se mantienen entretenidos haciendo  teatro para visualizar quien lo hace peor. Esperando la oportunidad dar el zarpazo mortal a su adversario.

Tenemos un problema insoluble. ¿Por qué los ciudadanos desean la paz y los políticos salidos de las urnas para que gobiernen adecuadamente, desean resolver las incidencias aumentando el presupuesto militar. ¡Pretenden ganar la paz con la guerra! La pregunta no tiene respuesta si no abrimos los ojos para darnos cuenta de que el problema es espiritual y que tiene que resolverse por medios espirituales. Como miembros de una comunidad tenemos que acudir al Oftalmólogo para que corrija nuestra  miopía spiritual. Ima Sanchís le pregunta a Masmick Temky, catedrático de historia: “Por qué los gobiernos quieren la guerra y paz la mayoría de los ciudadanos?  Nos será muy útil si la respuesta que da si la tenemos en cuenta porque nos ayudará a salir de la oscuridad que nos envuelve. “No sabe las vueltas que doy a eso. Esta brecha es intolerable. Uno vota el mal menor, que sigue siendo malo”. Esta respuesta tendría que hacernos reflexionar sobre ¿Por qué las cosas suceden de la manera como lo hacen? Encontrar la respuesta tendría que llevarnos a investigar en el campo espiritual.

¿Por qué algunos políticos que tienen carrera y masters se  convierten en tarambanas siguiendo el ejemplo de Donald Trump? No nos toca más remedio que retroceder hasta llegar al inicio de la Historia, en donde encontramos a un misterioso personaje: la serpiente. La Biblia nos describe  a este intrigante personaje: “La serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho” (Génesis 3: 1). Como padre de la mentira que es, la serpiente se acerca cautelosamente a Eva para decirle: “Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto”      (3: 1). La verdad es que Dios le había dio a Adán que podía comer de todos los árboles del jardín excepto uno: el del “conocimiento del bien y del mal” (2: 17). La serpiente engatusa  Eva diciéndole: “No morirás, sino que sabe bien que el día que comas de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (3:5). La serpiente acusa a Dios de mentiroso. Que uno no se  puede fiar  de Él. Esta ha sido la misión de la serpiente a lo largo de la Historia: Dios es un mentiroso y que únicamente se puede confiar en ella porque es poseedora de la verdad. Así nos van las cosas de mal a peor como les ocurrió a Adán y Eva por desobedecer a Dios. Creyeron que dejando a Dios para seguir a la serpiente llegarían a descifrar los misterios que se ocultaban a su conocimiento. Aquí nació el ocultismo.

A Eva, la serpiente le habló directamente sin necesidad de intermediarios. El apóstol Pablo refiriéndose a los falsos apóstoles que se infiltran en las iglesias, escribe: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no os maravilléis, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que no es extraño que sus ministros se disfrace como ministros de justicia, cuyo fin es conforme a sus obras”. (2 Corintios 11: 13-15).

Mientras creamos que Satanás es este personaje mítico que actúa en las fiestas mayores vomitando fuego por la boca, ignoramos quien es el diablo real que se frota las manos de satisfacción porque tiene en sus manos a una multitud de esclavos. A pesar de que hemos abandonado a Dios  para seguir nuestros propios caminos, Él no nos ha olvidado. Observándonos desde la lejanía nos envía este mensaje: “Someteos, pues a Dios, resistid al diablo, y él huirá de vosotros” (Santiago 4: 1).

Quiera el Señor que sean muchos los políticos que se sometan a Dios para liberarse de las garras del diablo que los impulsa a mal gobernar.

Octavi Pereña Cortina

 

PROVERBIOS 17: 22

“Un corazón alegre es buena medicina, pero un espíritu abatido reseca los huesos”

La medicina para curar una alma y atribulada es el corazón alegre. La alegría del corazón no tiene que irse  a buscar fuera de uno mismo. Sino en su propio interior. Si alguien examina su interior atentamente descubrirá que en su alma no reposa la alegría. Todo lo contrario sobreabunda la tristeza y  la insatisfacción. ¿Es que el salmista nos propone un imposible?  Rotunamente no. Es muy posible que en este instante el corazón del lector esté envuelto de tristeza y frustración. ¿Es un imposible pedirle a alguien que tiene el corazón envuelto de tristeza esté alegre? Lo imposible se hace realidad cuando alguien que está estresado, triste, angustiado, desanimado, cansado de vivir, abatido, resecos los huesos, con sentimientos suicidas, encuentre la alegría. Envuelto por las espesas tinieblas espirituales que le impiden avanzar con seguridad, de entre el espesor tenebroso se filtra un  rayo de esperanza.

 Cansado por la caminata, Jesús se sienta a descansar junto a un pozo. Se acerca una  mujer llevando un cántaro sobre su cabeza. La mujer es el símbolo del espíritu abatido que se escondíae n su alma.   Entre Jesús y la mujer samaritana les separaba el muro del racismo. Los judíos y los samaritanos no se hablaban. La escena del pozo representa  el muro de separación que se levanta entre el hombre y Dios. El hombre muerto en sus delitos y pecados no quiere saber nada de Dios. Desearía  que no existiese. No quiere saber nada de Él. Menos hablar con Él. Jesús que derriba el muro que separa el hombre de Dios, rompe el muro del silencio y lleva la iniciativa de hablar con la mujer (Efesios 2: 14).  ¿Se hará pedazos el muro que separa al Hijo de Dios de la mujer samaritana? El muro empieza a agrietarse cuando Jesús le dice a la mujer: “Dame de beber” Juan 4: 7). Dios  siempre lleva la iniciativa a la hora de restablecer la relación con el hombre. “Dios da a su Hijo en semejanza de carne de pecado”  (Romanos 4: 3). La samaritana responde a la petición de Jesús. Una conversación de un gran calado espiritual se inicia entre ellos. Jesús le habla a la mujer del agua viva que mitiga para siempre la sed del alma. La mujer que se siente interesada por esta agua le dice a Jesús: “Señor dame esa agua para que no tenga yo sed, ni venga aquí  buscarla” (v. 5). Jesús le responde: “Yo soy” (el agua viva), el que habla contigo” (v. 26). Entones la mujer dejó el cántaro junto al pozo y se dirigió corriendo hacia el pueblo para anunciar a sus conciudadanos el Agua viva que había encontrado. La mujer habiendo sido liberada del espíritu abatido que reseca los huesos al haber encontrado a Jesús, no puede resistirse a   mantener cerrada la boca. Tiene que compartir con sus conciudadanos el tesoro encontrado.


 

MATEO 5: 14: 16

“Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder, ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”

Palabras que se supone pronunció Gandhi tendrían que sacudir a quienes presumen de ser cristianos: “Me gusta su Cristo, pero me disgustan   sus cristianos”. Muchas veces quienes les gusta gallear de las buenas obras que dicen que hacen no se dan cuenta de que los incrédulos que los observan no se interesan por el Cristo que vociferan.

Las buenas obras no sirven para alcanzar el favor de Dios porque la salvación se obtiene por la fe en Jesús, no por las obras. Las buenas obras que se hacen como consecuencia de la fe sirven para que los incrédulos se interesen por el Cristo en quien se cree. Cuando se les hable de Jesús prestarán atención a lo que se les diga.

La apelación que el apóstol Pedro hace a las mujeres casadas que conviven con maridos no cristianos, pueden aplicarse perfectamente a los maridos creyentes que conviven con  esposas incrédulas: “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos,  de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1Pedro 3: 1-4).

¡Qué distinto es un hogar que no se  parece a una olla de grillos cuando los posos  se recriminan mutuamente, vociferan, se parece a un infierno! Si el cónyuge creyente en Cristo no se deja arrebatar por el mal espíritu que manifiesta su conyugue no creyente, se consigue pacificar un hogar que se había convertido en un campo de batalla. Se necesita mucho coraje espiritual para no dejarse llevar por el espíritu belicoso del conyugue  no creyente.

Puede ser posible que el conyugue creyente en Cristo no logre convencer al  otro. Pero es muy beneficioso para la buena convivencia en el hogar si las aguas turbulentas se convierten en tranquilas como las de un lago y en el cielo brilla un sol reluciente. Sin nubes que amenacen tempestad.  

 

diumenge, 16 de febrer del 2025

 

ECLESIASTÉS 4: 1

“Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol, he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele, y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador”

No hay nada nuevo debajo del sol. La historia se repite continuamente. El guión es el mismo. Varían los escenarios y las personas. El texto que sirve de base a esta mediación, ¿no es perfectamente aplicable a nuestros días? ¿No nos hartamos de violencias, de lágrimas de los oprimidos, que no tienen a nadie que los consuele? Unos pocos con poder maligno, oprimen a los muchos que no tienen quien los consuele. La lista de los males que se cometen bajo el sol es n interminable. ¿Tenemos que conformarnos con el derecho al pataleo y aquí se termina todo?

Más adelante Salomón escribe: “Mejores son dos que uno porque tienen mejor paga por su salario, porque, si caen, el uno levantará a su compañero, pero ¡ay del solo! que cuando caiga, no habrá quien lo levante, también, si dos duermen juntos, se calentarán  mutuamente, pero, ¡cómo se calentará uno solo? (vv. 9-11). Salomón enaltece la  bondad de la amistad auténtica. En este mundo es muy difícil encontrar auténticos amigos que estén a nuestro lado a la hora de la adversidad, que es cuando más los necesitamos.

Dios le dice al profeta Jeremías  que diga a su pueblo: “Maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Será como la retoma en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morirá en las sequedades en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada” (17: 5, 6). La amistad tiene un límite. Al amigo no se le tiene que amar más que a Dios. El verdadero amigo también es de carne y huesos y su capacidad de ayudar también es limitada. A pesar de ello tenemos que cultivar la amistad y pagar el precio que se tenga que pagar para conservarla.

A continuación el profeta nos invita a confiar en un Amigo que mucho más que un amigo: “Bendito el varón que confía en el Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque será como árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja  estará verde, y en año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (vv7, 8).

¿Tiene el lector el Amigo que describe el profeta?


 

HECHOS 2: 37, 38

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones  hermanos, ¿Qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”

“Así que los que recibieron  la Palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas” (v. 41). ¿Qué hizo posible que tres mil personas se arrepintieran, recibiesen la Palabra y se bautizasen? Pedro y los otros apóstoles predicaron a la multitud el gran acontecimiento que había sucedido en aquellos días: La crucifixión de Jesús y su resurrección. Predicación que iba acompañada de la plenitud del Espíritu Santo (v. 4), lo cual hizo que los oyentes se reconociesen pecadores. La multitud se había concentrado en Jerusalén a celebrar la Pascua de manera tradicional se encontraron con unos hombres iletrados a los ojos de los hombres, pero que llenos del Espíritu Santo predicaban el Evangelio, las buenas noticias de Dios para los hombres.

¡Qué diferencia abismal existe entre la predicación apostólica que acompañó a la primera Pascua cristiana y las enseñanzas católicas de nuestros días. Así escribe Juan José Omella, arzobispo de Barcelona en su escrito: “Hijos de Dios e hijos de la Iglesia´” La Vanguardia 12/11/2024: “La memoria de su bautismo (de Jesús) nos invita cada año a hacer memoria de nuestro bautismo. Recordemos que en la ceremonia del bautismo los bautizados recibimos el agua que nos purifica del pecado, pero no olvidemos que recibimos el don del Espíritu Santo a través de la unción del santo crisma…Cuando recibimos el bautismo, recibimos la luz y la gracia del Padre, el sacramento del bautismo nos abre la vida de Jesús resucitado”.

A pesar de que el bautismo que practicaba Juan el Bautista era exclusivamente de agua porque la Pascua judía era simbólica. La plenitud del Espíritu Santo todavía no se había producido. Juan que había recibido el don de discernir lo que se esconde en el corazón del hombre “al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ‘Generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?” (Mateo 3: 7).  En el bautismo católico, especialmente en el de niños, ¿dónde se ven las muestras de arrepentimiento que manifestaron aquellas tres mil  a quienes los apóstoles bautizaron?

 

SEXO EN EL MATRIMONIO

“El sexo no consiste en encontrar la persona idónea, es ser la persona idónea” (Charlie Shedd)

El matrimonio no es una institución humana, sino divina. Dios creó al hombre macho y hembra (Génesis 1: 27). “por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (2: 24). En la etapa previa a la entrada del pecado en el mundo “todos dos (Adán y Eva) iban desnudos, el hombre y la mujer, y no se avergonzaban” (2: 25). Desconocían qué es el pudor, aquello que puede herir la decencia. La cosa cambió radicalmente en el momento en que Adán infringió la prohibición divina de comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (2: 17). Tan pronto como Adán ingirió el fruto del árbol prohibido “fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos, entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (3: 7). A partir de este instante comenzaron a presentarse problemas relativos al sexo. Un don que servía para la multiplicación de la especie, se convirtió en lascivia, deseo desordenado del sexo. “La mujer insensata es alborotadora, es simple e ignorante. Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad, para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos. Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo: Las agua robadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso. Y no saben que allí están los muertos, que sus convidados están en lo profundo del Seol” (Lugar en que se encuentran las almas de los difuntos antes de la resurrección y después ser lanzados al infierno eterno (Proverbios 9:13-18).

Con el  propósito de hacer resaltar la perversidad de la lascivia Dios legisla: “No cometerás adulterio” (Éxodo 20: 14). Para no caer en la tentación de creer que adulterar y fornicar solamente son relaciones sexuales extramatrimoniales, Jesús enseña: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para desearla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5: 27, 28). La sexualidad mal aplicada es un arma muy poderosa para hacer mal. Basta con prestar un poco de atención a las noticias que tienen que ver con el asedio a las mujeres.

Habiendo tratado de manera general el tema de la sexualidad adentrémonos en el propósito de este escrito que es  “el sexo en el matrimonio”. El apóstol Pablo escribe a los cristianos de Corintio, diciéndoles: “En cuanto a las cosas que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Corintios 7: 1). La carta a la que se refiere el apóstol se ha perdido. Es muy posible que tratase la creencia de algunos de los cristianos que procedían del paganismo que consideraban que el celibato era un estado superior al matrimonio. Esta opinión es contraria a la de Dios que fue quien instituyó el matrimonio. El apóstol rebate con firmeza esta opinión, diciendo: “Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga a su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (v. 2). La abstinencia sexual no es conveniente en el matrimonio. El autor de Hebreos escribe: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla, pero a los fornicarios y a los adúlteros juzgará Dios” (13: 4). Los detractores de las relaciones sexuales en el matrimonio tomen buena nota de lo que el escritor sagrado inspirado por el Espíritu Santo escribe. Las relaciones sexuales en el matrimonio son el antídoto contra el adulterio y la fornicación: “El marido cumpla con la mujer, el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino el marido, ni tampoco tiene el marido potestad sobre su cuerpo, sino la mujer” (vv. 3-5). Las relaciones sexuales entre los esposos tienen que ser tan frecuentes como exijan las necesidades: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración, y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (v. 5)

Se desconoce si el apóstol Pablo antes de su conversión a Cristo estaba casado o viudo. Sí sabemos que no tenía pareja. ¿Fue tal vez un eunuco que nació así desde el vientre de su madre? (Mateo 19: 12). En la carta que escribe a los cristianos de Corintio les dice: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo, pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro, de otro, Digo pues a los solteros y a las viudas, bueno les  es  quedarse como yo, pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que quemándose” (vv. 7-9).

Si el lector es un hombre o una mujer que lucha contra los deseos sexuales que no puede controlar pídale a Dios que le conceda el don de la fe para que pueda creer en Él y así pedirle sin dudar “porque el que duda es semejante a la onda del mar que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que  recibirá alguna cosa del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:6-8).

Octavi Pereña Cortina    

 

diumenge, 9 de febrer del 2025

 

MEDITACIÓN TRASCENDENTAL

La meditación que trasciende lo humano es la efectiva

Blaise Pascal, físico y filósofo francés del siglo XVII, escribe: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente solo en una habitación”. ¿Qué hará una persona encerrada sola en una habitación? Se sumergirá en sus pensamientos erróneos porque no sabe pensar correctamente y se dejará llevar por las ilusiones de su propia bondad y de la perversidad del resto de los mortales. El ser humano no puede permanecer solo porque si su alma está vacía y no la ocupa el Espíritu de Dios, el vacío dejado lo ocupa Satanás. Los pensamientos que se producirán vía cerebral no serán buenos.

Una sociedad espiritualmente analfabeta no cree en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, ni en Satanás. Considera mitos ambos personajes, lo cual lo lleva a no entender la realidad cotidiana. ¿Por qué las cosas son tal como son? Por nacimiento de mujer nacemos espiritualmente  muertos, lo cual nos impide creer en la realidad de las cosas espirituales. No debe extrañarnos, pues, que la sociedad en general sea incrédula a las realidades espirituales. Si la cosa es así, ¿de qué sirve que una persona se siente sola en una habitación, cerrada la puerta, esperando que sus problemas se resuelvan como por arte de magia? La ignorancia respecto a las realidades espirituales hace que los hombres en las cosas esenciales tomen decisiones erróneas.

La pregunta que tan a menudo nos hacemos: ¿De dónde venimos? La incredulidad nos hace responder: Somos fruto de la evolución. Solamente se puede creer en la existencia del Creador por la fe, que es regalo de Dios. Por medio de ella, los servidores escogidos por Dios, profetas y apóstoles, nos ha hecho llegar todo lo que es necesario sobre las realidades espirituales. El resultado de esta revelación es que además de Dios existe otro personaje, maligno por cierto, que conocemos como Satanás. A éste, el diablo, Jesús le llama “padre de la mentira” y que es “homicida” desde el principio. Debido al pecado de Adán, del cual todos  procedemos por nacimiento de mujer, nuestro padre espiritual es Satanás que por ser el padre de la mentira se encarga de desacreditar la revelación divina que nos ha llegado por medios de los profetas y apóstoles que fueron inspirados por el Espíritu Santo a escribir todo lo que nos es necesario saber sobre las realidades espirituales.

Satanás no desea presentarse a cara descubierta como el personaje maligno y perverso que es. Induce a los hombres a creer que es el comediante mítico que en las fiestas mayores se presenta vestido de rojo, cuernos y cola, tridente en la mano y vomitando fuego, para jolgorio de mayores y niños. El verdadero Satanàs consigue que creamos que él es un bufón de feria. Se frota las manos de satisfacción teniéndonos atrapados en su red.

Encerrados solos en una habitación en espera de encontrar la luz que alumbre nuestro camino y así deshacernos de los problemas que nos aquejan, ¿Qué solución nos va a aportar el aislamiento si el consejero espiritual es el diablo, el padre de mentira y homicida desde el principio?

Jesús que es infinitamente más sabio que Pascal nos enseña qué tenemos que hacer cuando nos encerramos solos en la habitación. No tenemos que imitar a aquellos que  públicamente pronuncian  plegarias grandilocuentes como hacían los fariseos para presumir de una piedad de que carecían. Jesús nos dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mateo 6: 6). El consejo de Jesús a pesar que tiene cierta semejanza con el de Pascal, es muy distinto. Cuando tengamos la puerta de la habitación cerrada, alejados de miradas indiscretas, oremos a nuestro Padre celestial. No nos enseña a hacer una mirada introspectiva para sacar algo bueno de nosotros que no tenemos. Nos enseña a dirigirnos a nuestro Padre celestial  que es el Padre de la verdad porque es la Verdad. Su consejo será para nuestro bien. De la relación secreta con el Padre de nuestro Señor Jesucristo, lejos de los focos mediáticos saldremos de ella “fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10).

La plegaria en solitario, encerrados en la habitación alejados del mundanal ruido, es imprescindible. Pero no es la única manera de orar al Padre. El apóstol  Pablo nos aconseja a “orar si cesar” (1 Tesalonicenses 5: 17). ¿Qué significa eso? Quiere decir que durante el día, en las distintas circunstancias en que nos encontremos, nuestros corazones pronuncien breves oraciones solicitando el favor de nuestro Padre que está en el cielo. Es así como la fortaleza del  Señor se mantiene permanentemente lubricada.

Octavi Pereña Cortina

 

JUAN 6: 35

“Yo soy el pan de vida,, el que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”

A todos los hombres sin excepción, alguna que otra vez se nos ha apoderado la insatisfacción que intentamos aplacarla con el materialismo. Pensamos que con la adquisición de bienes materiales conseguiremos  desterrarla. Nada de nada. El acaparamiento de bienes materiales se comporta como el agua salada que cuanto más se beba más sed se tiene. El deseo innato de poseer porque erróneamente creemos que el materialismo es el secreto de la felicidad, se incrementa especialmente durante las fechas navideñas. Durante esta  época del año la publicidad intensifica la promoción de artículos, la posesión de los cuales, según ella aporta la felicidad a quien los adquiere. El resultado no es el que se busca. La insatisfacción sigue agobiándonos.

A Jesús se le acerca un hombre que le pide que le diga a su hermano que comparta la herencia con él. Jesús se dirige a sus oyentes y les dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida de un hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. Jesús acompaña estas palabras con la parábola que conocemos como la del rico insensato. Este hombre engrandecía más y más su negocio. La parábola no notifica la manera cómo el hombre insensato multiplicaba su fortuna. Honestamente uno no se convierte en una de las personas más ricas del mundo. Se emplean maneras ilegales para conseguirlo. Encontrándose  el rico insensato en el apogeo de su fortuna, Dios le hace llegar un mensaje que dice: “Necio, esta moche vienen a pedirte tu alma y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que para sí hace tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas12: 13-21).

El potentado, como todos los seres humanos, venimos desnudos a este mundo. Los afeites que se emplean para esconder las señales de la muerte y los vestidos que cubren el cuerpo inerte, no acompañan al alma que ha salido para instalarse en el Hades  en espera del juicio final y de la resurrección de los cuerpos.

Jesús que conoce al dedillo el mundo espiritual que nosotros desconocemos pero que por fe lo esperamos.  Jesús en la parábola del Rico y Lázaro  enseña que el rico opulento banqueteaba a diario hasta el día de su muerte. Abrió los ojos en el Hades, lugar en  donde los condenados esperan el día de la resurrección de los cuerpos. “Dando voces dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a lázaro para que moje la unta del dedo en agua, y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama” (Lucas 16: 19-31)-

Santiago  envía un mensaje de alerta  a aquellos que el dinero es su dios: “¡Vamos ahora ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán” (5: 1).



JUAN 14: 6

“Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por mí”

En el contexto inmediato de estas palabras Jesús dice a sus discípulos que en la casa de su Padre hay muchas moradas y que va a preparar lugar para ellos. “Y sabéis donde voy y sabéis el camino” (vv. 1-5). “Tomás le dijo: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” En respuesta a Tomás es cuando Jesús dijo las palabras del texto que sirve de base de esta meditación.

La pregunta que se nos planea es: para ir al Padre ¿hay un solo camino o varios? Los católicos consideran a María como mediadora entre los pecadores y Jesús. Creen que María como madre del Hijo de Dios encarnado enternece el corazón de su Hijo para que atienda  a sus peticiones de misericordia. ¿De dónde sacan los católicos que María es el puente entre los pecadores y Jesús? Se basan en las palabras que María dijo a su Hijo cuando en la boda de Caná se quedaron sin vino: “No tienen vino. y María dijo a los sirvientes: Haced l que Él os diga” (Juan 2: 1-12). De a ahí convertirla en mediadora espiritual existe un abismo infranqueable,

Misterio   es algo que se desconoce y que únicamente puede saberse por revelación. La Biblia nos transporta a antes de la creación del universo y del hombre. Lo que hizo Dios durante este período no puede saberse si no por revelación del Espíritu Santo que escogió a unos hombres determinados  para que escribiesen aquello que el Padre consideró conveniente que los hombres supiesen. Juan Es el hombre escogido por Dios  para que revelase un misterio que es muy importante por lo que hace a la salvación del pueblo de Dios. El apóstol Juan cita la oración intercesora que Jesús dirigió al su Padre: “Ahora, pues, Padre, glorifícame tú a tu lado, con aquella gloria  que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me diste, tuyos eran y me los has dado, y han guardado tu palabra” (Juan 17: 5, 6). La salvación del pueblo de Dios es cuestión de tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es exclusiva del Dios trino. Es herejía lo que escribe juan José Omella, arzobispo de Barcelona, lo que escribe: “Que María, madre de la esperanza, nos enseñe a mantener viva la esperanza  en el Señor”. Jesús dice: “Venid” (sin mediación de nadie) “todos los que estáis cargados y trabajados, y yo os hare descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30).. El lector tiene que escoger entre los que dice Jesús y lo que escribe el arzobispo.

diumenge, 2 de febrer del 2025

 

LOS SICÒPATAS SE CURAN

Para Dios la palabra imposible no existe

Entrevistado por Lluís Alegret en una Contra de La vanguardia, Vicente Garrido, catedrático de Educación y Criminología, aporta un rayo de luz a la sicopatía. Define al sicópata: “Una configuración de personalidad caracterizada por el egocentrismo y narcicismo exagerado, una gran capacidad para la mentira y una incapacidad para percibir sentimientos morales”. El Diccionario de Estudios Catalanes la define así: “Desequilibrio síquico, especialmente trastorno caracterológico o de conducta, de carácter constitucional que no comporta ninguna anormalidad intelectual. Pienso que la definición que da Garrido se acerca más a la realidad porque reconoce unas características morales que son fruto del pecado. Cuando el periodista pregunta al entrevistado: “¿a qué sentimientos se refiere?”, responde. “A la empatía, al sentido de la justicia y a la compasión. Es una personalidad profundamente desconectada y sin motivación, es la busca del control y del poder”.

No todos los sicópatas tienen el mismo grado de sicopatía. La clasificación va “desde el sicópata asesino hasta el sicópata integrado, que es el que no  ha sido identificado y tiene una vida convencional”. “Los sicópatas asesinos se manifiestan principalmente en política: Putin, Trump, Natanyahu” y en los cabecillas de las bandas criminales que no les tiembla el pulso a la hora de apretar el gatillo o a ordenar a alguno de sus secuaces que lo hagan por él. El sicópata integrado convive con nosotros  y con sus brotes sicópatas nos fastidian la vida.

Lluís Amiguet le pregunta a Vicente Garrido: ¿Puede curarse la sicopatía? La respuesta que da el criminólogo es: “Es una patología que en los niños y jóvenes y con ayuda experta se dan buenas posibilidades, pero en adultos desconocemos como mejorar su trastorno principalmente se aprecian mucho más a ellos mismos de que aprecian en los otros”. ¿Quiere eso decir que los sicópatas asesinos no tienen la posibilidad de curarse? Con medicamentos tal vez no, pero para Dios el imposible no existe.

En el siglo I  de nuestra era se desconocía la palabra sicópata. Sí existían los sicópatas. El Nuevo Testamento relata la historia de un sicópata asesino: Saulo de Tarso que más tarde se le conocería como el apóstol Pablo. En su época de fariseo extremista consintió en el asesinato de Esteban que encabezaría la lista de los mártires cristianos (Hechos 7: 54; 8: 1). El odio que Saulo sentía hacia los cristianos no se acaba con la lapidación de Esteban. La sed de sangre cristiana que tenía Saulo es espectacular. El texto bíblico lo describe así: “Saulo respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9: 1, 2).

Acercándose el perseguidor a Damasco, con ojos desencajados y sanguinolentos de odio, “de repente un resplandor más brillante que el sol le cubrió haciéndole caer del caballo y una voz le dijo: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? Y dijo: ¿quién eres, Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues, dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9: 3-6).

La conversión de Saulo fue muy espectacular pero no casual. Recordemos que Saulo fue testigo del asesinato de Esteban viendo como sus secuaces le apedreaban. Contempló desde la primera fila a Esteban invocando al Señor: “Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y arrodillándose, clamó a gran voz: Señor no les tomes en cuenta este pasado. Y habiendo dicho esto, murió” (Hechos 7: 59, 60).

La muerte de Esteban no fue una muerte normal. Lo normal es que la víctima de muerte violenta blasfeme el Nombre de Dios  y a la madre de sus asesinos. No es normal que la víctima pida a Dios que perdone a sus verdugos. No puede descartarse que la muerte de Esteban tuviese algo que ver en la conversión de Saulo a Cristo. “Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios” (Romanos 10: 17). “Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55: 11).

La fe cristiana no es para que se guarde polvorienta en el desván, sino para que resplandezca públicamente. Jesús lo dice claramente: “Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad emplazada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que van vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos  (Mateo 5: 14-16).

Un resplandor celestial hizo caer a Saulo del caballo. Una luz invisible brota del testimonio cristiano que puede deslumbrar a los “sicópatas asesinos” y transformar el orgullo en humildad. Si esto  ocurre, el “sicópata asesino”, caerá del pedestal en que se ha subido y una plegaria brotara de sus labios. “Dios, sé propicio a mí pecador” (Lucas 18: 13). Tal vez la sicopatía no desparezca al instante, pero, a medida que vaya caminando en novedad de vida  se irá diluyendo hasta no quedar rastro de ella.

Octavi Pereña Cortina

 

JEREMIAS 24: 7

“y les daré corazón para que conozcan que yo soy el Señor, y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios, porque se volverán a mí de todo corazón”

El pasado domingo 26 de enero, la Iglesia Católica celebró el VI domingo de la Palabra de Dios y la IX Semana de la Biblia. Bienvenida sea cualquier celebración que tenga por objetivo fomentar la lectura de las Sagradas Escrituras cristianas, cuando entre los que se consideran cristianos se da tanto analfabetismo bíblico.

En una La Contra de La Vanguardia, Pascal Plisson, director de cine documental, dice a su entrevistador: “Conocí a aquella maravillosa mujer, que empezó Primaria a los 94 años porque quería leer la Biblia y animar a las niñas a aprender, en un pueblecito de Kenia”. Rara avis e una sociedad en que reina el analfabetismo bíblico y escaso interés por la lectura.

¿Cuál es la causa que entre los que se consideran cristianos exista tanta ignorancia bíblica? En  la Iglesia Católica prevalece el bautismo infantil. A los recién nacidos se les bautiza sin pedirles su consentimiento. A los adultos se les rocía con agua. Automáticamente, tanto los unos como los otros entran a formar parte del pueblo de Dios. El bautismo no los convierte en hijos de Dios. Se lo creen porque así se les enseña sin contrastar la veracidad de la doctrina. Con el paso del tiempo muchos de estos bautizados dejan de ser católicos practicantes. Como mucho, solo unos pocos se convierten es seglares comprometidos. A pesar  del esfuerzo que exige dicho compromiso, siguen siendo personas carnales que ignoran qué es ser hijos de Dios. Únicamente el Espíritu Santo puede darles el convencimiento de que lo son     (Romanos 8: 15, 16).

Nicodemo, religioso muy comprometido con el judaísmo, una noche salió para entrevistarse con Jesús, secretamente. El Maestro le dice: “En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3: 3). Jesús transporta a su interlocutor  al escenario del desierto en que Moisés alza una serpiente de bronce (Números 21: 4-9), señal   profética de Jesús crucificado para salvación del pueblo de Dios y que los creyentes “reciban vida eterna” (Juan 3: 14, 15).

El profeta Jeremías dirigiéndose a un pueblo muy religioso y a la vez extremadamente incrédulo, les dice. “Y les daré corazón para que conozcan que yo soy el Señor, y me serán por pueblo, y yo les seré por Dios, porque se volverá a mí de todo corazón” (24: 7).


 

JOB 9: 2

"Ciertamente yo sé que eso es así, pero, ¿cómo puede el hombre llegar a ser justo ante Dios?

Pregunta sorprendente la de Job. ¿Cómo puede alguien presentarse ante Dios y que Éste le considere buena persona? Todos, cuando nos comparamos con otras personas nos consideramos buenos chicos porque los otros hacen cosas que nosotros no hacemos. Los otros cuando se fijan en nosotros se consideran buenos chicos porque no hacen lo que nosotros hacemos. El resultado es que ambos observadores son malas personas. El resultado final de la cuestión  está no en lo que hacemos sino en lo que somos. La Ley de Dios nos enseña qué tenemos que hacer a rajatabla. Como muy bien escribe Santiago: “Cualquiera que guarde toda la Ley pero ofende en un punto, se hace culpable de todos” (2: 10). Nos justificamos diciendo que únicamente cometemos pecadillos como “mentiras piadosas”. Nuestras mentirijillas en realidad son homicidios sin derramamiento de sangre. Todos sin excepción somos injustos ante Dios porque nuestros pecadillos realmente son  PECADOS. La paga del pecado es la muerte eterna. Lo sensato es que dejemos de considerarnos buenas personas ante nuestros propios ojos y reconozcamos lo que realmente somos: PECADORES porque somos culpables de ser infractores de toda la Ley de Dios.

Siendo como somos no nos gusta reconocernos pecadores. Nos da vergüenza hacerlo. Si seguimos pensando así nos engañamos a nosotros mismos. En cierta ocasión Jesús pasó ante la mesa donde Mateo cobraba los impuestos. Parándose ante él, le dijo: “Sígueme” Sin pensárselo dos veces, el funcionario abandonó su oficina, siguió a Jesús y le invitó a su casa. Alrededor de la mesa se sentaron otros cobradores de impuestos y pecadores. Al ver esto, los fariseos que se consideraban inmaculados porque creían que cumplían a rajatabla todos los preceptos de la Ley de Dios, se escandalizaron y dijeron a los discípulos de Jesús: “Por qué come vuestro Maestro con los cobradores de impuestos y los pecadores?” Al oír esto Jesús dijo a los impolutos fariseos: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos (personas buenas), sino pecadores al arrepentimiento” Mateo 9: 9-13).

Declarados justos por la fe en Jesucristo tenemos paz para con Dios      (Romanos 5: 1). La pregunta de Job: ¿cómo puede el hombre llegar a ser justo ante Dios? la responde el apóstol Juan: “La sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).   

 

 

JEREMIAS 24: 7

“y les daré corazón para que conozcan que yo soy el Señor, y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios, porque se volverán a mí de todo corazón”

El pasado domingo 26 de enero, la Iglesia Católica celebró el VI domingo de la Palabra de Dios y la IX Semana de la Biblia. Bienvenida sea cualquier celebración que tenga por objetivo fomentar la lectura de las Sagradas Escrituras cristianas, cuando entre los que se consideran cristianos se da tanto analfabetismo bíblico.

En una La Contra de La Vanguardia, Pascal Plisson, director de cine documental, dice a su entrevistador: “Conocí a aquella maravillosa mujer, que empezó Primaria a los 94 años porque quería leer la Biblia y animar a las niñas a aprender, en un pueblecito de Kenia”. Rara avis e una sociedad en que reina el analfabetismo bíblico y escaso interés por la lectura.

¿Cuál es la causa que entre los que se consideran cristianos exista tanta ignorancia bíblica? En  la Iglesia Católica prevalece el bautismo infantil. A los recién nacidos se les bautiza sin pedirles su consentimiento. A los adultos se les rocía con agua. Automáticamente, tanto los unos como los otros entran a formar parte del pueblo de Dios. El bautismo no los convierte en hijos de Dios. Se lo creen porque así se les enseña sin contrastar la veracidad de la doctrina. Con el paso del tiempo muchos de estos bautizados dejan de ser católicos practicantes. Como mucho, solo unos pocos se convierten es seglares comprometidos. A pesar  del esfuerzo que exige dicho compromiso, siguen siendo personas carnales que ignoran qué es ser hijos de Dios. Únicamente el Espíritu Santo puede darles el convencimiento de que lo son     (Romanos 8: 15, 16).

Nicodemo, religioso muy comprometido con el judaísmo, una noche salió para entrevistarse con Jesús, secretamente. El Maestro le dice: “En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3: 3). Jesús transporta a su interlocutor  al escenario del desierto en que Moisés alza una serpiente de bronce (Números 21: 4-9), señal   profética de Jesús crucificado para salvación del pueblo de Dios y que los creyentes “reciban vida eterna” (Juan 3: 14, 15).

El profeta Jeremías dirigiéndose a un pueblo muy religioso y a la vez extremadamente incrédulo, les dice. “Y les daré corazón para que conozcan que yo soy el Señor, y me serán por pueblo, y yo les seré por Dios, porque se volverá a mí de todo corazón” (24: 7).


 

JOB 9: 2

"Ciertamente yo sé que eso es así, pero, ¿cómo puede el hombre llegar a ser justo ante Dios?

Pregunta sorprendente la de Job. ¿Cómo puede alguien presentarse ante Dios y que Éste le considere buena persona? Todos, cuando nos comparamos con otras personas nos consideramos buenos chicos porque los otros hacen cosas que nosotros no hacemos. Los otros cuando se fijan en nosotros se consideran buenos chicos porque no hacen lo que nosotros hacemos. El resultado es que ambos observadores son malas personas. El resultado final de la cuestión  está no en lo que hacemos sino en lo que somos. La Ley de Dios nos enseña qué tenemos que hacer a rajatabla. Como muy bien escribe Santiago: “Cualquiera que guarde toda la Ley pero ofende en un punto, se hace culpable de todos” (2: 10). Nos justificamos diciendo que únicamente cometemos pecadillos como “mentiras piadosas”. Nuestras mentirijillas en realidad son homicidios sin derramamiento de sangre. Todos sin excepción somos injustos ante Dios porque nuestros pecadillos realmente son  PECADOS. La paga del pecado es la muerte eterna. Lo sensato es que dejemos de considerarnos buenas personas ante nuestros propios ojos y reconozcamos lo que realmente somos: PECADORES porque somos culpables de ser infractores de toda la Ley de Dios.

Siendo como somos no nos gusta reconocernos pecadores. Nos da vergüenza hacerlo. Si seguimos pensando así nos engañamos a nosotros mismos. En cierta ocasión Jesús pasó ante la mesa donde Mateo cobraba los impuestos. Parándose ante él, le dijo: “Sígueme” Sin pensárselo dos veces, el funcionario abandonó su oficina, siguió a Jesús y le invitó a su casa. Alrededor de la mesa se sentaron otros cobradores de impuestos y pecadores. Al ver esto, los fariseos que se consideraban inmaculados porque creían que cumplían a rajatabla todos los preceptos de la Ley de Dios, se escandalizaron y dijeron a los discípulos de Jesús: “Por qué come vuestro Maestro con los cobradores de impuestos y los pecadores?” Al oír esto Jesús dijo a los impolutos fariseos: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos (personas buenas), sino pecadores al arrepentimiento” Mateo 9: 9-13).

Declarados justos por la fe en Jesucristo tenemos paz para con Dios      (Romanos 5: 1). La pregunta de Job: ¿cómo puede el hombre llegar a ser justo ante Dios? la responde el apóstol Juan: “La sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).   

 

 

LOS SICÒPATAS SE CURAN 

Para Dios la palabra imposible no existe

Entrevistado por Lluís Alegret en una Contra de La vanguardia, Vicente Garrido, catedrático de Educación y Criminología, aporta un rayo de luz a la sicopatía. Define al sicópata: “Una configuración de personalidad caracterizada por el egocentrismo y narcicismo exagerado, una gran capacidad para la mentira y una incapacidad para percibir sentimientos morales”. El Diccionario de Estudios Catalanes la define así: “Desequilibrio síquico, especialmente trastorno caracterológico o de conducta, de carácter constitucional que no comporta ninguna anormalidad intelectual. Pienso que la definición que da Garrido se acerca más a la realidad porque reconoce unas características morales que son fruto del pecado. Cuando el periodista pregunta al entrevistado: “¿a qué sentimientos se refiere?”, responde. “A la empatía, al sentido de la justicia y a la compasión. Es una personalidad profundamente desconectada y sin motivación, es la busca del control y del poder”.

No todos los sicópatas tienen el mismo grado de sicopatía. La clasificación va “desde el sicópata asesino hasta el sicópata integrado, que es el que no  ha sido identificado y tiene una vida convencional”. “Los sicópatas asesinos se manifiestan principalmente en política: Putin, Trump, Natanyahu” y en los cabecillas de las bandas criminales que no les tiembla el pulso a la hora de apretar el gatillo o a ordenar a alguno de sus secuaces que lo hagan por él. El sicópata integrado convive con nosotros  y con sus brotes sicópatas nos fastidian la vida.

Lluís Amiguet le pregunta a Vicente Garrido: ¿Puede curarse la sicopatía? La respuesta que da el criminólogo es: “Es una patología que en los niños y jóvenes y con ayuda experta se dan buenas posibilidades, pero en adultos desconocemos como mejorar su trastorno principalmente se aprecian mucho más a ellos mismos de que aprecian en los otros”. ¿Quiere eso decir que los sicópatas asesinos no tienen la posibilidad de curarse? Con medicamentos tal vez no, pero para Dios el imposible no existe.

En el siglo I  de nuestra era se desconocía la palabra sicópata. Sí existían los sicópatas. El Nuevo Testamento relata la historia de un sicópata asesino: Saulo de Tarso que más tarde se le conocería como el apóstol Pablo. En su época de fariseo extremista consintió en el asesinato de Esteban que encabezaría la lista de los mártires cristianos (Hechos 7: 54; 8: 1). El odio que Saulo sentía hacia los cristianos no se acaba con la lapidación de Esteban. La sed de sangre cristiana que tenía Saulo es espectacular. El texto bíblico lo describe así: “Saulo respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9: 1, 2).

Acercándose el perseguidor a Damasco, con ojos desencajados y sanguinolentos de odio, “de repente un resplandor más brillante que el sol le cubrió haciéndole caer del caballo y una voz le dijo: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? Y dijo: ¿quién eres, Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues, dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9: 3-6).

La conversión de Saulo fue muy espectacular pero no casual. Recordemos que Saulo fue testigo del asesinato de Esteban viendo como sus secuaces le apedreaban. Contempló desde la primera fila a Esteban invocando al Señor: “Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y arrodillándose, clamó a gran voz: Señor no les tomes en cuenta este pasado. Y habiendo dicho esto, murió” (Hechos 7: 59, 60).

La muerte de Esteban no fue una muerte normal. Lo normal es que la víctima de muerte violenta blasfeme el Nombre de Dios  y a la madre de sus asesinos. No es normal que la víctima pida a Dios que perdone a sus verdugos. No puede descartarse que la muerte de Esteban tuviese algo que ver en la conversión de Saulo a Cristo. “Así que la fe es por el oír, y el oír por la Palabra de Dios” (Romanos 10: 17). “Así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55: 11).

La fe cristiana no es para que se guarde polvorienta en el desván, sino para que resplandezca públicamente. Jesús lo dice claramente: “Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad emplazada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que van vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos  (Mateo 5: 14-16).

Un resplandor celestial hizo caer a Saulo del caballo. Una luz invisible brota del testimonio cristiano que puede deslumbrar a los “sicópatas asesinos” y transformar el orgullo en humildad. Si esto  ocurre, el “sicópata asesino”, caerá del pedestal en que se ha subido y una plegaria brotara de sus labios. “Dios, sé propicio a mí pecador” (Lucas 18: 13). Tal vez la sicopatía no desparezca al instante, pero, a medida que vaya caminando en novedad de vida  se irá diluyendo hasta no quedar rastro de ella.

Octavi Pereña Cortina