SALMO 92: 12
“El justo florecerá como la palmera, crecerá
como el cedro del Líbano”
El
justo, no confundirlo como persona sin pecado. El justo de la Biblia es una
persona que siendo pecadora por la fe en Jesucristo que limpia con su sangre
todos los pecados del creyente hace que Dios le vea como si nunca hubiese
cometido pecado. Una vez declarado justo el creyente no está exento de pecado.
La herencia recibida de Adán pretende salir a la superficie pero el creyente en
Cristo con la ayuda del Espíritu Santo que mora en él, controla las pasiones
carnales que brotan en su corazón no permitiendo que campen a sus anchas,
El
salmo 1 nos dice que el justo es una persona que “en la Ley del Señor está su delicia, y que en su Ley medita día y
noche. Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas. Que da su fruto
a su tiempo, y su hoja no cae, y todo lo que hace prosperará” (vv. 2, 3).
El salmo 92 también lo compara “como la palmera, crecerá como el cedro del
Líbano”.
La
imagen del árbol plantado junto a corrientes de aguas, de hojas verdes y
lozanas, que no tiene ningún indicio de enfermedad, en Apocalipsis el apóstol
Juan nos lo sitúa en la Jerusalén
celestial no como simbolismo: “En medio
de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la
vida, que produce doce frutos, dando cada mes un fruto, y las hojas del árbol
son sanidad de las naciones” (v. 22: 12). Manera de exponer que en el reino
de Dios al no existir el pecado no habrá
ni enfermedad ni muerte.
Si lo
recuerda el lector en el Edén terrenal en que puso el Creador a Adán y Eva para
que fuese su residencia había un árbol muy concreto: “Mas del árbol de la ciencia y del bien no comerás, porque el día que
de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2: 17). Después de la desobediencia
de Adán el Señor expulsó al matrimonio los despidió del jardín para que no
comiesen del árbol de la vida y viviesen para siempre con el pecado a cuestas
(Génesis 3: 22).
El
árbol de la vida es un símbolo de Jesús que es el Salvador del mundo. Por esto
Dios les habla de la simiente de la mujer que aplastará la cabeza de la
serpiente y que la serpiente herirá a Jesús en el talón. Es la primera profecía
que anuncia que el Salvador tenía que morir en la cruz y resucitar al tercer
día. Los justos que son quienes han creído en Jesús los compara a árboles
plantados junto a corrientes de aguas que “aun
en la vejez fructificarán, estarán vigorosos y verdes” (Salmo 92: 22).
Estando unidos por la fe a Jesús nos encontramos en condiciones de dar frutos
abundantes que glorifican el Nombre de nuestro Padre celestial.
PROVERBIOS 31: 30
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura,
la mujer que teme al Señor, esa será alabada”
Oliver
Cromwell después de permitir con fastidio que se le retrasase en un lienzo,
antes de empezar las sesiones le dijo al pintor que tenía que pintar el cuadro:
“Deseo que utilice su pericia para pintar el cuadro tal como soy realmente, sin
adularme de ninguna manera, haciendo resaltar todas las imperfecciones, granos,
verrugas y todo lo que vea en mí, sino no le pagaré ni un cuarto de penique por
el cuadro” ¡Qué contraste tan acusado entre Cromwell y la mayoría de personas
de nuestros días. Hoy con los programas fotográficos que nos permiten retocar a
placer las imágenes, la cirugía estética que puede pagarse en cómodos plazos,
los cosmético a precios asequibles, muchos son quienes pueden permitirse el
lujo de cambiar la fisonomía. Con fines
comerciales se nos hace sentir aversión al propio cuerpo. Se le tiene
que modificar para que esté a tono con la imagen que los expertos (?)
consideran como tiene que ser nuestro aspecto físico.
Hoy
prevalece la juventud yendo en contra de la ley de la vida. A partir del
nacimiento el ser humano tiene que pasar por las diversas etapas de la vida. De
entre ellas se realza la juventud. Se pretende conservar la apariencia joven
cueste lo que cueste lo que cueste aun cuando el camino para encontrar la
segunda juventud tenga consecuencias desagradables. Ni con cosméticos, ni con
cirugía estética se puede detener el paso del tiempo. Morfológicamente puede
conseguirse una apariencia más juvenil. Esconder la edad no significa que lo
consigamos con tantos engaños. La frustración es el resultado.
El
apóstol Pedro refiriéndose a las mujeres, realmente es un mensaje unisex. “Asimismo, vosotras, mujeres, vuestro atavío
no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o vestidos lujosos,
sino el interno el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible que es de gran
estima delante de Dios” (1
Pedro 3: 1, 3, 4). Todo lo que se
haga para conservar la apariencia juvenil es esfuerzo inútil y pérdida de
dinero. Detrás de una apariencia retocada el reloj biológico no se detiene ni
se le puede alterar. Nos preocupamos por
la apariencia de manera enfermiza y nos
olvidamos por completo “del
incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible que es de
gran estima delante de Dios”. La
alteración del orden de los factores produce daños irreparables en la salud del
alma. Dios nos ha creado para Él. Olvidar a quien pertenecemos tiene fatales
consecuencias empezando en el tiempo presente con los problemas de salud mental
y por el miedo a la muerte que es la puerta de entrada a la eternidad.
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