ESTER 5: 15
“Y el rey y Amán se sentaron a beber, pero la
ciudad de Susa estaba conmovida”
La
historia empieza cuando el rey Asuero engrandece a Amán sobre todos los
príncipes. El rey ordenó que todos sus siervos se arrodillasen y se inclinasen
ante la presencia de Amán. El judío Mardoqueo no obedeció la orden real. Esta
actitud enardeció a Amán que al saber que el díscolo era judío se propuso
destruir a todos los judíos del reino. Amán se presentó ante el monarca para
pedirle autorización para llevar a cabo sus planes malvados. El rey dio su
autorización a la destrucción y confiscación de las propiedades de los judíos-.
Apresuradamente los correos reales montados en rápidos corceles se dispersaron
por todo el reino para que todos los súbditos conociesen el edicto real
promovido por el odio de Amán hacia los judíos. Mientras los correos reales se
dispersaban por el reino, Asuero y Amán se sentaron a beber y celebrar la efeméride. Pero la
ciudad de Susa estaba conmovida.
La
reina Ester que era judía intentó frenar el desatino que se iba a cometer
contra su pueblo. El edicto promulgado sellado con el anillo del rey no se
podía revocar (8: 8). He aquí la importancia que tiene que los monarcas y los
presidentes de gobierno sepan escoger a sus consejeros pues de ello depende que
se aplique la justicia que es la que hace que las naciones prosperen.
Según
la Biblia la cosa no irá por este camino. Afirma con rotundidad que la
situación política, económica y social empeorará. Los dirigentes políticos, las
élites económicas y sociales anuncian a bombo y platillo que las medidas
económicas, sociales y militares que se toman llevan a un mundo mejor. Pero
Dios dice: “No hay paz para los impíos”.
Estando
Susa la capital del reino persa
conmovida por el edicto real que se había promulgado por razón de
Estado, los dos protagonistas causantes del dolor que se avecinaba “se sentaron
a beber” (Ester 3: 16). El texto no menciona de qué hablaron, Tal vez
comentarían las ganancias que aportarían
a las arcas reales el expolio que iba a cometerse. Si algún sentimiento de
culpa brotase en ellos, el alcohol se
comportaría como sedante que tranquilizaría a sus conciencias angustiadas.
Cuando
después de una sesión parlamentaria, los artífices del espectáculo, los
protagonistas del mismo, sin distinción de color político, se reúnen en un
reservado para los VIP de un prestigioso club para resarcirse de la dureza de
la reunión parlamentaria dejada atrás lo hacen para ver cómo mejorar su
actividad política y solucionar la inmensidad de la miseria existente, o para
mejorar sus emolumentos.
MATEO 20: 8
“Cuando llegó la noche el señor de la viña
dijo a su mayordomo: llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los postreros hasta los primeros”
En la
parábola de los obreros en la viña nos enseña que la justicia de Dios nada
tiene que ver con el concepto que nosotros tenemos de la misma. Un padre de
familia sale al amanecer a la plaza para contratar obreros para trabajar en su
viña. Los contrata por un denario diario. Repite su visita a la plaza diversas
veces al día. Al atardecer sale de nuevo a la plaza para contratar más obreros
y les dice: “Id también vosotros a la
viña y recibiréis lo que es justo”. Terminada la jornada el mayordomo paga
a los obreros el denario concertado. Uno de los obreros que trabajaron desde el
amanecer hasta anochecer se queja de que ello no era justo. El propietario de la viña le dice: “¿No te contraté por un denario? ¿No me es
lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿Oh tienes envidia porque yo soy bueno?”
(v. 13).
La
parábola nada tiene que ver con derechos laborales. La parábola es una metáfora
terrenal para enseñarnos una doctrina espiritual. Sirve para enseñar la
recompensa que recibirán los hermanos de Jesús que durante largos años que han
trabajado en la viña del Señor, que es este mundo. La parábola quiere
enseñarnos que la salvación que Jesús consiguió con su muerte en la cruz es
igual para todos. El quilate de salvación es el mismo para todos. Su valor no
depende de los años que uno ha sido cristiano.
El
ejemplo hecho carne de que ¿”No me es
lícito hacer lo que quiero con lo mío”?, lo encontramos en el malhechor
crucificado junto a Jesús que reprende a su compañero de fechorías, diciéndole:
Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos
lo que merecieron nuestros hechos, mas éste (Jesús), ningún mal hizo”
(Lucas 23: 41). Una vez el malhechor ha
hecho confesión de sus pecados se dirige a Jesús, diciéndole: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”
(v. 42). Luego, Jesús, dirigiéndose al bandolero arrepentido, le dice: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo
en el paraíso” (v. 43). Jesús cumple
con el bandido arrepentido lo que dijo:
“No he venido a llamar a justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Mateo
9: 13). El malhechor hizo en el último segundo de su existencia terrenal la
obra que tiene valor salvífico: Creyó que Jesús es el Salvador. Aunque murió
sufriendo terribles dolores entró en la eternidad gozando de la vida eterna.
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