diumenge, 24 de març del 2024

 

SALMO 20: 7

“Unos confían en carros, otros en caballos, pero nosotros hacemos memoria del Señor, nuestro Dios”

El salmista clama a Dios pidiendo ayuda. ¿Quién es el que no la necesita? El paraíso en donde residía la plena felicidad se perdió por el pecado de Adán. La consecuencia de dicho pecado fue que Dios maldijo la Tierra y el resultado de dicha maldición fue que “con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo…Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3 17-19). Muchos consideran que los tres capítulos de Génesis son mitología. Si lo son, ¿cómo es posible que sea verdad lo que dicen?

Si el lector pertenece al incontable número de negacionistas, ¿puede explicar porque tiene problemas domésticos, enfermedades, injusticias y una   inmensa cantidad de pequeñas insatisfacciones que hacen que su existir sea estresante? Las condiciones de vida actual confirman la historicidad de los tres primeros capítulos de la Biblia. ¿Por qué tenemos ojos para ver y oídos para oír y, ni oyen ni ven? La explicación se debe a los prejuicios. Y los prejuicios, ¿de dónde proceden? De la Serpiente que engañó a Eva haciéndole creer que Dios es un mentiroso. Y Satanás que es el padre de la mentira sigue engañando a las personas inculcándoles prejuicios en contra de los tres primeros capítulos de Génesis haciéndoles creer que son fabula.

Los verdaderos creyentes en Cristo son unos afortunados por poseer fe que es regalo de Dios. En las diversas situaciones de conflicto, que son muchas, no se encuentran desamparados, abandonados a su suerte. Sin saber dónde acudir en busca del socorro oportuno. El texto que comentamos nos dice: “Unos confían en caballos, otros en caballos”, es decir, buscan el socorro en el hombre y en los medios que él proporciona. Pero ignoramos que esta ayuda es como una caña quebrada que atraviesa la mano e quien se apoya en ella. El creyente en Cristo edifica su vida  haciendo memoria del Señor su Dios. Es decir, la erige sobre la Roca que es Cristo. La fe en Cristo no impide que los vientos huracanados que soplan contra los hombres choquen contra el creyente. Pero sí evita que las embestidas torrenciales derriben su vida.

Quienes dejándose guiar por los embustes de Satanás que es el padre de la mentira, flaquean y caen. “Nosotros hacemos memoria del Señor, nuestro Dios” nos levantamos y estamos en pie. En los avatares de la vida “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” (Filipenses 4: 13).


 

JUAN 3: 3

“De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”

Relato la fábula del cerdo, la oveja y el hombre. Un granjero tenía un cerdo al que instaló en su casa. Lo bañó, le pulió las pezuñas, lo perfumó con Chanel nº 5, le puso un lazo en el cuello, lo instaló en la sala de estar. El cerdo estaba de buen  ver. Los amigos del granjero lo aceptaron. ¡Era tan simpático! Durante un poco de tiempo fue un buen compañero. Tan pronto quedó abierta la puerta que daba al exterior, el cerdo abandonó la sala de estar para salir al exterior. Se dirigió directamente a revolcarse en el charco que encontró. ¿Por qué lo hizo? Sencillamente porque era un cerdo. Su naturaleza no había cambiado. El granjero lo había cambiado externamente, pero no su naturaleza.

Si el granjero hubiese cogido una oveja y acicalado como hizo con el cerdo, al quedar abierto la puerta que daba al exterior la oveja habría salido a comer hierba. Al charco no le habría prestado ni la más mínima atención. ¿Por qué? Sencillamente porque era una oveja que tiene un comportamiento distinto del cerdo.

Vayamos al hombre. Se viste de fiesta. Se sienta en el banco a primera fila en la iglesia. Tiene la apariencia de ser un santo. Durante un tiempo puede engañar a sus amigos. Lo pones en la oficina, en el hogar, en un club un sábado por la noche. Verás cómo sale a relucir su auténtica naturaleza. En la oficina se enfada con sus compañeros. En el hogar maltrata física y sicológicamente a su esposa y vocifera a los hijos.  En el club se desmanda. ¿Por qué este comportamiento? Sencillamente porque  está muerto en sus pecados y delitos. Su naturaleza espiritual no ha cambiado.

La naturaleza del cerdo y de la oveja no puede cambiar. Nacen y mueren siendo cerdo y oveja. El ser humano sí que puede cambiar su naturaleza. Necesita nacer de nuevo. El nuevo nacimiento  no es una moralidad laica o religiosa que nos exige guardar las apariencia de ser buenos chicos/as. Tal como lo mostró el hombre emperifollado que se sentó en el banco en la primera fila en la iglesia. El nuevo nacimiento es “una nueva creación” (Gálatas 6: 15). El nuevo nacimiento totalmente es obra que Dios realiza  por medio de la fe que es don suyo: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para que redimiese a los que estaban bajo la Ley, a fin que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4. 4-6).



 

 

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