diumenge, 31 de març del 2024

 

MARCOS 7: 5

“Y le preguntaron, pues los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas”

¿Son buenas las tradiciones religiosas? Si se ajustan a la doctrina bíblica nada que objetar a no ser que se conviertan en obstáculos que impidan amar a Dios  sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Los fariseos, la secta que se consideraban ser estrictos cumplidores de la Ley de Moisés, cuya rigidez los convirtió en fanáticos que únicamente veían la letra de la Ley a la vez que ignoraban qué es misericordia. A los tales Jesús les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mateo 23: 12). Se tiene que ser muy cuidadoso a la hora de poner excesivo énfasis a la hora de defender las tradiciones a pesar que tengan siglo de existencia.

El texto que sirve de base a esta meditación pone de manifiesto la queja   que los fariseos le hicieron a Jesús de que sus discípulos no anduviesen conforme a la tradición de los ancianos “sino que comen pan con manos inmundas”. Los fariseos con sus ancestrales tradiciones habían ido mucho más allá de lo que estaba escrito en la Ley. Se habían inventado una serie de preceptos que regulaban los más mínimos detalles de la vida diaria que hacían asfixiante vivirla. Jesús que vino a la Tierra como mensajero del Padre para anunciar su amor, no un amor normal, sino un amor tan profundo e incomprensible a la mente humana que da a su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él crea no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3: 16).

Jesús no se muerde la lengua ante tal flagrante tergiversación del espíritu de la Ley. Con la santa ira que Dios puede expresar, les dice: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Pues dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7: 6, 7, 9).

Vigile el lector para no dejarse guiar por las tradiciones de la Iglesia que revestidas de mucha pompa para excitar los sentidos le aparten de Cristo que es la luz del mundo que guía a los ciegos a la vida eterna.


 

2 SAMUEL 12: 15

“Y el Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente”

Aun cuando no nos guste Dios es justo para con todos. Nos alegramos cuando alguien sufre porque consideramos que se lo merece. David, con nocturnidad y alevosía, sin consideración alguna hacia Urías,  el soldado que se encontraba en el campo de batalla luchando por su rey, cometió adulterio con su esposa. El resultado del adulterio fue que la mujer concibió. Dado que el marido cornudo le era un obstáculo pensó en deshacerse de él. Utilizando los mecanismos que disponen los Estados, idea la manera que el hombre muera en el campo de batalla. Dios que es justo para con todos, sea el pueblo llano como los altos dignatarios de la corte, lo que hizo el rey no agradó a Dios.

En nuestros días se habla mucho de la violencia contra la mujer. De los abusos sexuales que padece. Con dinero el violador ve reducida su condena. Nos preguntamos: ¿Dónde está la justicia? Sí que la hay. ¿Dónde encontrarla? En Dios que no da por inocente al culpable.

Pasaron unos meses desde que el rey David cometió el adulterio y el asesinato del militar. Dios envía al profeta Natán para que amoneste al monarca. La amonestación hace efecto y el monarca se arrepiente de corazón. Dios en su misericordia perdona a David. Según la Ley el adúltero tenía que morir pero la amnistía lo perdona. Pero la justicia exige que el pecador pague por su pecado. El castigo  que Dios le impone se cumple al pie de la letra.

Lo que ahora nos interesa saber es ¿cómo se encontraba David después de haberse arrepentido? En el salmo 32 escrito por el mismo David nos lo dice: ”Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano, se volvió mi verdor en sequedades de verano” (vv. 3, 4). Tal  vez el lector me dirá que no ha cometido adulterio y que no ha asesinado a nadie. Muy bien la Ley de Dios condena a muerte al infractor. Jesús va más allá de la Ley y se introduce en el espíritu que únicamente Dios puede juzgar. Que dice Jesús al respecto: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5: 27). “Cualquiera que se enoje contra su hermano será culpable de juicio” (Mateo 5: 22). Nadie puede decir que estos pecados no los haya cometido nunca. ¿Por qué hay tantas personas que parece que tengan ascuas ardientes en su corazón y se sienten tan mal? Porque no se han arrepentido de estos pecados invisibles. El verdor del alma se ha convertido en sequedades del verano. David recibió el perdón de Dios y pudo escribir: “Muchos dolores había para el impío, pero el que espera en el Señor, le rodea la misericordia. Alegraos en el Señor y gozaos justos, y cantad con júbilo vosotros los rectos de corazón” (vv. 10, 11).

 

 

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