EN BUSCA DE LA MALDAD
Para que el mal gane terreno solo necesita que los
hombres buenos miren hacia otro lado
“En busca de la maldad”,
artículo escrito por Eulalia Solé,
la autora se zambulle en los vericuetos
de la siquiatría para “verificar qué genes determinan el comportamiento, simple
en los irracionales, complejo en los
hombres y las mujeres”. Sigue escribiendo. “Un conjunto de cuestiones que
invitan a desear que de la misma manera que se han desvelado los rincones de la
memoria se descubran los de la maldad. ¿En qué rincones reside la crueldad?
Descubrir qué impulsa a los violadores, los asesinos, los genocidas, los que
ordenan bombardear, destruir, matar, sin
que sus actos les quiten el sueño. Conocer la ubicación cerebral de la maldad y
encontrar después una droga para modificar las células nerviosas responsables.
Ciencia ficción ahora, posible neurociencia efectiva en un futuro. Estudiar el
cerebro hasta encontrar si el cambio tiene que ser funcional o anatómico, hasta
conseguir que la maldad ya sea imposible el ser
humano”.
Me imagino que el lector
como la mayoría de les personas desearía ver realizado el sueño de Eulalia Solé de ver erradicada de la
sociedad los males que describe en el texto que he transcrito. Eulalia
tiene la esperanza que la neurociencia en un futuro por determinar descubrirá
cuáles son las células cerebrales nerviosas que hacen que el ser humano
sea malo y así poderlas extirpar o modificar con futuros fármacos de la
felicidad. Lo que ignora la escritora y la mayoría de las personas que directa
o indirectamente padecen las consecuencias de la maldad humana es que el
fármaco que inutiliza la maldad humana ya se encuentra en el mercado sin tener
que pagarlo a la hora de comprarlo.
Billy Graham, en su libro. “El Espíritu Santo” expone esta alegoría: “Una barca no se
hunde cuando está en el agua, se hunde cuando el agua entra en la barca. No
dejamos de goza el fruto del Espíritu Santo
porque vivimos en un mar de confusión. Dejamos de gozarlo porque el mar
de confusión lo tenemos dentro”. No solamente nos envuelve la maldad. La maldad
está aposentada en nuestro corazón. Creemos que podemos liberarnos de ella con
la misma facilidad que ahuyentamos las moscas que nos molestan. En vez de escurrir el bulto para solucionar el problema haríamos
bien si prestásemos atención a las palabras de Jesús y hacer una mirada introspectiva
a nuestro corazón: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol
malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de
víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de la abundancia del
corazón habla la boca. El hombre bueno, del
buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal
tesoro saca malas cosas” (Mateo 12: 33-35). “Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos,
los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15: 19)
EN BUSCA DE LA MALDAD <b>palabra<b>
Para
que el mal gane terreno solo es necesario que los hombres giren la mirada hacia
otra parte
“En busca de la maldad”, artículo escrito
por Eulalia Solé, la escritora se
zambulle en los vericuetos de la siquiatría para “verificar qué genes
determinan el comportamiento, simple en los irracionales, complejo en los hombres y las mujeres”. Eulalia sigue escribiendo: “Un conjunto
de cuestiones que invitan a desear que de la misma manera que se han desvelado
los rincones de la memoria se descubran los de la maldad. ¿En qué rincones
reside la crueldad? Descubrir qué impulsa a los violadores, los asesinos, los
genocidas, los que ordenan bombardear, destruir, matar, sin que sus actos les
quiten el sueño. Conocer la ubicación cerebral de la maldad y encontrar después
una droga para modificar las células nerviosas responsables. Ciencia-ficción
ahora, posible neurociencia efectiva en un futuro. Estudiar el cerebro hasta
encontrar si el cambio tiene que ser funcional o anatómico, hasta conseguir que
la maldad ya sea imposible en el ser humano”.
Me imagino que el lector, como la mayoría
de las personas, deseará ver realizado el sueño de Eulalia Solé. Ver erradicados de la sociedad los males que la
escritora describe en el texto que he transcrito. Eulalia tiene la esperanza que la neurociencia en un
futuro por determinar descubrirá cuales son las células cerebrales que hacen malo al ser humano para poderlas
extirpar o modificarlas con futuras pastillas de la felicidad. Lo que ignora la
autora de “En busca de la maldad” y de las personas que directa o
indirectamente sufren las consecuencias de la maldad humana, es que el fármaco
que destruye la maldad humana ya existe en el mercado sin precio que pagar.
Billy
Graham en su
libro “El Espíritu Santo” expone esta alegoría: “Una barca no se hunde cuando
está en el agua, se hunde cuando el agua entra en ella. No dejamos de gozar el
fruto del Espíritu Santo porque vivimos en un mar de confusión. Dejamos de
gozarlo porque el mar de confusión lo tenemos dentro”. No solamente estamos
envueltos de maldad. La maldad está aposentada en nuestro corazón. Creemos que
nos libraremos de ella expulsando las moscas que nos molestan. En vez de
escurrir el bulto para no hacer nada para combatir los males que afectan a la
sociedad, que son también los nuestros, haríamos bien en prestar atención a las
palabras de Jesús que nos invitan a hacer una mirada introspectiva: “O haced el
árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo, porque
por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo
bueno siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El
hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca cosas buenas, y el hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas”
(Mateo 12: 33-35). “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los
homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos
testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:
19). El origen del mal no se encentra en una célula del cerebro sino en el
corazón, el espíritu humano.
La Biblia divide a la humanidad en dos grupos que nada tienen
que ver con el color de la piel ni en características morfológicas, sino del
corazón: corazón bueno o malo. Por nacimiento natural todos nacemos con un corazón
malo al que la Biblia lo llama carnal. Por la fe en Jesús el ser humano que
nace siendo carnal se convierte en un hijo de Dios por adopción poseyendo un
corazón bueno o espiritual por la presencia del Espíritu Santo. Los carnales
son árboles malos que dan frutos malos. Los que han sido convertidos en hijos
de Dios por el Espíritu Santo que han recibido son árboles buenos que dan
frutos buenos. No hace falta un descubrimiento neurocientífico o de una droga
que altere el funcionamiento de las células cerebrales que se consideran que
son las causantes de la maldad del ser humano.
La fe
no se impone. Es el resultado de un acto voluntario de una persona que
es consciente de la maldad de su corazón y cree que Jesús es su Salvador que
hace bueno su corazón malo.
La Biblia no mantiene en la ignorancia al
ser humano. Para que pueda comparar los frutos que genera el corazón malo con
los que produce el corazón bueno, los describe para que esté bien informado y
pueda decidirse con conocimiento de causa. Los frutos de la carne son: “Adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos,
iras, celos, contiendas, disensiones, herejías, homicidios, borracheras,
orgías” (Gálatas 5: 19-22). Los frutos
que produce el corazón que se ha convertido en bueno por el Espíritu Santo que
reside en él, son:” Amor gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza” (vv. 22, 23). El Espíritu Santo hace más de 2000 años
que trabaja haciendo buenos los corazones malos. Solo necesita que se le abra
la puerta del corazón para que resida en él y pueda ejercer su labor
regeneradora.
Octavi
Pereña Cortina
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