dissabte, 2 de març del 2024

 

EN BUSCA DE LA MALDAD

Para que el mal gane terreno solo necesita que los hombres buenos miren hacia otro lado

“En busca de la maldad”, artículo escrito por Eulalia Solé, la autora se zambulle en  los vericuetos de la siquiatría para “verificar qué genes determinan el comportamiento, simple en los irracionales, complejo en  los hombres y las mujeres”. Sigue escribiendo. “Un conjunto de cuestiones que invitan a desear que de la misma manera que se han desvelado los rincones de la memoria se descubran los de la maldad. ¿En qué rincones reside la crueldad? Descubrir qué impulsa a los violadores, los asesinos, los genocidas, los que ordenan bombardear, destruir, matar,  sin que sus actos les quiten el sueño. Conocer la ubicación cerebral de la maldad y encontrar después una droga para modificar las células nerviosas responsables. Ciencia ficción ahora, posible neurociencia efectiva en un futuro. Estudiar el cerebro hasta encontrar si el cambio tiene que ser funcional o anatómico, hasta conseguir que la maldad ya sea imposible el ser  humano”.

Me imagino que el lector como la mayoría de les personas desearía ver realizado el sueño de Eulalia Solé de ver erradicada de la sociedad los males que describe en el texto que he transcrito.  Eulalia tiene la esperanza que la neurociencia en un futuro por determinar descubrirá cuáles son las células cerebrales  nerviosas que hacen que el ser humano sea malo y así poderlas extirpar o modificar con futuros fármacos de la felicidad. Lo que ignora la escritora y la mayoría de las personas que directa o indirectamente padecen las consecuencias de la maldad humana es que el fármaco que inutiliza la maldad humana ya se encuentra en el mercado sin tener que pagarlo a la hora de comprarlo.

Billy Graham, en su libro. “El Espíritu Santo” expone esta alegoría: “Una barca no se hunde cuando está en el agua, se hunde cuando el agua entra en la barca. No dejamos de goza el fruto del Espíritu Santo  porque vivimos en un mar de confusión. Dejamos de gozarlo porque el mar de confusión lo tenemos dentro”. No solamente nos envuelve la maldad. La maldad está aposentada en nuestro corazón. Creemos que podemos liberarnos de ella con la misma facilidad que ahuyentamos las moscas que nos molestan.  En vez de escurrir el  bulto para solucionar el problema haríamos bien si prestásemos atención a las palabras de Jesús y hacer una mirada introspectiva a nuestro corazón: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del  buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (Mateo 12: 33-35). “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15: 19)


 

EN BUSCA DE LA MALDAD <b>palabra<b>

Para que el mal gane terreno solo es necesario que los hombres giren la mirada hacia otra parte

“En busca de la maldad”, artículo escrito por Eulalia Solé, la escritora se zambulle en los vericuetos de la siquiatría para “verificar qué genes determinan el comportamiento, simple en los irracionales,  complejo en los hombres y las mujeres”. Eulalia sigue escribiendo: “Un conjunto de cuestiones que invitan a desear que de la misma manera que se han desvelado los rincones de la memoria se descubran los de la maldad. ¿En qué rincones reside la crueldad? Descubrir qué impulsa a los violadores, los asesinos, los genocidas, los que ordenan bombardear, destruir, matar, sin que sus actos les quiten el sueño. Conocer la ubicación cerebral de la maldad y encontrar después una droga para modificar las células nerviosas responsables. Ciencia-ficción ahora, posible neurociencia efectiva en un futuro. Estudiar el cerebro hasta encontrar si el cambio tiene que ser funcional o anatómico, hasta conseguir que la maldad ya sea imposible en el ser humano”.

Me imagino que el lector, como la mayoría de las personas, deseará ver realizado el sueño de Eulalia Solé. Ver erradicados de la sociedad los males que la escritora describe en el texto que he transcrito. Eulalia tiene la esperanza que la neurociencia en un futuro por determinar descubrirá cuales son las células cerebrales  que hacen malo al ser humano para poderlas extirpar o modificarlas con futuras pastillas de la felicidad. Lo que ignora la autora de “En busca de la maldad” y de las personas que directa o indirectamente sufren las consecuencias de la maldad humana, es que el fármaco que destruye la maldad humana ya existe en el mercado sin precio que pagar.

Billy Graham en su libro “El Espíritu Santo” expone esta alegoría: “Una barca no se hunde cuando está en el agua, se hunde cuando el agua entra en ella. No dejamos de gozar el fruto del Espíritu Santo porque vivimos en un mar de confusión. Dejamos de gozarlo porque el mar de confusión lo tenemos dentro”. No solamente estamos envueltos de maldad. La maldad está aposentada en nuestro corazón. Creemos que nos libraremos de ella expulsando las moscas que nos molestan. En vez de escurrir el bulto para no hacer nada para combatir los males que afectan a la sociedad, que son también los nuestros, haríamos bien en prestar atención a las palabras de Jesús que nos invitan a hacer una mirada introspectiva: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del  buen tesoro del corazón saca cosas buenas, y el hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas” (Mateo 12: 33-35). “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”  (Mateo 15: 19). El origen del mal no se encentra en una célula del cerebro sino en el corazón, el espíritu humano.

La Biblia divide  a la humanidad en dos grupos que nada tienen que ver con el color de la piel ni en características morfológicas, sino del corazón: corazón bueno o malo. Por nacimiento natural todos nacemos con un corazón malo al que la Biblia lo llama carnal. Por la fe en Jesús el ser humano que nace siendo carnal se convierte en un hijo de Dios por adopción poseyendo un corazón bueno o espiritual por la presencia del Espíritu Santo. Los carnales son árboles malos que dan frutos malos. Los que han sido convertidos en hijos de Dios por el Espíritu Santo que han recibido son árboles buenos que dan frutos buenos. No hace falta un descubrimiento neurocientífico o de una droga que altere el funcionamiento de las células cerebrales que se consideran que son las causantes de la maldad del ser humano.

La fe  no se impone. Es el resultado de un acto voluntario de una persona que es consciente de la maldad de su corazón y cree que Jesús es su Salvador que hace bueno su corazón malo.

La Biblia no mantiene en la ignorancia al ser humano. Para que pueda comparar los frutos que genera el corazón malo con los que produce el corazón bueno, los describe para que esté bien informado y pueda decidirse con conocimiento de causa. Los frutos de la carne son: “Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, iras, celos, contiendas, disensiones, herejías, homicidios, borracheras, orgías” (Gálatas 5: 19-22). Los  frutos que produce el corazón que se ha convertido en bueno por el Espíritu Santo que reside en él, son:” Amor gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv. 22, 23). El Espíritu Santo hace más de 2000 años que trabaja haciendo buenos los corazones malos. Solo necesita que se le abra la puerta del corazón para que resida en él y pueda ejercer su labor regeneradora.

Octavi Pereña Cortina

 

 

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