dissabte, 30 de desembre del 2023

 

JUECES 1: 7

“Entonces dijo Adoni-becec: setenta reyes cortados los pulgares de sus manos y de sus pies, recogiendo migajas debajo de mi mesa, y como yo hice, así me ha pagado Dios”

“Mas si hubiese muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo…”  (Éxodo 21: 23-25), es conocido como Ley del Talión que permite vengarse de las ofensas recibidas. En un principio el  “ojo por ojo…” fue una ley que permitía a los jueces  castigar a quien hubiese cometido un delito   de manera proporcional a la transgresión cometida. De los tribunales de justicia se ha pasado al ámbito personal y se ha pervertido el sentido inicial  al derecho individual de poder vengarse de la ofensa recibida aun cuando sea de manera desproporcionada. Lo que inicialmente significaba un acto de justicia se ha pasado a un acto de venganza. Veamos un ejemplo reciente: la reacción de Israel al ataque de Hamas que es una distorsión del significado de la Ley del Talión. Hecho este inciso volvamos al texto que sirve de  base a este comentario.

La guerra para conquistar la Tierra Prometida sigue su curso. El caudillo Adoni- becec fue hecho prisionero y se le cortan los pulgares de las manos y de los pies (v. 6). Si la Ley del Talión es judicial y la tienen que aplicar las autoridades legalmente constituidas, la ley de la siembra es retributiva: “No os engañéis, Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembra, eso también segará” (Gálatas 6: 7).  Adoni-becec reconoce haber cortado los pulgares de las manos y de los pies de setenta reyes. Acepta: “como yo hice, así me ha pagado Dios”. Alguien se los cortó aunque este alguien sin saberlo la mutilación fue un encargo de Dios. Lo que uno siembra es lo que recoge. A pesar de que pueda disgustarnos lo que Dios ordena es justo. ¡Cuántos de los males que padecemos pueden ser la cosecha de lo sembrado!

No puede ponerse en duda de que el rey David fue un hombre de Dios. Cuando apartó los ojos de Dios la lascivia se desenfrenó. Cometió adulterio y para esconder su pecado indirectamente mató al marido de la mujer ultrajada. Lo que sucedió en el interior de la habitación con la puerta cerrada, no mereció la aprobación de Dios que envió al profeta Natán para reprender al rey adúltero y asesino. A pesar que David se arrepintió de su pecado, lo que hizo merecía castigo. El profeta en Nombre de Dios, le dijo: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urias heteo para que fuese tu mujer” (2 Samuel 12: 7-12).

Hagamos una mirada a nuestro interior. Si somos honestos reconoceremos que somos pecadores y que como tales hemos hecho muchas cosas que merecen la reprobación de Dios y ser castigadas. En el caso de que el lector le haya pedido perdón de Dios de sus pecados y Dios se los haya perdonado por la fe en el Nombre de Jesús, será salvo. La ley de la siembre hará su trabajo. Las consecuencias desagradables que te puedan sobrevenir no son castigos de Dios sino instrumentos en sus manos que contribuyen a tu santificación

MARCOS 7:18, 19

“¿No entendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no le puede contaminar. Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Es decir haciendo limpios todos los alimentos”

Si los dirigentes religiosos tuviesen ojos para ver y oídos para oír lo que el Señor dice no impondrían a los hombres dura servidumbre con respecto a los alimentos. Unos dicen que en absoluto se puede comer sangre animal. Otros prohíben comer algunos alimentos en determinadas fechas. Esta servidumbre no la impone el Señor porque considera limpios todos los alimentos. La única limitación s de carácter sanitario. Quede claro que lo que entra por la boca no contamina espiritualmente al hombre.

El Señor añade: “Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro de los corazones de los hombres salen los malos pensamientos: Los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, la lascivia, la envidia, las maldiciones la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (vv.20-23). “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”,   (Proverbios 4: 23). Según de quien sea el corazón así será la persona. Si el corazón se ha convertido en el trono de Satanás, los deseos homicidas del Malvado serán los pensamientos que se incubarán en el corazón: “Adulterios, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios” (Gálatas 5. 19-21). Si en el corazón se ha levantado el trono en que sienta el Rey Jesús, en él se incubarán pensamientos de: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5: 22, 23).

El hombre que por nacimiento natural está muerto en sus pecados y delitos solo le preocupa la apariencia externa. Presume de poder mantener a raya las pasiones carnales que brotan de su corazón, atacando los frutos externos que nacen de los pensamientos corruptos que se incuban en el corazón. No lo consigue porque no desarraiga la raíz. Debido a dicha impotencia cuanto más fuerte sea la lucha contra las malas obras más intensa será la frustración.

Cuando por la gracia del Señor uno se da cuenta de la maldad del corazón y pone su confianza en el Señor, confesará: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor, y tu perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 36: 5). Pecado perdonado, alma llena de gozo que no se marchita.

 

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