JUECES 1: 7
“Entonces dijo Adoni-becec: setenta reyes
cortados los pulgares de sus manos y de sus pies, recogiendo migajas debajo de
mi mesa, y como yo hice, así me ha pagado Dios”
“Mas si hubiese muerte, entonces pagarás vida
por vida, ojo por ojo…” (Éxodo 21: 23-25), es conocido
como Ley del Talión que permite vengarse de las ofensas recibidas. En un
principio el “ojo por ojo…” fue una ley que permitía a
los jueces castigar a quien hubiese
cometido un delito de manera
proporcional a la transgresión cometida. De los tribunales de justicia se ha
pasado al ámbito personal y se ha pervertido el sentido inicial al derecho individual de poder vengarse de la
ofensa recibida aun cuando sea de manera desproporcionada. Lo que inicialmente
significaba un acto de justicia se ha pasado a un acto de venganza. Veamos un
ejemplo reciente: la reacción de Israel al ataque de Hamas que es una
distorsión del significado de la Ley del Talión. Hecho este inciso volvamos al
texto que sirve de base a este
comentario.
La
guerra para conquistar la Tierra Prometida sigue su curso. El caudillo Adoni-
becec fue hecho prisionero y se le cortan los pulgares de las manos y de los pies (v. 6). Si la Ley del Talión es
judicial y la tienen que aplicar las autoridades legalmente constituidas, la
ley de la siembra es retributiva: “No os
engañéis, Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembra, eso
también segará” (Gálatas 6: 7).
Adoni-becec reconoce haber cortado los pulgares de las manos y de los
pies de setenta reyes. Acepta: “como yo
hice, así me ha pagado Dios”. Alguien se los cortó aunque este alguien sin
saberlo la mutilación fue un encargo de Dios. Lo que uno siembra es lo que
recoge. A pesar de que pueda disgustarnos lo que Dios ordena es justo. ¡Cuántos
de los males que padecemos pueden ser la cosecha de lo sembrado!
No
puede ponerse en duda de que el rey David fue un hombre de Dios. Cuando apartó
los ojos de Dios la lascivia se desenfrenó. Cometió adulterio y para esconder
su pecado indirectamente mató al marido de la mujer ultrajada. Lo que sucedió
en el interior de la habitación con la puerta cerrada, no mereció la aprobación
de Dios que envió al profeta Natán para reprender al rey adúltero y asesino. A
pesar que David se arrepintió de su pecado, lo que hizo merecía castigo. El
profeta en Nombre de Dios, le dijo: “Por
lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me
menospreciaste, y tomaste la mujer de Urias heteo para que fuese tu mujer” (2
Samuel 12: 7-12).
Hagamos
una mirada a nuestro interior. Si somos honestos reconoceremos que somos
pecadores y que como tales hemos hecho muchas cosas que merecen la reprobación
de Dios y ser castigadas. En el caso de que el lector le haya pedido perdón de
Dios de sus pecados y Dios se los haya perdonado por la fe en el Nombre de
Jesús, será salvo. La ley de la siembre hará su trabajo. Las consecuencias
desagradables que te puedan sobrevenir no son castigos de Dios sino
instrumentos en sus manos que contribuyen a tu santificación
MARCOS 7:18, 19
“¿No entendéis que todo lo que de fuera entra
en el hombre no le puede contaminar. Porque no entra en su corazón, sino en el
vientre, y sale a la letrina? Es decir haciendo limpios todos los alimentos”
Si los
dirigentes religiosos tuviesen ojos para ver y oídos para oír lo que el Señor
dice no impondrían a los hombres dura servidumbre con respecto a los alimentos.
Unos dicen que en absoluto se puede comer sangre animal. Otros prohíben comer
algunos alimentos en determinadas fechas. Esta servidumbre no la impone el
Señor porque considera limpios todos los alimentos. La única limitación s de
carácter sanitario. Quede claro que lo que entra por la boca no contamina
espiritualmente al hombre.
El
Señor añade: “Lo que del hombre sale, eso
contamina al hombre. Porque de dentro de los corazones de los hombres salen los
malos pensamientos: Los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los
hurtos, la lascivia, la envidia, las maldiciones la soberbia, la insensatez.
Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (vv.20-23). “Sobre toda cosa guardada, guarda tu
corazón, porque de él mana la vida”, (Proverbios 4: 23). Según de quien sea el
corazón así será la persona. Si el corazón se ha convertido en el trono de
Satanás, los deseos homicidas del Malvado serán los pensamientos que se
incubarán en el corazón: “Adulterios,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos,
celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios” (Gálatas
5. 19-21). Si en el corazón se ha levantado el trono en que sienta el Rey
Jesús, en él se incubarán pensamientos de: “Amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas
5: 22, 23).
El
hombre que por nacimiento natural está muerto en sus pecados y delitos solo le
preocupa la apariencia externa. Presume de poder mantener a raya las pasiones
carnales que brotan de su corazón, atacando los frutos externos que nacen de
los pensamientos corruptos que se incuban en el corazón. No lo consigue porque
no desarraiga la raíz. Debido a dicha impotencia cuanto más fuerte sea la lucha
contra las malas obras más intensa será la frustración.
Cuando
por la gracia del Señor uno se da cuenta de la maldad del corazón y pone su
confianza en el Señor, confesará: “Mi
pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis
transgresiones al Señor, y tu perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 36:
5). Pecado perdonado, alma llena de gozo que no se marchita.
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