SALMO 71: 3
“Sé para mí roca de refugio. A donde recurra
yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, porque Tú eres mi roca
y mi fortaleza”
El
conocido Sermón del Monte, Jesús la acaba con estas palabras: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un
hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó,
porque estaba edificada sobre la Roca” (Mateo 7: 24, 25). El apóstol Pedro
desmintiendo que él sea la roca sobre la que se edifica la iglesia de Cristo,
según la Iglesia Católica, escribe: “Acercándoos
a Él (Jesús), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios
escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas sed edificados como
casa espiritual” (1 Pedro 2: 4, 5). El apóstol desplaza la mirada sobre su
persona y la deposita en Jesús: el Autor
y consumador d la fe” (Hebreos 12: 2).
Respecto
de Jesús como la Roca tenemos que estar muy vigilantes porque en la iglesia se
han introducido lobos rapaces cubiertos con piel de cordero que enseñan que la
Roca es Pedro, que la iglesia se edifica sobre él como cimiento. No enseñan
claramente que la fe que es don de Dios se tiene que depositar exclusivamente
en Jesús que salva a su pueblo de sus pecados. Los falsos maestros para no
espantar a las ovejas y vean en ellos lobos rapaces, ávidos de destruir que
son, esconden su condición de lobos debajo de la piel de cordero Enseñan. Jesús
y la Iglesia. Jesús y santos y vírgenes. Jesús y las buenas obras. Ponen a
Jesús al nivel de “alguien o algo más”. Al rebajar a Jesús lo que realmente
hacen es poner al “alguien o algo más” por encima de Jesús. Este mensaje
engañoso inspirado por Satanás que el padre de la mentira repetido
constantemente a lo largo de los siglos se ha convertido como verdadero.
Jesús
habla con claridad meridiana: “Cualquiera
que oye mis palabras y no las hace,
le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre arena, y descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos contra aquella casa, y cayó, y fue
grande su ruina” (Mateo 7: 26, 27). Satanás que es el padre de la mentira
engatusa a los pecadores para que no pongan a mirada en Jesús que les perdona
los pecados. Las dificultades de la vida que son muchas nos golpean con
virulencia. Si edificamos nuestras casas sobre la Roca que es Jesús,
permaneceremos firmes.
El
lector tiene que escoger entre dos opciones: Entre Jesús que es la Roca o la
arena que es las falsas doctrinas que enseña la Iglesia. La elección no puede
esperar hasta mañana porque tal vez el mañana no existirá.
HABACUC 3: 17
“Aunque la higuera no florezca, ni en las
viñas haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den
mantenimiento, y las ovejas san quitadas de la majada, y no haya vacas en los
corrales”
Se
podría describir el tiempo del profeta Habacuc con estas palabras: “Por lo cual la
Ley está debilitada, y el juicio no sale según la verdad, por cuanto el impío
asedia al justo, por esto sale torcida la justicia” (1: 6). La injusticia de la justicia se debía
a que los jueces no tenían en sus corazones la Ley de Dios. La justicia no
imperaba en los tribunales. La opresión de los ricos sobre los pobres no se
castigaba. El resultado era que “cada uno
hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21. 25). Nuestro tiempo es muy
parecido al de los Jueces y de Habacuc. Los gobernantes que tienen que gobernar
como representantes de Dios, no lo hacen. La justicia brilla por su ausencia. A
los malos no se les castiga y el mal crece exponencialmente. Dios al ver la
dureza de nuestro corazón, que no
queremos tenerlo en cuenta en nuestros caminos,
nos deja a nuestro libre albedrio y como nuestro corazón es ponzoñoso,
la elección siempre es el mal. Lo que Dios ve desde los cielos es. “que la maldad de los hombres es mucha en la
Tierra, y que todo designio de los pensamientos de ellos es de continuo
solamente el mal” (Génesis 6: 5). El
imperio del mal en la Tierra afecta directamente al bienestar de las personas:
la higuera no da higos, la vid no da uvas, los sembrados marchitos, los
establos vacíos. El hambre domina. La hambruna afecta a la salud. Las
enfermedades prevalecen. La vida se acorta y los dolores se multiplican. El
imperio del mal afecta tanto a los impíos como a los justos. Los primeros maldicen a Dios porque le consideran
culpable de sus dolencias. Como son muy
desmemoriados, no recuerdan que cuando Dios les invitaba amorosamente a volver
a Él con desprecio les respondían: “No
escucharemos”. La respuesta de Dios es: Ya tenéis lo que queréis.
Habacuc
que comparte el territorio con los impíos y con ellos las carencias, a pesar de
que comparte las escaseces colectivas, sí posee a Dios que es el tesoro de gran
valor que se llevará consigo cunando emprenda el viaje hacia la eternidad.
Mientras dure la penuria, con esperanza escribe: “Con todo yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en Dios mi salvación.
El Señor Dios es mi fortaleza, el cual hace mis pis como las ciervas, y en mis
alturas me hace andar” (vv. 18, 19). La escasez no le roba el gozo del
Señor en su corazón.
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