PROVERBIOS 31: 30
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura,
la mujer que teme al Señor, esa será alabada”
Cuando
el profeta Samuel fue enviado por Dios a casa de Isaí de Belén a ungir como
futuro rey de Israel a uno de sus hijos, al
ver al primogénito Eliud se dijo: “De
cierto delante del Señor está su ungido”. El Señor reprobó a Samuel
diciéndole: “No mires a su parecer, ni a
lo grande de su estatura, porque yo lo desecho, porque el Señor no mira lo que
mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojo, pero el
Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:
6, 7).
El
texto que comentamos forma parte de la porción dedicada a exaltar a la mujer
virtuosa. Describe las virtudes que enaltecen a la mujer virtuosa y que la
distinguen de la necia. La mujer virtuosa del proverbio no es una mojigata, una
beata que no cuida de su físico para aparentar ser lo que no es. La mujer
virtuosa “de lino fino y púrpura es su
vestido” pero “fuerza y honor son su
vestidura” (vv. 22, 25). La mujer virtuosa del texto parece ser que goza de
una buena posición social. El vestido de “lino
fino y púrpura” que cubre su cuerpo no impide dejar traspasar la belleza de
su alma. No coquetea para atraer las miradas como hacen las necias que como
monas que se visten de seda, monas se quedan.
Al
inicio de la iglesia los miembros de las iglesias procedían del paganismo lo
que hacía posible que uno de los conyugues se convirtiera a Cristo y el otro
permaneciese en el paganismo. A pesar de las discrepancias que esto producía,
si el conyugue no creyente no iniciaba
el trámite del divorcio, el creyente en Cristo no tenía que iniciarlo, tenía
que ser fiel al voto conyugal. En este contexto el apóstol Pedro escribe: “Asimismo, vosotras mujeres estad sujetas a vuestros maridos, para que
también los que no creen a la palabra,
sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra
conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados
ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del
corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3: 1-4).
El
machismo es tan viejo que ya se daba entre los primeros hijos de Adán (Génesis 3: 23, 24). Las mujeres virtuosas
son los instrumentos que Dios utiliza para que sus esposos machos aprendan a
amarlas como a su propio cuerpo. El que
ama a su mujer a si mismo se ama” (Efesios 5: 28).
SALMO 118: 19, 20
“Abridme las puertas de la justicia, entraré
por ellas, alabaré al Señor. Esta es puerta del señor, por ella entrarán los
justos”
Jesús
en el evangelio de Juan declara sin ninguna sombra de duda que la puerta a la
que se refiere no es un espacio abierto en una pared de un edificio, ni el
acceso a un aprisco. Es una persona. Jesús dice de sí mismo: “Yo soy la puerta, el que por mí entre, será
salvo, y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 9. 10).
Pienso
que este texto que comentamos del salmo 118 es una profecía que anuncia la
resurrección y la ascensión de Jesús al cielo para abrir la puerta que da
acceso al reino de Dios. Una vez abierta no vuelve a cerrarse. Todos los que
mueren en Cristo, la Puerta, al fallecer sus espíritus de inmediato van a la
presencia del Padre celestial. La sangre de Jesús, a los que cree en Él les
limpia todos sus pecados. No tienen que hacer antesala en un lugar de
sufrimiento llamado Purgatorio, inventado por los esclavos de Satanás, para que
los pecados no perdonados sean borrados. El apóstol Pablo nos alienta con estas
palabras: “¿Quién acusará a los escogidos
de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que
murió, más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede
por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia,
o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo, somos contados como ovejas al
matadero. Antes, en todas las cosas somos más que vencedores por medio de Aquel
que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni
ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8: 33-39).
Jesús
clavado en la cruz muestra debilidad. Por el poder de Dios que lo resucitó de
entre los muertos se convierte en “la
piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. De
parte del señor es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” Salmo 118:
22, 23).
Los
falsos maestros que están al servicio de Satanás nos presentan a Jesús como una
roca agrietada que tiene que mantenerse compacta con las satánicas doctrinas de
santos, vírgenes y otros mediadores que convierten a Jesús en un cimiento de
arena que no sirven para impedir que nuestras vidas sean derrumbadas con los
embates de las aguas torrenciales que las golpean. ¿Duda el lector de la vida
eterna que Jesús da a quienes creen en Él? ¿Desea el lector tener la seguridad
de ser salvo? Abandone el Jesús folclórico del catolicismo y agárrese al Jesús
resucitado por el poder de Dios que vive por los siglos de los siglos.
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