diumenge, 5 de novembre del 2023

 

PROVERBIOS 31: 30

“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura, la mujer que teme al Señor, esa será alabada”

Cuando el profeta Samuel fue enviado por Dios a casa de Isaí de Belén a ungir como futuro rey de Israel a uno de sus hijos, al  ver al primogénito Eliud se dijo: “De cierto delante del Señor está su ungido”. El Señor reprobó a Samuel diciéndole: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho, porque el Señor no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojo, pero el Señor mira el corazón”  (1 Samuel 16: 6, 7).

El texto que comentamos forma parte de la porción dedicada a exaltar a la mujer virtuosa. Describe las virtudes que enaltecen a la mujer virtuosa y que la distinguen de la necia. La mujer virtuosa del proverbio no es una mojigata, una beata que no cuida de su físico para aparentar ser lo que no es. La mujer virtuosa “de lino fino y púrpura es su vestido” pero “fuerza y honor son su vestidura” (vv. 22, 25). La mujer virtuosa del texto parece ser que goza de una buena posición social. El vestido de “lino fino y púrpura” que cubre su cuerpo no impide dejar traspasar la belleza de su alma. No coquetea para atraer las miradas como hacen las necias que como monas que se visten de seda, monas se quedan.

Al inicio de la iglesia los miembros de las iglesias procedían del paganismo lo que hacía posible que uno de los conyugues se convirtiera a Cristo y el otro permaneciese en el paganismo. A pesar de las discrepancias que esto producía, si el conyugue  no creyente no iniciaba el trámite del divorcio, el creyente en Cristo no tenía que iniciarlo, tenía que ser fiel al voto conyugal. En este contexto el apóstol Pedro escribe: “Asimismo, vosotras mujeres estad   sujetas a vuestros maridos, para que también  los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3: 1-4).

El machismo es tan viejo que ya se daba entre los primeros hijos de Adán     (Génesis 3: 23, 24). Las mujeres virtuosas son los instrumentos que Dios utiliza para que sus esposos machos aprendan a amarlas como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer a si mismo se ama” (Efesios 5: 28).


 

SALMO 118: 19, 20

“Abridme las puertas de la justicia, entraré por ellas, alabaré al Señor. Esta es puerta del señor, por ella entrarán los justos”

Jesús en el evangelio de Juan declara sin ninguna sombra de duda que la puerta a la que se refiere no es un espacio abierto en una pared de un edificio, ni el acceso a un aprisco. Es una persona. Jesús dice de sí mismo: “Yo soy la puerta, el que por mí entre, será salvo, y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 9. 10).

Pienso que este texto que comentamos del salmo 118 es una profecía que anuncia la resurrección y la ascensión de Jesús al cielo para abrir la puerta que da acceso al reino de Dios. Una vez abierta no vuelve a cerrarse. Todos los que mueren en Cristo, la Puerta, al fallecer sus espíritus de inmediato van a la presencia del Padre celestial. La sangre de Jesús, a los que cree en Él les limpia todos sus pecados. No tienen que hacer antesala en un lugar de sufrimiento llamado Purgatorio, inventado por los esclavos de Satanás, para que los pecados no perdonados sean borrados. El apóstol Pablo nos alienta con estas palabras: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también resucitó, el que además está a  la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo, somos contados como ovejas al matadero. Antes, en todas las cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” Romanos 8: 33-39).

Jesús clavado en la cruz muestra debilidad. Por el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos se convierte en “la piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte del señor es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” Salmo 118: 22, 23).

Los falsos maestros que están al servicio de Satanás nos presentan a Jesús como una roca agrietada que tiene que mantenerse compacta con las satánicas doctrinas de santos, vírgenes y otros mediadores que convierten a Jesús en un cimiento de arena que no sirven para impedir que nuestras vidas sean derrumbadas con los embates de las aguas torrenciales que las golpean. ¿Duda el lector de la vida eterna que Jesús da a quienes creen en Él? ¿Desea el lector tener la seguridad de ser salvo? Abandone el Jesús folclórico del catolicismo y agárrese al Jesús resucitado por el poder de Dios que vive por los siglos de los siglos.

 

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