diumenge, 26 de novembre del 2023

 

PROVERBIOS 14: 13

Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría es congoja”

“En nuestra búsqueda de la felicidad es bueno hacer una pausa de vez en cuando. Si los seres humanos no solo dejan de creer en Dios, sino que permiten que la misma idea de Dios desaparezca de sus conciencias, se convertirán en nada más que en unos monos fantásticamente inteligentes el fin de los cuales será una masa horrible  contemplarla” (Karl Rahner).

Miles de millones de euros se gastan en espectáculos con el fin de alcanzar la felicidad. El resultado es frustrante. El dinero gastado en distracciones nos hacen olvidar momentáneamente de los problemas que nos asedian, pero no dan el gozo permanente que da Dios en quienes creen en Jesús. La veracidad del texto que comentamos  no puede ponerse en duda dado que confirma la experiencia. Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el término de la alegría (artificial) es congoja”

En matemáticas la alteración del orden de los factores no altera el resultado. En la vida sí. Karl Rahner nos invita a hacer una pausa. Hagamos como el hombre de la estatua, sentado y apoyando la barbilla en la mano se muestra pensativo. Dejemos a un lado el mundanal ruido que nos ensordece y que nos impide que podamos reflexionar pausadamente. Jesús nos dice: Cerrad la puerta de vuestra habitación y en el silencio que en ella encontrareis orad al Padre celestial. Lo que no se consigue con el dinero gastado en espectáculos se consigue en la intimidad de la habitación sin que tengamos que pagar ni un solo euro para conseguirlo.

Nos gusta que las personas nos contemplen para mostrarles lo grande que somos en todos los aspectos. Ya tenemos lo que buscamos: las alabanzas que de momento nos hincharán pero pasada la euforia, el dolor y la congoja seguirán hurgando en nuestras entrañas.

Los hombres solo ven lo externo. Los fariseos que eran el Opus Dei de aquellos días, eran extremadamente religiosos, pero no creían en Dios. Se ponían de pie en los espacios públicos presumiendo de sus virtudes. Incluso en el templo, estratégicamente situados para ser vistos por todos los asistentes y en voz alta para sr oídos por todos los asistentes ensalzaban sus virtudes ante Dios: “Te doy gracias porque no soy como los otros hombres…ni aun como este cobrador de impuestos” (Lucas 18: 11).  El contraste es muy acusado. En un rincón oscuro del templo, un cobrador de impuestos menospreciado por los piadosos (?) fariseos, se encontraba orando a Dios y confesando sus pecados.

El consejo de Jesús a quien busca la felicidad: ”Mas tú, cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto  te recompensará en público” (Mateo 6: 6). Saldrás de la habitación con el rostro radiando gozo.


 

GÉNESIS 47: 8, 9

“Y dijo Faraón a Jacob: ¿Cuántos son los días de tus años de tu vida? Y Jacob respondió a Faraón: Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años, pocos y malos han sido los días de los años de mi vida”

Después de unos años de creer Jacob que su hijo José había muerto destrozado por una bestia, el patriarca se reúne con su hijo en Egipto. Dado el elevado cargo que José ostenta en Egipto es de obligado cumplimiento que José presente su padre al Faraón. En el encuentro el Faraón se interesa por la edad del patriarca. Es interesante la respuesta que da Jacob. Comparados con los 979 años de Matusalén con los 130 del patriarca son muy pocos, pero comparado con el promedio de vida actual son muchos.

El patriarca declara: “Pocos y malos han sido los años de mi vida”. Muchos de sus males fueron consecuencia de decisiones equivocadas. Otros dolores los causó la maldad de sus hijos. Así es la vida en este mundo. La historia de Jacob es una enseñanza para nosotros. Los malos años de Jacob sirvieron para hacerle crecer en santidad y hacer más firme su vacilante fe. Hagamos un repaso a nuestras propias vidas. Las adversidades que nos afectan nos enfurecen y a veces incluso a blasfemar el Nombre de Dios. No olvidemos que vivimos en un mundo manchado por el pecado. Consideremos las mentiras piadosas a las que no damos importancia: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20: 1), es decir: no mentirás. Quebrantar un punto de la Ley significa quebrantar toda la Ley. Todos mentimos y todos somos pecadores que merecen morir. Jacob mintió igual que nosotros. Sufrió por ello. Pero la gracia de Dios lo guardó durante los pocos y malos años de su vida. Lo mismo quiere hacer con nosotros si reconocemos que Jesús, el Hijo de Dios, es el Salvador que quiere darnos vida eterna si se lo permitimos.

Un dilema se presenta ante nosotros: ¿Qué hay  más allá de la muerte? En la incredulidad la respuesta es una existencia angustiosa. Fijémonos en el final de la vida de Jacob convertido en un anciano débil postrado en  el lecho. Después de dar instrucciones a sus hijos “encogió sus pies en la cama, y fue recibido con sus padres” Génesis 49: 33). Dios no es Dios de muertos sino de vivos. La muerte del cuerpo no roba la vida eterna que Cristo otorga a quienes creen en Él. El cuerpo en el sepulcro. El alma en la presencia de Dios esperando reunirse con su cuerpo en el día de la resurrección.

 

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