dissabte, 21 d’octubre del 2023

 

SALMO 121: 1, 2

“Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor que hizo los cielos y la Tierra”

Lo que no tiene que hacerse a la hora de buscar ayuda, con toda claridad lo expone el profeta Jeremías: “Así ha dicho el Señor: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor” (17: 5). Sabiendo lo que no tenemos que hacer, nos limitaremos a seguir las instrucciones que nos da el salmista. El poeta no duda. El texto que sirve de base a esta meditación lo afirma. ¿Quién es el más poderoso sino Dios, “el Señor que hizo los cielos y la Tierra? No seamos necios y prestemos atención a lo que nos dice el salmista: “No permitirá que tu pie resbale, ni se dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”  (vv. 3, 4). Para empezar nos dice que una de las características que tiene quien puede protegernos es que ni se adormece ni se duerme. Permanece despierto las 24 horas del día. Siempre de servicio en su observatorio observando todos nuestros movimientos y los peligros que nos acechan para prestarnos la ayuda necesaria.

“El Señor es tu guarda, el Señor es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche”  (vv. 5, 6). Los salmos son poesía. El lenguaje poético utiliza los símbolos como manera de expresarse, por ello no deben tomarse literalmente. Se tiene que saber interpretarlos. Cuando el salmista escribe: “el sol no te fatigará” no significa que en verano no sudaremos. Quiere decirnos que en los contratiempos el Señor estará a nuestro lado confortándonos. El poeta nos advierte también: “el Señor es tu sombra a tu mano derecha” certifica lo dicho anteriormente. Cuando las adversidades, que son muchas, nos abrumen, el Señor se interpone entre ellas y nosotros y nos da su paz. La fe en Jesús no significa que vaya a trasladarnos  al paraíso pre adámico.  Vivimos en la Tierra que debido al pecado de Adán Dios ha maldecido y en consecuencia producirá cardos y zarzas y que cultivarla nos será fatigoso. Pero la protección del Señor será permanente. De día y de noche vela por nuestro bien.

Las promesas del Señor son ciertas. Lo que promete cumple. El Señor no se comporta como el hombre que hoy dice blanco y mañana negro. “El Señor te guardará de todo mal, Él guardará tu alma, el Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (vv. 7, 8).


 

PROVERBIOS 16: 24

“Panal de miel son los dichos suaves, suavidad al alma y medicina para los huesos”

La televisión nos muestra con frecuencia los bramidos de los políticos cuando disienten de sus oponentes. Pero no solamente vociferan los políticos. En reuniones de vecinos, por ejemplo, con gritos se responde a una propuesta presentada que no es de nuestro agrado. Asimismo en las asociaciones de gente mayor, los miembros de las juntas tienen que soportar la falta de educación de algunos socios que protestan sonorosamente cuando consideran que no se respetan sus derechos

Proverbios dice: “Aun el necio cuando calla, es contado por sabio” (Proverbios 17: 28). Pero los necios no saben guardar compostura y son incapaces de esconder su necedad: tienen que gritar para hacer notar su presencia. Debido al pecado, a pesar que la sangre de Jesús ha limpiado todos los pecados de los verdaderos creyentes, hasta que no venga Cristo en su gloria a buscar a su pueblo y hayan alcanzado la perfección el Padre celestial, siempre algo de necedad habrá en ellos. Así que los cristianos tienen mucha necesidad de controlar la necedad para evitar que sus bocas vomiten improperios, sapos y serpientes. Visto lo desagradable que es el lenguaje bronco y las fatales consecuencias para quienes se dejen llevar por él, pasemos a meditar la bendición que aportan los dichos suaves.

El lenguaje desagradable que destila hiel, hiere mortalmente a quien lo practica porte brota del corazón. Quien es el objeto del lenguaje soez puede molestarle escucharlo, pero si permite que entre por un oído y salga por el otro, no le afecta en nada. Pero las palabras que desprenden la fragancia del amor de Dios sí que benefician a quienes las pronuncian. Son como “panal de miel” que difunden dulzura en la propia alma. El texto que comentamos dice que las “palabras suaves dan suavidad al alma”. Quienes vociferan ponen de manifiesto que sus almas están llenas de amargura. El profeta lo dice con claridad. ”No hay paz para los impíos”. El hablar suave que es como panal de miel para el alma es el resultado de haberse hecho suya la paz que ofrece Jesús, el Buen Pastor,  que le lleva a pacer en lugares de delicados pastos y  junto a aguas de reposo. Pero hay más, los dichos suaves son “medicina para los huesos”. La paz de Dios que está aposentada en el espíritu del creyente en Cristo es la causante que los dichos suaves que brotan de su corazón sean medicina para sus huesos. “Hijo mío, no te olvides de mí Ley, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque largura de día y años de vida y paz te aumentarán” (Proverbios 3. 1, 2).

 

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