SALMO 121: 1, 2
“Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde
vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor que hizo los cielos y la Tierra”
Lo que
no tiene que hacerse a la hora de buscar ayuda, con toda claridad lo expone el
profeta Jeremías: “Así ha dicho el Señor:
Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su
corazón se aparta del Señor” (17: 5). Sabiendo lo que no tenemos que hacer,
nos limitaremos a seguir las instrucciones que nos da el salmista. El poeta no
duda. El texto que sirve de base a esta meditación lo afirma. ¿Quién es el más
poderoso sino Dios, “el Señor que hizo
los cielos y la Tierra? No seamos necios y prestemos atención a lo que nos
dice el salmista: “No permitirá que tu
pie resbale, ni se dormirá el que te guarda. He aquí no se adormecerá ni
dormirá el que guarda a Israel” (vv.
3, 4). Para empezar nos dice que una de las características que tiene quien
puede protegernos es que ni se adormece ni se duerme. Permanece despierto las
24 horas del día. Siempre de servicio en su observatorio observando todos
nuestros movimientos y los peligros que nos acechan para prestarnos la ayuda
necesaria.
“El Señor es tu guarda, el Señor es tu sombra
a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche” (vv. 5, 6). Los salmos son poesía. El lenguaje
poético utiliza los símbolos como manera de expresarse, por ello no deben
tomarse literalmente. Se tiene que saber interpretarlos. Cuando el salmista
escribe: “el sol no te fatigará” no
significa que en verano no sudaremos. Quiere decirnos que en los contratiempos
el Señor estará a nuestro lado confortándonos. El poeta nos advierte también: “el Señor es tu sombra a tu mano derecha”
certifica lo dicho anteriormente. Cuando las adversidades, que son muchas, nos
abrumen, el Señor se interpone entre ellas y nosotros y nos da su paz. La fe en
Jesús no significa que vaya a trasladarnos
al paraíso pre adámico. Vivimos
en la Tierra que debido al pecado de Adán Dios ha maldecido y en consecuencia
producirá cardos y zarzas y que cultivarla nos será fatigoso. Pero la
protección del Señor será permanente. De día y de noche vela por nuestro bien.
Las
promesas del Señor son ciertas. Lo que promete cumple. El Señor no se comporta
como el hombre que hoy dice blanco y mañana negro. “El Señor te guardará de todo mal, Él guardará tu alma, el Señor
guardará tu salida y tu entrada desde
ahora y para siempre” (vv. 7, 8).
PROVERBIOS 16: 24
“Panal de miel son los dichos suaves,
suavidad al alma y medicina para los huesos”
La televisión
nos muestra con frecuencia los bramidos de los políticos cuando disienten de
sus oponentes. Pero no solamente vociferan los políticos. En reuniones de
vecinos, por ejemplo, con gritos se responde a una propuesta presentada que no
es de nuestro agrado. Asimismo en las asociaciones de gente mayor, los miembros
de las juntas tienen que soportar la falta de educación de algunos socios que
protestan sonorosamente cuando consideran que no se respetan sus derechos
Proverbios
dice: “Aun el necio cuando calla, es
contado por sabio” (Proverbios 17: 28). Pero los necios no saben guardar
compostura y son incapaces de esconder su necedad: tienen que gritar para hacer
notar su presencia. Debido al pecado, a pesar que la sangre de Jesús ha
limpiado todos los pecados de los verdaderos creyentes, hasta que no venga
Cristo en su gloria a buscar a su pueblo y hayan alcanzado la perfección el
Padre celestial, siempre algo de necedad habrá en ellos. Así que los cristianos
tienen mucha necesidad de controlar la necedad para evitar que sus bocas
vomiten improperios, sapos y serpientes. Visto lo desagradable que es el
lenguaje bronco y las fatales consecuencias para quienes se dejen llevar por
él, pasemos a meditar la bendición que aportan los dichos suaves.
El
lenguaje desagradable que destila hiel, hiere mortalmente a quien lo practica
porte brota del corazón. Quien es el objeto del lenguaje soez puede molestarle
escucharlo, pero si permite que entre por un oído y salga por el otro, no le
afecta en nada. Pero las palabras que desprenden la fragancia del amor de Dios
sí que benefician a quienes las pronuncian. Son como “panal de miel” que difunden dulzura en la propia alma. El texto
que comentamos dice que las “palabras
suaves dan suavidad al alma”. Quienes vociferan ponen de manifiesto que sus
almas están llenas de amargura. El profeta lo dice con claridad. ”No hay paz para los impíos”. El hablar
suave que es como panal de miel para el alma es el resultado de haberse hecho
suya la paz que ofrece Jesús, el Buen Pastor,
que le lleva a pacer en lugares de delicados pastos y junto a aguas de reposo. Pero hay más, los
dichos suaves son “medicina para los
huesos”. La paz de Dios que está aposentada en el espíritu del creyente en
Cristo es la causante que los dichos suaves que brotan de su corazón sean
medicina para sus huesos. “Hijo mío, no
te olvides de mí Ley, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque largura de
día y años de vida y paz te aumentarán” (Proverbios 3. 1, 2).
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