diumenge, 8 d’octubre del 2023

 

JEREMÍAS 31: 37

“Así ha dicho el Señor: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorar abajo los fundamentos de la Tierra, también yo desecharía toda la descendencia de Israel, por todo lo que hicieron, dice el Señor”

¿Existe algo fiable que dé seguridad? Entre los hombres, no. Hoy blanco. Mañana negro. Se cambia de opinión según sople el viento. La inestabilidad se manifiesta de manera clarísima entre los políticos. Con la ayuda de las hemerotecas tenemos constancia de los cambios de pensar que niegan rotundamente. Los temas que no se podían tratar porque según la Constitución lo impide, los resultados electorales lo hacen ver de otro color.

El texto que comentamos dice. “Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos d la Tierra”. La respuesta a esta declaración es NO. Ni la profundidad del insondable espacio sideral es explorable ni tampoco lo es las profundidades de la Tierra. Las sondas espaciales que se envían no llegan a alcanzar los límites del universo.  La imposibilidad de poder medir los confines del espacio y de los fundamentos de la Tierra pone de manifiesto que los pactos de Dios con los hombres son inmutables. En Dios se encuentra la estabilidad que no se halla en ningún otro lugar. “El Señor con sabiduría fundó la Tierra, y afirmó los cielos con inteligencia. Con ciencia los abismos fueron divididos, y destilan rocío los cielos” (Proverbios 3: 19, 20). Contemplar el poder de Dios manifestado en la obra de la creación debería impulsarnos a escuchar sus palabras. ”Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos, guarda la Ley y el consejo, y serán vida a tu alma, y gracia a tu cuello. Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando venga. Porque el Señor será tu confianza, y Él preservará tu pie de quedar preso”  (vv. 21-26).

“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que le visites?” (Salmo 8: 3, 4). La respuesta a esta pregunta la da Jesús cuando dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda mas tenga vida eterna” (Juan 3: 16). El amor del Señor es lo que hace que Dios se acuerde del lector.


 

LUCAS 7: 30

“Mas los fariseos y los intérpretes de la Ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”

El apóstol Pablo dirigiéndose a los judíos en la sinagoga de Antioquia de Pisidia, refiriéndose a Juan el Bautista, les dijo: “Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel”  (Hechos 13: 24). El Bautista desde el inicio de su ministerio público predicaba: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se  acercado” (Mateo 3: 2). Quienes  se acercaban a Juan “eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” v. 6). Quienes se bautizaban eran los cobradores de impuestos, las prostitutas, el pueblo llano, a quienes los fariseos y los sacerdotes  menospreciaban considerándoles chusma. Juan, con la percepción que le concedía el hecho de ser lleno del Espíritu Santo le permitía ver la dureza de los corazones los fariseos, de los saduceos, que venían a su bautismo, con palabras nada conciliadoras: “¡Generación de víboras,! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” (v. 7).

El texto que sirve de base a esta meditación nos dice que los fariseos, la secta más estricta del judaísmo, y los intérpretes de la Ley, “desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”. Los fariseos y los intérpretes de la Ley que acudían a bautismo de Juan tenían oídos para oír pero no oían. Como la mayoría de los judíos de todas las épocas dijeron. No oiremos.

Jesús comenzó su ministerio público anunciando un mensaje de arrepentimiento. La iglesia apostólica predicó el mensaje del arrepentimiento. Con el tiempo el mensaje se fue diluyendo hasta desaparecer de los púlpitos. Los pecadores más groseros piden entrar en la Iglesia y ésta les abre la puerta sin pestañear. Si la Iglesia predicase el mensaje de arrepentimiento con la autoridad que concede Dios, quienes ahora desean entrar en la Iglesia Católica por la puerta grande, dirían: NO QUEREMOS ENTRAR.

Los fariseos y los intérpretes de la Ley con el tropel de pecadores que quieren entrar en la Iglesia sin arrepentirse desechan los designios de Dios de salvarlos. Al oír el mensaje de arrepentimiento y desecharlo pierden poseer el tesoro de gran valor que los ladrones no pueden robar ni el orín corroer. Nada ni nadie puede robar ni malmeter el precioso tesoro de la salvación y del perdón de los pecados por la fe en el Nombre de Jesús.

El salmista recordando la murmuración de los judíos en el desierto que dudaban que el Señor pudiera proveerles de agua en el sequedal, escribe: “Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba…, donde me tentaron vuestros padres…y dije: Pueblo es que divaga en su corazón…Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo” (Salmo 95: 7-11). Que el lector no haga lo mismo que hicieron los fariseos con Jesús que habiendo visto los milagros que hacía, que le acreditaban como el Mesías esperado, le rechazaron y no entraron en el reposo de Dios.  

 

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