diumenge, 30 d’octubre del 2022

 

IDOLATRIA

<b>El esplendor que acompaña al ídolo atrae la necedad del hombre</b>

¿Con que cara se le apareció  la Madre de Dios al mercader Pere Nolasco en la noche del 1 al 2 de agosto de 1218? El arzobispo de Barcelona Joan Josep Omella escribe: “Y en esta iglesia situada en el mismo emplazamiento que ocupa la actual basílica de la Madre de Dios de la Mercè, le colocaron una bella imagen, su cara recuerda mucho a la de las mujeres barcelonesas que ayudaban en los trabajos de redención y recuperación de cautivos que realizaban los mercedarios. ¿Es que la virgen que según la tradición se le apareció a Pere Nolasco no tenía rostro y que el escultor tuvo que tomar prestado de las mujeres que colaboraban con los mercedarios? La imagen de la Madre de Dios es una talla del siglo XIV atribuida al escultor Pere Moragues. Refiriéndose a la imagen el arzobispo de Barcelona escribe: “Este año es noticia porque en los últimos meses ha sido cuidadosamente restaurada. Ahora ya vuelve a ocupar su camarín en la basílica de la Mercè y ya tenemos el gozo de poder volver a visitarla, de confiarle nuestras angustias y necesidades. Ella como madre nos mira y nos acoge con su amor inmenso”. “La renovada imagen de santa María bajo la advocación de la Mercè”, dice el arzobispo, “nos invita a renovar también nuestra devoción a la Madre de Dios que lleva título tan expresivo y tan vinculado a la historia de nuestra ciudad. Deseo que la renovada imagen de nuestra patrona  sea una oportunidad para animarnos a hacerle una visita espiritual”.

El arzobispo sigue escribiendo: “María nos hace siempre el gran don, la <i>Mercè</i> (merced) de llevarnos a Cristo y dirigirnos hacia Él. María siempre nos ayuda a poner nuestra confianza en su Hijo. En la boda de Caná, ella dijo a los servidores de aquella comida y sigue diciéndonos a cada uno de  nosotros. “Haced lo que Jesús os diga”. Con razón se ha dicho que estas palabras son como el testamento de María. Renovar nuestra devoción a santa María nos hará más buenos hermanos y estar más atentos con los que sufren”.

El arzobispo de Barcelona es más mariano que cristiano. Debido a ello enaltece la imagen de Pere Moragues. Es bien sabido que para justificar la idolatría los doctores de la Santa Madre Iglesia lo hacen con el sofisma de decir que no se adora la imagen sino aquello que representa. Esta postura es una contumaz oposición a la enseñanza bíblica que queda permanentemente reflejada en los Diez Mandamientos: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte, celoso, que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Éxodo 20: 4-6).

En la creación el hombre llevaba la imagen de Dios invisible en su interior que lo diferenciaba de las bestias irracionales. Con el pecado de Adán la imagen divina de la que era portador se rompió en mil pedazos. A pesar de ello un vestigio de la imagen  invisible de Dios  permaneció en él lo cual impidió que el ser humano degenerase hasta convertirse en bestia irracional. Se ha convertido en un necio pensante que niega la existencia de Dios. De   Dios no quiere oír hablar. Lo poco que le queda de la imagen de Dios invisible le impulsa a buscarle por caminos equivocados, convirtiendo la imagen invisible de Dios “en semejanza de imagen de hombre corruptible” (Romanos 1: 23) a la que adora.

“Las doctrinas son el cimiento de la Escritura, ni unidas con la pega de la Escritura, por más creíbles y agradables que sean no tienen ningún valor, no sirven para nada a los hombres. Aquellas esperanzas de paz y de felicidad que no son garantizadas por la Palabra de Dios no hacen sino engañar a los hombres como una pared ciertamente bien rebozada pero levantada sin cimiento” (Mattew Henry).

“Las masas siempre han sentido una predilección por la idolatría, sobre todo cuando sabe presentarse con fastuosidad y música que apelan a los sentidos, crean una atmosfera   especial y recibiendo el soporte oficial” (José Grau).

Ferran Requejo, pensando quizás en las sutilezas satánicas, escribe: “Parece claro que el cerebro humano esté inclinado a aceptar como real ideas religiosas que él mismo se crea”.

El arzobispo de Barcelona finaliza su escrito: <i>Renovemos la devoción a la patrona de Barcelona</i> con esta exhortación: “Renovar nuestra devoción a santa María nos hará más buenos hermanos y estar más atentos en quienes sufren”. Antepone María a Cristo misericordioso que motiva a hacer el bien en quienes creen en Él.

Dos apóstoles tienen algo que decir respecto a la idolatría: “¿Qué digo, pues? ¿Qué el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios, y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (apóstol Pablo en 1 Corintios 10: 19, 20). El otro apóstol es Juan que en Apocalipsis 9: 20, 21, escribe: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar”

El apóstol Juan finalizando su Apocalipsis, escribe: “Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del Libro de la Vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (22. 19). Dios habla, no el hombre.

Octavi Pereña i Cortina

 

 

OSEAS 6: 6

“Porque misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”

Mateo se refiere a este texto cuando cita las palabras de Jesús: “Y si supierais qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes” (Mateo 12: 7). Jesús las dice en el contexto del descanso sabático. En sábado, Jesús y sus discípulos iban andando por un camino entre sembrados. Los discípulos tenían hambre y  cogían espigas y las refregaban entre sus manos para extraer el grano de las espigas. Los fariseos que daba la impresión que su único trabajo consistía en espiar a Jesús y sus discípulos, observaron la transgresión que según ellos cometían los discípulos de la ley del sábado según enseñaba la tradición. Es en este contexto que Jesús cita a Oseas.

La censura que hace Jesús a los fariseos aporta luz para entender mejor las palabras del profeta. Los fariseos eran muy religiosos pero muy injustos. Oseas dice de los sacerdotes de su tiempo y que pueden aplicarse a los religiosos de todos los tiempos: “La piedad vuestra es como nube de la mañana, y como el rocío de la madrugada que se desvanece” (v. 4). En el contexto de la piedad ficticia de los religiosos acompañan las palabras del texto que comentamos.

En el momento en que el Espíritu Santo desaparece del culto, con estas palabras Jesús define a la religión: “Mi casa, casa de oración será llamada, más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mateo 21: 13). La injusticia impera. La casta sacerdotal que tiene que distinguirse se convierte en ladronicio. Es por esto que Oseas como portavoz de Dios dice  a los religiosos de su tiempo y en ellos a los santurrones de todas las épocas: Misericordia quiero. Vuestras ofrendas de animales tarados me irritan. No puedo aceptarlas. Vuestro culto se ha convertido en ceremonial barroco, mucho ornamento. Los oficiantes con rostros serios que no expresan sentimientos. Sin variar ni un punto ni una coma de la tradición litúrgica. Mucho teatro para esconder la ausencia de Cristo en el ritual. Más que ceremonial barroco lo que Dios pide a los oficiantes es “conocimiento de Dios”. Cuando Jesús en el Espíritu Santo no está presente en las celebraciones litúrgicas impera la monotonía de repetir siempre lo mismo: repetir los textos para la ocasión, los asistentes se levantan, se sientan, se santiguan, recitan los textos pertinentes,   cuando toca. Oficiantes y asistentes se comportan como autómatas. Son muertos vivientes.

Cuando Cristo en el Espíritu se mueve entre los congregados, a pesar de que todo tiene que hacerse “decentemente y con orden” (1 Corintios 14: 40) impide que la celebración se convierta en desorden.


 

SALMO 51: 4

“Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”

En un claro contraste con la confesión auricular en que el fiel católico expone los pecados que mejor le parece a un sacerdote, éste, asumiendo una hipotética potestad de perdonar pecados absuelve al confesante.

Hoy, tal como van las cosas el ofensor pide perdón a la víctima. La cosa no tiene que ser así. La víctima si verdaderamente es cristiana tiene que perdonar a sus enemigos porque posee el amor de Dios. El perdón que la víctima concede al ofensor no significa que la culpa de éste haya sido perdonada por Dios. El ofendido está en paz con Dios porque no guarda resentimiento. El ofensor sigue cargando con su culpa.

Como la Biblia no nos dice nada de la conversación sostenida entre Betsabé, a mujer ofendida, y David el ofensor, guardaremos silencio al respecto.

Lo que nos interesa saber es dónde fue David a buscar el perdón por la ofensa cometida contra la mujer ultrajada. En el caso de la confesión auricular a un sacerdote el penitente puede decirle al confesor lo que mejor le parezca porque el sacerdote desconoce los pecados que se esconden en el interior del confesante. En la confesión hecha directamente a Dios el engaño no se puede dar porque Dios  conoce al dedillo los pecados escondidos en lo más profundo del alma.

El salmo 51 es una mina de oro que enseña al hombre a encontrar el tesoro escondido bajo tierra y la perla de gran valor que el ladrón no puede robar ni el orín corromper. Los escribas y los fariseos hacían diana cuando decían: “Sólo Dios puede perdonar pecados”. Se equivocaban al no querer reconocer que Jesús era Dios igual que el Padre. Para demostrar su divinidad les dice: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dijo al paralítico: A ti te digo: Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa” (Lucas 5: 21-26).

David cometió pecado, se arrepintió y escribió salmos alabando la misericordia del Señor

 

 

diumenge, 23 d’octubre del 2022

 

EZEQUIEL 8: 6

“Y me dijo entonces: Hijo del hombre, ¿no ves lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores”

El profeta Ezequiel se encuentra exilado en Babilonia. El siervo de Dios tiene una visión del Señor: “Y el Espíritu me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén” (v. 3). El profeta contempla lo que ocurre en el interior del templo. Mientras miraba, el Señor le dice: “Hijo de hombre ¿no ves lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores” (v. 5).

Durante la visión el Señor le dice al profeta: “Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque ellos dicen: No nos ve el Señor, el Señor ha abandonado la tierra” (v. 12). Estos representantes del pueblo de Israel cometían todas las abominaciones que describe Ezequiel porque creían que Dios no los veía. Pensaban que podían cometer con toda impunidad los actos abominables que irritaban los ojos del Señor. Se equivocaban.

“Pues yo, el Señor, procederé con furor, no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia, y gritarás a mis oídos con gran voz, y no los oiré” (v.18).

La revelación que Jesucristo le hace al apóstol Juan que estaba recluido en la isla de Patmos. El Señor Jesucristo le redacta unas cartas que tiene que escribir a las siete iglesias de Asia, hoy Turquía. A todas ellas les dice: “Yo conozco tus obras”. Jesucristo observa en medio de los candeleros” (Apocalipsis 1: 13). Para  que no quede ninguna duda del significado de los candeleros, especifica: “Y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (v. 20). De la misma manera que los ancianos de Israel decían: “No nos ve el Señor, el Señor ha abandonado la tierra”, en las iglesias cristianas anda muy arraigada esta misma creencia. Nos equivocamos en el diagnóstico. El Señor contempla en tiempo real todo lo que ocurre en ellas. Pienso que se tendría que tener presente, porque todavía queda tiempo para rectificar,lo que el Señor le dice a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente. Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (3: 16). El pasotismo conduce a que el Señor aborrezca al indiferente.


 

SALMO 143: 11, 12

“Por el honor de tu Nombre, Señor, hazme revivir, en tu justicia saca mi alma de la angustia. Y por tu misericordia acaba con mis enemigos, y destruye a todos los enemigos de mi alma, porque soy tu siervo”

Yendo por la calle oí a dos mujeres que iban andando delante de mí. Una de ellas, más o menos le dice a la otra: Ya tengo bastantes problemas como para atender a los de otra. Es  bueno y saludable tener a alguien con quien compartir las penas, pero es mucho más beneficioso compartirla con el Señor Jesucristo, pues a fin de cuentas, el Padre cargó en el Hijo “el pecado de todos nosotros” (Isaías 53: 6) que muriendo en la cruz ocupando el lugar que nosotros teníamos que ocupar, su sangre derramada limpias todos los pecados de las personas que creen en Él. La plena redención no será efectiva hasta el día de la resurrección cuando Jesús en su gloria venga  a buscar a su pueblo. En tanto no llegue este día estamos obligados a acarrear el peso del pecado que nos asedia.

No hace falta acudir al médico para que nos recete unas pastillas para combatir l ansiedad, el insomnio, el estrés, la fatiga laboral…La publicidad televisiva suplanta al médico y nos receta el producto X que nos aliviará del peso que agobia a nuestra alma. Las pastillas sedan, pero no curan.

El salmista nos lleva a Jesús, el verdadero Médico que entra en las profundidades del alma para curar sus dolencias. Apela al honor del Nombre del Señor para que le haga revivir en su justicia. El pecado, si no se le trata con la sangre de Jesús, marchita el alma. La convierte en un desierto estéril. El Nombre  de Jesús la hace revivir. Jesús que es el agua viva, si riega el alma, convierte el desierto estéril en un jardín lozano. Elimina la angustia del alma y la llena de la paz de Dios que excede al conocimiento humano.

El salmo 143 lo escribió el rey David. Como soldado que era su autor emplea términos militares para describir el estado de su alma. Amparándose en la misericordia del Señor, le dice: “Acaba con mis enemigos, y destruye a todos los enemigos de mi alma”. Puede hacer esta súplica “porque soy tu siervo”. El Señor feudal estaba obligado a defender a sus súbditos de sus enemigos. La Biblia ilustra esta obligación señorial con Josué yendo a proteger a sus siervos gabaonitas. David como siervo del Señor que es  acude a Él para que le libere de los enemigos que dañan su alma. Si el lector todavía no considera que Jesús sea su Señor, siga el ejemplo de los gabaonitas que en tiempo de peligro acudieron a Josué para que los protegiera de sus enemigos. Si el lector acude humildemente al Señor Jesús, diciéndole: “Señor, ten piedad de mí pecador”, Él como Señor de tu persona te concederá la protección de los enemigos de tu alma, librándote de tus temores. “La paz de Dios que excede la comprensión humana”, llenará tu alma de gozo.

 

 

EL DESTINO DE LOS PODEROSOS

<b>El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen” (Salmo 49: 20) </b>

El funeral de estado con que se despidió a la reina Elisabet II de Gran Bretaña ha sido un espléndido espectáculo mediático visto por televisión alrededor del mundo. La ceremonia ha sido cuidada hasta el menor detalle desde hace años. EL cortejo ha sido un espectáculo magnífico. ¿Era necesario tanto dispendio que no beneficia en nada a la reina fallecida y más en estos momentos de grave crisis económica que hace que muchas familias no puedan legar a final de mes? Cuando una persona fallece ya no se le  puede hacer nada. La muerte sella el destino eterno, sea salvación o condenación.

Cada uno según sus posibilidades desea despedir al finado con el máximo honor. Lo más probable es que no se piense el difunto. Lo que prevalece es enaltecer el ego ofreciendo un espectáculo que admire a los asistentes a la ceremonia fúnebre.

Se dice que la muerte es el acontecimiento más justo que existe porque nadie puede esquivar la guadaña justiciera. Tanto reyes y magnates como la plebe cuando les llega la hora señalada por Dios, ni la más excelente asistencia sanitaria podrá impedir que el enfermo tenga que comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus obras. Se intenta evadir hablar de la muerte pero no se erradicarla. “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9: 27). La guadaña se encuentra agazapada en la esquina esperando el momento para entrar en acción. Ya que la muerte es un hecho universal que vacía la Tierra de todos los miembros de cada generación es sensato hablar de ella con la mayor claridad posible para liberarnos del mido que produce.

Los magnates pretenden vencer la muerte contratando dispendiosos servicios de conservación de sus cuerpos con la esperanza de que los avances médicos encuentren solución a la enfermedad que hasta aquel momento era incurable. “Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate, porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás, para que viva en adelante para siempre, y nunca vea corrupción” (vv. 6-9). Tienen ojos para ver pero no entienden lo que ven: “Pues verán que aun los sabios mueren, que perecen del mismo modo que el insensato y el necio” (v. 10). Con los ojos contemplan como a su alrededor desaparecen amigos y familiares. Cuentan los fallecidos por las esquelas que publican los diarios. Ver lo que ocurre a su alrededor no les da ni frío ni calor. Permanecen indiferentes. No aprenden a contar sus días.

A pesar de ello permanece un sentido no confesado de inmortalidad. “Su último pensamiento es que sus casas serán eternas, y su habitación para generación y generación, dan sus nombres a sus tierras. Mas el hombre no permanecerá en honra, es semejante a las bestias que perecen” (vv. 11, 12). A pesar de todos los esfuerzos para conservar el nombre, lo cierto es que se pierde en la oscuridad del tiempo. Como mucho, sus nombres quedan archivados en los registros históricos al alcance de unos pocos historiadores. “Este su camino es locura, con todo sus descendientes se complacen en el dicho de ellos” (v. 13). De los poderosos queda poca cosa: un nombre en los archivos. Como pasa con todos los impíos: “como ovejas que son conducidas al sepulcro, la muerte los pastoreará” (v. 15). Es otra manera de decir que es espera la condenación eterna.

Las revistas de papel satinado nos muestran las mansiones de los poderosos, de las estrellas y astros del cine, de los ídolos del deporte y otros. Este glamour nos deslumbra y nos despierta el deseo de poseer lo que los encumbrados disfrutan. He aquí el destino de quienes tienen sus ojos puestos en los bienes materiales que hoy son y mañana desaparecen. “No temas cuando alguien se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa, porque cuando muera no se llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque mientras  viva, llame dichosa a su alma, y sea loado cuando prospere, entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen” (vv. 16-20).

El fin de las personas que perecen como las bestias no tiene por qué ser el nuestro. El salmista nos muestra otro: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo” (v. 13). Jesús que venció a la muerte siendo rescatado de su poder por el Padre nos muestra con más claridad el pensamiento del salmista. “Yo soy la resurrección y la  vida, quien cree en Mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11: 25).

Octavi Pereña i Cortina


 

diumenge, 16 d’octubre del 2022

 

SALMO 92: 5

“¡Cuán grandes son tus obras, oh Señor! Muy profundos son tus pensamientos”

El salmista comienza su poema con una alabanza al Señor: “Bueno es alabarte, oh Señor, y cantar salmos a tu Nombre, oh Altísimo, anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche” (vv. 1, 2). El salmista experimenta en su propia carne las bendiciones que el Señor promete a quienes le temen, le veneran. “¡Cuán grandes son tus obras, oh Señor!”

En este comentario quiero detenerme en la segunda parte del texto: “Muy profundos son tus pensamientos”. El profeta Isaías piensa igual que el salmista cuando escribe: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor” (58: 8). Como no entendemos los pensamientos del Señor  que son distintos a los nuestros  nos atrevemos a criticarlos porque no coinciden con los nuestros. Mala decisión la nuestra.

El profeta Jeremías cumpliendo la orden del Señor se acerca al taller del alfarero y observa como el artesano rompe la vasija que estaba modelando y con la misma masa de barro hace un vaso nuevo. Y dice el Señor: “¿No podré yo hacer de vosotros como el alfarero, oh casa de Israel?” (18: 6). El mismo Jeremías dirigiéndose a un grupo de judíos que huían a Egipto por miedo de los babilonios, les dice que no lo hagan porque si se quedan en Judea, las cosas les irán bien. Que no deben temer a los babilonios. “Todos los varones soberbios” (43: 2), dijeron al profeta que sus palabras eran mentirosas y que no las obedecerían.

Volvamos al salmista: “El hombre necio no sabe, y el insensato no  entiende esto, cuando brotan los impíos como la hierba, y florecen todos los que hacen iniquidad, pero son destruidos eternamente” (vv. 6, 7). Ante una declaración como esta aparecen “Todos los varones soberbios” diciendo: Esto no es posible. Dios no puede condenar eternamente a las personas porque Dios es amor. En defensa de esta disidencia, dicen: “Un padre no haría tal cosa”. Dios como el Alfarero que es, ¿no puede hacer con la masa de barro lo que mejor le parezca? Dios por medio de los profetas y por el mismo Jesús, dicen: los impíos serán condenados al fuego eterno. Si nuestros pensamientos no coinciden con los del Señor, entonces nos comportamos como aquellos varones soberbios que a las palabras de vida que les anunciaba el profeta, le respondieron: “La palabra que nos has hablado en Nombre del Señor, no la oiremos de ti” (Jeremías 44: 16).

Jesús antes de ascender a los cielos dejó el encargo a sus discípulos de anunciar el evangelio a todas las naciones. Jesús termina la parábola de los obreros en la viña con esta coletilla. “Muchos son los llamados, mas pocos los escogidos”. Los siervos del Señor anuncian el Evangelio de la salvación sin hacer distinción de personas ni de razas. El lector no tiene que hacer lo mismo que aquellos varones soberbios que respondieron al profeta Jeremías “La palabra que nos has hablado en Nombre del Señor, no la oiremos de ti”


 

JUAN 6: 27

“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará, porque a Éste señaló Dios el Padre”

Poco después de la alimentación de cinco mil personas a partir de cinco panes y dos pececillos, Jesús  abandonó el lugar. La multitud emprende la búsqueda hasta encontrarle. Jesús les dice: “De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 25). Jesús reprende a la multitud porque le buscan por motivos egoístas y equivocados. Harta la multitud, se vuelca hacia Jesús. Pero el Señor que conoce lo que hay en sus corazones, “Entiende que iban a venir para apoderarse de Él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte solo” (v. 15). Dios provee las necesidades materiales de los hombres porque es misericordioso. Jesús enseña a los hombres  a que pidan al Padre por el pan de cada día, pero llenar la panza no tiene que ser el motivo principal por el que se busca a Jesús. El apóstol Pablo escribiendo a los tesalonicenses les dice. “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3. 10). Jesús dice a la multitud: “Trabajad, no por la comida que perece”. A primera vista da la impresión que Jesús desmotiva la multitud a trabajar. A Dios rogando y al mazo dando, dice el refrán popular. Este dicho coincide con lo que enseña la Biblia que hemos de imitar a las hormigas que durante el verano son muy laboriosas recogiendo alimentos y almacenándolos para el invierno. La Biblia no apela a la holgazanería, todo lo contrario, a la laboriosidad. Lo que Jesús quiere enseñar a la multitud es que no vivan para comer, que no conviertan la comida en un dios. Que coman para vivir, no para atragantarse. La bendición del maná que caía diariamente del cielo para alimentar a los israelitas es un ejemplo de moderación. Si se recogía más maná del necesario, el resto que sobraba se llenaba de gusanos haciéndolo inservible.

Trabajar, sí. Adictos al trabajo, no. Tenemos que priorizar el alimento que el alma necesita. Tenemos que trabajar por el pan que Dios nos da cada día, con limitaciones. Por esto nos dice. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará, porque a Éste señaló Dios el Padre” (v. 27). Más adelante el texto dice: “Porque el pan de Dios es el que descendió del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.” Claro, no tendrían que trabajar, tumbados debajo de la higuera les entraría el pan en la boca y si lo recibiesen masticado, mejor que mejor. Jesús identifica el pan que da vida al mundo: “Yo soy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (vv.33-35). Jesús es el pan de vida que sacia las necesidades del alma. Trabajar por el pan que da vida al cuerpo está bien. Trabajar “por la comida que a vida eterna permanece”, es mucho mejor.

 

 

 

RADICALIZACIÓN POLÍTICA

<b>El narcisismo en política hace imposible que los políticos corrijan sus errores</b>

En la memoria anual correspondiente al año 2021, la Fiscalía General del Estado destaca un dato preocupante. Se trata del aumento del número de delitos de odio. Si alarmante es la cifra lo es todavía más <i> la radicalización de los políticos</i> y la <i>polarización del debate político</i> que vomitan odio y violencia. Es decir la crispación del debate político al cual ha contribuido la irrupción de un partido como Vox, está generando un clima que la Fiscalía considera preocupante.

Un comentarista anónimo expone: “Compartimos totalmente y respaldamos y damos soporte al llamado de la Fiscalía a los dirigentes políticos a revertir esta situación por las graves consecuencias que se derivan. Si nuestros políticos convierten el necesario diálogo y las discrepancias democráticas en crispación, insultos, descalificaciones, contribuyen con su conducta a que personas o colectivos de nuestra sociedad se radicalicen y se vuelvan intolerantes, con el consiguiente reflejo en conductas y actuaciones que se traduce en delitos de odio y de violencia”.

Tanto la Fiscalía como el comentarista anónimo hacen un diagnóstico de los políticos que generan violencia con su radicalización, pero no aportan solución al dictamen. La radicalización de los políticos es un reflejo de la de los ciudadanos. Lo único que consigue la verborrea violenta de los políticos es despertar y estimular en los ciudadanos la radicalización de su comportamiento que yace dormida en su interior.

Elihú, uno de los amigos del patriarca Job que fueron a visitarlo para consolarlo en la grave tribulación por la que estaba pasando, dijo: “¿Podrá gobernar alguien que odia  la justicia?” (Job 34: 17). Evidentemente no. Pero, encontrar una persona justa es tan difícil como hallar una aguja en un pajar. En el mundo se encuentran tantas personas injustas que tendremos que hacer lo que hacía el filósofo griego Diógenes que a plena luz del sol iba por la calle con un candil encendido buscando un hombre. Así nos va la política por la ausencia de personas justas.

El narcisismo, con la divinización que hace del hombre impide que los gobernantes rectifiquen sus políticas aberrantes. Hablan mucho de diálogo pero lo que practican es una perorata de sordos. Mutuamente, los dialogantes se acusan, pero ninguno de ellos quiere cambiar su política errónea. Debido a que ninguna de las partes acepta consejo, la situación empeora.

El gobernante “es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme, porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:4). Para que el gobernante sepa distinguir entre el bien y el mal, el bien para premiar a quien lo hace y el mal para castigar al malhechor, es imprescindible que sea persona justa.

“Nuestra república necesita con urgencia dirigentes que se atrevan a decir lo que creen es recto y justo, no importa el número de quienes se le opongan. La mayoría puede equivocarse y no promueven la verdadera democracia  si ignoran la minoría aunque sea la minoría de uno. Con urgencia se necesitan dirigentes que atrevan a decir lo que necesitan escuchar, no lo que quieren oír” (<b>Richard C. Halverson</b>).

Nos volvemos a encontrar con la urgencia de hallar personas justas que se hagan cargo de la administración de los asuntos públicos. Alrededor de Diógenes en su busca de un hombre justo no se encontraba ninguno que lo fuera.

<b>Abraham Lincoln, que fue presidente de Estados Unidos, dijo: “Nada es políticamente correcto  lo que moralmente sea equivocado”. Es imprescindible que personas justas se hagan cargo de la política si es que se desea que la radicalización con todos los perjuicios que la acompañan se convierta en tolerancia y respeto a lo que es diferente aunque uno solo sea diferente.

Las personas no nacen siendo justas, se hacen. Tanto  Diógenes como Richard C. Halverson no encontraron ninguna persona justa porque es una <i>rara avis</i>. Ni revolviendo el pajar se la va a encontrar.

A diferencia de nosotros que buscamos a buenas personas, Jesús busca a pecadores que son rechazados por la elite religiosa. El escenario es el comedor  en la casa de Mateo el cobrador de impuestos  que había invitado a Jesús a comer. Los comensales eran cobradores de impuestos y pecadores, chusma para la elite religiosa. Los fariseos que formaban una secta religiosa que gozaba de mucha influencia en aquella época la constituían hombres que se consideraban justos porque presumían que cumplían a raja tabla la Ley de Dios. Estos religiosos al descubrir que los invitados que estaban sentados alrededor de la mesa  eran cobradores de impuestos y pecadores, acudieron a los discípulos de Jesús para quejarse diciéndoles: “¿Cómo es que vuestro Maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?” Escuchada esta protesta, Jesús se dirige a los protestantes y les dice: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9: 9-13). Los injustos son los que por la fe en el Nombre de Jesús les son perdonados los pecados y se convierten en justos. En esta tarea colaboran las iglesias cristianas si es que anuncian el Evangelio tal como está redactado en la Biblia y se le interpreta con la ayuda del Espíritu Santo que  inspiró a los hombres que lo escribieron. “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). Fuera de Cristo no hay personas justas.

 

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 9 d’octubre del 2022

 

ROMANOS 2: 28

“Pues  no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne”

La práctica religiosa aun cuando se realice con mucho fervor no significa que el practicante sea un verdadero hijo de Dios. Jesús lo expresa claramente cuando le dice a Nicodemo, fariseo y principal entre los judíos, que de noche fue a visitar a Jesús: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3: 3). El fanatismo religioso de Nicodemo no satisfacía  su alma sedienta del agua viva que es Jesús. Es por esto que Jesús le dice al fariseo: Nicodemo, tienes que nacer de nuevo. Jesús destaca: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar  en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido el Espíritu, espíritu es” (vv. 5, 6). Jesús le viene a decir al principal entre los judíos: tú está circuncidado en la carne como señal de que formas parte del pueblo de Israel nacional, pero tu corazón es incircunciso por lo que no formas parte del pueblo de Dios. Tú has nacido en la carne y la  carne no puede entrar en el reino de Dios. Tienes que nacer del Espíritu para poder entrar en el reino de Dios. ¿Cómo se produce el nacimiento del Espíritu? Solamente por la fe en Jesús que es el Salvador que muere por los pecadores y resucita para darles vida eterna. En esencia esto es nacer de nuevo.

Lo más probable que el lector  de este comentario pertenezca a un país católico y por lo tanto influenciado por la doctrina de la Iglesia Católica. Tendrás  noción que por haber sido bautizado de niño el agua bautismal borra el pecado original y automáticamente entras a formar parte del pueblo de Dios. También sabrás que si confiesas tus pecados a un sacerdote, éste te dice: “Yo te absuelvo” y, con la absolución una penitencia que suele consistir en un padrenuestro y tres avemarías. En el funeral el sacerdote elogia tus virtudes cristianas y la persona maravillosa que eras. Rocía clon agua bendita el ataúd y te envía directamente al cielo. No creas estas mentiras. Si no has nacido del Espíritu cuando abras los ojos en la eternidad lo vas a hacer encontrándote en el infierno.

En vida, si te preguntan por la religión que practicas podrás responder católico o protestante. Tu afiliación religiosa no es un pasaporte que te abre la puerta del cielo. Si no has depositado la fe en Jesús, que es un don del Espíritu Santo no eres un hijo de Dios. Al igual que Nicodemo a quien Jesús le dijo que tenía que nacer del agua y del Espíritu, tú, lector, también tienes que nacer de nuevo. Si este nacimiento espiritual no lo has experimentado sigues siendo un “nacido de la carne” y, la carne no puede heredar el reino de los cielos.


 

SALMO 81: 6

“He quitado la carga de su espalda, y sus manos se liberan del capazo”

El lenguaje del salmista es simbólico. Utiliza símbolos materiales para instruir espiritualmente. Lo que realmente aflige  al hombre no es un trabajo duro. El cansancio físico desaparece con un dormir reparador. El peso que no se quita nunca de sobre las espaldas es la carga del pecado que es muy agobiante. Una imagen de ello la tenemos en aquellos obreros que en régimen de semi esclavitud acarrean pesados fardos sobre sus espaldas. Esta imagen representa a las mil maravillas el peso del pecado que es más fatigoso que un saco de carbón sobre la espalda.

La carga que representa el pecado no perdonado por Jesús los hombres se la quieren quitar de encima mediante técnicas seudo religiosas: yoga y las diversas técnicas de meditación orientales, la atención sicológica y de siquiatría. Los tratamientos farmacológicos atacan los síntomas pero no curan el pecado que es el causante del cansancio crónico que provoca.

El salmista trae a la memoria la dura servidumbre que padeció el pueblo de Israel durante su estancia en Egipto (v. 5). Egipto representa a Satanás que  esclaviza al pueblo de Dios. “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”  (Juan 12: 31). Con la muerte y resurrección de Jesús “y cuando Él venga” (el Espíritu Santo) “convencerá el mundo de pecado, de justicia y de juicio…y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo” (Satanás) “ya ha sido juzgado” (Juan 16: 8-11). Queda por hacer que “el diablo, que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 20: 10).

De momento el diablo posee una cierta libertad de movimiento, por cierto limitada porque los límites de su libertad los pone Dios. Durante este período de tiempo en que los movimientos de Satanás los controla Dios el diablo lo aprovecha para cargar con fardos pesados en quienes son sus esclavos. A los esclavos del diablo Jesús les transmite un mensaje de liberación: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8: 36). Desconozco si el lector es un esclavo de Satanás o no. Si lo es no tiene por qué seguir sirviéndole. El diablo es muy poderoso pero Jesús el Libertador lo es mucho más. El diablo por más resistencia que ponga para impedir que sus esclavos huyan, si el esclavo hace caso de la invitación de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11: 28). A Satanás no le quedará más remedio que tener que abrir el puño y que el esclavo  vaya a gozar la libertad que tiene en Cristo. La carga que oprime es quitada.

 

 

INCIVISMO

<b>Lo que importa no es la cantidad de conocimientos, sino su cualidad. Se pueden conocer muchas cosas desconociendo lo que es más importante</b>

“Los profesores y los centros educativos son conscientes del problema y hacen todo lo posible para que nadie se sienta discriminado, pero no es fácil. La maldad es una cosa íntima en algunos individuos, y se manifiesta de la peor manera y muy pronto. ¿Y los padres? ¿Realmente son conscientes del problema? Solamente se necesita pasar por un partido de futbol de chavales para darse cuenta del comportamiento de algunos de ellos que insultan como si nada. Y dan un ejemplo vergonzoso a sus hijos. No busquemos culpables demasiado lejos. El problema se encuentra también en su casa y, por lo tanto la solución se tendrá que encontrar en el hogar. Denunciemos el acoso como lo ha hecho el hermano de Izan, no dejemos pasar los abusos y la persecución al que tenemos al lado. No pensemos que esto no nos afecta, que es un problema de los otros. Tal vez lo tengamos más cerca de lo que nos imaginamos. Tal vez entonces será tarde. Estemos atentos” (<b>Josep Pedrerol</b>).

A pesar de que el texto citado se refiere al acoso que sufrió el hermano de Izan que lo llevó al suicidio, nos referiremos a la responsabilidad que tienen los padres de enseñar las cosas más importantes a los hijos. La Biblia, especialmente el libro de Proverbios enfatizan la responsabilidad que tienen los padres de educar a sus hijos. Destacaré el texto de Deuteronomio 6: 4-9): “Oye, Israel: El Señor tu Dios es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas cosas que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos, y las hablarás con ellos estando en tu casa y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. Debido a la mentalidad laica de nuestros días este texto citado se le considera arcaico, pero nos enseña que las cosas más importantes tienen que ocupar un lugar preferente en la educación de los hijos. (<b>Josep Pedrerol</b>) nos invita a que vayamos a ver un parto de futbol de chavales para que nos demos cuenta del comportamiento indigno de algunos padres. El caso al que se refiere el escritor es uno concreto de padres que no se comportan como buenos educadores de sus hijos. Pero el incivismo paterno no solo se manifiesta en los campos de futbol en los que juegan los hijos. Si el laicismo no contribuye a formar  una sociedad educada que se comporta como civilizada, será conveniente que abandonemos el laicismo y prejuicios y nos tomemos seriamente que Dios controla del todo la creación y que darle la espalda nos conduce a la tragedia social que nuestros ojos contemplan,

Para que este cambio de mentalidad pueda darse, previamente es necesario que se dé un cambio en el corazón: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8: 1). El apóstol expone dos maneras de vivir: Una según la carme que es cómo se vivía antes de convertirse a Cristo y que el apóstol describe: “Adulterio, fornicación, impureza lascivia, brujería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, acerca de las cuales os amonesto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5: 19,20). ¿Estas características de vivir según la carne no son las que contemplamos a diario? El tiempo transcurre y el comportamiento humano no ha cambiado desde el inicio de la historia. Actuales son las palabras del profeta Jeremías: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podéis vosotros hacer el bien, estando habituados a hacer el mal?” (Jeremías 12: 23). Jesús, que además de Salvador es el Maestro por excelencia, dice: “Oh haced el árbol bueno, y su fruto bueno, oh haced el árbol malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol” (Mateo 12: 33).

La segunda manera de vivir que expone el apóstol es: “conforme al Espíritu”. El Espíritu la tercera Persona de la Trinidad es quien hace bueno al árbol malo. Por esta razón el fruto que da el árbol bueno es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22, 23).

En el texto transcrito de <b>Josep Pedrerol</b> después de denunciar el comportamiento incívico de algunos padres, escribe: "No pensemos que esto no nos afecta, que es un problema de los otros, que no va con nosotros. Quizás lo tengamos más cerca de lo que nos imaginamos. Tal vez entonces será tarde. Estemos atentos”. Sí, padres, aun tenéis la oportunidad de dejar de comportaros como padres carnales para convertiros en padres que por andar  según el Espíritu os habéis convertido en árboles buenos que dan buen fruto. Este cambio únicamente se producirá si sois conscientes que hoy sois árbol malo que da malos frutos y por la fe creéis que Jesús es vuestro Salvador os convertiréis en árbol bueno que da fruto bueno. Os tomareis seriamente la responsabilidad de instruir a vuestros hijos en el temor del Señor. Si esta meta se consigue, tanto vosotros como vuestros hijos os transformareis en personas cívicas que contribuirán a purificar el ambiente tan cargado de toxinas.

Octavi Pereña i Cortina

diumenge, 2 d’octubre del 2022

 

SALMO 49: 14, 15

“Su ostentación se deshará en el sepulcro, y el sepulcro será su morada. Pero Dios redimió mi alma del poder del sepulcro, porque Él me tomará consigo”

Recientemente se ha efectuado el entierro de Elisabet II, reina de Gran Bretaña. La ceremonia ha sido vista por televisión por todo el mundo. El gasto asciende a millones de libras. Todo ello para gratificar el orgullo nacional. Todo para que “Su ostentación se deshaga en el sepulcro, y el sepulcro sea su morada”.

El salmo 49 que da motivo a este comentario tiene mucho que decir en cuanto a la ostentación en los entierros. “Oís esto, pueblos todos, escuchad habitantes de todo el mundo, así los plebeyos como los nobles, el rico y el pobre juntamente”  (vv. 1, 2). El salmista no se dirige a una sola clase social. Al referirse a plebeyos y ricos, no excluye a nadie. Todos tienen que prestar atención al mensaje que transmite.

En los funerales, sean religiosos o laicos, se acostumbra a alabar las presuntas virtudes del difunto y  los familiares pretenden honrarlo con exequias de cinco estrellas. Creen que cuanto más ostentosa sea la ceremonia y cuantos más sacerdotes oficien más llano será el camino que conduce al cielo. Se equivocan. “Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate, porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás, para que viva en adelante para siempre, y nunca vea corrupción” (vv. 6-9).

El orgullo nos incita a desear para nuestros difuntos los honores que los potentados conceden a los suyos. ¡Cuán equivocados estamos! “No temas cuando alguien se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa, porque cuando muera no se llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque mientras viva, llame dichosa su alma,  y sea loado cuando prospere, entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen” (vv. 16-20).

Por muy extravagantes que sean los funerales de los impíos, su muerte es semejante a las de las bestias que perecen. ¡Cuán distinta es la muerte de quienes mueren en Cristo. “Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14: 15). Sí, “preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus santos” (Salmo 116: 1).


 

APOCALIPSIS 9:20

“Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de  bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar”

Los supervivientes de las plagas a las que se refiere el apóstol Juan no aprendieron la lección. Este texto es muy apropiado en nuestros días. Aún no ha desparecido la Covid-19. Ha mejorado la situación, sí, pero tampoco hemos aprendido la lección. Tan pronto nos hemos visto las orejas hemos vuelto a nuestro estilo de vida que llevábamos antes de la epidemia: el despilfarro.

El apóstol Juan dice que los que sobrevivieron a las plagas que narra no “se arrepintieron de las obras de sus manos”. Nada cambió. La dureza de sus corazones les impidió aprender la lección. La experiencia en nuestros días es la misma. Tan pronto como la virulencia de la plaga de la Covid-19  ha amainado, la gente se ha lanzado a la calle  para recuperar el tiempo perdido con las restricciones impuestas. Todo son elogios a la recuperación económica debido al aumento del consumo: Las agencias de viajes a tope. La ocupación hotelera en muchas zonas rozando el 100%. ¡Viva la vida! ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos!

Cuando la pandemia estaba en su máxima virulencia se decía que nos enseñaba lo insignificantes que somos. Aparentemente nos hizo entender que somos dioses con pies de barro. Al calmarse la tempestad y volver a salir el sol, la lección aprendida se echó en el saco del olvido. ¡A vivir que la vida es muy corta! El versículo 21 nos dice que los que sobrevivieron a las plagas “no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías,  ni de su fornicación, ni de sus hurtos”. La existencia no termina con la muerte física. La muerte abre la puerta que da acceso a la existencia eterna que es salvación o condenación. El propósito de Dios con la Covid-19 es que los sobrevivientes se arrepintieran de sus pecados y empezasen a andar en novedad de vida, volviéndose a Dios. De una manera u otra la muerte llegará  y no habrá lugar para el arrepentimiento. La ayuda sacerdotal a bien morir no servirá de nada. Quienes no hayan aprendido la lección abrirán los ojos en la eternidad condenados eternamente. Esto no es lo que Dios quiere.

El Señor no cuenta el tiempo según el reloj. Tiene otra manera de contarlo que se escapa a nuestra comprensión. El apóstol Pedro, escribe: “El Señor no retrasa su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9). El lector que lee este comentario puede hacerlo porque está vivo. Aproveche esta supuesta tardanza para arrepentirse. ¿Sabe si mañana tendrá otra oportunidad de poderlo hacer?

 

 

TESTIMONIO CRISTIANO

<b>¿Quién convierte en santos a personas pecadoras? </b>

<b>Ima Sanchís</b> entrevista a <b>Miguel Hurtado</b> que fue víctima de pederastia en la abadía de Montserrat por el monje <b>Andreu Sales</b>. De la entrevista destaco el siguiente texto que afirma “que se quejó cuatro veces a dos abades que no denunciaron al delincuente a la justicia, ni intentaron encontrar otras víctimas, no lo sancionaron canónicamente expulsándolo de la vida religiosa. Simplemente lo trasladaron a otro monasterio. Perdí la fe. El papa <b>Juan Pablo II</b>, desde mediados de los años ochenta conocía el terrible problema de pederastia que sufre la Iglesia. El padre <b>Thomas Doyle</b> abogado canónico en la embajada del Vaticano en Washington le entregó un informe demoledor. Pero se negó a tomar medidas para castigar los abusos a niños, ¿de verdad cree que es un santo?” Este texto contiene tres temas que merecen ser tratados independientemente.

Según <b>Miguel Hurtado</b> el padre <b>Thomas Doyle</b> le entregó al papa <b>Juan Pablo II</b>, un informe demoledor sobre la pederastia en el seno de la Iglesia Católica que fue a parar en el cajón del olvido. El apóstol Pablo trata el tema de la disciplina eclesiástica en el seno de una iglesia local que tiene que ver con el sexo. Escribiendo el apóstol a la iglesia en Corintio, dice: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación cual ni aun se entre los gentiles, tanto que alguno tiene la mujer de su padre, y vosotros  estáis envanecidos. ¿No deberíais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Corintios 5: 1,2). La congregación con sus pastores eran indiferentes al atropello. Miraban hacia otro lado. El apóstol les dice: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (v. 6). Durante años la Iglesia Católica ha permitido que la pederastia acampase como ancha es Castilla. Soterradamente se ha ido infiltrando en todos los ámbitos eclesiales. Como dice Jesús: “Nada hay encubierto que no haya de ser manifestado,  ni oculto, que no haya de saberse” (Mateo 10: 26). Impetuosamente ha salido a la luz pública causando el descrédito de la Institución. Los responsables de no haber cortado a tiempo el inicio de la epidemia  tendrán que dar cuenta al Señor de la iglesia porque su conducta ha provocado que se blasfeme el Nombre del Señor. El resultado de que no se aplicase la disciplina correspondiente al pederasta que actuaba impunemente en el monasterio de Montserrat ha sido que el adolescente afectado haya “perdido la fe”. Duras son las palabras que Jesús dirige a los muchos Andreses Salas maltratan la fe de niños y adolescentes: “y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. Ay del  mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan los tropiezos, pero, ¡ ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo” (Mateo  18: 6, 7).

La periodista le dice a <b>Miguel Hurtado</b>: “También protestó contra la canonización de <b>Juan Pablo II</b>. El entrevistado, visto la negativa del papa de  tomar medidas disciplinarias contra los clérigos que abusan de menores, el afectado por la pederastia clerical que ahora tiene 37 años, pregunta: “¿De verdad alguien se cree que es un santo?”

Cada ciudad, cada villa, cada pueblo al menos  tienen un santo patrón/na protector. Los medios de comunicación que informan de las celebraciones festivas, con toda naturalidad citan los nombres de los protectores de las poblaciones como si fuesen ídolos del deporte. Al lector le pregunto: ¿Sabe realmente qué es un santo? Según la Iglesia Católica santos son personas fallecidas que tras un largo proceso que se inicia antes de la beatificación concluye con la declaración de santo/a. Es decir un proceso que por ser  humano es lleno de contradicciones. En el caso del papa, uno de los títulos que tiene es “Su santidad”. El título concede  la condición de santo a quien se le otorga. Si el papa es santo, ¿por qué canonizarlo? Dejemos a un lado el concepto católico de la santidad que es un mar de confusión y acerquémonos al Nuevo Testamento para descubrir lo que tiene que decirnos al respecto. No se necesitará ser doctor de la “Santa Madre Iglesia” para entender el significado bíblico de la santidad. Basta con saber leer con ojos libres de prejuicios. El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia en Corinto, les dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1: 2). El apóstol considera santos a personas vivas que creen que Jesús es su Señor y Salvador. A estas personas, seguramente muchas de ellas iletradas, les dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación del Espíritu y la fe en la verdad” (“2 Tesalonicenses 2: 13). Ninguna intervención humana en la declaración de santo de parte de Dios.

Los santos no son personas fallecidas. La Biblia nos dice que son personas normales. No son dioses que realizan milagros. Son personas imperfectas con muchas debilidades que por la santificación del Espíritu luchan diariamente para abandonar la pasada manera de vivir que practicaban cuando se encontraban en la incredulidad y se revisten  de la nueva que es en Cristo. Son hombres y mujeres de carne y huesos que dan testimonio de la salvación que han recibido por la fe en el Nombre de Jesús. La santidad cristiana no es obra humana sino divina.

“¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño, dice el Señor!” (Jeremías 23: 1).

Octavi Pereña i Cortina