FATIGA EMOCIONAL
<b>Los miedos que
son nuestros enemigos más terribles los vencemos por la fe en Dios que es
nuestra fortaleza</b>
Gerentes de Servicios
Sociales: “Basta de pastillas y de atar a los usuarios”. La pandemia del
Covid-19 que se manifestó en marzo de 2020 ha destapado entre otras, la
deficiencia en la atención de trastornos mentales. Dichos trastornos ya se
ponen de manifiesto en adolescentes menores de 18 años, incluso en niños. Más
del 15% de la población sufre ansiedad y un 20% hipocondría. La mayoría de
personas desconoce el significado de esta palabra. Yo me he visto obligado a
buscar en el diccionario su significado. La define así: “Enfermedad mental
caracterizada por una preocupación excesiva por la salud propia, a menudo
acompañada de melancolía”. A todo esto
debe añadirse el estrés que ocasiona el estilo de vida trepidante de nuestros
días. Pienso no equivocarme si afirmo que la sociedad actual está mentalmente
enferma.
La experiencia del músico
y actor <b>Björn Andrésen</b> muy bien puede ser un ejemplo de cómo
en la actualidad se reacciona ante la adversidad. <b> Björn</b>
refiriéndose a la muerte prematura de su hijo, explica: “Todavía no lo he
superado porque era mi responsabilidad, era una época en que bebía y me drogaba
para mantener a raya la ansiedad para
que alguien viese mi dolor”. Basta de utilizar la química para combatir en su
diversidad de manifestaciones la ansiedad que provoca afrontar el futuro
incierto que nos espera. Creemos que con fármacos y estupefacientes vamos a
resolver los problemas. Todo lo contrario, nos hacemos adictos a las sustancias
químicas con lo que empeoramos todavía más la salud mental.
Los sicólogos
diagnostican: “En los últimos meses, sobre todo después de la segunda oleada,
muchos sicólogos empiezan a hablar de lo que llamaron la <i>fatiga
pandémica</i>, un sentimiento de aburrimiento debido a los largos meses
de restricciones y las malas noticias. <b>Walter Riso</b> la
denomina <i>fatiga o agotamiento emocional</i> y afirma que ha sido
el sentimiento que más se ha manifestado durante el último año. Esta fatiga
emocional se produce porque la mente comienza a funcionar como una montaña
rusa: te ilusionas, creas esperanzas, pero después te desilusionas, vuelves de
nuevo y caes otra vez. La mente no está preparada para la ilusión y la
desilusión de manera permanente. La mente no es una montaña rusa, busca
estabilidad y equilibrio para producir las cosas. Mucho tiempo de montaña rusa
termina en desesperanza y la desesperanza es la prima hermana de la depresión”. El estilo de vida modernos
la Biblia la define así: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés
12: 8).
El Covid-19 con la
incertidumbre de cómo va a terminar todo eso ha puesto de manifiesto la
insignificancia del ser humano. Mientras las cosas nos iban relativamente bien,
y el crecimiento económico iba viento en popa, daba la impresión de que así
seguiría indefinidamente para garantizar la felicidad. La fantasía no nos ha
dejado poner los pies en el suelo. El Covid-19 nos ha abierto los ojos
haciéndonos ver la realidad que el ser humano es un dios con pies de barro,
incapaz de afrontar la adversidad con entereza y serenidad. El descubrimiento
nos asusta. Como dice el sicólogo <b>Rafel Santandreu</b>: “El miedo forma parte
de nuestras vidas, pero a veces se convierte en un fantasma que es muy difícil
de superar. Se trata de otra epidemia, la de las enfermedades emocionales y la
salud mental”. ¿Estamos condenados a vivir permanentemente con el miedo en el
cuerpo? No necesariamente.
El sicólogo
<b>Rafel Santandreu</b>
expone: “Los ansiolíticos no sirven para nada. Es un error porque al inicio te
tranquilizan, pero la mente sigue sabiendo que hay alguna cosa a temer. Los
miedos son trampas mortales. Debemos entender que las emociones negativas son
una creación de la mente”. ¿Nos desharemos de ellas?
El problema reside el
hecho de que el ateísmo y la incredulidad consiguen que las personas se
desentiendan de Dios en las labores del día a día. Sin Él nos encontramos
indefensos ante los miedos que generan nuestras mentes, a menudo sin causa
justificada. Reales o injustificados, lo cierto es que nos afectan lo cual
debería llevarnos a revestir nuestra debilidad con la fortaleza que proviene
del Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues “Él sana a los quebrantados de
corazón y venda sus heridas” (Salmo 147: 3). Es posible que la curación no sea
instantánea. A menudo, como en el caso del ciego de Betsaida (Marcos 8: 22-26) la curación requiera dos o
más intervenciones del Médico divino. Con Él, la curación siempre es posible
sin la presencia de efectos secundarios que malmeten cuerpo y alma.
Dios que es nuestro
sanador se manifiesta de manera muy dulce en la persona de su Hijo Jesús: “Por
tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida…Mirad las aves del cielo, que no
siembran ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros
mucho más que ellas?…Y por el vestido, por qué os afanáis? Considerad los
lirios del campo, cómo crecen: No trabajan ni hilan…Y si la hierba del campo
que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más
a vosotros, hombres de poca fe?…Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas…” (Mateo 6: 25-34). Dios no nos
deja nunca tirados en la cuneta a sus hijos que imploran su favor.
Octavi Pereña i Cortina
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