dissabte, 28 d’agost del 2021

 

SALMO 37: 39

“Pero la salvación de los justos es del Señor, y Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia”

Job se hace esta pregunta. “¿Cómo puede el hombre llegar a ser justo delante de Dios?” (9:2). El salmista dice: ”La salvación de los justos es del Señor” .  El apóstol Pablo responde a la pregunta de Job escribieno: “Justificados, pues por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5: 11). Por nacimiento natural y por el hecho de que todos somos descendencia de Adán todos sin excepción nacemos siendo injustos. El destino del hombre natural es la condenación eterna. La doctrina católica de la inmaculada concepción de María es una herejía ya que Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres” (Hechos 17: 26).

La fe, que es don de Dios, es el medio que utiliza Dios para que el injusto crea que Jesús es el único camino para que el pecador obtenga el perdón de los pecados. ”En ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre  bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 12). “La salvación de los justos es del Señor”, dice el salmista. No puede ser de otra manera. No existe otro camino de salvación que no sea Jesús porque Él es el camino estrecho que lleva al Padre. El hombre inventa muchos caminos d salvación, la doctrina de la inmaculada concepción de María es uno de ellos. Ninguno de ellos cumple su objetivo porque únicamente la sangre de Jesús tiene el poder de perdonar todos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1: 9).

Un error que tenemos que descartar: El hecho de que Dios declare justo al pecador que cree en Jesús como su único Salvador no significa que el justificado sea alguien que haya dejado de ser pecador. Lo seguirá siendo hasta el día de la eternidad, el día de la resurrección cuando compareceremos delante de la presencia del Señor que nos presentará “a sí mismo, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5: 27). Hasta que no llegue el día de la resurrección de nuestros labios tendrá que salir infinidad de veces la súplica: “Dios, sé propicio a mí  pecador” (Lucas 18: 13). Para el justo el Señor “es su fortaleza en el tiempo de la angustia”. Dificultades mil nos acecharán en tanto estemos en este mundo manchado por el pecado. Como lo intentó con Job, Satanás nuestro enemigo acérrimo hará lo imposible para desanimarnos. Pero el Señor sentado en su trono celestial intercede por nosotros ante su Padre para que no nos falte la fe salvadora.


 

1 SAMUEL 3: 18

“Entonces” (Elí) “dijo: El Señor es, haga lo que bien le parezca”

Vayamos al inicio. Un varón de Dios de nombre desconocido se acerca al sacerdote  Elí. Entre otras cosas le dice: “¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel” (2: 27-32). Con antelación el Señor avisa a Elí que tanto él como sus hijos no cumplen con sus obligaciones  adquiridas como sacerdotes que ministran en el tabernáculo.

Entre tanto, Ana que era estéril “oraba largamente delante del Señor. Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía”. Elí que estaba cerca de la mujer contempla el extraño comportamiento de Ana, le dice: “Ve en paz, y que el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1: 17). “Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí al Señor” (v. 20). “Después de haberlo destetado, lo llevó consigo a la tienda del tabernáculo…Trajeron al niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh señor mío! Vive mi alma Señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti orando al Señor. Por este niño oraba, y el Señor me dio lo que le pedí. Yo pues, lo dedico también al Señor, todos los días que viva, será del Señor. Y adoró allí al Señor” (vv. 24-28). “Y el niño ministraba al Señor delante del sacerdote Elí” (2: 11).

Al cabo de unos días durmiendo Samuel el Señor lo llama. Creyendo que era Elí quien le llamaba se levanta y se acerca al sacerdote para peguntarle qué quería. El sacerdote le dice que no lo ha llamado. La cosa se repite tres veces. A la tercera Elí entiende que es el Señor  es quien llama a Samuel le dice al adolescente: “Acuéstate, y si te llama, dirás. Habla Señor, porque tu siervo oye” (3: 9). El joven vuelve a acostarse  y cuando el señor le llama, Samuel le dice: “Habla porque tu siervo oye” (v.10). El Señor le habla  y le confirma el juicio que haría con Elí y sus hijos (vv.11-14). Al amanecer Elí le pide a Samuel que le diga lo que el Señor le había dicho. “Samuel se lo manifestó todo, sin encubrir nada” (v. 18). Entonces es cuando Elí le dice a Samuel las palabras que han servido para hacer esta reflexión. ”El Señor es, haga lo que bien le parezca”. Es muy grande la responsabilidad que los pastores adquieren cuando se hacen cargo del pastoreo de una iglesia. El apóstol Pedro pastor entre pastores escribe: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente , no por ganancia deshonesta, con ánimo pronto, no teniendo señorío sobre los que está a vuestro cuidado, sino siendo ejemplares de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible  de gloria”  (vv. 5. 2-4). De lo contrario el final será deshonroso como lo fue el ministerio de Elí y de sus hijos (1 Samuel 4: 12-22).

 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada