SALMO 37: 39
“Pero la salvación de los justos es del
Señor, y Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia”
Job se
hace esta pregunta. “¿Cómo puede el
hombre llegar a ser justo delante de Dios?” (9:2). El salmista dice: ”La salvación de los justos es del Señor”
. El apóstol Pablo responde a la
pregunta de Job escribieno: “Justificados,
pues por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
(Romanos 5: 11). Por nacimiento natural y por el hecho de que todos somos
descendencia de Adán todos sin excepción nacemos siendo injustos. El destino
del hombre natural es la condenación eterna. La doctrina católica de la
inmaculada concepción de María es una herejía ya que Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres” (Hechos 17:
26).
La fe,
que es don de Dios, es el medio que utiliza Dios para que el injusto crea que
Jesús es el único camino para que el pecador obtenga el perdón de los pecados. ”En ningún otro hay salvación, porque no hay
otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres,
en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 12). “La salvación de los justos es del Señor”, dice el salmista. No
puede ser de otra manera. No existe otro camino de salvación que no sea Jesús
porque Él es el camino estrecho que lleva al Padre. El hombre inventa muchos
caminos d salvación, la doctrina de la inmaculada concepción de María es uno de
ellos. Ninguno de ellos cumple su objetivo porque únicamente la sangre de Jesús
tiene el poder de perdonar todos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1
Juan 1: 9).
Un
error que tenemos que descartar: El hecho de que Dios declare justo al pecador
que cree en Jesús como su único Salvador no significa que el justificado sea
alguien que haya dejado de ser pecador. Lo seguirá siendo hasta el día de la
eternidad, el día de la resurrección cuando compareceremos delante de la
presencia del Señor que nos presentará “a
sí mismo, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino
que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5: 27). Hasta que no llegue el día
de la resurrección de nuestros labios tendrá que salir infinidad de veces la
súplica: “Dios, sé propicio a mí pecador” (Lucas 18: 13). Para el justo el
Señor “es su fortaleza en el tiempo de la
angustia”. Dificultades mil nos acecharán en tanto estemos en este mundo
manchado por el pecado. Como lo intentó con Job, Satanás nuestro enemigo
acérrimo hará lo imposible para desanimarnos. Pero el Señor sentado en su trono
celestial intercede por nosotros ante su Padre para que no nos falte la fe
salvadora.
1 SAMUEL 3: 18
“Entonces” (Elí) “dijo:
El Señor es, haga lo que bien le parezca”
Vayamos
al inicio. Un varón de Dios de nombre desconocido se acerca al sacerdote Elí. Entre otras cosas le dice: “¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y
mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo y has honrado a tus hijos
más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo
Israel” (2: 27-32). Con antelación el Señor avisa a Elí que tanto él como
sus hijos no cumplen con sus obligaciones
adquiridas como sacerdotes que ministran en el tabernáculo.
Entre
tanto, Ana que era estéril “oraba
largamente delante del Señor. Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían
sus labios, y su voz no se oía”. Elí que estaba cerca de la mujer contempla
el extraño comportamiento de Ana, le dice: “Ve
en paz, y que el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1:
17). “Aconteció que al cumplirse el
tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre
Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí al Señor” (v. 20). “Después de haberlo destetado, lo llevó
consigo a la tienda del tabernáculo…Trajeron al niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh
señor mío! Vive mi alma Señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti
orando al Señor. Por este niño oraba, y el Señor me dio lo que le pedí. Yo
pues, lo dedico también al Señor, todos los días que viva, será del Señor. Y
adoró allí al Señor” (vv. 24-28). “Y
el niño ministraba al Señor delante del sacerdote Elí” (2: 11).
Al cabo
de unos días durmiendo Samuel el Señor lo llama. Creyendo que era Elí quien le
llamaba se levanta y se acerca al sacerdote para peguntarle qué quería. El
sacerdote le dice que no lo ha llamado. La cosa se repite tres veces. A la
tercera Elí entiende que es el Señor es
quien llama a Samuel le dice al adolescente: “Acuéstate, y si te llama, dirás. Habla Señor, porque tu siervo oye”
(3: 9). El joven vuelve a acostarse y
cuando el señor le llama, Samuel le dice: “Habla
porque tu siervo oye” (v.10). El Señor le habla y le confirma el juicio que haría con Elí y
sus hijos (vv.11-14). Al amanecer Elí le pide a Samuel que le diga lo que el
Señor le había dicho. “Samuel se lo
manifestó todo, sin encubrir nada” (v. 18). Entonces es cuando Elí le dice
a Samuel las palabras que han servido para hacer esta reflexión. ”El Señor es, haga lo que bien le parezca”.
Es muy grande la responsabilidad que los pastores adquieren cuando se hacen
cargo del pastoreo de una iglesia. El apóstol Pedro pastor entre pastores
escribe: “Apacentad la grey de Dios que
está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente , no
por ganancia deshonesta, con ánimo pronto, no teniendo señorío sobre los que
está a vuestro cuidado, sino siendo ejemplares de la grey. Y cuando aparezca el
Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (vv. 5. 2-4). De lo contrario el final será
deshonroso como lo fue el ministerio de Elí y de sus hijos (1 Samuel 4: 12-22).
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